«No
—No —respondio Indigo en voz baja—. A mi tampoco.
Se dio cuenta de que los sentidos mas agudos de
Contemplo la jarra, que estaba aun medio llena, e hizo el gesto de servirse otra copa de vino. Antes de que llegara a tocar el recipiente la camarera aparecio junto a ella.
—Dispensadme,
Indigo contemplo, anonadada, la espalda de la muchacha que se alejaba. Luego dirigio la mirada mas alla de ella, hasta el dueno, quien se dio cuenta y le dedico una respetuosa inclinacion de cabeza. Era cosa de Quinas o se trataba de un intento de complacerla... De repente ya no quiso el vino, deseo incluso no haberse comido la cena.
Todo lo que queria era escapar de la sala y de la influencia insidiosa del autoproclamado campeon.
Se inclino y deslizo una mano bajo la mesa para acariciar la
Indigo sonrio con apagado cinismo al darse cuenta de que la autentica respuesta
Indigo sonrio al recordar cuanto odiaba su amiga permanecer encerrada. Paseo la mirada por la habitacion. El propietario estaba inmerso en una conversacion con un, a todas luces, buen cliente. Las camareras corrian por entre las mesas con bandejas bien repletas. Y la influencia de Quinas, que la habia favorecido con su compania, todavia flotaba, como una invisible pero decidida presencia, en el aire.
Varias cabezas se volvieron subrepticiamente mientras atravesaban la sala, y se intercambiaron algunos cuchicheos. Indigo ignoro las miradas, los murmullos; ignoro al propietario cuando este intento, zalamero, llamar su atencion; observo como
CAPITULO 3
Indigo habia dejado una lampara encendida en su habitacion, pero su luz quedaba eclipsada por el extrano y penetrante resplandor del cielo septentrional, un reflejo fantasmagorico que penetraba por la ventana. Cerro violentamente los porticones; la presencia de la luz la hacia sentirse sucia y no podia estar tranquila hasta haberla dejado fuera, no importaba lo sofocante que pudiera resultar la habitacion.
La quietud y la mala ventilacion resultaban soporiferas, e Indigo no tardo en quedarse dormida, aunque su descanso fue ligero y estuvo interrumpido por curiosos suenos que no parecian tener la menor conexion, ni con el presente ni con el pasado. Finalmente la desperto el sonido de su puerta al crujir. Abrio los ojos y vio a
La loba se dejo caer junto a la cama.
Indigo se incorporo en el lecho y extendio la mano en direccion a la botella de agua para darle algo de beber a
—?Has descubierto algo?
—No. —La idea resultaba desagradable, pues sugeria que el origen de la luz estaba cercano y que, quizas, era mas fisico de lo que habia imaginado—. ?Y que hay de la plaza? ?Del festival?
—No debe de faltar mucho para la medianoche. —Indigo abrio unos centimetros el porticon. Un soplo de aire ligeramente mas fresco se colo en el interior, y con el el apagado y anormal reflejo del cielo. La plaza que se veia abajo estaba, tal y como
O inquieta...
En aquel momento, un apagado zumbido rompio el silencio y, de repente, el reloj situado en el centro de la plaza empezo a sonar tal y como lo habia hecho horas antes. Indigo vio como los discos giraban, reflejando la fria luz del cielo como ojos parpadeantes y palidos. Y, mientras retumbaban aquellas disonancias parecidas a campanillazos, una antorcha se encendio de subito en las oscuras fauces de una de las calles laterales. Luego otra, y otra; se encendian y llameaban a medida que se las prendia y arrojaban sombras grotescas sobre las paredes y el pavimento. En una ventana se encendio una vela; en otra casa se abrio una puerta y derramo la luz de un farol sobre la plaza...
Unos furtivos golpecitos sonaron en la puerta de Indigo. Esta se volvio en redondo, el corazon latiendole con fuerza.
—?Si? ?Quien es?
Se escucho una voz femenina, que murmuraba algo; entendio solo la palabra
—Entre —dijo.
La puerta se abrio y vio a la muchachita de grandes ojos que la habia servido en la taberna. La joven le dedico una nerviosa reverencia.
—Por favor,
Estaba atemorizada. Indigo se dio cuenta de ello; y la emocion se debia a algo mas que a un jefe malcarado.
—Gracias. —Se puso en pie y recordo los terminos en los que se habia expresado Quinas al hacer
su invitacion. ?Una cortesia?, se pregunto. ?O una amenaza?
La rabia volvio a agitarse en ella, y el aire adquirio de repente un sabor amargo y podrido en su garganta.