— ?Que es esto? —trono la voz de Aeoris.

Tarod rio por lo bajo.

—Te has cegado, Aeoris del Orden. Has reinado durante tanto tiempo que te has olvidado de lo que es una oposicion. ?Creo que ha llegado el momento de que aprendas la leccion!

En la periferia de su vision, vio que Keridil se ponia en pie. La cara del Sumo Iniciado era la viva imagen del terror, al decirle su intuicion lo que estaba a punto de ocurrir; mas alla, la Matriarca y el Alto Margrave miraban sin comprender. Tarod levanto la mano izquierda que sostenia el anillo; aplico la piedra sobre su corazon y vio que la confianza arrogante de Aeoris era sustituida por el asombro... y entonces se encendieron dentro de el las primeras llamas del poder.

Conocia la puerta y sabia lo que habia detras de ella. A lo largo de todos los anos en este mundo, habia atrancado aquella puerta, dejando fuera el conocimiento y los recuerdos a los que conducia cerrando las fuerzas titanicas, sin nombre, sin edad, aunque gritaban pidiendo su liberacion. Pero, no mas. Tarod sintio, en su mente, en su alma, que se levantaba la tranca. El no era humano, nunca lo habia sido, y habia llegado la hora de arrojar la mascara de humanidad que habia llevado demasiado tiempo...

Un grito que podria ser la ultima protesta de un ser falible, mortal, broto de su garganta al abrirse de golpe la puerta que le habia separado de su herencia, y el poder estallo en su interior, como habia entrado antano en erupcion el volcan donde se hallaban. Un viento aullador y gemebundo soplo sobre el crater, el suelo rocoso se estreme cio y salto, lanzando despatarrada a la horrorizada compania en un revoltijo de miembros, y una luz tan negra como era blanca el aura de Aeoris emano de la alta y lugubre figura de Tarod. Ya no era un ser humano; la salvaje melena agitada por el viento azotaba una cara blanca en la que cada hueso parecia afilado como una navaja, y los ojos ardian en sus oscuras cuencas como llamas esmeralda, iluminados por una alegria loca, infernal. Negros zarcillos humeaban alrededor de su cuerpo, formando una terrible capa que le envolvia todo salvo una mano esqueletica, y sus labios se contrajeron en una sonrisa gemela a la de Yandros, esencia del Caos encarnado.

En alguna parte, a un mundo de distancia, Ilyaya Kimi empezo a gemir, a una escala aguda y doliente, subiendo y bajando. Fenar Ala-car, presa de nauseas de ciego terror, se acurruco a su lado. Otros se taparon los oidos y se cubrieron las caras. Cyllan, que fue arrojada a un lado por la fuerza monstruosa emanada de Tarod, solo podia mirar, como un animal atrapado e hipnotizado, a aquel hombre, a aquel ser al que habia amado, al amenazar la comprension con destruirle la mente. Se enfrento con Yandros, pero Yandros solo podia manifestar una fraccion de su verdadero ser. Lo que presenciaba ahora era el Caos en su totalidad triunfal, y el Caos tenia una belleza y una perfeccion malignas que 1e provocaban orgullo, gozo, desesperacion y un furioso deseo debatiendose en su mente.

Amaino el viento y se hizo un silencio espantoso. Pero duro solo un momento, hasta que un grave y furioso latido, casi en el limite del discernimiento de los mortales, empezo a sonar debajo de las rocas del crater, en el corazon de la montana. El anillo empezo a vibrar al mismo ritmo en la mano izquierda de Tarod, cobrando fuerza a cada pulsacion, y la luz de la piedra empezo a desafiar al aura del Senor Blanco. Y poco a poco, gradualmente, el anillo fue cambiando. La intrincada base de plata desaparecio, dejando solamente la piedra-alma, flotando sin soporte sobre el corazon de Tarod. Y entonces tambien la piedra perdio su solidez y parecio confundirse con los zarcillos humeantes que envolvian la figura de Tarod. Punzantes puntos de luz irradiaron de ella al compas de los inexorables latidos y, de pronto, la joya dejo de existir y, en su lugar, palpitando como un corazon monstruoso, aparecio una estrella de siete puntas..., el emblema del Caos.

Tarod levanto la cabeza y senalo el cuerpo reluciente de Aeoris, plantado ante el. Cuando hablo, su voz era un murmullo cambiante y sibilante que extraia su propia esencia de dimensiones incomprensibles.

—?Me conoces, Aeoris del Orden?

Los ojos de Aeoris pasaron del oro fundido al fuego blanco, penetrando el aura negra de Tarod.

—Te conozco, Caos. ?Y te destruire!

—Si puedes, Senor Blanco. ?Si puedes!

Aeoris levanto una mano, y un solo rayo cayo en el suelo del crater a los pies de Tarod, partiendo la roca y fundiendola en una forma nueva y torturada. El Dios Blanco sonrio.

—?Si puedo? —Su voz era burlona—. Alardeas mucho, criatura del Caos, ?si presumes de desafiarme! Soy el Senor de la Vida y de la Muerte. Yo y mis hermanos somos los UNICOS duenos de las fuerzas que rigen este mundo. —Su tono se hizo mas duro—. ?Te atreves a desafiar al reino de la Vida y de la Muerte, el regimen de los Senores del Tiempo y el Espacio, de la Tierra y el Aire, del Fuego y el Agua?

Mientras hablaba Aeoris, nombrando los atributos de los siete Dioses Blancos, seis columnas iridiscentes se alzaron a su espalda en perfecta simetria. Se volvieron, giraron, despidiendo destellos sus facetas; despues se concretaron en seis figuras humanas sorprendentemente bellas, de cabellos blancos y ojos de oro, llevando cada cual una pesada espada, y todos parecian hermanos gemelos de Aeoris. Los Senores del Orden, al unisono, sonrieron compasivamente a su adversario y levantaron las espadas, con suave y amplio movimiento, para reflejar sus propias auras en un solo y deslumbrante centelleo de pura luz.

Tarod levanto la cara al mellado circulo de cielo, y la estrella de siete puntas latio de nuevo en su corazon.

En lo alto, en el negro vacio, nacio un punto luminoso de la total oscuridad: un ojo unico, blanco y centelleante, en el centro del firmamento. Y tambien el empezo a latir con el mismo ritmo primordial, hasta que las dos frias estrellas vibraron con una sola y terrible armonia.

Mucho tiempo atras, parecia ahora, y muy lejos, en el Salon de Marmol del subterraneo del Castillo de la Peninsula de la Estrella, Tarod habia desterrado del mundo a Yandros. Solo el habia tenido entonces poder para frustrar al Caos, y ahora era tambien el unico que lo tenia para revocar aquella decision y romper la barrera que impedia al Senor de las Tinieblas volver para desafiar a su antiguo enemigo.

Donde eran siete, seran seis... Las palabras de Yandros resonaron de nuevo en la mente de Tarod, que esbozo una antigua, sabia y afectuosa sonrisa. Habia pasado el tiempo de las dudas. Se despojo de su humanidad, dejo caer la mascara y revelo lo que habia debajo; acepto la verdad de lo que era. Los Senores del Caos volverian a ser siete y, despues de los largos siglos de espera, reivindicarian su lugar en el mundo.

Miro a Aeoris y a las seis resplandecientes figuras que le flanqueaban, y hablo suavemente pero con helado orgullo.

—Parece que has olvidado, mi Senor de la Vida y de la Muerte, que tu y cada uno de tus hermanos teneis uno que os hace sombra en el reino del Caos. —Recorrio lentamente con la mirada las seis figuras que acompanaban a Aeoris —. Me pregunto cual de esos grandes principes se hace llamar Senor del Tiempo. Me gustaria conocer a mi gemelo blanco.

Los ojos de Aeoris centellearon ferozmente.

—Te atreves a burlarte de los dioses que te otorgaron tu miserable vida...

—?Los dioses del Orden no me otorgaron nada! —le interrumpio Tarod con voz cortante—. Hay otro Senor de la Vida y de la Muerte, Aeoris; otro que viene ahora a desafiarte. Y es a el a quien debo fidelidad.

Levanto de nuevo la cabeza, mirando a traves de la oscuridad la amenazadora y pulsatil estrella blanca, alla en lo alto. Despues sonrio y pronuncio suavemente una sola palabra. La palabra fue, al mismo tiempo, una aceptacion y una llamada, y rompio los hilos de la telarana que habia separado durante siglos a dos mundos.

— Yandros.

Durante un tiempo que ningun observador humano se habria atrevido a calcular, reino el silencio, el silencio sofocante y opresivo que aflige a los elementos momentos antes de desencadenarse una tormenta. Sono una risa malefica en el crater, que reboto en las paredes de roca y resono insidiosamente en la concavidad. El espacio libre al lado de Tarod parecio convertirse, momentaneamente, en un vacio total; el volvio la cabeza... y la lugubre figura de Yandros se irguio en el lugar donde habia estado el vacio.

El gran Senor del Caos tomo forma humana. Cabellos de oro, largos y revueltos, caian sobre sus hombros; el color de sus ojos cambiaba una y otra vez, y sus facciones perfectas se endurecian y tomaban un aspecto preternatural bajo la temblorosa e irisada luz de su propia aura.

Mi hermano del Tiempo. Has aprendido... y vuelves a estar entero. Una oleada de fraternidad, de alegria, de afecto, de conocimiento compartido, acompano al mudo pensamiento, y esta vez lo recibio Tarod de buen grado y le invadio una sensacion de triunfo. Sonrio con exquisita comprension.

—Estoy entero, Yandros. Y he vuelto al lugar que me corresponde por derecho.

Yandros miro al rigido e inmovil Aeoris y se paso la punta de la lengua por los labios como un animal de

Вы читаете El Orden Y El Caos
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату