—Keridil... —silbo Sashka.
Y la Matriarca enrojecio de rabia impotente.
—?No sabes lo que dices, Keridil! Ese demonio te ha enganado antes de ahora y veo claramente que va a enganarte de nuevo. No puedes hacer eso. ?Lo prohibo!
El Sumo Iniciado se volvio hacia ella. Algo se convirtio en cenizas dentro de el, y su amargura, que todavia no empezaba a comprender, trajo consigo la colera y un sentimiento de injusticia personal.
—No puedes prohibirlo, senora. —Su tono era frio, triste—. Es decir, a menos que quieras acercarte a la lampara votiva y levantar con tus manos la tapa del cofre... ?O querras hacerlo tu, Alto Margrave...? No; ya me lo imaginaba. Esta responsabilidad es solamente mia, y si tengo que aceptarla, como la acepto, no admito interferencias. — Sonrio debilmente, pero sin humor—. Ademas, creer que cualquier engano que intentase Tarod podria prevalecer sobre el poder de Aeoris seria una blasfemia.
Ilyaya se quedo boquiabierta y el Alto Margrave palidecio. Sashka se acerco a Keridil y alargo una mano como para tocarle el brazo, pero se contuvo. Keridil se enfrento a Tarod una vez mas.
—Te doy esta unica oportunidad, Tarod. No por ti, sino porque he visto lo que ocurre en la Tierra y quiero que termine. Espero... — Vacilo y sacudio la cabeza —. No importa. Adelante.
Habia estado a punto de decir:
Dijo:
—Os pido silencio a todos, si alguien no esta todavia preparado, en su mente y en su corazon, para lo que se avecina, le exhorto a que se prepare ahora.
Nadie dijo nada. Los dos Iniciados habian soltado a Cyllan, pero esta no se movio. Tarod permanecio inmovil, con el anillo de plata y su piedra letal brillando sobre las palmas de sus manos juntas, y Keridil volvio la espalda a la asamblea y camino, con la lenta deliberacion del que duda de sus propias fuerzas, en direccion al altar votivo en el centro del gran crater. La luz del caliz que ardia eternamente se derramo sobre el y a su alrededor proyectando una sombra grotesca. Durante dos o tres minutos, permanecio Keridil con la cabeza inclinada. La llegada de Tarod interrumpio la Exhortacion al Ser Supremo, ultimo rito que, segun la tradicion, debia cumplir antes de tocar el cofre. Keridil habia aprendido de memoria las palabras ceremoniales, las largas y complicadas frases... y de pronto penso:
?Al diablo con la tradicion! Brevemente y en silencio, sus labios formaron las palabras de una oracion muy intima. Despues extendio ambas manos y apoyo los dedos sobre el resplandeciente cofre.
Estaba frio y al mismo tiempo caliente; una sensacion que su tacto no podia asimilar y que desafiaba toda descripcion. Ninguna mano humana lo habia tocado desde el dia en que el propio Aeoris lo habia puesto bajo la custodia del primer Sumo Iniciado.
Apreto los dedos sobre la superficie de oro y levanto la tapa.
CAPITULO 13
En lo alto, en el circulo de cielo visible, se apagaron las estrellas.
Las imponentes paredes del crater del volcan perdieron su color y su aspecto, pasando del castano de sangre largo tiempo seca al gris y a una total ausencia de matiz, como si algo las privase de sus pigmentos, de su solidez, de su propia existencia. Las figuras agrupadas alrededor del altar parecieron perder su realidad, convirtiendose en fantasticas imagenes bidimensionales sin la menor apariencia de vida. Solamente Keridil, ahora envuelto en un halo brillante, era real; Keridil y la cegadora radiacion que habia empezado a brotar del cofre abierto, una luz que lo eclipsaba todo a su paso, cobrando fuerza, intensidad, y tomando lentamente forma.
Un sonido como de alas gigantescas al cerrarse, un ruido mas alla del trueno, mas alla de cuanto podia concebir la imaginacion, retumbo en los oidos de los hipnotizados observadores, y despues se oyeron unas pisadas lentas que resonaron terriblemente acompasadas, como si un monstruoso caballo sobrenatural trajese hacia ellos un jinete innominable, galopando entre dimensiones y amenazando con irrumpir en un mundo demasiado pequeno para el. Las dos Hermanas que habian acompanado a Ilyaya Kimi cayeron de rodillas sobre el polvo del crater; una de ellas grito, pero su voz no fue mas que un debil gemido en aquel enorme estruendo.
La brillante luz que salia del cofre se intensifico, latio, se intensifico de nuevo hasta que nadie pudo soportar mirarla; nadie, salvo Tarod. Incluso el Sumo Iniciado retrocedio ante aquella radiacion, como si amenazase con quemarle los ojos en las cuencas, y levanto las manos para protegerse, mientras, detras de el, sus companeros se volvian y se cubrian la cara. Solamente Tarod permanecio inmovil, con templando fijamente el brillo increible que se extendia sobre el cofre.
Y solamente Tarod pudo dar pleno testimonio de la manifestacion cuando esta se produjo.
El imponente ruido ceso de pronto. Durante un momento resono en el crater; despues se extinguio y reino un silencio impresionante, roto solamente por una ultima e increiblemente pura nota que tambien acabo desvaneciendose. La luz blanca seguia ardiendo, pero sus bordes adquirian el color del oro y, en su centro, se estaba formando una cara, soberbia, sabia, bella. Entonces, la esfera de radiacion parecio elevarse sobre la piedra del altar; hubo un instante de absoluto silencio.
Un solo rayo blanco broto del nucleo de aquella luz en silenciosa gloria y la gran piedra se partio por la mitad. Durante un momento, incluso Tarod quedo cegado; despues se aclaro su vision y pudo ver la piedra una vez mas.
El cofre y el caliz votivo habian desaparecido. El altar estaba partido en dos mitades perfectas... y ante el se hallaba Aeoris.
El mas grande de los Senores del Orden habia querido tomar la forma de un alto y apuesto guerrero. Sus vestiduras eran sencillas: un jubon y unos pantalones blancos y, sobre ellos, una ligera capa tambien blanca que le llegaba casi hasta los pies. Una simple diadema de oro cenia los largos y blancos cabellos que enmarcaban una cara energica, impasible, severa. Habria parecido humano de no haber sido por los ojos. Estos no tenian pupila ni iris, sino que las profundas cuencas estaban llenas de una luz pulsatil y dorada.
Keridil hinco una rodilla, inclinando la cabeza casi hasta el suelo en la actitud elemental de obediencia. Tarod vio que todos los que se hallaban a su alrededor seguian su ejemplo; incluso Cyllan, aturdida y pasmada como estaba por la implacable aura que irradiaba, tanto fisica como astralmente, la figura del Senor Blanco, cayo de rodillas, temerosa y temblando, sobre el polvo del crater. Tambien Tarod hubiese debido arrodillarse (este era el dios a quien habia venerado durante toda su vida, el ser sobrenatural, el juez supremo de todos, en y mas alla del mundo), pero no podia hacerlo. Por mucho que lo exigiese su razon y su deber, no podia realizar aquella accion... y no sabia por que. En vez de esto, permanecio solo e inmovil de cara a Aeoris.
El Senor Blanco avanzo hasta que la luz que brillaba a su alrededor envolvio tambien la figura inclinada del Sumo Iniciado. Alargo un brazo y su mano derecha se apoyo en la frente de Keridil. Tarod vio el estremecimiento que sacudia a Keridil y oyo sus palabras en voz baja:
—Mi Senor Aeoris...
—Me has llamado, Sumo Iniciado, y aqui estoy.
Aeoris levanto la cabeza y observo la escena. La terrible e indefinible mirada que parecia ciega y, sin embargo, veia mucho mas alla de las dimensiones fisicas, se poso un momento en la cara de Tarod y, despues, en el anillo que este tenia en la mano. Su aura apago el debil brillo de la piedra del Caos, pero Tarod sintio que la gema latia calida contra su palma.
Keridil hablo de nuevo, esta vez mas claramente, y habia verdadero miedo en su voz.
—Mi Senor Aeoris, te pido perdon si he pecado o mostrado prisa o imprudencia en mi juicio. Creo, todos