—Sabeis lo que quiero decir. —La sujeto por los hombros; sus dedos se cerraron, inconscientemente, con tanta fuerza que la lastimaron, pero ninguno de los dos se dio cuenta de la violencia de aquel gesto—. No es por Chrysiva, ?no es asi. Indigo? Lo se, porque yo tambien he sufrido esa perdida. Es por Fenran.

Los ojos de la joven se abrieron de par en par. No se habia dado cuenta de que el conocia el nombre de Fenran, y oir pronunciarlo en voz alta fue un choque que le trajo a la mente todos los recuerdos, todos los horrores, en la forma de una horda de aullantes demonios. Sintio un nudo en la garganta y dejo escapar un entrecortado sollozo.

—No —susurro—. No, es... —Empezo a temblar—. No podeis comprender, no podeis... —Las lagrimas se le agolparon en los ojos, ardientes y punzantes; y con ellas llego un enorme y violento arrebato provocado por los sentimientos contenidos en su interior. Intento controlar sus emociones, lucho por evitar que salieran a la superficie, hasta que, de repente, su autocontrol se hizo anicos para convertirse en un torrente de lagrimas.

—?Indigo!

Jasker la sujeto mientras ella caia de rodillas. La muchacha extendio a ciegas los brazos hacia el, y el broche de estano se desprendio de su mano al asirse al hombre en una desesperada y muda suplica de consuelo. Incapaz de razonar, sin detenerse a pensar, la abrazo con fuerza contra el y su vision se nublo al alzarse en su mente recuerdos que eran crueles parientes de los de la muchacha. Una cabellera larga, espesa y sedosa rozando su rostro, los contornos mas menudos y flexibles de un cuerpo de mujer, la suavidad de su piel... Imaginacion y anhelo se agolparon en el hechicero, y beso su rostro, sus hombros, la parte superior de su cabeza; sintio como ella le respondia y se aferraba a el como si ambos se pertenecieran y bajo la benevolente sonrisa de Ranaya no hubiera sido jamas de otra forma.

—No llores. —Su voz estaba ronca por la emocion; las palabras brotaron amortiguadas mientras apretaba su mejilla contra la de ella—. Mi amor, mi dulce rosa en un desierto yermo, no llores. —Y entonces pronuncio un nombre que durante dos anos no habia sido mas que una punalada de silenciosa agonia en su corazon.

Algo en su interior se bloqueo, y la conmocion que le produjo su comportamiento aclaro su mente con la misma brusquedad como si alguien le hubiera arrojado un cubo de agua helada al rostro. Trastornado, bajo la mirada hacia Indigo. La muchacha permanecia en silencio, inmovil, y supo que lo habia oido y habia comprendido el significado de lo que habia dicho.

Ella levanto la cabeza, entonces, muy despacio. Las mejillas estaban humedas a causa de las lagrimas y los ojos irritados. Sus manos, que le habian sujetado con fuerza los hombros, se soltaron lentamente y se restrego los nudillos por el enrojecido rostro.

—Jasker... —Se detuvo, luego se aparto de el y se dejo caer hasta quedar sentada en el suelo de la caverna—. Lo siento. Estaba...

El nego con la cabeza.

—No, saia, no. Soy yo quien debiera disculparse. No lo pense, no lo considere: por un breve instante casi crei que vos...

—Si. Yo senti lo mismo. —Jasker creyo que iba a volver a llorar, pero recupero el control—. Nos hemos comportado de una forma muy estupida, ?no es asi? —Parpadeo rapidamente—. Sois un buen hombre, Jasker, y nuestra causa nos ha proporcionado mucho en comun. Amistad, simpatia, empatia incluso. Pero...

El sonrio con tristeza y termino la frase por ella.

—Pero yo no soy Fenran.

—No. Y yo no soy vuestra esposa muerta. Seria muy facil fingirlo, pero la simulacion no estaria bien.

—Seria peor que eso. —Jasker se inclino y le tomo las manos. No hubo tension en el gesto, solo una amabilidad casi fraternal—. Seria una parodia.

Indigo asintio. Ya no le quedaban lagrimas, y mientras se secaban sintio como el arrebato de emocion se marchitaba con ellas, dejando un oscuro y tranquilo vacio. En las profundidades de aquel vacio hervia alguna cosa, pero era algo demasiado remoto para tener significado y ella estaba demasiado agotada para seguirle la pista.

Jasker le solto las manos y se quedo mirando al suelo. Sus ojos permanecieron ocultos y sus pensamientos, secretos, y el silencio se adueno de la cueva durante un minuto o dos. Luego, el hechicero se irguio por fin.

—Os dejare para que descanseis —dijo—. Creo que quiza los dos necesitamos estar solos por un rato. —Bajo la mirada hacia ella, el rostro macilento y demacrado—. Y lo siento. Indigo. De veras que lo siento.

Ella no levanto los ojos cuando el salio muy despacio de la cueva. Aunque se sentia totalmente exhausta, el sueno estaba fuera de su alcance. Se sento con las piernas cruzadas delante de la unica vela que aun ardia en la caverna, con los ojos fijos en la vacilante llama y respirando tan despacio y superficialmente que un observador no hubiera estado muy seguro de si estaba viva o muerta. Detras de ella, Quinas seguia echado sin moverse, las destrozadas manos atadas a la espalda y el cuerpo colocado de tal forma que su rostro estaba enfocado de cara a la pared. No lo miro ni una sola vez, pero era fria y cruelmente consciente de su presencia.

Podrian haber transcurrido minutos u horas; Indigo no lo sabia, ni le importaba. En su santuario privado, en lo mas profundo del volcan, Jasker estaria meditando o rezando, intentando reparar la falta que atribuia a su estupidez y el sacrilegio que habia cometido al pronunciar el nombre de su esposa muerta. Sin embargo, para Indigo, la chispa que se habia encendido por tan breves instantes entre ellos no habia sido un disparate, sino mas bien un desesperado intento de dos personas solitarias y desgraciadas de buscar consuelo en medio del vacio. No amaba a Jasker, como tampoco el la amaba. Pero por un amargo y, a la vez, dulce momento, habian superpuesto las imagenes de sus amores perdidos, y la ilusion casi los habia convencido.

Pero casi era justamente eso: casi. Las ilusiones no duraban, y Jasker ni podia ni pretendia ocupar el lugar de Fenran. Sus manos eran las unicas que ella queria sentir sobre su piel, sus labios los unicos que deseaba rozar con los suyos. Habian transcurrido cinco anos desde que lo perdiera... ?Cuantos mas pasarian antes de que pudiera verlo de nuevo?

En el suelo, delante de ella, el broche de estano de Chrysiva relucia con una patina brillante a la luz de la vela. Lo habia dejado alli al recogerlo del lugar donde habia caido; por fin, muy despacio, como si se tratara de un sueno, extendio la mano y lo levanto, sopesandolo distraidamente. Chrysiva. Fenran. La esposa de Jasker. Todos ellos vivian en aquel menudo y tosco simbolo del amor de un minero; era la materializacion de lo que el poder que ella odiaba con tanta fuerza le hacia a su mundo.

Odio. El tranquilo vacio que el arrebato emocional habia dejado tras de si se lleno de improviso con algo perverso, ardiente y mortifero. Aunque no mostro ningun signo externo de ello. Indigo sintio que un horno se habia abierto en lo mas profundo de su ser y que sus abrasadoras llamas la devoraban desde dentro. Pero conocia la sensacion y le dio la bienvenida, ya que era la furia que la habia sostenido desde aquella noche en Vesinum, la colera que la habia conducido a las montanas y a Jasker, el aborrecimiento que la habia llevado a contemplar impasible como Quinas aullaba bajo la agonia de la tortura. Odio. Era un vino fuerte, muy fuerte. Y aun no habia terminado de beber.

Se puso en pie, y mientras se enderezaba le parecio por un instante como si la cueva se llenara de una neblina roja que casi la cego. Se disipo rapidamente —no era mas, comprendio, que un pequeno mareo producido por el cansancio y la falta de comida—, pero parecio cristalizar la furia de su interior en un rayo estrecho, maligno y perfectamente claro que repentinamente encontro su foco en una unica direccion.

Indigo se dio la vuelta y vio que Quinas habia rodado sobre si mismo y la miraba con el unico ojo que le quedaba.

El odio se encrespo. Sonrio y alzo las manos, los punos apretados como si tensara una cuerda invisible.

—Bien. —Si hubiera podido escuchar objetivamente su propia voz no la hubiera reconocido—. El durmiente regresa al mundo. ?Con que sonasteis, Quinas? ?Con mujeres atormentadas? ?Con enfermedades? ?Con esclavitudes? —Sus labios se torcieron inefablemente en una cruel sonrisa—. ?O con el beso del fuego?

No le respondio —ella dudo de que fuese capaz de hablar—, pero despacio, muy despacio, la roja lente descendio sobre su ojo, y un musculo de su hundido rostro se crispo espasmodicamente.

La sonrisa de Indigo se ensancho.

—?Os duele algo? Si; creo que si. Bien, pronto habra terminado, Quinas. No demasiado pronto para vos, diria yo, pero pronto. —Se agacho, inclinandose sobre el prisionero. Sus espantosos y desfigurados miembros no la repelieron; habia dejado muy atras tales reacciones humanas—. El dolor terminara, Quinas, cuando hayais realizado un pequeno trabajo para mi. Hacedlo y os permitire morir. No lo hagais, y pasare muchos, muchos meses disfrutando del espectaculo de vuestros nuevos tormentos. Me comprendeis, ?verdad?

El ojo cubierto por la lente roja continuo contemplandola sin verla, pero esta vez la abrasada boca del capataz se contrajo y un murmullo apagado y reseco surgio de su garganta.

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