A su lado, en el humedo y estrecho banco del bote, se sentaba Sashka, arrebujada en su abrigo y con la mirada fija en el suelo curvo. Delante de ellos, Fenar Alacar parecia estar temblando irreprimiblemente, y los otros companeros no lo pasaban mucho mejor. Solamente Ilyaya Kimi contemplaba el monstruo que se acercaba lentamente con una calma peculiar y resignada, como si no hubiese poder capaz de afectarla.
El bote se estaba acercando al costado de la Barca Blanca: una pared blanca que parecia caer del cielo sobre ellos. El golpe que dio el bote contra el costado del barco fue inaudible debido al rugido del agua debajo del casco, y Keridil salto cuando, viniendo al parecer de ninguna parte, bajo serpenteando una cuerda que golpeo el costado del barco con un sordo chasquido. Uno de los remeros agarro la punta de la cuerda y sujeto con ella la proa del bote; despues bajo una sombra y Keridil, al mirar hacia arriba, vio una tosca maroma que oscilaba como la cuerda de una horca y que descendia poco a poco desde la cubierta de la Barca.
La Matriarca cambio de posicion en su asiento y sonrio ironicamente.
—Si he leido bien mis escrituras, Sumo Iniciado —grito hacia atras—, te corresponde el privilegio de subir primero a bordo.
—Keridil...
Sashka no pudo disimular su miedo y le asio una mano mientras el se ponia cautelosamente en pie. El se desprendio de aquellos dedos, esperando que su apreton hubiese sido para darle animo, pero no pudo hablar antes de pasar cuidadosamente sobre el banco y dirigirse a proa. Al llegar a ella, oyo que la voz de Fenar murmuraba aterrorizada sobre el ruido del oleaje.
—He olvidado las palabras... Que los dioses me valgan, Isyn, pero olvide lo que tengo que decirles...
El Sumo Iniciado cerro un momento los ojos; despues se agarro con fuerza a la maroma.
La ascension parecio un sueno interminable, pero al fin llego un momento en que Keridil vio una luz que brillaba arriba y, segundos mas tarde fue impulsado hacia adentro y se tambaleo sobre la cubierta de la Barca Blanca. Durante unos instantes estuvo casi cegado; despues, al acomodarse su mirada, les vio.
Debian de ser doce o quince, alineados en semicirculo sobre las palidas tablas de la cubierta. Las movedizas velas proyectaban extranas sombras sobre sus inmoviles figuras y, por un instante, Keridil tuvo la espantosa sensacion de que no eran verdaderos hombres, sino muertos resucitados, increiblemente viejos e inconcebiblemente extranos. Las palabras que ensayo con tanto cuidado se atascaron en su garganta; entonces una de las figuras se movio y se rompio el hechizo... o al menos su elemento peor.
Como sus companeros, el portavoz de los Guardianes vestia de blanco de los pies a la cabeza; tenia andadura de marinero, aunque no se parecia a ningun marinero que Keridil hubiese visto jamas. Una cara blanca como la leche, jamas tocada por el sol; cabellos grises desgrenados y echados atras sobre el craneo; un semblante sin la menor expresion. Miro al Sumo Iniciado con ojos vacios, y Keridil tuvo la desconcertante impresion de que el Guardian no le veia o consideraba irrelevante su presencia.
Le correspondia a el ser el primero en hablar, pero las palabras contenidas en los pergaminos legales del Circulo parecian ahora muy diferentes de las que habia ensayado con Gyneth en el papel de Guardian. Keridil reprimio un casi incontenible impulso de toser y dijo:
—Keridil Toln, Sumo Iniciado del Circulo, viene en son de paz y humildemente a pedir la autorizacion de los Guardianes para poner pie en la Isla Blanca.
El Guardian siguio atravesandole con la mirada.
— ?Cual es el objeto del Sumo Iniciado para pedirlo?
—Reunirme con el Alto Margrave Fenar Alacar y con la senora Matriarca Ilyaya Kimi, en el Conclave de los Tres.
—Segun las leyes de Aeoris, el Conclave de los Tres solo puede convocarse cuando se han agotado todos los otros recursos. ?Afirma el Sumo Iniciado que es asi?
Sintiendo como si estuviese representando un papel en una pantomima, en un plano mas alla de lo terreno, Keridil respondio con firmeza:
—Asi es.
Un silencio solamente turbado por los chasquidos de la madera y de las velas siguio a sus palabras, y Keridil tuvo la impresion de que el Guardian consultaba con sus companeros, aunque no vio que hiciese ninguna senal. Despues de lo que parecio una pausa interminable, el hombre palido hablo de nuevo.
—La peticion de Keridil Toln, Sumo Iniciado del Circulo, ha sido oida y atendida. Que suban a bordo los que deseen compartir este deber.
El Guardian retrocedio, distanciandose de Keridil, y el Sumo Iniciado vio que la maroma se balanceaba pesadamente sobre la borda de la Barca Blanca para iniciar de nuevo su des censo. Miro involuntariamente por encima del hombro para ver lo que hacian sus companeros, pero, desde aquella altura, el bote era invisible.
Carraspeo para llamar la atencion del Guardian.
—Traemos una prisionera —dijo, todavia algo inseguro del terreno que pisaba, a pesar de que se habian cumplido todas las formalidades —. Ella...
El Guardian le interrumpio, con una sonrisa glacial.
—La joven puede ser subida a bordo. Estara encerrada de la manera adecuada hasta que sea requerida su presencia.
Keridil no quiso especular sobre lo que sabian de Cyllan y como lo habian sabido. Se limito a asentir con la cabeza en prueba de conformidad y se volvio hacia la borda cuando la maroma empezo a subir lentamente, muy lentamente, con el segundo pasajero bien sujeto, para traerlo a bordo.
El golpe que privo del conocimiento a Cyllan habia dejado una fuerte moradura en su frente y, cuando empezo a recobrar la conciencia, sintio debajo de aquella unos latidos dolorosos en el craneo. Al principio, se resistio a abrir los ojos, creyendo solamente que despertaba de una pesadilla cuyas imagenes contrapuestas se habian hecho confusas:
Tarod durmiendo en su habitacion de la posada; una cuerda que le raspaba la mano, y la absurda vision de la cara de Keridil Toln sobre el telon de fondo del puerto de Shu-Nhadek iluminado por la luna..., una loca e inquietante pesadilla. Tenia los miembros entumecidos; hizo un esfuerzo para incorporarse... y cayo dolorosamente hacia atras, y el golpe contra una superficie dura le obligo a abrir los ojos.
Estaba rodeada de blancura. Mortajas blancas formaban grandes y amenazadoras alas a su alrededor, elevandose sobre ella a tal altura que, por un instante, su confusa mente creyo que eran nubes. Pero las nubes no bajan a la tierra... y la superficie debajo de ella se movia de una manera que le parecio desconcertante pero familiar.
Alarmada, trato de ponerse en pie, y cayo de nuevo. Tenia las munecas y los tobillos atados... Y el movimiento que sentia debajo de ella, continuado, ritmico, era el de un barco navegando en alta mar...
Solo entonces vio la figura inmovil que estaba de pie detras de ella. Vestido de blanco, como un marinero fantasma, miraba a ninguna parte, indiferente a los esfuerzos de ella para liberarse. Su mera impasibilidad hizo que sintiese escalofrios en la medula, al darse cuenta de que, aunque la vigilaba, era completamente indiferente a cuanto ella tratase de hacer, pues sabia, mejor que ella, su impotencia.
Blanco... Un barco blanco, velas blancas, tripulacion vestida de blanco... , la verdad empezo a abrirse odiosamente camino en la mente de Cyllan. ?Keridil! Su cara no habia sido un sueno; el estaba alli...
?Alli?, se pregunto, e instantaneamente supo la respuesta a su muda pregunta. La habia capturado, la habian pillado en una trampa y traido a este barco, un barco que, por amarga ironia, la llevaba al lugar que Tarod y ella habian deseado desesperadamente alcanzar.
Pero no de esta manera, dioses, ?no de esta manera!
Sabiendo que solo tendria una oportunidad y que era su unica esperanza, hizo acopio de toda la fuerza mental que pudo reunir y su mente retrocedio hacia Shu-Nhadek y la oscura habitacion de la posada. Desde alguna distancia no determinada oyo una imprecacion ahogada, de alguien cuyo atuendo de colores contrastaba sorprendentemente con el blanco que la rodeaba, y que corria hacia el lugar donde yacia ella.
?Tarod!, grito mentalmente, frenetica, aunque, en su panico y su confusion, no sabia Cyllan si podria alcanzarla. El centinela vestido de blanco descanso el peso del cuerpo sobre el otro pie, sin dar otra senal de haber percibido su llamada; despues se aparto a un lado para dejar paso a otro hombre, el cual la miro con colera y desprecio.
Keridil sabia lo que ella habia hecho, y ella lo leyo en sus ojos. Despues el sonrio y ella se sintio desesperada.
—Llama a tu amante demonio, si asi te place —dijo casi amablemente el Sumo Iniciado—. El Caos no tiene