la oscuridad del tunel, hizo que los dos Guardianes mas alejados de la puerta volviesen sorprendidos la cabeza. Ambas lunas se elevaban ahora, iluminando la titanica escalera que descendia por la falda de la montana, y en el primer escalon percibieron una presencia alarmante. Sus companeros sintieron la perturbacion psiquica un instante mas tarde, pero antes de que cualquiera de los Guardianes pudiese reaccionar o desafiar al intruso, el aire temblo delante de ellos como agitado por una mano invisible, y una figura, recortada por la luz de la luna sobre el telon de fondo de la escalera, se planto ante ellos.
Los Guardianes se movieron al unisono para cerrarle el paso, conservando todavia su perfecta formacion.
—Los que no tienen autorizacion no pueden poner pie en la Isla.
El tono del que hablo era seco, pero habia una pizca de turbacion en su voz. El intruso rio por lo bajo y algo brillo subitamente en su mano izquierda.
—Uno que no esta autorizado lo ha hecho ya. Apartense los Guardianes.
Tocar sus mentes era un juego de ninos, una burla del prestigio en que eran mantenidos. Siglos de aislamiento, sin disturbios en su fortaleza, hicieron que los Guardianes sobreestimasen su vulnerabilidad; las dotes ocultas que habian poseido antano pero nunca necesitaron se atrofiaron al crecer su confianza, y para una mente como la de Tarod no representaban el menor obstaculo.
—Los Guardianes se apartaran a un lado.
Esta vez las palabras fueron una orden sibilina y las figuras vestidas de blanco retrocedieron al dar el intruso un paso adelante y despues otro. Miro sucesivamente aquellos rostros palidos y, poco a poco, como ninos hipnotizados, volvieron los Guardianes a su anterior posicion, formando de nuevo la doble guardia de honor sin saber por que. El desconocido espero hasta que la formacion estuvo completa. Despues paso tranquilamente entre ellos y se adentro en el enorme penasco en direccion al crater.
Las palabras iniciales del ritual fueron, para Cyllan, como una sentencia de muerte. No queria escuchar, pero un terrible fatalismo hacia que se concentrase en la figura envuelta en dorados ropajes del Sumo Iniciado, que pronunciaba una solemne plegaria a los dioses, mientras, detras de el, la Matriarca y el Alto Margrave se arrodillaban, reverentes, ante el Santuario del Cofre. Su ultima esperanza se habia extinguido, y lamento amargamente no haberse arrojado al vacio al llegar a lo alto de la escalera o, tal vez aun mejor, lanzarse al mar desde la cubierta de la Barca Blanca antes de que esta llegase a su fatidico destino. Ahora era ya demasiado tarde. Debia vivir esta pesadilla y enfrentarse a su suerte lo mejor que pudiese. Tarod habia fracasado en su intento de encontrarla; no podia ponerse en contacto con el; solamente podia rogar, y no a los Dioses Blancos, que de alguna manera sobreviviese el a la locura desatada en su contra.
A pesar del frio nocturno, predominaba en el crater una atmosfera sofocante, que se hacia mas intensamente claustrofobica a cada momento. Era como la tension creciente que precede a las tormentas; la impresion de que algo se acerca, acechando mas alla del horizonte y aproximandose, concentrando febrilmente su poder antes de que el primer estampido de un trueno estalle para romper la calma asfixiante y antinatural. Keridil hablo, suplicando a Aeoris que le perdonase lo que iba a hacer, acompanado por la salmodia de Fenar Alacar y de Ilyaya Kimi, que unieron sus voces a la suya; pero sus palabras carecian de resonancia, absorbidas, o asi lo parecia, por el aire denso, antes de que pudiesen tomar forma.
Cyllan miro temerosamente a los otros testigos, que formaban un semicirculo irregular a respetuosa distancia del triunvirato que oficiaba en el altar. El anciano erudito, Isyn, que estiraba la cabeza para oir las frases rituales; dos Hermanas que, cubriendose la cara con el velo, murmuraban oraciones en voz baja, y en el lugar mas apartado de ella, la graciosa figura de Sashka, cuyos ojos ardian febrilmente, resplan deciente el semblante de satisfaccion y orgullo. En ella, penso Cyllan, estaba el colmo de la traicion... , el corazon voluble y codicioso cuyo egoismo habia provocado todo esto.
De pronto, se hizo un profundo silencio; Keridil habia terminado su oracion. Fenar e Ilyaya levantaron la cabeza, y el Sumo Iniciado se adelanto, de manera que la luz que irradiaba el sagrado caliz cayo sobre el, haciendo que su ropaje y su diadema de oro brillasen como el fuego, proyectando un vivo halo alrededor de sus rubios cabellos. Cyllan oyo que alguien (penso que debia ser Sashka) jadeaba con ansia mal disimulada, y entonces levanto Keridil ambas manos para empezar la Exhortacion al ser Supremo, las ultimas palabras que pronunciaria antes de levantar la tapa del cofre de oro. El Sumo Iniciado echo la cabeza atras para mirar al cielo.. , y se detuvo, interrumpido su movimiento como si una daga le hubiese atravesado el corazon. Todos oyeron su brusca e involuntaria aspiracion, y entonces se volvio, mirando, mas alla de los reunidos, hacia la grieta de la pared rocosa.
Cyllan comprendio que hubiese debido verlo antes de leer la confirmacion en el semblante de Keridil. Alli, en la cornisa que dominaba el fondo del crater, una figura solitaria les estaba contemplando. Descalzo, vistiendo solamente camisa y pantalon negros, secados por el viento los revueltos cabellos pegados en mechones por la sal, nada tenia de la magnificencia de su enemigo, pero irradiaba un poder tranquilo y letal que hacia que el esplendor ceremonial de Keridil pareciese una ridicula parodia.
Entre un silencio de pasmo, el Sumo Iniciado dio un paso adelante. Su mano derecha busco instintivamente una espada que no llevaba, pero fue el unico que se movio mientras Tarod cruzaba la cornisa y empezaba a bajar por el sendero.
Llego al suelo del crater y, por un largo momento, los dos adversarios se miraron desde lejos, mientras mil emociones se pintaban en el semblante de Keridil. Despues, Tarod se acerco despacio.
Cyllan sintio que los dos Iniciados que estaban a su lado la agarraban subita y dolorosamente de los brazos y que, al acercarse el, tiraban rudamente de ella hacia atras para apartarla. Tarod se detuvo. Por un instante, sus ojos verdes brillaron iracundos; despues volvio a mirar al Sumo Iniciado.
—Di a tus Adeptos que tengan las manos quietas, Keridil. No quiero hacer dano a nadie.
—?Como has podido... ? —empezo a decir Keridil, pero se interrumpio.
Los como y porque habia podido Tarod enganar o eludir a los Guardianes para llegar al crater sin ser descubierto eran irrelevantes; estaba aqui, y eso era lo unico que importaba. Pero, aunque planeo este momento, la manera en que Tarod llego habia trastornado la maniobra de Keridil y le habia pillado desprevenido. No sabia que hacer...
Advirtiendo el desconcierto de Keridil, Tarod se volvio y se dirigio al lugar donde estaba Cyllan, sujetada por los guardias; estos, sin una orden directa de Keridil, se sentian indecisos y temian al hombre que estaba ante ellos. Tarod tomo las munecas de Cyllan, ella sintio un ligero cosquilleo y las cuerdas se soltaron y cayeron serpenteando al suelo, antes de que el se llevase sus manos a los labios y besase los dedos en un breve pero significativo ademan. Al levantar el de nuevo la cabeza, Cyllan vio, por encima de su hombro, que Sashka les estaba mirando fijamente. La expresion helada de su rostro lo confirmaba todo: odio, celos ciegos, ira, la comprension final de que habia perdido todo dominio sobre Tarod y la rotunda negativa a aceptar que tal cosa pudiese ser verdad. Con su sencillo homenaje a Cyllan, Tarod le habia descargado un rudo golpe, y su orgullo no podia soportarlo. Al volverse Tarod hacia los otros, siguio mirandole, dispuesta al parecer a despellejarle con las unas, llevada de su furor; pero el miro a traves de ella como si no existiese y sus ojos se fijaron en Keridil.
—Ya no hay ningun motivo para las contiendas —dijo—. Y es innecesario lo que el Conclave ha resuelto hacer.
Keridil palidecio.
—?Como te atreves a decir que puedes impedirlo? Por los dioses que te crei arrogante, ?pero no hasta este punto! —Se habia recobrado de la primera impresion causada por la aparicion de Tarod, y recuperaba su confianza—. Ahora no estamos en el Castillo. Este es el lugar sagrado de Aeoris, la invulnerable fortaleza del Orden; no tienes aqui ningun poder, ?aunque te hayas dejado enganar por tus funestos amos!
Tarod sacudio la cabeza y sonrio debilmente. Parecia cansado, penso Cyllan; cansado, agotado y turbado.
—No me he dejado enganar, Keridil Toln —respondio—, y has interpretado mal lo que quise decirte. No he venido a desafiarte.
Keridil entrecerro los ojos.
—?Portas el anillo del Caos y esperas que te crea?
—Si —dijo Tarod.
Miro otro momento al Sumo Iniciado, como tratando de calcular si intervendria o no. Despues saco lentamente del dedo el anillo de plata y, sosteniendolo en la palma de la mano, se volvio hacia Fenar Alacar, que le miraba fijamente y como hipnotizado. Era la primera vez que el joven Alto Margrave veia al demonio del Caos, de