para el amanecer, la niebla se habia levantado del agua y se habia trasladado a rafagas a la ciudad, donde formaba palidos y enganosos charcos en las calles y en la plaza del mercado. Tarod, oscuro como una sombra en las vulgares y negras vestiduras por las que habia trocado el rico atuendo de mercader, recorrio en silencio un largo callejon, dejando atras las tabernas cerradas, y salio a los muelles.
El puerto estaba desierto. Con solo los ultimos destellos de las estrellas, desparramadas, la oscuridad era casi absoluta; solamente la silueta de una barca de pesca amarrada que se balanceaba ligeramente se recortaba mas negra contra el agua plomiza. Tarod avanzo en su direccion, encontro la escalera del muelle y bajo hasta que un debil y cambiante resplandor y un sonido apagado y ritmico le dijeron que habia llegado al nivel de la marea.
Se agazapo en la escalera revestida de algas y observo el agua, borrando de su mente toda idea, salvo la unica que inmediatamente le interesaba. Arriba y a su izquierda se movio una sombra; vio los ojos de un gato salvaje reflejando la debil fosforescencia del mar al mirarle furioso desde encima de la pared. Despues se alejo corriendo y sin ruido. Tarod volvio de nuevo a su concentracion, borrando la suave llamada mental.
Nunca habia intentado comunicarse con semejantes criaturas, pero algo, mas alla de su instinto normal, le dijo que vendrian. Ayudaron una vez a Cyllan, cuando, de no ser por ellos, se habria ahogado en el mar alborotado frente al promontorio del Castillo. Y sintio intuitivamente que ahora le ayudarian a el.
Cuando la primera cabeza lisa emergio de la superficie a poca distancia del muelle, Tarod solto el aire que retenia en los pulmones y sonrio aliviado.
Habia pensado que podria sentir su presencia antes de que llegasen, pero los fanaani no le avisaron. Curiosos, pero conscientes de que la mente de el era de un orden que les era desconocido, se acercaron en secreto, y solamente cuando tres de los bellos animales marinos, parecidos a gatos, hubieron salido a la superficie, sintio Tarod el primer y debil roce de un contacto telepatico.
Dejo que les tocaran sus sentimientos, uno a uno, y volvio a sentir aquella curiosidad.
Les respondio con la idea de un fanaani tratando de caminar en tierra, completando la imagen con un ironico interrogante. El fanaani pestaneo, rodo de nuevo y desaparecio bajo la superficie del mar casi sin producir la menor onda. Cuando reaparecio unos segundos mas tarde, habia un nuevo concepto en su mente.
Queria averiguar su objetivo, y Tarod comprendio que cualquier intento de disimulo le apartaria de el y de sus companeros. Los fanaani le exigian sinceridad a cambio de su ayuda, y les abrio la mente, permitiendo que viesen sus intenciones y su proposito y los interpretasen como pudiesen. La espera parecio interminable, pero al fin sintio que las extranas y curiosas mentes se retiraban de la suya. Y despues:
Tarod miro involuntariamente hacia lo alto. Las estrellas habian desaparecido y el cielo empezaba a iluminarse. Cuando miro de nuevo a los fanaani, vio que su abigarrada piel estaba perdiendo su fosforescencia.
Dos de los fanaani, que no se habian acercado al malecon en todo el intercambio de ideas, estaban ya dando media vuelta y adentrandose lentamente en el mar. Tarod intercambio una ultima mirada con la tercera criatura y transmitio cortesmente:
Desaparecieron sin apenas dejar rastro, y el se levanto, estirando los entumecidos musculos y satisfecho de lo que habia logrado. Aunque tenian fama de aliados de poco fiar, los fanaani no le habian fallado, y cuando se pusiera esa noche el sol, volverian para cumplir su promesa.
Una raya de color como de sangre oscura y seca se extendia ahora a lo largo del horizonte oriental. Tarod subio la escalera del muelle, se detuvo un momento para contemplar el mar que subia lentamente, y se encamino a la posada.
La cala que le habian mostrado los fanaani estaba a unas nueve millas al este de Shu-Nhadek, donde la hasta alli suave costa se transformaba en los altos e inhospitos acantilados que dominaban la linea costera de tres provincias antes de descender finalmente en las Grandes Llanuras del Este. El lugar era conocido como Punta de Refugio y fue la salvacion de muchos pescadores sorprendidos lejos del puerto por la tormenta; pero raras veces era empleado y no habia casas en las cercanias. Tarod salio temprano de la posada, diciendo al dueno que pensaba pasar el dia fuera, cabalgando, y que su esposa, que estaba cansada, se quedaria en la cama. Cuando alguien llamase a la puerta para preguntar si la senora del vinatero queria comer o beber algo, el estaria ya muy lejos, y el dinero que dejo en la habitacion, anadido al valor de la yegua abandonada por Cyllan, seria mas que suficiente para pagar el hospedaje.
Se alegro de trocar la bulliciosa ciudad por la paz del campo, y siguio el estrecho camino a lo largo de la costa. Su caballo estaba nervioso despues de haber estado encerrado en el establo de la posada, y el le dio rienda suelta, gozando con las sensaciones de un veloz medio galope al cabalgar en la direccion del sol naciente.
Localizo la cala mucho antes de llegar a ella; un largo espolon de roca que se adentraba en el mar, con un arco casi perfectamente simetrico abierto en la estrecha punta. Debian faltarle una milla o dos para llegar alli, y puso su caballo al paso, permitiendo que haraganease y mordisquease el verde cesped primaveral. Tenia todo el dia por delante, sin nada que hacer salvo esperar; no hacia falta que se diese prisa
Media hora mas tarde llego a la cala y, sentado en la silla, contemplo el escarpado acantilado que se cernia sobre un triangulo de playa alla en lo hondo. El mediodia estaba proximo y la bahia rebosaba de luz dorada y rojiza. Desde donde se hallaba, podia ver un estrecho camino que, aunque empinado, permitia bajar hasta la arena.
Salto al suelo y, con alivio, se despojo de la adornada capa que le habia permitido mantener su papel de mercader importante. Tambien se desprendio de las botas de cuero suave, sabiendo que de ahora en adelante iria mejor descalzo, y de la bolsa que llevaba colgada del cinto, dejandolas caer descuidadamente sobre la hierba. Entonces volvio su atencion al caballo, desensillandolo y dejando los arneses junto a su capa. Acaricio el morro del animal, que relincho suavemente antes de dedicarse afanosamente a alimentarse. Todavia no se habia dado cuenta de que el lo puso en libertad; en vez de venderlo por un dinero que de nada le serviria, prefirio soltarlo. Sin duda, con el tiempo, alguien le encontraria y le haria suyo, como encontrarian la ropa y las monedas que habia dejado alli. Si los bienes abandonados eran reconocidos como pertenecientes al vinatero que se habia alojado en Shu-Nhadek, indudablemente habria especulaciones sobre su verdadera identidad y su destino, pero entonces todo esto le tendria ya sin cuidado.
El caballo levanto la cabeza y observo con ligera curiosidad como Tarod se dirigia hacia el camino. Despues perdio su interes y continuo paciendo. Tarod no miro atras, sino que empezo a descender por el abrupto, peligroso y resbaladizo sendero. Fue mas facil de lo que le habia parecido y, en pocos minutos, llego a la playa y cruzo la estrecha franja hasta donde rompia el mar. La arena, compuesta por los restos desgastados por el oleaje de innumerables millones de pequenas conchas, era fria y humeda bajo los pies. Se planto en el borde del agua mirando hacia donde consideraba que debia de estar la Isla Blan ca, pero el horizonte se perdia en la neblina y no pudo ver senal de la Isla.