las luces del salon principal, no se oia nada que revelase que se estaba celebrando una fiesta, y el esporadico destello de antorchas en diversas ventanas de los diferentes pisos del edificio sugeria que muchas personas andaban por alli de un lado a otro. Sonrio, ligeramente divertido por la idea de que Cyllan hubiese armado tanto alboroto y estropeado la fiesta de Keridil. Despues, al llegar a la puerta, se deslizo en el interior y se dirigio a una escalera de caracol que le llevaria a los aposentos de los invitados.
Parecia que la busqueda no se concentraba en esa parte del Castillo, lo cual era bastante logico, pues Keridil no querria alarmar innecesariamente a sus invitados, y Tarod llego al pasillo que le interesaba sin tropezarse con nadie. Las habitaciones de las Hermanas estaban al fondo y la unica manera de llegar a ellas era por un largo corredor iluminado, a la vista de cualquier observador casual que pudiese salir de uno de los otros aposentos. Tarod se echo atras la capa de cuero, lo bastante para descubrir la insignia de Iniciado que habia hurtado, y entonces, tratando de no pensar en lo que podia verse obligado a hacer si alguien le sorprendia, echo a andar por el pasillo.
Estaba en la mitad de su camino cuando un delator destello de luz que broto de un pasadizo lateral delante de el hizo que se detuviese en seco. No habia posibilidad de volver atras ni lugar donde esconderse, y un instante despues, una muchacha que tendria unos dieciseis anos salio corriendo del pasadizo y, al verle, chillo y casi dejo caer la linterna que llevaba.
— ?Oh!
Abrio mucho los ojos al verle y su sorpresa se convirtio en alarma al reconocer la insignia de Iniciado. Trato de hacer una reverencia, a la manera de las Hermanas, pero fue un intento torpe, fruto de la inexperiencia.
— ?Oh, senor, te pido perdon! Volvia junto a la Hermana Erminet; no abandone mi puesto, senor, pero la Hermana queria otra luz y no podia enviar a nadie mas a buscarla, porque estan todos ocupados en la busqueda... — Su confusa disculpa se interrumpio bajo la mirada fija de Tarod, y la nina se sonrojo y balbuceo —: Lo siento, senor...
Tarod vio el velo blanco de gasa que cubria los cabellos de la nina y se dio cuenta de que era una Novicia de la Hermandad. Nunca la habia visto antes de ahora.., y ella no le habia reconocido. Consciente de que podia sacar provecho de la circunstancia, asintio brevemente con la cabeza.
— Nadie va a castigarte, Hermana-Novicia, por obedecer ordenes de una superiora... Supongo que esta bajo la tutela de la Hermana Erminet en la Tierra Alta del Oeste, ?verdad?
—Bueno... , tenia que haberlo estado, senor. Pero desde luego, dudo de que llegue a ser asi, despues de lo que ha ocurrido. Yo vine con el grupo que traia la felicitacion de la Senora al Sumo Iniciado. — Mas confiada, le sonrio timidamente—. Solo llevo dos meses como Novicia, senor, y estoy muy agradecida por este privilegio.
Despues de lo que ha ocurrido... Sin proponerselo, la muchacha le habia revelado la verdad, al menos en lineas generales. Tarod dijo:
—Me alegro de que lo aprecies, Hermana-Novicia. Pero espero que sepas tambien cual es tu deber. Pareces muy joven e inexperta para una tarea de tanta responsabilidad.
La nina enrojecio de nuevo.
— No habia nadie mas, senor. Como estan todos buscando a la prisionera que ha escapado... , pero yo se lo que debo hacer. — Le miro, esperando su aprobacion—. No debo dejar que nadie vea a la Hermana sin autorizacion. Asi me lo ordenaron.
—Claro, ?Y que mas te dijeron?
Afortunadamente para el, la muchacha era lo bastante ingenua para creer que la estaba poniendo a prueba. Como repitiendo una leccion del catecismo, dijo:
— Que no debia conversar con la Hermana, senor, sobre cualquier cosa que no fuesen sus necesidades inmediatas. Yo... — Vacilo—. Me dijeron que habia traicionado a la Hermandad y al Circulo, senor. Y que tiene que ser interrogada y posiblemente... juzgada.
?Dioses! Por lo visto habian descubierto lo que habia hecho Erminet... Alarmado, pero manteniendo inexpresivo el semblante, dijo Tarod:
—Esto no debes comentarlo con nadie, Hermana-Novicia. No quiero chismorreos con las otras muchachas, ?me entiendes?
— Si, senor. — La nina se paso nerviosamente la lengua por los labios—. ?Puedo volver ahora a mi puesto?
Era facil enganar a la muchacha; encontraria la manera de librarse de ella cuando se reuniese con Erminet.
—Deberias hacerlo —dijo—; pero quiero asegurarme de que la Hermana esta donde debe estar. Si no hay novedad, considerate afortunada... ?y otra vez no abandones tus deberes, sea cual fuere la razon!
— No, senor. Lo siento, senor...
Avergonzada y aterrorizada, la muchacha hizo otra torpe reverencia y echo a andar por el pasillo, con la linterna oscilando en su mano. Se detuvo ante la ultima puerta, hurgo torpemente con la llave en la cerradura y por fin consiguio abrirla. Una luz debil salio del interior y Tarod hizo un breve ademan a la Novicia para que se quedase donde estaba y entro en la habitacion.
Erminet yacia en la cama; estaba durmiendo. Mirando por encima del hombro, para asegurarse de que la nina habia comprendido su orden y no le habia seguido, Tarod cruzo la habitacion y se inclino sobre la anciana, asiendole una mano.
— Hermana Erminet...
No hubo respuesta, y encontro que aquella mano estaba flaccida. La intuicion le dijo la verdad antes de que le mirase a la cara. Sonreia, con una sonrisa debil y reservada, y parecia extranamente mas joven: se habian suavizado las arrugas de sus mejillas y su piel estaba mas tersa. Y sobre la mesilla de noche habia varios frascos de su coleccion de pocimas, una botella de vino y una copa vacia.
Tarod se volvio y, olvidando toda precaucion, grito:
— ?Hermana-Novicia!
La nina entro corriendo, alarmada por el tono de su voz.
— ?Se... senor?
Tarod senalo el pequeno tocador del rincon.
— ?Trae aquel espejo! ?De prisa!
El espejo estuvo a punto de caerse de las manos de la chica, debido a su precipitacion. Se acerco tambaleandose a Tarod, y este le arranco el espejo de las manos y lo puso delante de la cara de la Hermana Erminet. Nada empano la superficie mientras el contaba los latidos de su propio corazon: siete, ocho, nueve... Despues tiro el espejo y oyo como se estrellaba en el suelo, y el grito de espanto de la muchacha le lleno de ira y de desprecio. Se volvio a ella y, con voz grave y furiosa, le dijo:
—?Ves ahora lo que has hecho?
La nina temblaba como una hoja, tapandose la boca con la mano.
— No esta..., no puede ser, senor... ?Solo he estado ausente unos minutos!
— ?Y estos minutos han sido suficientes! Es... era una herbolaria muy experta. ?Y tu la has dejado sola el tiempo suficiente para que se quitase la vida!
Avanzo hacia ella, casi sin saber lo que hacia, y la muchacha, al verle acercarse, lanzo un grito de espanto, se arremango la falda y salio corriendo de la habitacion como un animal asustado. Tarod se detuvo, escuchando su carrera, con los punos cerrados con tal fuerza que las unas se hundian en las palmas. Despues volvio temblando junto a la cama.
— Erminet...
Se sento sobre la colcha y asio las dos manos de la anciana, como si su voz y su contacto pudiesen devolverle la vida. Pero sus ojos permanecieron cerrados y la sonrisa siguio fija en su semblante.
Sin duda habia sabido lo que hacia ... y habia elegido una droga que actuase con tanta rapidez que nadie pudiese salvarla. Le consolo un poco pensar que no debio sentir dolor, sino que habia muerto placidamente y por su propia voluntad. Pero esto no cambiaba el hecho cruel de que habia muerto por su causa.
Las lagrimas le escocian en los ojos, y estrecho los dedos exangues de la anciana hasta estar a punto de romperlos. Erminet habia sido una verdadera amiga, habia faltado a su deber en aras de una lealtad mas personal. Y esta era su recompensa... Descubierto su engano, habia sabido cual seria su destino si la declaraban culpable de protegerle, y habia preferido ahorrar trabajo al Circulo, morir dignamente, ya que habia que morir, de la manera y en la hora que quisiese.