Grimya vacilo. Jasker le habia dicho que regresara en cuanto tuviera noticias del paradero de Indigo; pero la lealtad y la preocupacion la impulsaban a desobedecer la orden. Conocia las intenciones de Nemesis tan bien como cualquier otro, y estaba terriblemente preocupada por su amiga. No podia dejarla bajo la indiscutible influencia del demonio, debia intentar hacerla razonar. Tenia que hacerlo.

Echo a correr y recorrio la cresta a toda velocidad, llamando a Indigo.

La muchacha se detuvo y giro en redondo, alzando la ballesta que sostenia entre las manos. Durante un instante sus ojos miraron sin comprender, sin dar la menor senal de reconocerla; luego, de forma repentina, la presencia de la loba penetro en su cerebro y lo espeto:

—?Tu! ?Que es lo que estas haciendo aqui?

«?Indigo, tienes que escucharme! Hay peligro aqui... »

El urgente mensaje mental se hundio en el mas completo desconcierto al darse cuenta de que la mente de Indigo estaba totalmente cerrada a ella. No podia comunicarse, ya que su amiga se negaba a escucharla.

Cambiando rapidamente al lenguaje hablado, jadeo:

—He... ve-nido a buscar... te. ?Indigo, hay pe... peligro!

Quinas se habia desplomado sobre la roca pelada, estremeciendose aturdido por el agotamiento, pero la joven no se movio. Se quedo contemplando a la loba; esta se sintio horrorizada por el frio desprecio que veia en sus ojos y por la aureola de odio que emanaba de ella en forma casi tangible. De repente, con el telon de fondo de las lugubres cimas desnudas y el palpitante cielo sulfuroso. Indigo se habia convertido en una criatura de otro mundo. Y el opaco broche, sujeto como una

orgullosa insignia de jerarquia en su pecho, alimentaba el fuego que ardia en su interior.

—Por favor —resollo Grimya—, ?tie... nes que escucharme! ?El brro-che es Nemesis, es el de... monio! No lo vimos al principio, pero ahora...

No pudo seguir, ya que el rostro de la muchacha se contrajo en una mueca y le gruno:

—?Lo vimos? De modo que ahora has transferido tu lealtad a Jasker, ?verdad? ?No debiera haber esperado otra cosa de ti!

—?No. Indigo! —grito Grimya, desesperada—. ?Es... cuchame! ?Abre los ojos, mira lo que el demonio ha hecho! No de... bes seguir adelante, o estaras en un grr-an peligro!

—?Malditas sean tus censuras y tu cobardia! —Los ojos de Indigo estaban llenos de rabia; de repente alzo la ballesta hasta que la saeta apunto directamente a la loba—. Escuchame tu a mi, y llevale este mensaje a tu buen amigo Jasker. Tu y el puede que no tengais el valor de hacer lo que ha de hacerse, ?pero yo lo tengo! Dile que me dirijo al valle del Charchad, con esta basura como rehen, y que pienso matar al demonio, cosa que el no ha podido hacer a pesar de todas sus lindas palabras y fanfarroneos! ?Diselo!

Grimya balanceo la cabeza de un lado a otro angustiada.

—?Por favor, In-digo! No soy tu enemiga.

—Enemiga o amiga, tanto me da. ?Vete!

—?No! Regresa conmigo, escucha lo que Jasker tiene qu... que decir...

—?He dicho que te vayas! —grito la joven, y sus manos se cerraron sobre el arco—. O te matare.

Su dedo se apoyaba sobre el disparador. Sus miradas se encontraron y Grimya, con gran horror por su parte, vio la muerte en los ojos de Indigo. Lanzo un ganido, retrocediendo un paso, e Indigo le espeto despectiva:

—Contare hasta tres. Y si no me has obedecido para entonces, te matare. ?Lo digo en serio!

Desconsolada, la loba comprendio que aquello no era un farol. Su amiga, la persona en quien confiaba, se habia vuelto loca, y si no se daba la vuelta y corria perderia la vida en aquella ladera yerma atravesado su corazon por la saeta de una ballesta. Incapaz casi de creer en aquella traicion, clavo los ojos en Indigo por un ultimo instante, suplicando en silencio, pero se encontro tan solo con el muro al rojo vivo de la furia de la muchacha.

—Uno —empezo a contar.

Grimya lloriqueo.

—Dos. —Su dedo se tenso sobre la palanca y la loba dio media vuelta y huyo.

El desdichado animal se deslizo ladera abajo, casi perdiendo el equilibrio; no le importaba caerse al pie del volcan y partirse el cuello. El dolor la abrumaba: dolor por su propio fracaso, dolor por Indigo y aquello en lo que se habia convertido... Pero mas fuerte aun que el dolor, sentia un temor que le destrozaba el anima, mientras corria con todas las fuerzas y velocidad que era capaz de reunir de regreso a la cueva y a Jasker.

Indigo contemplo como la loba desaparecia en la distancia; y solo cuando esta se perdio de vista, bajo por fin la ballesta e, impavida, se dio la vuelta. Quinas yacia en el mismo sitio sobre el que se habia derrumbado; cuando se acerco para detenerse junto a el, este levanto los ojos hacia ella e intento esbozar una sonrisa de desden.

—Una sola palabra y terminareis el viaje con una saeta clavada en la pierna. —Indigo se dirigio a el con remota indiferencia—. En pie. —Aguardo mientras el gateaba penosa y lentamente hasta conseguir incorporarse; luego le dio un golpecito en la espalda con el arco—. Andando. Nos queda un buen trecho aun.

El capataz vacilo y volvio el destrozado rostro para mirarla. Por un instante parecio como si fuera a hablar; entonces la expresion de la muchacha le hizo pensarselo mejor y apreto los dientes para poder soportar el terrible dolor que lo torturaba a cada paso que daba. Empezo a andar laboriosamente montana arriba.

Indigo lo siguio, observando sus esfuerzos indiferente y acoplando su paso al de el. Durante la primera parte de su viaje habia intentado hacerlo ir mas deprisa, amenazandolo con nuevos tormentos si la desobedecia; pero finalmente habia aceptado que el hombre no podia avanzar a otro paso que no fuera el de tortuga. Muy bien, pues; quedaba una hora o mas de luz aun, y para cuando el sol se pusiera estarian lo bastante cerca del valle de Charchad como para que su maligno fulgor nacarado iluminara el camino.

No se habia detenido ni una sola vez para interrogarse sobre el impulso que la habia obligado a sacar a Quinas a rastras de la cueva y ordenarle que la condujera al valle. Todo lo que sabia —o le importaba— era que no aceptaria ningun retraso. Cuando el capataz se rindio finalmente bajo la habil tortura de Jasker y les conto la verdad sobre su senor y mentor Aszareel, ella habia experimentado aquella sensacion: el ardiente y cegador deseo de huir de la camara de tortura, ascender la ladera de la Vieja Maia y desde alli seguir la ruta que, segun la agonizante y ahogada confesion de Quinas, la conduciria cerca de las minas y al interior del valle de Charchad. Entonces habia controlado su deseo, consciente de que actuar sin haberlo meditado ni preparado resultaria temerario; pero mas tarde, cuando los acicates combinados del fingimiento de Jasker y su propia concentracion airada sobre el broche de estano empezaron a hacer mella en su espiritu, decidio no esperar mas.

Quinas habia intentado protestar, pero ella poseia sus propios metodos de coaccion, y el prisionero lucia ahora varias cicatrices nuevas —producto de un cuchillo, en lugar del fuego elemental de Jasker— como testimonio de sus poderes de persuasion. Lo mas probable era que no fuera a necesitarlo, pero si la suerte le volvia la espalda podia resultar valioso, y, por lo tanto, habia considerado que las molestias de llevarlo con ella merecian la pena.

No sabia con que se encontraria al alcanzar su destino. Quinas habia revelado todo lo que sabia, pero se habia sentido frustrada al descubrir que sus conocimientos eran limitados. Jamas habia penetrado en el valle de Charchad, jamas habia cruzado el ultimo y bien protegido cerro que daba al resplandeciente pozo del que habia surgido aquella religion retorcida. Ese privilegio estaba reservado a aquellos a quienes el Charchad consideraba pecadores necesitados de su mas terrible forma de iluminacion. Pero, como uno de los acolitos de Aszareel con mas influencia, Quinas conocia los senderos que conducian al valle, y ahora habia llegado el momento de que siguiera el ejemplo que habia impuesto a otros con tanta crueldad. Como su guia, Quinas llevaria a Indigo al corazon del Charchad, y como rehen, la ayudaria a materializar su deseo de enfrentarse al avatar del demonio que deseaba destruir.

En una o dos ocasiones, una vocecita en su interior habia luchado por hacerse oir, diciendo: ?Y luego que. Indigo? Cuando encuentres a Aszareel, ?como lo mataras a el y al demonio que representa? Pero la habia ignorado, silenciandola bajo una avalancha de enojado desprecio. Titubear seria actuar como un ser timorato; no caeria victima de las dudas que habian provocado que Jasker se acobardara y no hiciera lo que debia hacerse. El demonio moriria, se dijo a si misma: eso era lo que importaba. Y en su colera, en su ansia de venganza, en su locura, lo creia.

Al oir el sonido de unas patas que aranaban el suelo, Jasker se puso en pie de un salto y se volvio en el mismo instante en que Grimya penetraba a toda velocidad en la cueva. La loba se detuvo en seco y se desplomo, jadeante, los costados agitandose convulsionados mientras intentaba llevar el aire a sus pulmones. Consternado, se apresuro a traerle un plato con agua, y la contemplo mientras, jadeando su gratitud, lo

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