lamia una y otra vez hasta que sacio parte de su sed y fue capaz de hablar con coherencia.
Jasker escucho su relato con una sensacion de siniestra desesperacion que crecio a medida que la narracion progresaba. Cuando
A esas horas el sol estaria a punto de ponerse y, por lo que la loba le habia contado, Jasker comprendio que no tenia la menor posibilidad de alcanzar a Indigo antes de que llegara al valle de Charchad. Cualquier intento de seguirla al interior de aquel infierno seria poco menos que suicida; y, aunque no tenia en demasiada estima su propia vida, una tentativa de rescate condenada al fracaso de antemano resultaria un sacrificio inutil. Tenia que haber otro modo.
Y entonces, mientras contemplaba la pequena estatua de Ranaya, una voz interior le dijo que ese otro modo existia.
No era posible. Lo habia intentado, se habia esforzado, se habia llevado a si mismo a extremos que bordeaban los limites de la cordura y de la vida misma para conseguirlo, y cada vez habia fracasado. Dos anos de lucha, y la puerta habia permanecido cerrada a el. No podia intentarlo de nuevo. No poseia los recursos, la capacidad ni la resistencia.
Jasker se estremecio cuando su propia mente respondio a la pregunta con sombria certidumbre. Por vez primera tenia una oportunidad —quiza la unica oportunidad que tendria jamas— de cambiar las cosas, de acabar con aquello que se habia apoderado de su tierra y la destruia despacio, pero sin el menor asomo de duda. Unidos, el e Indigo hubieran podido levantar un poder suficiente para aplastar el dominio de Charchad, hasta que las maquinaciones de Nemesis habian roto el vinculo que
los unia. Pero era posible, solo posible, que el vinculo pudiera forjarse de nuevo, si el tenia el coraje y la voluntad de hacerlo.
El remedio estaba en sus propias manos y era un remedio que hasta ahora habia fracasado. Pero esta vez tenia un aliado inesperado e inverosimil, que podria inconscientemente tener la clave del exito...
Se volvio y miro a
—?Jas-ker? —Levanto la vista hacia el, suplicante—. ?Has pen... sado algo?
—No... estoy seguro; aun no. Necesitare tiempo...
—?Pero no te-nemos tiempo! ?Indigo esta en pe... ligro!
—Lo se. Pero no la puedo traer de vuelta por la fuerza, debo encontrar otro modo.
Las orejas de la loba se agitaron.
—?Uti-li-za-ras ma... magia? —inquirio dudosa.
«Por favor, Ranaya, haced que sea capaz de ello», penso Jasker, y en voz alta repuso:
—Si. Es el unico medio que nos queda,
—Com... prendo. Pero... —miro en direccion al tunel, inquieta—. Si fuera tras ella de nuevo, a lo mejor...
—No. Arriesgarias la vida para nada. —Se agacho y acaricio con suavidad el hocico de la loba—.
Estaba indecisa, dos instintos se debatian en su interior.
—Por favor,
Quizas el animal percibio parte de sus pensamientos, o quiza sus palabras fueron suficiente para convencerla; el no lo sabia. Pero por fin la loba levanto la cabeza y dijo, aunque todavia con una sombra de duda:
—Ssssi..., con-fio en ti. Y hare lo que sea nece... sario.
La hubiera abrazado, pero todo lo que respondio fue:
—Gracias.
—?Qu... que quieres ha... cer? —pregunto ella.
—Antes de pensar en rescatar a Indigo, debemos eliminar la influencia que Nemesis ejerce sobre ella —dijo Jasker mientras se incorporaba—. Y eso significa utilizar poderes mayores que los de ese demonio, para penetrar en su mente y hacer que se de cuenta de la verdad. Ahi es donde tu desempenas un papel de vital importancia.
—Pero yo no pu... puedo llegar a ella —le recordo
—Tal y como esta ahora, no. Pero creo que podre poner en marcha una fuerza que se abrira paso por entre las defensas del demonio, y canalizare esa fuerza hasta la mente de Indigo a traves de ti.
—Una fuerza... ?como los dra-dragones de fu-fuego?
—No. —La voz de Jasker sono lugubre—. No como los dragones de fuego. Es algo mucho mas grande, mucho mas antiguo. —Bajo los ojos hacia ella con simpatia y respeto—. Se necesitara valor, pequena loba; todo el valor que tu y yo podamos reunir. Pero lo conseguiremos.
—No tengo miedo. Pero, ?que poder es este, Jasker? ?Qu... que es lo que pi-piensas hacer?
Los ojos del hechicero adoptaron una expresion extrana y distante, que
—Pienso despertar a las Hijas de Ranaya de su largo sueno.
—No sirve de nada. —La boca de Quinas se dilato en un penoso rictus que queria ser una sonrisa ironica—. Podeis hacerme lo que querais,
Indigo bajo los ojos para mirarlo. En la creciente oscuridad, el rostro del hombre era una espantosa mezcla moteada de cicatrices y sombras, y su unico ojo, que reflejaba la fria luz verdosa que inundaba ahora el firmamento sobre la estrecha hondonada, parecia burlarse de ella. Sintio bullir la colera en su interior y reprimio un impulso de extender el pie y ponerlo a prueba por el metodo de aplastar su muneca bajo el talon. La verdad es que le creia, ya que casi era un milagro que hubiera conseguido llegar tan lejos en las condiciones en que estaba. Durante los ultimos cien metros, mas o menos, se habia visto obligado a arrastrarse apoyado en codos y rodillas —habia intentado utilizar sus manos fundidas y destrozadas, pero el dolor habia resultado excesivo— y solo habia cubierto los ultimos diez pasos cuando ella agarro el extremo de la cuerda que rodeaba sus hombros y lo arrastro fisicamente sobre el accidentado terreno. Pero ahora no dudaba de que estuviera acabado.
Levanto la mirada y la dirigio hacia adelante, donde la hondonada se elevaba para convertirse en una loma. La ultima cresta. Se lo habia dicho el. La ultima cresta, y en el extremo opuesto estaba el valle de Charchad.
Se volvio de nuevo hacia su prisionero. Su ojo se habia cerrado y permanecia inmovil; le golpeo con la punta del pie.
—Despertad, despertad, rata de cloaca. No he acabado con vos aun.
La lente roja parpadeo levemente.
—Agua... —Quinas tosio al hablar—. Si teneis... un poco desagua...
Indigo le hubiera escupido al rostro, pero no pudo reunir la saliva necesaria. Sabia que, tambien ella, sufria de deshidratacion, pero era reacia a malgastar mas cantidad de su reducida provision de la que fuera estrictamente necesaria. Al menos, ahora, con el sol bajo la linea del horizonte, la temperatura habia descendido un grado o dos. Todo lo que necesitaba era un poco mas de energia para subir a la siguiente loma; luego descansaria.
—?Ahora que,
El odio centelleo en los ojos de Indigo.
—Dudo de que el sol se dignara tocar vuestro corrompido pellejo —replico—. No, Quinas. Tengo en mente un final mucho mejor para vos. —Volvio la vista de nuevo hacia el cerro que tenia delante—. Si no podeis andar, se os llevara. Pero, por vuestro propio pie, de rodillas o sobre mi espalda, de una forma u otra, penetrareis en el valle de