hacia poco mas de dos anos, habia florecido hasta convertirse, contra toda probabilidad, en algo que cambiaria sus vidas. Aunque se sentia reacio entonces a hablar de su antigua vida, Fenran era el segundo hijo —o tercero, Imogen no podia recordar cual— del conde Bray de El Reducto, una gran isla justo al otro extremo del mundo, en el lejano norte. Una disputa familiar habia dado como resultado el que Fenran abandonara su pais a la edad de dieciocho anos, momento desde el cual habia vagado por el mundo vendiendo su cerebro o su vigor a cualquiera que quisiera emplearlo. Habia llegado a las Islas Meridionales como miembro temporal de la tripulacion de un carguero procedente del este, y un capricho de la suerte lo habia conducido a Carn Caille cuando un capataz de la comitiva destinada a llevar la carga desde el Puerto de Ranna a la corte de Kalig contrajo unas fiebres y Fenran ocupo su lugar. Como le gusto lo que vio del intransigente pero generoso sur, Fenran se propuso congraciarse con el y demostrarse digno del servicio al rey. No tardo mucho en convertirse en guarda de los inmensos bosques de caza que lindaban con la fortaleza de Kalig.

Kalig sujetaba con fuerza el timon de su reino y pocas cosas escapaban a su atencion, de modo que la diplomacia especial con que su nuevo guarda dirimia las disputas territoriales entre sus guardabosques no tardo en llegar a su conocimiento. Tras entrevistarse con Fenran, se sintio impresionado por la franqueza e inteligencia del joven, y este se vio ascendido al servicio directo del rey, con su propio alojamiento en Carn Caille y un lugar a la mesa de la familia real. Anghara, al encontrarse por primera vez con el nuevo brazo derecho de su padre, habia reconocido en el una mente aguda, un ingenio vivo, y un sentido de la independencia y del valor que se avenian mucho al suyo.

Imogen penso con satisfaccion que este emparejamiento era todo lo que deseaba para su hija; su unica preocupacion era que el esposo de Anghara, tanto si era un principe como un mendigo, la hiciera feliz, y sobre aquel punto no tenia ninguna duda. Una mano familiar sobre su brazo la saco de su ensimismamiento, y se volvio para ver a Kalig que se inclinaba ligeramente hacia adelante en su sillon. Le sonreia, sus cejas enarcadas en una divertida invitacion, y desde todas las mesas de alrededor la gente los observaba con expectacion. Al comprender que se le pedia, Imogen se puso en pie con elegancia y dejo que los dedos de Kalig se entrelazaran con los suyos. Se inclinaron el uno ante el otro en medio de grandes aplausos, y entonces el la aparto de la mesa para seguir a Anghara y a Fenran en el remolino de la danza.

El baile duraba ya dos horas cuando Kalig hizo que se detuviera. Se volvieron a llenar las copas, la mayoria con cerveza, sidra o aguamiel, aunque algunos de los invitados mas aventureros empezaban a cobrar aficion a los vinos importados del este. Luego la gente empezo a pedir a Anghara que cantara y tocara para ellos. Estaba sentada a la mesa presidencial, entre Fenran y su hermano, el principe Kirra.

Kirra, un ano mas joven que Anghara, tenia una cabellera bastante mas clara, casi de un rojo dorado; su nariz estaba cubierta de pecas y cuando sonreia mostraba un diente delantero torcido. Pero los ultimos restos del adolescente daban paso rapidamente a una complexion y una estatura que prometian rivalizar con las de su padre. Kirra era un cazador, un jinete, un luchador; y la gente que lo conocia acostumbraba augurar que, cuando Kalig fuera por fin a reunirse con sus antepasados, el reinado de Kirra estaria muy lejos de ser apacible.

En aquellos momentos, Kirra se inclinaba para tirar con un gesto afectuoso de uno de los rizos de la cabellera de Anghara.

—Vamos, hermanita, ?no seas timida! —Ignoro el bufido de risa contenida de Fenran ante tal idea—. Tu arpa esta afinada y dispuesta, asi que no tienes excusa para defraudarnos.

La reina Imogen sonrio a su hija desde su mullido sillon.

—Cantanos una de las antiguas baladas, Anghara. Algo dulce y triste.

Anghara miro a Fenran, quien deslizo el dedo indice a lo largo de su mano.

—?Por que no la Cancion del Pajaro Blanco? —sugirio en voz baja.

Los ojos de la muchacha se iluminaron; como siempre, el habia evaluado su estado de animo y lo que se ajustaria mas a este. Un criado se adelanto con respeto portando la pequena arpa de madera pulimentada, y los asistentes aprobaron con clamor y golpearon las mesas mientras ella se levantaba para ocupar el lugar tradicional del juglar, a los pies de Kalig.

Con las primeras notas del arpa, fluidas y sin embargo terriblemente nitidas como el sonido de carambanos al romperse, todos los invitados quedaron en silencio. Anghara cerro los ojos mientras ejecutaba la introduccion a la balada; luego empezo a cantar con una voz ronca pero infaliblemente afinada, con un vibrato que resultaba casi estremecedor. La cancion hablaba de una gran ave marina blanca que partio del norte y volo a traves de los hielos al sur, en busca de la manana. El cuento popular del que provenia aquella balada era uno de los mas antiguos de las Islas Meridionales, y gran parte de su significado original se habia perdido. Nadie comprendia el simbolismo del alado buscador blanco que volaba sin descanso sobre los enormes glaciares y llamaba al sol que nunca salia; pero la cancion era hermosa, llena de inolvidables imagenes de gran tristeza y desamparo y anhelo. Mientras Anghara cantaba, la reina Imogen se paso subrepticiamente los dedos por las mejillas, y cuando todos los invitados unieron sus voces al melodioso y melancolico estribillo, incluso a Kalig se le vio un parpadeo mas rapido de lo normal.

Cuando la balada termino, se oyeron nuevas palmadas sobre las mesas, y se le insistio a Anghara para que interpretara otra. Ella, tomando en cuenta el tono de su audiencia, escogio una cancion mas corta pero igual de conmovedora; luego, para descansar la voz, interpreto una saloma marinera solo con el arpa. Esto fue recibido con vitores de aprobacion y, ya evidentes los efectos de la bebida, con demandas de las canciones tipicas islenas que todo el mundo podia corear. Los musicos que habian tocado durante el baile unieron sus instrumentos al arpa de Anghara, y todos los reunidos empezaron a cantar a grandes voces las canciones que hablaban de mares tormentosos, batallas encarnizadas, viejas enemistades y amores perdidos. Tras una hora con este tipo de canciones, el tono de las mismas vario de forma sutil a medida que algunos de los mas osados —o mas borrachos— de los hombres presentes introducian un elemento mas obsceno, e Imogen, al comprobar que Kalig estaba demasiado incomodo para unirse a ellas como hubiera hecho sin su moderadora influencia, sonrio debilmente y se alzo de su asiento con intencion de retirarse. Su ejemplo hizo que muchas de las otras mujeres tambien se levantaran, e Imogen dirigio a su hija una mirada inquisitiva.

—?No estas cansada, carino? —le pregunto.

Anghara irguio la cabeza y le sonrio.

—Aun no, madre. Me quedare un poco mas.

—Muy bien. Pero recuerda, una mujer necesita descansar. Que no sea hasta muy tarde.

El topico hizo que la princesa se sintiera violenta, pero se esforzo por no demostrarlo y su sonrisa se amplio con compasiva indulgencia.

—Si, madre.

Kalig se levanto y beso a su esposa —un gesto que fue saludado con gritos de aprobacion desde las mesas mas ruidosas— y la reina abandono la sala a la cabeza de una pequena procesion de damas. Mientras un paje cerraba la puerta detras de ellas, Anghara se levanto del lugar que ocupaba a los pies del rey, coloco su arpa a un lado, y se reunio con Fenran en la mesa principal. Esa noche habia sido la primera que habia tocado tanto y los dedos le dolian de tanto taner sus cuerdas; ya habia hecho suficiente y era hora de que los juglares a los que se pagaba para ello ocuparan su lugar. Ademas, queria estar libre para concentrarse en las diversiones que seguirian cuando terminaran las canciones.

Los incondicionales de la sala se habian lanzado ya a una de las canciones de taberna mas populares, una cancion muy complicada y ambigua sobre una sirena y un muy bien dotado marino; otros empezaban a perder sus inhibiciones y se unian a ella, y el principe Kirra, a la izquierda de Anghara, cantaba a voz en cuello. Fenran volvio a llenar la copa de la muchacha, luego le paso un brazo alrededor de los hombros y la atrajo hacia si.

—?Es esta cancion demasiado para tus tiernos oidos, mi amor? —se burlo.

Ella le hizo una mueca.

—?Aprendi esta balada de Kirra cuando yo tenia ocho anos y el siete! —replico, luego se echo a reir—. Tendremos que tener cuidado de que no se cuele en los festejos de nuestra boda, o a mis finos parientes del este les dara un ataque.

—Deberias cantar la Cancion del Pajaro Blanco en la celebracion —dijo Fenran—. Reto a cualquiera, sea del este o no, a que no se sienta conmovido por ella.

—No puedo cantar en mi propia boda; mi madre jamas lo permitiria.

El le dedico una sonrisa privada y secreta.

—Entonces debes cantarla para mi. Despues, cuando estemos solos...

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