—Primero me ataca injustificadamente y sin que le provoque. ?Es este el comportamiento propio de un Adepto? Y despues nos cuenta una historia de algun rito del Circulo que dio mal resultado. ?El cuento mas inverosimil que escuche jamas! Nos esta mintiendo, ?estoy seguro de ello!

Cyllan se acerco a la ventana y contemplo el patio sombrio y silencioso.

— Hay un hecho que no podemos olvidar, Drachea — dijo en tono cortante—. Estamos atrapados aqui. Pienses lo que pienses de Tarod, no puedes negar que en esto ha dicho la verdad.

— ?Ah, no! —replico furiosamente Drachea—. Por lo que sabemos podria tener sus propias razones para retenernos como prisioneros. El hijo de un Margrave podria ser un buen rehen, si su secuestrador tuviese motivos suficientes para...

Cyllan giro en redondo.

— ?Un rehen? — repitio, asombrada por lo absurdo de la idea—. ?Que necesidad podria tener un alto Adepto de un rehen?

—?Maldita sea! ?Como puedo saberlo? —grito Drachea—. ?Tiene tanto sentido como todo lo que sucede aqui! Y ademas —anadio con expresion burlona—, solo tengo su palabra... y la tuya... de que es un Adepto.

— Esto es ridiculo...

—?De veras? ?O estas tan orgullosa de tu presunta camaraderia con tan distinguido personaje que no quieres oir una palabra contra el?

Cyllan se mordio la lengua para no replicar furiosamente, al darse cuenta, con pesar, de que Drachea habia dado en el blanco. Ella era parcial; antiguos recuerdos influian todavia en ella. Y esto podia ser un precedente peligroso...

— Piensalo bien — dijo obsesivamente Drachea, reanudando su paseo—. El Castillo de la Peninsula de la Estrella atrapado en una dimension inverosimil, mas alla del alcance del Tiempo. Esta bien, acepto lo que antes dijiste; hasta aqui, tal vez podamos creerlo. El Circulo desaparecido..., muerto, perdido en un limbo; no lo sabemos.

Y un hombre que permanece aqui y que insinua, insinua, fijate bien, pues ha tenido buen cuidado en no confesar nada claramente y ha dejado que sacase yo mis propias conclusiones, que todo ha sido resultado de algun terrible accidente y que no tiene poder para reparar el dano. ?Y espera que le creamos?

—Lanzo un bufido—. ?Antes me fiaria de una serpiente!

El sentido de justicia de Cyllan se rebelo contra esta rotunda condena, pero se mordio la lengua nuevamente.

—Entonces, ?cual crees tu que es la verdad? —pregunto.

Drachea sacudio la cabeza.

—Solamente Aeoris conoce la respuesta. —Hizo reflexivamente la senal del Dios Blanco como muestra de respeto y prosiguio—: ?Recuerdas lo que te dije sobre los rumores que circulaban en Shu? No se tenia noticia del Castillo y se hablaba de disturbios o peligros en la Tierra Alta del Oeste. Esta es la raiz de todos aquellos rumores, ?tiene que serlo! Algo maligno se esta tramando, lo siento, y siento tambien que todo es obra de Tarod.

Aunque algo en lo mas hondo de ella se rebelaba, Cyllan no podia honradamente discutir con el. Demasiado de lo que decia parecia acertado y alarmante, y tambien ella sentia flotar la amenaza de algo oscuro y maligno que invadia el Castillo. Pero si algun negro objetivo se ocultaba detras de las acciones de Tarod, no podia ni remotamente imaginarse lo que este objetivo podia ser.

Involuntariamente siguio con la mirada las viejas prendas de vestir tiradas sobre el antepecho de la ventana. La bolsa que contenia sus preciosas piedras estaba entre ellas, y era posible que, incluso aqui, su antigua habilidad le permitiese descubrir alguna clave del misterio. Pero, inmediatamente, una voz interior le dijo con vehemencia: ?No! No podia hacerlo: un miedo primitivo e irresistible se interponia en su camino. Le faltaba valor, temia lo que pudiese ver...

Drachea, sin darse cuenta de su problema, miraba enfurrunado por la ventana y dijo de pronto:

—Hablo de una joya...

Cyllan levanto la mirada.

—?Una joya? Si, ahora lo recuerdo

—Algo que concentro la fuerza que detuvo el Tiempo—dijo el—

Y la perdio, o al menos no puede alcanzarla, dondequiera que este. Y la necesita.

Ella rio sin ganas.

— ?Tambien la necesitamos nosotros, Drachea, si hemos de salir de este lugar!

—?Si? —Encogio los hombros como un pajaro de mal aguero—. ?O no sera esto, tambien, una mentira? No sabemos lo que es esta piedra ni lo que se puede hacer con ella. Si la recupera, con o sin nuestra ayuda, ?quien puede decir cuales seran las consecuencias? ?El regreso del Tiempo y, con el, la libertad, o algo diferente, algo demasiado espantoso para imaginarlo? — Se enfrento a ella, con ojos febriles—. ?Estas tu dispuesta a correr el riesgo? Porque yo, ?no lo estoy!

Ella no le respondio, y el cruzo la estancia, apartandola de su camino.

—?Maldita sea! —dijo, furiosamente—. Si piensa que voy a quedarme mansamente sentado, esperando lo que quiera hacer con mi destino, ?se equivoca! El Castillo puede haber sido abandonado, pero sus ocupantes no pueden haber desaparecido sin dejar rastro. — Senalo su propia ropa tomada de prestado—. Tiene que haber claves: documentos, archivos, saben los dioses que mas. Y yo los encontrare. Que Aeoris me ayude y encontrare la solucion de este misterio... ?Y frustrare los planes de Tarod! —Giro en redondo—. Bueno, ?vienes conmigo o prefieres ignorar la realidad y quedarte aqui?

Su mirada expresaba la actitud medio compasiva y medio desdenosa de un ciudadano de alto rango hacia una hija del arroyo.

El orgullo de Cyllan se rebelo contra su arrogancia.

— No — respondio en tono cortante—. Prefiero ignorar la realidad, ?como dices tu!

—Haz lo que te parezca.

Drachea se dirigio a la puerta y la abrio. Se volvio a mirarla desde el umbral, pero ella habia vuelto la cabeza, y salio al pasillo, dejando que la puerta se cerrase de golpe a su espalda.

Cuando Drachea se hubo marchado, Cyllan cerro con fuerza los ojos para dominar la ola de amargo resentimiento que amenazaba con sofocar todas sus demas ideas. Los modales de Drachea para con ella eran un insulto, y tenia que confesar que tambien esto le dolia. La camaraderia, el sentido de luchar en el mismo bando, que habria podido desear en aquellos momentos de agobio, no existian; Drachea y ella, en cambio, parecian estar constantemente a la grena. La actitud de Drachea habia herido su orgullo en lo mas hondo, y este orgullo hacia que quisiera desquitarse de alguna manera, mostrarle que era mas que un ser ignorante e inutil.

Abrio los ojos y miro la bolsa de las piedras. Las claves que Drachea confiaba en encontrar eran probablemente mas faciles de descubrir a traves de las dotes de una vidente que gracias a una exploracion fisica al azar... , si ella tenia valor para intentarlo.

Oscuros temores nublaban su cerebro, arguyendo violentamente contra la idea; pero esta vez, Cyllan los domino con firmeza. Nunca habia sido cobarde; no tenia que vencer el obstaculo del terror supersticioso que afligia a la gente ordinaria. ?De que habia de tener miedo? Apretando resueltamente los punos, se acerco al antepecho de la ventana.

La vieja ropa estaba pegajosa a causa de la sal, y la bolsa de cuero, rigida y crujiente. Cyllan sacudio las piedras en la palma de su mano y se sento con las piernas cruzadas en el suelo. Sintio en su nuca un hormigueo familiar, senal segura de que sus sentidos psiquicos estaban despertando, y la impresion fue tan rapida que se quedo estupefacta. Fue como si algun poder externo tirase de ella como de una marioneta. Cerro los ojos y una oscuridad nublo al instante su vision interior, una negrura densa que le dijo que su conciencia dejaba paso a algo mucho mas profundo. Los guijarros quemaban sus manos como cristales de hielo. Enfoco la oscuridad, se concentro, rechazando la ola de un miedo enfermizo...

El repiqueteo debil pero duro de las piedras cayendo al suelo rompio el silencio, y Cyllan se echo atras lanzando una exclamacion ahogada. El arranque psiquico habia sido muy rapido, y su fuerza la dejo pasmada. Le parecio que la habitacion se hacia mas profunda, retrocedia momentaneamente, cuando abrio los ojos; despues su vision se aclaro, y miro el dibujo que habian formado las piedras.

La mas grande de todas estaba en el centro exacto de la figura. A su alrededor, las otras se extendian en espiral para formar siete brazos desiguales. Aquella figura era familiar, terriblemente familiar, y sin embargo no podia situarla, no podia recordar...

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