creemos, que solamente tu justicia y tu misericordia pueden salvar a nuestra tierra de la negra amenaza del Caos. —Haciendo acopio de valor, se atrevio a levantar la mirada—. Hicimos todo lo que pudimos, y fracasamos.
Aeoris estaba todavia mirando la gema. Sus ojos eran frios, remotos; tenia los labios apretados en una dura linea.
—No hiciste mal en llamarme —dijo—. Se que el mal anda suelto una vez mas en este mundo, y debe ser eliminado.—Los ojos de oro centellearon—. Y veo delante de mi la quintaesencia de este mal.
Tarod respiro hondo. Tenia seca la garganta y le costaba hablar; pero se obligo a romper el silencio.
—Mi Senor, tienes ante ti a un fiel y leal adorador del Orden que fue tu don mas grande a este mundo. Acudo humildemente ante ti para poner esta piedra del Caos en tus manos, de manera que nunca pueda volver a ensuciar o amenazar nuestra tierra.
Sintio un amargo regusto en su boca. ?Habian sonado a falsas sus palabras? Seguramente no podia ser; este era el objetivo por el que habia luchado desde el dia en que comprendio la naturaleza de la piedra del Caos...
—?Un fiel adorador que no se arrodilla ante su dios?
La voz de Aeoris era dura, cortante, irritada, casi con un matiz de malhumor.
—Me presento ante ti como soy, mi Senor, para que puedas verme mejor. No una cosa del Caos, sino un verdadero seguidor de Aeoris.
—Si, asi te veo mejor. —El dios no sonrio, no cedio en su rigidez—. Veo el gusano de la corrupcion, el violador de mis leyes, una amenaza a mi gobierno. No hay lugar en el mundo, ni en la otra vida, para un ser semejante. Has pecado. ?Y no habra misericordia para aquellos que pecan contra mi y contra mi Orden!
Cyllan levanto vivamente la cabeza, palido el semblante, y grito:
—?No! ?Tarod no es malo! Senor Aeoris, te suplico que le otorgues...
— ?Silencio!—La palabra produjo el impacto de un viento gelido y Cyllan retrocedio aterrorizada. La mirada del Dios Blanco se fijo en ella con desprecio—. No escuchare las suplicas de los perversos. Pecasteis contra mi ley y no habra perdon. Estais condenados.
—Mi Senor, ?te suplico por misericordia que me escuches! — Tarod dio un paso al frente y los ojos vacios del dios se volvieron a el—. No pido nada para mi; aunque podria tratar de limpiar la mancha de mi naturaleza, no puedo negar lo que soy. Pero te ruego que te muestres clemente con Cyllan. Su unico delito ha sido caer bajo mi influencia.
Aeoris le interrumpio:
—Eso es ya un delito. La muchacha peco y el pecado sera castigado. Mi palabra es ley: la declaro culpable y sera aniquilada.
Tarod contrajo los musculos de la mandibula.
—?No hay lugar para la misericordia en tu gobierno, mi Senor?
— ?TE atreves a interrogarme? —trono Aeoris—. Yo soy el Orden, ?y el Orden es supremo! He dictado las leyes de este mundo, ?y los que las vulneren conoceran mi colera! —Bajo la voz, pero su tono fue todavia mas amenazador—. Muchos se han desviado del camino. Tendran que rendir cuentas, y los pecadores sabran lo que es temer a su Senor y sufrir su venganza. —Empezo a avanzar lentamente hacia Tarod y las acurrucadas figuras que le rodeaban retrocedieron temerosas —. La misericordia del Orden es la justicia, y es justo castigar a los que han delinquido. ?Eso es todo!
Tarod sintio como si una capa de hielo se estuviese formando alrededor de su corazon, endureciendose y apretandolo. ?Donde estaban la clemencia, la templanza, la mano tendida de la bondad que le habian ensenado a esperar del mas grande de los dioses? En vez de esto, se enfrentaba a un implacable y cruel vengador;
El Senor Blanco se habia detenido a pocos pasos de Tarod y ahora extendio la mano derecha con ademan autoritario.
—Tomare esta joya maligna —dijo friamente—. La destruire. Cuando haya sido destruida, el poder de los que tratan de oponerse al Orden quedara anulado y nuestro gobierno volvera a ser absoluto. Tu y tu amante aceptareis la aniquilacion total como justo castigo, y entonces mis hermanos y yo podremos empezar la obra de retribucion y la restauracion de la justicia en toda la Tierra.
Retribucion y restauracion de la justicia... Los dedos de Tarod se cerraron convulsivamente sobre el anillo de plata. No habia justicia en el plan de Aeoris... Atormentaria a todos los que se hubiesen apartado de su recto camino, sin que le importasen los sufrimientos y las calamidades que infligiria. Despues de esta horrible revelacion, Tarod recordo vivamente su propia analogia sobre los insectos pisoteados por los guerreros; pero esto era peor, pues la crueldad seria calculada y deliberada. Si era esta la justicia del Orden, penso amarga y furiosamente Tarod, no queria saber nada de el.
Podriamos desafiar su dominio... La idea broto espontaneamente en su cerebro, y la piedra del Caos latio de nuevo en sus manos.
Aparto el concepto de su mente, diciendose que era demasiado tarde. Si habia llegado hasta tan lejos, no podia ahora volver atras. Tenia que haber una manera de quebrantar la rigidez del Senor Blanco, de apelar a su misericordia.
Miro de nuevo a Aeoris, que continuaba con la mano extendida para tomar el anillo, y su esperanza se desvanecio. El dios nunca cederia, nunca perdonaria. Aplastaria los ultimos vestigios del Caos en el mundo y, entonces, nada podria levantarse contra el o reducir su influencia. El reino del Orden seria absoluto, y crearia un terrible desequilibrio que empujaria al mundo, no por un brillante camino de paz y de armonia, sino por la oscura, triste e inevitable senda de la entropia y de la muerte.
Recordo, aunque habia estado luchando por mantener a raya la memoria, el Sueno-encuentro con Yandros mientras dormia en la posada de Shu-Nhadek. Has visto injusticias, fanatismo, persecuciones, asesinatos, todo perpetrado en nombre del Orden, habia dicho Yandros. Ahora, con la fria mirada del Senor Blanco echando chispas delante de el, Tarod no podia negar la verdad de aquellas palabras.
Tus caminos predilectos estan volviendo al arido polvo del que nacieron. Era como si Yandros estuviese a su lado y le hablase en voz alta, y aunque habia oido hacia tiempo estas palabras y las habia rechazado, Tarod las recordaba ahora con terrible claridad.
La cosa habia ido demasiado lejos. Tenia que haber un equilibrio, pues sin una fuerza que amortiguase la otra, el mundo se derrumbaria al fin en una destruccion total.
—Estoy esperando.
La voz de Aeoris interrumpio sus desordenados pensamientos y Tarod sintio una involuntaria oleada de odio y desprecio por el Senor Blanco. La refreno y se paso la lengua por los secos labios.
—?Por que vacilas, gusano de corrupcion? —La voz del dios era desafiadoramente burlona—. ?Temes, al fin, el castigo que te mereces? ?Bien que puedes temerlo!
Tarod sintio que Cyllan se agitaba temerosa a su lado. Alargo un brazo, le asio la mano y se sintio desgarrado por un terrible dolor. Habia estado dispuesto a sacrificarlo todo por ella. Pero el sacrificio que estaba a punto de hacer era mas grande de lo que jamas habia sonado; pues les separaria con mas seguridad de lo que podia hacer la propia muerte. El la perderia para siempre... , pero los dos seguirian viviendo con el eterno conocimiento de aquella perdida.
La miro y supo que tenia que ser. Por el mundo que amaba, por la vida misma.
—Dame la joya, demonio del Caos.
La cara de Aeoris se estaba nublando con la colera del que se siente frustrado.
Tarod le miro. Aflojo los dedos, de manera que brillo el anillo con su clara gema, luchando contra el brillo del aura del Senor Blanco. Entonces, sonrio despacio y friamente, y dijo con suave malevolencia:
—Creo que no lo hare.