pasos. Una de ellas, de fina piel, tenia una forma que le resulto familiar, y se inclino para tocarla con dedos vacilantes.
Su arpa. Era un poderoso vinculo con Carn Caille, Cushmagar y todo lo que se habia visto obligada a dejar atras. El emisario volvio a dedicarle una bondadosa sonrisa.
—La musica posee su propia y poderosa magia. Recuerdalo siempre. —Dio un paso adelante y, ante su sorpresa, poso ambas manos sobre sus hombros de una forma que insinuaba un afecto que no queria o no podia expresar—. Puede que nos encontremos de nuevo; pero entretanto recuerda todo lo que te he dicho. Hay peligro en el camino que tienes ante ti, pero tambien esperanza. Posees habilidades aun sin descubrir; utilizalas bien, si te es posible, y no quedaras sin recompensa. —El ser se interrumpio y luego sonrio—. En tu empresa no te veras totalmente sin amigos. Tu tercer encuentro no queda muy lejos, y sera uno en el que podras confiar. La Madre Tierra no te desea ningun mal, Indigo.
El aire empezo a relucir como si el sol hubiera fluctuado de repente y cobrado mas fuerza. Al cabo de un segundo, Indigo vio que el arco de luz situado detras del emisario se estremecia, mientras sus colores se arremolinaban con renovada energia. Entonces un perfumado soplo de aire le rozo el rostro sin que pareciera provenir de ningun sitio, y el arco y el ser resplandeciente desaparecieron.
CAPITULO 8
Ranna era el puerto mas bullicioso de las Islas Meridionales; y aun mas en aquella epoca del ano en que las rutas maritimas se acababan de volver a abrir despues de las tormentas invernales. La carretera que conducia a Ranna mostraba un transito febril ahora durante la mayor parte de las horas de luz, que eran mucho mas largas, y el enorme puerto natural estaba atestado de barcos de todos los tamanos y clases, mientras que en los muelles la actividad era incesante. Un enorme y pesado velero de la clase Oso se balanceaba fuera del puerto en la marea de la tarde; perseguia la estela de una barca mas ligera y rapida que se dirigia al continente oriental. A los costados del gran velero dos remolcadores danzaban sobre las relucientes aguas como delfines alrededor de una ballena, para acompanarlo fuera de las aguas costeras.
Poco despues de que el enorme velero hubiera abandonado el puerto, el
Indigo se sentia como si estuviera atrapada en una especie de sueno vago y solitario. Habia abandonado el bosque para encontrarse en una carretera que le era desconocida, y habia andado durante todo aquel dia de una luminosidad cruel envuelta en una creciente miasma de miseria y dolor, una vez la ultima chispa de esperanza encendida por las palabras del emisario se hubo desvanecido junto con su recuerdo del rostro de aquel ser resplandeciente. Se sentia como si la siguieran fantasmas; su familia, Fenran, las gentes de Carn Caille; todos ellos conscientes de lo que habia hecho, todos ellos acusandola. Sentia la carga y la responsabilidad en las que habia incurrido como una pesada capa sobre sus hombros.
Un carretero que paso por su lado en la carretera y vio la bolsa en la que llevaba el arpa colgada de su hombro, le habia ofrecido llevarla hasta Ranna a cambio de una cancion alegre, pero ella habia declinado el ofrecimiento con un movimiento de cabeza, incapaz de soportar la idea de estar acompanada. Y asi fue como las delicadas sombras del atardecer empezaban ya a caer sobre el paisaje cuando por fin aparecieron las luces de la ciudad costera delante de ella como un resplandor nebuloso.
Ranna era el eje del poder mercantil del reino. Indigo no habia visitado nunca antes la ciudad, y aunque la primera vision del caos en que estaba sumergida la atemorizo, se sintio agradecida, no obstante, de estar en un lugar anonimo donde podria confundirse con aquella muchedumbre itinerante y de esa forma pasar inadvertida. En Ranna carecia de recuerdos; no era nadie. Al llegar al puerto con su bosque de mastiles, sus enormes muelles de granito, su mezcolanza de almacenes, habia buscado un callejon tranquilo lejos del bullicio de la incesante actividad y habia examinado el contenido de las dos bolsas. El arpa la toco, pero tan solo una vez; el suave sonido que dejo escapar cuando sus dedos acariciaron las cuerdas estuvo a punto de partirle el corazon, y enseguida se volvio hacia la segunda bolsa. En esta encontro un odre de agua, un monedero con monedas, pedernal y yesca, su cuchillo de caza, algunos sencillos utensilios de cocina y un pequeno espejo para
Cerro la bolsa de nuevo y, a pesar de que no tenia demasiadas ganas, examino lo que la rodeaba. No queria tomar una habitacion en ninguna de las muchas tabernas que daban al puerto; las pocas monedas que poseia eran preciosas, y no soportaba la idea de tener que hablar con un extrano o dormir en una cama ajena. Cuando cayo la noche se colocaron antorchas encendidas en los soportes de la calle y el muelle quedo tan iluminado como si fuera de dia; no le haria ningun mal pasar la noche en blanco.
Indigo se acomodo lo mejor que pudo al amparo de los almacenes del puerto, mientras contemplaba la incesante actividad de Ranna, gobernada enteramente por las mareas, que se prolongo durante toda la noche. Presto muy poca atencion al
Por que Laegoy, la esposa de Danog Uylason, se compadecio de la desventurada desconocida de mirada aturdida y poseedora solo de unas pocas monedas, era algo que ni ella ni Indigo sabrian jamas. Pero, por alguna razon, durante una breve pausa en su trabajo, Laegoy encontro una excusa para pasar junto a la desconocida, detenerse y hablar con ella; y al enterarse de que la muchacha deseaba abandonar las Islas Meridionales, Laegoy se vio movida a ofrecerle pasaje en el
Laegoy estaba ahora de pie en la batayola del
El banderin de partida —un triangulo azul con una raya blanca en diagonal— bajo con gran estrepito por el mastil cuando el
Indigo levanto los ojos hacia ella cuando se le acerco. Esos ojos, penso Laegoy,