que los siguieron para reunirse con la Madre Tierra. —Y, al ver su sorprendida perplejidad, el emisario sonrio con un dejo de compasion—. Si, fue una horda de demonios, y tuvo lugar una batalla. Pero los demonios que salieron de la Torre de los Pesares no tienen una autentica existencia fisica en tu mundo. Son la quintaesencia del mal, pero sus formas son alegorias; penetraron a traves de una brecha entre dimensiones, y ahora que la brecha se ha cerrado de nuevo los que sobrevivieron a su ataque no guardan ningun recuerdo de la batalla. Para ellos, la tragedia acaecida en Carn Caille tomo la forma de una enfermedad: una plaga breve pero virulenta. Es un paralelismo ironico, pero muy apropiado, porque a su manera los monstruos que has liberado son como una plaga; ningun ojo puede verlos en su forma autentica, pero su
maligna influencia tiene un amplio alcance, y es imprevisible y mortifera.
Indigo se quedo mirando el polvoriento sendero. Comprendia —o creia comprender— lo que el emisario habia dicho; pero aquello la dejaba con una sensacion de paralisis, de debilidad de espiritu que nada podria hacer que desapareciera. Horrores invisibles, una influencia que ya empezaba a extenderse por todo el mundo como una enfermedad..., y ella debia encontrar a aquellos demonios, capturarlos y destruirlos, si no queria que el mundo desapareciera.
—?Cuantos viven todavia? —pregunto con voz hueca.
El ser le toco el hombro, provocandole un estremecimiento, y cuando le respondio su voz sono repentinamente amable.
—Suficientes para asegurar la supervivencia de Carn Caille; Mira en el espejo otra vez.
Indigo parpadeo para apartar las lagrimas, y el espejo volvio a mostrar imagenes. En la mesa de presidencia de la sala de Carn Caille los sillones acolchados permanecian vacantes, y ante cada uno de ellos, sobre la mesa, se habia colocado un plato de oro, una copa de oro, un cuchillo y una cuchara. Entre la mesa y los cuerpos cubiertos estaba el arpa de Cushmagar. No habia hablado desde el horripilante momento en que su voz habia conmocionado a los participantes en el banquete de la caceria silenciandolos; ahora, una vez el paje lo hubo acompanado hasta su lugar y acomodado bien, el bardo hizo correr los dedos sobre las cuerdas, y arranco un murmullo tembloroso y melancolico al instrumento que hizo que incluso Imyssa dejara de sollozar, y que todos los rostros de la sala se volvieran hacia el. Estaba palido y parecia enfermo; la fiebre tambien lo habia atacado, y no hacia mas que un dia que se habia levantado de la cama; pero ningun poder humano lo hubiera persuadido de eludir la tarea que ahora tenia ante si.
—Madre de los Suenos, Madre Poderosa. —La voz de Cushmagar se elevo con fuerza hacia las vigas del techo mientras entonaba las palabras de ritual—. Madre de nuestras noches y nuestros dias, Senora de nuestras alegrias y nuestras tristezas, a Ti te recito la letania de los hijos de la Tierra. Porque nuestro senor y nuestra senora, que hablaron por don Tuyo y gobernaron por Tu mano, han cruzado el portal del que nadie regresa, y nos hemos quedado sin ellos. Ahora pasean como los ciervos en Tu valle, y nadan como los peces en Tu mar, y planean como los pajaros en Tu cielo, y nos hemos quedado sin ellos. Hemos perdido su sabiduria y su equidad, y nos vemos privados de su presencia, y nos sentimos entristecidos. Madre de todo el mundo, te canto la cancion de nuestro senor y nuestra senora, y te canto la cancion de los hijos de su union, para que puedas escuchar nuestra pena y te des cuenta de que eran muy amados. Canto su cancion para que todos la puedan escuchar e inclinen sus cabezas en senal de dolor por nuestra perdida, y sus nombres y sus acciones seran recordadas mientras Carn Caille permanezca. Que todos los hijos e hijas de la Tierra, nuestra Madre, escuchen la cancion de nuestro senor y nuestra senora, cantad todos vosotros, y mientras el sol permanezca en el cielo lamentaos junto con Cushmagar.
Una nota delicada, triste e intensa surgio de las cuerdas del arpa mientras la ultima palabra pronunciada por el anciano flotaba en la quietud; entonces, el sonido se transformo en un melodioso lamento con la cadencia del inquieto mar invernal. Algunos de los hombres mas proximos a la mesa principal volvieron sus cabezas para que los demas no vieran las lagrimas que afluian a sus ojos, e Indigo sintio que se le contraia el corazon al reconocer algunos rostros crispados por el dolor y desfigurados por las secuelas de la enfermedad. Dreyfer, el encargado de los podencos. Angmer, el consejero y antiguo amigo de su padre. Lillyn, la doncella de su madre. La diminuta Middigane, la costurera. Los tres hijos del jefe de los mozos de cuadra con su madre, aunque a su padre no se lo veia por ninguna parte. Tambien otros, tantos otros... Y sin embargo, aun habia mas que estaban ausentes, que siempre permanecerian ausentes. Entonces, como en una encrespada oleada, las voces de todos los presentes en la sala se elevaron entonando la antigua y hermosa Isla Pibroch, el lamento por los muertos. Cushmagar, la cabeza inclinada, los ciegos ojos cerrados, tocaba como si estuviera poseido, y por un momento fue como si Indigo penetrara en su mente, sintiendo las armonias que lo inundaban mientras su arpa conducia el coro. Tambien el lloraba, bajo sus cerrados parpados; y la muchacha vio las imagenes que el anciano contemplaba: un fuerte Kalig, una serena y encantadora Imogen, unos jovenes Kirra y Anghara segados en la flor de la vida. En otro momento pronunciaria la autentica oracion en su memoria, cuando la Madre Tierra le brindara su inspiracion; hoy, Carn Caille los lloraba en la unica forma que sabia, en la forma antigua, en la forma apropiada.
Los sonidos y las imagenes que se reflejaban dentro del espejo se apagaron y desaparecieron. Indigo, sobre el polvoriento camino que se extendia eternamente por el vacio y monotono paisaje, se cubrio el rostro con las manos mientras una nueva oleada de dolor y remordimiento la inundaba. No supo cuanto tiempo permanecio inmovil e inclinada hasta que la resplandeciente criatura volvio a tocarla; pero finalmente sintio el frio contacto de su mano sobre su hombro y levanto la cabeza.
—Es hora de que nos vayamos —dijo el emisario en voz baja.
—No... —Su voz era como el lloriqueo de un nino y extendio la mano hacia el espejo cuya superficie permanecia vacia, sin reflejar nada.
—No puedes regresar, Indigo. Esta carretera te conduce a tu futuro, y debes seguirla tal y como ordena la Madre Tierra. Ven conmigo.
Se irguio despacio, vacilante. Entonces el dolor y el aturdimiento la vencieron de nuevo y se volvio hacia su companero con las manos extendidas, suplicante.
—?Debo tener alguna esperanza!
El emisario la miro directamente a los ojos, y por un instante ella vio de nuevo aquella piedad que habia hecho anicos las barreras de su interior. Entonces el ser extendio su mano y, aunque no lo quiso de forma consciente, Indigo descubrio que su mano se alzaba para tomar aquellos dedos extendidos.
—Aun hemos de recorrer un buen trecho, criatura —dijo el ser resplandeciente—. Te aguardan tres encuentros, y dos tendran lugar en esta carretera. El primero no esta muy lejos, y temeras ese encuentro y por un buen motivo. El segundo..., el segundo puede ser tu salvacion o tu perdicion, Indigo: una inspiracion para tu busqueda, y a la vez una amenaza a tu resolucion.
—Y... ?el tercero?
—El tercero esta mas lejano en tu futuro. Te traera a un nuevo amigo digno de confianza, aunque las apariencias puedan sugerir lo contrario al principio. —La mano que sujetaba la suya aflojo la presion, y el ser indico al otro extremo de la larga y vacia carretera en direccion al nebuloso e inalterable horizonte—. Es hora de ponerse en marcha.
Indigo miro por encima de su hombro una vez mas mientras el ente empezaba a alejarse. Y mientras lo miraba, el espejo que habia colgado sin nada que lo sujetase sobre el polvoriento camino empezo a desvanecerse. Su contorno se estremecio, perdio nitidez; por un momento le parecio vislumbrar el rostro ciego de Cushmagar de nuevo y escuchar los ecos de un arpa y de unos canticos, pero las imagenes desaparecieron como en un sueno, y el espejo lanzo un tremulo resplandor y se desvanecio en la nada.
Durante algunos instantes, Indigo siguio absorta en la contemplacion del lugar donde habia estado. Luego inclino la cabeza y se dio la vuelta una vez mas para seguir al resplandeciente
emisario por la interminable y monotona carretera.
En Carn Caille las voces cantaban, y el sonido de su lamento fluia desde la sala para llenar la antigua fortaleza con su melancolica belleza. Cushmagar deseo que pudiera llegar a los lugares mas remotos de las Islas Meridionales, ya que la cancion era para todos aquellos que habian muerto; para cada uno de los guardabosques y pescadores, cada una de las esposas y criadas, cada uno de los ninos. Aun no sabia cuantos habian sucumbido al virus mas alla de los muros de Carn Caille, pero adivinaba que habia muchas, muchisimas familias desconsoladas en el reino. Dentro de algunos dias, cuando hubiera recuperado las fuerzas, se pondria en camino junto con otros bardos para viajar por las islas y visitar los hogares afectados y cantar las elegias por aquellos que hubieran