Circulo que pudiese cerrarle el camino! Solamente habia un hombre, y por muy alto que pudiese ser un Adepto, habia maneras de burlarle. Aunque Tarod usara la biblioteca para sus propios fines, no echaria en falta unos pocos volumenes a su alrededor entre aquel caos.
Y en el refugio de una de las habitaciones superiores del Castillo, Drachea podria absorber a su antojo este fabuloso conocimiento.
Habia olvidado a Cyllan; habia olvidado su peligrosa situacion. Empezo a buscar entre los libros, recogiendo aquellos que le parecian mas prometedores, hasta que tuvo todos los que podia llevar. Se irguio, rojo el semblante por el esfuerzo y la excitacion pero se quedo helado al oir un ruido de pisadas fuera del sotano.
Varios de los libros se le cayeron al suelo y el ruido que produjeron hizo que sintiese un sudor frio. Las pisadas venian de la escalera, lentas, acompasadas, resonando debilmente. Tarod, ?tenia que ser el! Su sensacion de triunfo se desvanecio ante la idea de lo que podria hacerle el Adepto si descubria su presencia aqui, y miro freneticamente a su alrededor, buscando un lugar donde esconderse. Al principio parecio que nada podia esperar, pero despues vio una puerta, baja e insignificante, medio oculta en un hueco entre dos hileras de estantes. Olvidandose de los libros, corrio hacia ella... y al alcanzarla, las pisadas se extinguieron en el silencio.
Drachea se detuvo, sintiendo que se le ponia la piel de gallina. Las pisadas humanas no se extinguian simplemente de esta manera. Alguien se habia estado acercando, habia llegado casi al pie de la escalera... , ?no podia haberse desvanecido!
Con ojos desorbitados, miro hacia la escalera, apenas visible mas alla de la entrada de la biblioteca. Ninguna sombra se movia y el silencio era absoluto. El miedo empezo a convertirse en panico, y Drachea retrocedio involuntariamente hasta que choco con la pequena puerta. Esta se abrio de golpe, haciendo que el joven lanzara un grito y la cruzase tambaleandose.
Ahora se hallaba en un largo y estrecho pasadizo que descendia en fuerte pendiente delante de el. La debil luz que iluminaba todo el sotano era aqui mas intensa, como si su origen estuviese en alguna parte de este corredor, y un violento estremecimiento sacudio a Drachea, un temor desmesurado que no podia definir, pero que eclipsaba cualquier otra sensacion.
Algo acechaba en el extremo invisible del pasadizo. Lo sentia, era una presencia palpable... y se acercaba lentamente en su direccion. Un sonido suave, como el eco de una risa no del todo humana, parecio resonar en su cabeza y Drachea retrocedio, consciente de que la bilis subia a su garganta y esforzandose en tragarla de nuevo. No podia ver nada, pero sabia que estaba alli... Una presencia, una presencia monstruosamente maligna...
Sintio que un debilisimo aliento rozaba su cara, y perdio todo dominio sobre si mismo. Lo que pudiese esperarle en la escalera no seria nada en comparacion con el horror desconocido que se escondia detras de esa puerta, y corrio como un animal perseguido, lanzandose a traves del sotano y de la puerta en arco. Ya en la escalera, cayo, se puso dificultosamente en pie, siguio subiendo, mientras un panico ciego superaba a todo lo demas. Nada le cerro el camino, nadie surgio de pronto de las sombras para enfrentarse con el, y al fin salio al patio relativamente iluminado, derrumbandose con una fuerza que le despellejo las rodillas y las manos.
Drachea rodo y se levanto tambaleandose, y se apoyo en una de las columnas para sostenerse mientras luchaba por recobrar el aliento. El patio vacio parecia mas desolado y amenazador que nunca; sombras mas alla del alcance del rojo resplandor parecian, a su imaginacion exaltada, tomar formas vagas y amenazadoras. Se estremecio, cerrando los ojos contra aquellas imagenes importunas, y se esforzo en llenar de aire sus pulmones. Su pulso se hizo mas lento y, al cabo de un rato, abrio de nuevo los ojos, recobrando algo de su aplomo.
Habia sido un estupido. No habia nadie en la escalera del sotano, y nada en el pasillo al que daba la puerta pequena. Se habia dejado llevar por la imaginacion, y una ilusion le habia aterrorizado... Miro por encima del hombro hacia la puerta por la que acababa de salir. La idea de volver alli no le apetecia a pesar del senuelo de los libros, y haciendo un irritado ademan en direccion a la puerta, echo a andar hacia la entrada principal del Castillo. Volver junto a Cyllan sin nada que explicar seria confesar su fracaso y, por consiguiente, rebajarse..., algo contra lo que se rebelaba violentamente. No volveria a la biblioteca, todavia (y acallo una vocecilla interior que le decia que tenia miedo de volver solo a ella). El Castillo debia contener otras muchas revelaciones; tenia que haber otros lugares, indudablemente mejores, donde buscar las respuestas que necesitaba.
Con una rapida y furtiva mirada a su alrededor, para asegurarse de que estaba solo, Drachea camino apresuradamente a lo largo de uno de los, al parecer, interminables corredores del Castillo.
Fue pura y fortuita coincidencia lo que llevo a Drachea a la serie de habitaciones de la planta baja del ala norte y central. Habia llegado a ellas por un camino indirecto, dando vueltas y revueltas en el laberinto de pasillos que se extendian por todo el Castillo, y se sentia cansado, frustrado y descorazonado cuando llego a la puerta claveteada y de pulida superficie. Pero en cuanto hubo corrido el pestillo y mirado en el interior, comprendio que habia encontrado algo que era mas que otra habitacion vacia.
En la estancia destacaba una mesa grande, con un sillon tallado y acolchado detras de ella. Un monton de papeles habia sido limpiamente colocado sobre la mesa, como esperando una atencion inminente. Un tintero y varias plumas estaban al lado de ellos. Y la mirada de Drachea descubrio algo mas. Un sello medio oculto que estaba situado detras del tintero...
Cerro la puerta sin ruido y se acerco a la mesa. Al alargar la mano hacia el sello, vacilo, asaltado de pronto por la impresion de que estaba entrando en un terreno absolutamente prohibido. Si este salon era lo que el creia, el mero hecho de tocar aquel sello seria una especie de blasfemia. Sin embargo, tenia que saber...
Con la boca seca, hizo acopio de valor y agarro el sello. El emblema reflejo el resplandor carmesi, y el joven vio que era un doble circulo cortado por un relampago.
El sello del Sumo Iniciado... Respetuosamente, y con cierto temor, volvio a dejarlo en su sitio y miro a su alrededor, sintiendose de pronto atemorizado. Este debia de ser, o haber sido, el despacho de
Keridil Toin... Se estremecio. Nunca habia visto al Sumo Iniciado, pero su fantasma parecia cernerse sobre la estancia, observando desde el limbo inimaginable en que moraba ahora.
Drachea se volvio despacio, captando todos los detalles de la sombria habitacion. Todo estaba perfectamente ordenado, como si Keridil Toln hubiese salido por ultima vez de su despacho con alguna premonicion de lo que iba a suceder. El frio que flotaba en el aire era mas que fisico... Volvio bruscamente la espalda a la amplia chimenea, que por alguna razon inexplicable lo ponia doblemente nervioso, y se acerco de nuevo a la mesa. Habia tres cajones poco profundos debajo de la pulida superficie, en uno de los lados de la mesa, y Drachea los abrio sucesivamente. Si existian relatos de sucesos recientes, estarian guardados ahi...
Los dos primeros cajones solo contenian papeles referentes a asuntos ordinarios, principalmente listas de diezmos, y de poco interes. El tercero se resistio al principio y Drachea penso que estaria cerrado con llave, hasta que se abrio bruscamente y con tanta fuerza que se desprendio de su soporte y desparramo su contenido sobre el suelo. Drachea tomo uno de los papeles al azar y su corazon dejo un momento de latir al llamarle la atencion una palabra, un nombre:
Tarod.
Se acerco casi corriendo a la ventana y sostuvo el papel junto al cristal para aprovechar la poca luz que alli habia. Ahora vio que aquel papel era un documento oficial, firmado y sellado por el Sumo Iniciado y suscrito tambien por seis ancianos del Consejo de Adeptos, en calidad de testigos.
Drachea se tapo la boca con una mano, sintiendo vertigo, con una mezcla de excitacion y horror, mientras en su cabeza sonaban los primeros ecos de la verdad. Sus sospechas habian sido acertadas...
Guardo el documento debajo de su chaqueta y empezo a recoger febrilmente los otros papeles desparramados. Al fin encontro lo que habia esperado y por lo que habia rezado: un informe, escrito con la misma cuidadosa caligrafia de la orden de ejecucion, y reservado exclusivamente para conocimiento de los Consejeros mas antiguos.
Adherida a el habia una carta abierta, en la que reconocio el sello de la Hermandad de Aeoris, entrelazado con el simbolo del pez de la provincia de la Tierra Alta del Oeste.
La Tierra Alta del Oeste, donde habian empezado los rumores alarmantes... Se sento en el sillon de madera tallada, sin preocuparse ya de que perteneciera al Sumo Iniciado o al propio Aeoris. Leer era dificil en la penumbra, pero ya no confiaba en que sus piernas le sostuviesen. Silenciosamente, avidamente, leyo primero la carta. La Senora Kael Amion... era por lo visto superiora de la Residencia de la Tierra Alta del Oeste, y la misiva que habia enviado a Keridil Toln era de la maxima urgencia y se referia a un Iniciado y a una de sus novicias. Si, la cosa empezaba a tener sentido..., pero necesitaba mas, mucho mas.
La mano de Drachea temblaba al tomar el informe. Lo leyo en su integridad, con solo el ocasional susurro de