—Mu... si... ca. —Habia agonia en la voz, y desesperacion—. Guussta. Me...guuusta. Muuuu...sica...

Indigo lanzo una exclamacion sobresaltada, y perdio el control sobre si misma.

—?Fuera! —Su voz se elevo en un agudo chillido, y arrojo la tea con todas sus fuerzas en direccion al lugar del que surgia aquella odiosa voz—. ?Largate de aqui, vete, vete!

Los ojos desaparecieron en un santiamen, y su perpleja mente registro a una inmensa forma oscura que se movia como el agua, un lomo enorme y fornido, una cabeza cuyo perfil le era vagamente familiar, orejas puntiagudas y erguidas. Desaparecio en un instante y se perdio en la noche en un agil salto. Oyo un chasquido y un roce entre las hierbas, cada vez mas apagado, y luego algo que le dejo la boca seca. Distante, pero estremecedoramente real, un lugubre quejido que se elevo hasta convertirse en un prolongado aullido antes de perderse en un silencio tan agudo que le parecio que si extendia el brazo podria tocarlo.

Un lobo. Indigo se desplomo junto al fuego, intentando contener el martilleo que corria por cada una de las venas de su cuerpo. En la ultima fraccion de segundo, mientras el intruso desaparecia, habia reconocido su figura, y el triste aullido en la distancia se lo confirmo sin la menor sombra de duda.

Nunca habia temido a los lobos. En las Islas Meridionales no representaban ninguna amenaza; su destreza y astucia eran respetadas, y cazadores humanos y lobunos no se inmiscuian unos con otros. Pero jamas habia visto a un lobo de tamano tan gigantesco. 7 los lobos no podian hablar como los seres humanos...

Indigo se interrumpio, y se dijo a si misma con severidad que debia comportarse de manera racional. La oscuridad jugaba trucos a la vista; podria muy bien haberse equivocado en lo concerniente al tamano de la criatura ya que no la vio con claridad mientras huia y quedaba muy poco excluido a una imaginacion sobreexcitada; su aterrorizado cerebro podria muy bien haber convertido la respiracion estertorosa del animal en palabras. Las pesadillas de su infancia no habian regresado para atormentarla: el inoportuno visitante habia sido un lobo, nada mas. E incluso si los lobos del Pais de los Caballos eran mucho mayores que sus primos de las Islas Meridionales, no habria nada de sobrenatural en ellos. Este se habia acercado a su campamento a causa de la curiosidad y el olor a comida; y el fuego y su demostracion de agresividad lo habian hecho huir. No pensaba que fuera a regresar.

La tea que arrojara se habia extinguido entre la humeda maleza; la yegua se habia calmado y el bosque estaba en silencio una vez mas con excepcion del chisporroteo del fuego y el intermitente siseo de la pierna del jabato asandose. La visita del lobo habia devuelto a Indigo a la tierra, y pudo reemplazar los terrores de la pesadilla con la solida realidad, con lo que desaparecieron sus supersticiones. Sonrio, de forma un poco forzada, y rescato la comida antes de que se convirtiera en cenizas; se chamusco los dedos cuando, recuperado el apetito, intento arrancar pedazos del muslo asado antes de que se hubiera enfriado lo suficiente.

Comio con avidez, y una vez saciada, apago su sed con el odre de agua. No tenia forma de saber cuanto tiempo habia transcurrido, pero un instinto natural le dijo que no faltaba mucho para que amaneciera, y la idea resultaba reconfortante. El bosque ya no la atemorizaba. Penso en interpretar una ultima cancion con el arpa, una nana que tranquilizara su mente subconsciente hasta la manana, pero cuando tomo el instrumento sus dedos se movieron despacio a causa del cansancio, y la volvio a dejar en el suelo sin tocarla. El tobillo le dolia con un dolor sordo y punzante que no obstante le era posible, con un poco de esfuerzo, ignorar; el tronco del roble resultaba comodo ahora que los musculos de su espalda se habian acostumbrado a el. El fuego chisporroteo, la yegua dejo caer la cabeza de nuevo tranquila. El dolor, la sensacion de saciedad, junto con la parpadeante luz de las llamas y los ecos de la Cancion de la Cosecha se fundieron en un suave y acogedor manto. Indigo se durmio.

Cuando desperto habia amanecido ya; una luz grisacea penetraba en el bosque y los pajaros cantaban. La hoguera no era mas que una mancha circular de cenizas grises. Algo se habia acercado mientras dormia, y llevado los restos del jabato que matara la tarde anterior, dejando tan solo unas borrosas manchas de sangre sobre la hierba humeda.

Intento no pensar en ello mientras bebia de su odre de agua y recogia las escasas posesiones que tenia desperdigadas a su alrededor; sin embargo, seguia presente en su mente. El lobo habia regresado, habia penetrado en el circulo de luz de la hoguera y cogido los restos del jabato sin molestarla ni a ella ni a la yegua. Podria haberla matado. Una cosa asi no habia sucedido nunca en las Islas Meridionales, pero aqui —y especialmente cuando penso en el tamano del animal— podria ser diferente. Pero en lugar de ello se habia acercado y marchado como un fantasma, y lo unico que habia perdido era la comida de algunos dias.

Por alguna razon, aquel pensamiento la entristecio, y la tristeza desencadeno el recuerdo de los suenos que la habian atormentado mientras dormia lo que quedaba de la noche. Esta vez no fueron pesadillas, sino imagenes deprimentes de cosas queridas y perdidas. Habia oido la voz de su madre, visto el rostro sonriente de Kirra, sentido el contacto de Fenran. Y habia habido algo mas, algo que recorrio su sueno como una corriente zigzagueante: una sensacion de lastima que la llevaba a olvidar sus propias penas y acercarse a un extrano a quien habia gustado su musica y le habia rogado que tocara mas...

Sacudio la cabeza y las imagenes se hicieron anicos y desaparecieron. Se dejaba llevar por la imaginacion; era de dia, el bosque ya no era una incognita, y ella debia marchar ya para regresar a Linsk. Su tobillo parecia estar mejor, aunque la hinchada articulacion todavia estaba muy oprimida por la bota y le dolia, pero con un poco de paciencia y muchisimo cuidado consiguio montarse en la yegua.

El caballo estaba ansioso por marchar. Indigo levanto los ojos y los entrecerro para mirar por entre el dosel de ramas y hojas, en un intento de orientarse, ahora que el sol empezaba a ascender; pero el espeso follaje y el regreso de las nubes de tormenta lo hizo imposible, y por lo tanto tuvo que adivinar la direccion correcta e hizo girar a su montura en la que esperaba fuese direccion sudeste.

Se dio cuenta de que se habia equivocado cuando el bosque empezo a aclararse, luego desaparecio, y se encontraron en la cima de una larga y suave colina con los extensos paramos extendidos mas abajo ante ellas. El rio que rodeaba el bosque dividia la llanura en dos, desparramado en una lenta red de serpenteantes afluentes como una gigantesca telarana tendida sobre el terreno; aunque el sol resultaba invisible, la luz de la manana era lo bastante brillante para dar a la escena una tremula cualidad nebulosa. Era muy bello, pero no era Linsk. Se volvio sobre la silla y descubrio que habia salido por el lado nordeste del bosque; a su espalda el limite de los arboles reseguia una curva natural del paisaje, y pudo ver mas alla de los paramos el lejano resplandor del mar.

La yegua golpeo el suelo con la pata. Olia los pastos del llano, y queria saborearlos. Indigo chasqueo la lengua para retener al reacio animal mientras intentaba decidir cual seria la ruta mas rapida de regreso a Linsk. Cabia la posibilidad, aunque muy remota, de que Danog y Laegoy hubieran retrasado su partida, y el Greymalkin esperase, en aquellos mismos momentos, el regreso de la marea antes de zarpar para recorrer la siguiente etapa de su viaje hacia el norte. Si cabalgaba deprisa podria llegar al puerto antes del mediodia, y puede que a tiempo de reincorporarse al barco. Junto al delta el terreno era llano, lo cual facilitaria un viaje mas seguro, pero quiza ganara tiempo si tomaba por el terreno mas accidentado y elevado que bordeaba el bosque. El tiempo era de suprema importancia.

La yegua no queria apartarse de la perspectiva del delta y sus verdes pastos, pero Indigo gano la breve pugna de voluntades, y se pusieron en marcha a un medio galope rapido a lo largo de la inclinada ladera del limite del bosque.

Supo que algo no iba bien cuando la suave marcha a la que habia estado viajando se interrumpio de forma inesperada para convertirse en un trote desigual que hizo que : doliesen los dientes. Pocos minutos antes la yegua habia tropezado, introduciendo un casco en uno de los innumerables agujeros de madrigueras que eran un peligro constante. Al parecer, un momento despues se habia recuperado e Indigo no habia vuelto a pensar en el incidente. Ahora, sin embargo, se dio cuenta de que la alazana habia empezado a cojear. Aflojo la marcha, se detuvieron e Indigo se deslizo fuera de la silla. Aun seguia sin poder apoyarse en el pie izquierdo, pero consiguio cojear hasta colocarse al otro lado de la yegua para examinarla. El animal permanecia con la pata delantera derecha encogida, y cuando Indigo deslizo su mano hasta el corvejon, la yegua agito la cabeza y se revolvio inquieta, mientras la muchacha se maldecia a si misma. Cualquiera con una pizca de sentido comun hubiera tomado el camino de las tierras bajas junto al rio en lugar de cabalgar a toda velocidad por aquel terreno lleno de pozos. Pero ella habia ignorado los riesgos en aras de la prisa, y ahora — ironicamente, tras su propia lesion— el tropezon habia dado como resultado un tendon dislocado. Podia dar gracias de que la pata de la yegua no estuviese rota.

Retrocedio y contemplo el paisaje que la rodeaba. Lo que vio no fue alentador; la costa estaba aun muy lejos, y mas cerca, todo lo que pudo ver fue la deshabitada llanura que se extendia interminable a lo lejos; el unico signo de vida era una de las manadas de caballos salvajes que pastaba junto al rio a sus pies.

Indigo se dejo caer sobre la hierba. La yegua no podia transportar peso ahora, eso era seguro; y aunque podia seguir andando a paso lento, Indigo, personalmente, no podia avanzar sin una muleta y no tenia nada con lo

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