pisadas, miro y vio que el supervisor del muelle se acercaba al carruaje. En la cubierta del Hermana del Verano, la tripulacion se habia puesto subitamente en actividad y el capitan gritaba ordenes en tono seco pero halagador.

Toco el hombro de Fenar y el muchacho pestaneo.

—Creo —dijo Isyn, sonriendo— que si tienes algo que hacer, Senor, deberiamos volver al palacio para que puedas hacerlo. Si interpreto bien las senales, el Hermana del Verano esta listo para zarpar cuando el Alto Margrave lo ordene.

CAPITULO 8

Los ojos agudos de Tarod vieron, contra el resplandor del sol poniente, la pequena cabalgata que se acercaba desde el oeste, y alargo una mano para tocar la brida del caballo de Cyllan, haciendo que se detuviese. Ella se volvio en su silla, entornando los parpados al tratar de mirar en la direccion que el estaba senalando, y despues le miro y vio inquietud en su semblante.

—?Quienes son, Tarod?

—No lo se.

No podia explicar la premonicion intuitiva que se agitaba dentro de el; aquel no era, ni mucho menos, el primer grupo con el que se encontraba en el camino, pero un sexto sentido le decia que no era un convoy ordinario, y se puso alerta.

Cyllan miro de nuevo. El sol se estaba hundiendo en una capa de nubes y el resplandor menguo de pronto, de manera que pudo distinguir figuras individuales en la cabalgata.

—Avanzan muy despacio —dijo, y despues—: Hay algo en medio; algo grande...

—Es un palanquin. —Tarod fruncio el entrecejo—. Y la mayoria de los jinetes parece que van vestidos de blanco.

Ella le miro con incertidumbre, empezando a compartir su inquietud.

— ? Pero, quienes son?

—Se quienes deberian ser; pero no es logico, a menos que...

Vacilo y entonces sacudio la cabeza como rechazando una idea que hubiese pasado por su mente y volvio su atencion hacia el sur. A tres millas delante de ellos, al otro lado de una verde franja de terreno pantanoso, se distinguian los contornos de Shu-Nhadek en la neblina de la tarde y, mas alla de su confusa silueta, el mar brillaba como un cuchillo en el horizonte. Casi habian alcanzado su meta...; habian proyectado llegar al hacerse de noche, y parecia que no lo harian solos; Tarod calculo que, a la velocidad actual, el lejano grupo se cruzaria en su camino a una milla de la ciudad. Su caballo pataleo y resoplo, sin comprender la dilacion, y Tarod se volvio a Cyllan.

—Sera mejor que cabalgues como una dama durante un rato, amor mio. Tal vez tengamos que intercambiar algunos cumplidos antes de llegar a Shu-Nhadek.

Ella sonrio ironicamente y paso la pierna izquierda por encima de la cruz del caballo, descansando la rodilla sobre el adornado pomo de la silla. Encontraba que esta posicion de lado era extrana e incomoda, pero ninguna mujer de calidad se atreveria a cabalgar de otra manera, y una mujer de calidad era precisamente lo que Cyllan simulaba ser.

Con dinero mas que suficiente en la bolsa para llegar al termino de su viaje, Tarod penso que la ostentacion era su mejor disfraz. El populacho habia sido alertado para que diese caza a dos fugitivos, y no era probable que alguien considerase que los fugitivos podian ocultarse llamando la atencion: era un concepto ilogico. Y asi se detuvo en la primera poblacion importante y, mientras Cyllan esperaba fuera de las murallas, habia comprado ropa nueva para los dos y dos buenos caballos para sustituir al corpulento bayo: un caballo castano para el y una vigorosa pero mansa yegua para Cyllan. Desde entonces, y mientras el hacia borroso su aspecto y el recuerdo de sus caras en las mentes de aquellos con quienes se encontraban, viajaron bajo el disfraz de un prospero vinatero y su esposa, y Tarod habia observado con ironia la facilidad con que cruzaron ciudades y pueblos. Los rumores circulaban todavia en todas partes, pero no oyeron muchos; la gente ordinaria no sonaria en acercarse a unos ricos desconocidos para contarles los ultimos chismorreos, y asi, aunque habian hecho un rapido viaje hacia Shu-Nhadek, nada habian oido de las ultimas noticias.

En todas las ciudades y pueblos habia todavia estremecedores testimonios del terror que reinaba en el pais. Acusaciones, juicios, ejecuciones, venganzas: la marca no daba senales de menguar, y las cosas que vieron en el camino sirvieron tanto para fortalecer la resolucion de Tarod como para aumentar su afan de llegar a Shu-Nhadek, y despues a su ultimo destino, con la mayor rapidez posible.

Toco con los tacones los flancos del alazan, que emprendio de nuevo la marcha, con la yegua de Cyllan siguiendo al mismo paso. La luz estaba menguando rapidamente al envolver la capa de nubes el sol; delante, las primeras luces empezaban a parpadear en la ciudad portuaria, imitando el debil centelleo de las estrellas en el cielo del este.

Oyeron el ruido de la cabalgata al acercarse al punto en que las carreteras del oeste y del sur se confundian en el ultimo tramo hasta Shu-Nhadek. A la luz del crepusculo, las figuras que se acercaban y que, como habia dicho Tarod, iban casi todas vestidas de blanco, podian haber sido fantasmas etereos, pero el repiqueteo de varias docenas de cascos y el tintineo de los arneses demostraban que eran bastante reales. En la confluencia de las carreteras, Tarod y Cyllan refrenaron sus monturas, y ella abrio mucho los ojos al reconocer por lo que eran a aquellos personajes.

—Hermanas... —dijo en voz casi inaudible.

La yegua gris dio unos pasos de lado, asustada por la subita inquietud de la amazona, pero Tarod tranquilizo a Cyllan diciendo:

—Me lo imaginaba... —Observo al grupo que se acercaba, entrecerrando los ojos hasta convertirlos en dos rendijas—. Y si no me equivoco, son de Chaun Meridional.

—?Chaun Meridional?

—Donde esta la Residencia de la Matriarca.

Habia contado ocho mujeres a caballo y cinco robustos varones dandoles escolta, mientras en medio del convoy se balanceaba una litera engalanada, tirada por cuatro caballos y provista de ricas cortinas bordadas. Su ocupante era invisible.

— ?Has visto eso? —dijo Tarod, senalando con la cabeza la litera—. Es el palanquin de la propia Matriarca, la Senora Ilyaya Kimi.

Se dio cuenta de que Cyllan no le habia comprendido y anadio:

—La Senora Ilyaya tiene mas de ochenta anos y hacia diez que no salia de su Residencia. Estaba demasiado delicada para asistir a la investidura de Keridil y, si ahora viaja en el palanquin, solo una circunstancia puede traerla aqui.

—Apreto con mas fuerza las riendas—. Significa que Keridil ha convocado un Conclave.

El jefe de la escolta de la Matriarca dio una voz de alerta al ver los dos personajes inmoviles en el cruce de caminos, y se oyeron chirridos metalicos al desenvainar los cinco hombres sus espadas. Las dos figuras no se movieron y, al cabo de un momento, los hombres se tranquilizaron al darse cuenta de que los desconocidos no representaban ninguna amenaza; eran simplemente un mercader, o algo parecido, y su esposa; sin duda se habian detenido prudentemente para dejar pasar el cortejo.

El convoy avanzo al trote, majestuosamente; una de las Hermanas mayores, que iba en cabeza, lanzo una mirada a los dos desconocidos, a los que vio como Tarod queria que los viese: dos seres vulgares, sin importancia. Su voz sono clara al gritar por encima del ruido de los caballos:

—?Aeoris os acompane, buena gente! —e hizo la senal en su direccion, con aire ligeramente protector.

Cyllan vio que Tarod inclinaba la cabeza en senal de agradecimiento y se apresuro a imitarle. Al pasar el palanquin, balanceandose, aguzo la mirada, curiosa por ver a la Matriarca; pero las cortinas no se abrieron en absoluto. Despues la comitiva se alejo de ellos por el camino de Shu-Nhadek.

Tarod la siguio con la mirada. Sin darse cuenta, habia tocado con la mano derecha el anillo que llevaba en el indice de la izquierda y la piedra, en respuesta, se habia encendido y centelleado como un pequeno ojo blanco. El habia tomado la decision, al huir de Perspectiva, de devolver la piedra del Caos a su montura de plata, y al cerrarse de nuevo el anillo para sujetar la joya, habia sentido una amarga mezcla de desesperacion y de triunfo.

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