esperaba obtener, luego cerro los ojos y se sosego. La comunion con los poderes que habitaban otros planos de existencia siempre habia sido un asunto silencioso y privado entre las brujas de las Islas Meridionales. El boato y la ceremonia tenian su lugar en las celebraciones publicas de la cosecha, los solsticios de invierno y primavera, pero para cuestiones menos publicas se consideraba que la Madre Tierra veia el corazon y el alma de aquellos que le pedian su bendicion sin necesidad de tanta ornamentacion. Los labios de Indigo se movieron en una silenciosa plegaria de invocacion y se abrio a la arboleda y al poder que habitaba en ella. Sintio como el verdor la envolvia, y el frio de la noche parecio suavizarse gracias a una calida y fluida sensacion que surgia desde lo mas profundo de su mente, como si se moviera a traves de aguas oscuras y tranquilas. Una suplica, una esperanza, una confianza implicita: las imagenes se fundieron en su cerebro y echaron a volar...

Y algo surgio de la oscuridad para tocarla con la indefinible delicadeza de una sombra.

Un escalofrio a la vez helado y candente recorrio a Indigo mientras la excitacion y el temor luchaban en su interior. Indecisa, vacilante, su mente formo una pregunta, una muda esperanza...

—Te escucho, Indigo. Abre los ojos, y veras. Parpadeo con rapidez y todo su cuerpo se estremecio. Entonces la arboleda aparecio de nuevo con claridad ante sus ojos y vio que la misteriosa fosforescencia en la muesca de la roca sobre su cabeza relucia con mas fuerza, mientras la columna de luz empezaba a cobrar una forma vaga. Mientras la contemplaba, la columna vacilo, titilo; y en su lugar, en equilibrio sobre una estrecha repisa en el interior de la grieta, aparecio una esbelta figura.

Era casi humana, pero no del todo. Unos ojos de un vivo color esmeralda contemplaron a Indigo desde un rostro pequeno y delicado. Unos cabellos que no eran realmente cabellos sino una cascada de jovenes hojas de sauce, caian sobre los hombros del duende hasta llegarle casi a la cintura. Estaba desnudo, era asexuado mas que androgino, y su piel brillaba con el color palido de la madera de arce lustrada. Unos dedos prensiles se aferraban a la repisa como un pajaro se sujetaria a una rama; sus dedos terminaban en largas unas translucidas.

—?Que quieres, que te trae a este lugar sagrado? —pregunto el ser.

La voz poseia un timbre curiosamente lejano, e Indigo descubrio que sus ojos no podian enfocar con claridad al duende. Era, penso, como si no estuviera del todo en este mundo, sino que flotara entre las dimensiones de la Tierra y de su propio plano en otro mundo diferente.

La muchacha bajo la mirada y respondio:

—Busco la ayuda de los poderes que la Madre Tierra ha situado aqui. Vengo en son de paz y llena de respeto.

Se produjo un silencio durante algunos instantes mientras el duende sopesaba y meditaba sus palabras. Luego inclino la cabeza.

—Me doy cuenta de que hablas sin artificio. ?Cual es la naturaleza de la ayuda que esperas encontrar?

Indigo le conto, entre titubeos, su experiencia y la revelacion que la habia seguido. El ser la escucho sin hacer el menor movimiento ni cambiar de expresion, y, atreviendose de cuando en cuando a levantar la vista para mirarle, la muchacha se pregunto que pensamientos pasarian por su extrana mente.

Cuando el relato hubo concluido, le siguio otro silencio mas largo, e Indigo sintio que los latidos de su corazon se aceleraban llenos de agitacion. Por fin, el duende volvio a hablar.

—No estas iniciada en el arte de los sabios; sin embargo buscas las habilidades que los guardianes de la arboleda entregan tan solo a los que poseen ese arte. ?Que te hace pensar que tienes derecho a ese favor por nuestra parte?

—No tengo ningun derecho —respondio Indigo—. Pero creo que el poder que hay en mi interior me fue entregado por la Madre Tierra, y temo poder ofenderla si lo utilizo de forma temeraria o inconsciente.

El duende medito sobre ello.

—Es cierto que todos estos poderes son un don de la Madre Tierra y que Ella no entrega sus dones sin una buena causa. —Su silueta empezo a relucir—. Si las palabras de tus labios son las palabras de tu corazon, entonces puede ser que se te conceda lo que pides. Pero hay que probar tu sinceridad, y si fallas la prueba conoceremos tu engano y recibiras el castigo apropiado. ?Estas dispuesta a abrirnos tus secretos mas intimos?

Indigo levanto la cabeza y descubrio que el extrano ser sonreia, debilmente pero con amabilidad, penso.

—Si —contesto sin vacilar—. Estoy dispuesta.

—Muy bien. Es muy sencillo. Simplemente introduce tus manos en el agua del estanque.

Indigo se inclino hacia adelante. La superficie del espejo era como un espejo negro, pero mientras se inclinaba hacia ella pudo ver, detras de su propio reflejo, el debil brillo del cuerpo etereo del duende. Sus dedos hendieron la superficie, la atravesaron; sintio como la profunda y gelida frialdad del agua envolvia sus manos...

De repente, sin previo aviso, el panorama que la rodeaba se inclino con violencia, y en un instante el estanque dejo de ser un estanque y empezo a convertirse en un tunel, el profundo vortice de una boca que se abria ante ella. Sintio que se desplomaba hacia adelante, grito, y en esa fraccion de segundo, mientras daba bandazos entre dimensiones, tuvo una ultima y rapida vision del duende reflejado en las negras aguas antes de que el estanque desapareciera. Se inclinaba hacia adelante desde la grieta, su rostro contorsionado por una expresion de diabolica satisfaccion, y de su boca abierta surgio por un instante una lengua bifida y plateada.

Plateada...

?Grimya!

Indigo escucho su propio alarido de desesperacion como si surgiera de un enorme abismo, y oyo el aullido de respuesta, el estrepito de algo pesado y potente que se abalanzaba por entre los arboles. Sintio el contacto del musgo bajo sus dedos y escarbo con frenesi para sujetarlo mientras el bosque se doblaba hacia adentro, sobre si mismo, y el suelo se alzaba a sus pies. Algo enorme y hueco se precipito hacia ella, se sintio agarrada, zarandeada; oyo un grunido gutural, temerariamente cercano, intento gritar de nuevo y perdio contacto con el mundo para precipitarse impotente a un vacio de luces caoticas y colores imposibles, con los ecos de su propio chillido resonando en sus oidos.

Hacia algun tiempo ya que era consciente de que algo gemia cerca de ella, pero su mente y su cuerpo parecian paralizados y era incapaz de responder. Solo cuando la intensa oscuridad empezo al fin a dar paso a una penumbra nacarada y gris fue capaz de levantar la cabeza y buscar el origen del sonido.

Estaba tendida en lo que parecia una roca desnuda. Lo que la rodeaba resultaba invisible; la oscuridad se habia reducido lo suficiente para permitirle ver a unos pocos centimetros en cualquier direccion. Pero la forma gris que yacia asustada y desamparada a sus pies resultaba inconfundible.

Grimya... —Indigo se enderezo con un esfuerzo y extendio la mano en direccion a la loba mientras una asombrada sensacion de alivio recorria su cuerpo.

«?Indigo!» Grimya levanto la cabeza de golpe y sus ojos brillaron como dos pedazos de ambar. «?No estas herida!»

Indigo se dio cuenta con un sobresalto de que oia con toda nitidez el lenguaje mental de la loba. ?Significaba eso que estaba dormida y sonaba? ?O anunciaba algo mucho menos agradable?

No tuvo oportunidad de detenerse a pensar en ello, porque Grimya estaba ya de pie, meneando la cola con renovada esperanza. Le lamio el rostro a la muchacha.

«?No podia despertarte! ?Pense que no regresarias a mi!»

—No... no me he hecho dano. —Clavo los ojos en la oscuridad pero seguia sin ver nada aparte de la superficie desnuda sobre la que se sentaba—. Grimya, ?sabes donde estamos?

«No. Pero no me gusta. No veo nada, no huelo nada. Eso no es normal.»

Indigo lucho con su recalcitrante memoria. Lo ultimo que recordaba era haber caido, y un grunir a su espalda, y que el estanque se habia convertido en una enorme boca negra...

Y plata. Sintio un nudo en el estomago cuando en su memoria aparecio la ultima imagen que habia visto del duende de la arboleda. Aquel rostro deformado habia adquirido de repente un aspecto que reconocio, y la lengua plateada que surgiera de su sonriente boca le confirmo la verdad. La criatura de la arboleda no habia sido un duende, ni un guardian; era Nemesis. El demonio de su

propia personalidad siniestra, arquitecto del mal que ella habia desatado; su mas terrible enemigo.

El emisario de la Madre Tierra le habia advertido sobre la perfidia de Nemesis, y la habia exhortado a tener mucho cuidado. Pero si las senales reveladoras habian estado visibles, ella no las habia visto. Habia sido victima del engano de su demonio, habia enredado a la inocente Grimya en la trampa.

Pero ?que clase de trampa? De una cosa estaba segura: ya no estaban en el reino fisico de la Tierra. Y esto no era un sueno: conocia la diferencia entre la realidad y la pesadilla. Al parecer, estaban en una especie de plano

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