«No me gusta ese hombre.»

—No —respondio Indigo en voz baja—. A mi tampoco.

«Todos los demas le tienen miedo. Eso no es bueno.»

Se dio cuenta de que los sentidos mas agudos de Grimya habian captado lo que los de ella no podian: que no eran simplemente Cenato y su secuaz quienes temian la influencia de Quinas. La actitud de la muchacha que los habia servido, las expresiones en los rostros de los otros comensales cuando salio de la sala... Para ser el capataz de una mina, ejercia un poder desproporcionado.

Contemplo la jarra, que estaba aun medio llena, e hizo el gesto de servirse otra copa de vino. Antes de que llegara a tocar el recipiente la camarera aparecio junto a ella.

—Dispensadme, saia. El dueno me encarga que os diga que no se os cobrara nada por la comida y la bebida esta noche. Gracias, saia.

Indigo contemplo, anonadada, la espalda de la muchacha que se alejaba. Luego dirigio la mirada mas alla de ella, hasta el dueno, quien se dio cuenta y le dedico una respetuosa inclinacion de cabeza. Era cosa de Quinas o se trataba de un intento de complacerla... De repente ya no quiso el vino, deseo incluso no haberse comido la cena.

Todo lo que queria era escapar de la sala y de la influencia insidiosa del autoproclamado campeon.

Se inclino y deslizo una mano bajo la mesa para acariciar la cabeza de Grimya.

«Marchemonos» —proyecto en silencio.

«?Ahora? ?Estupendo! ?Que quieres hacer?»

Indigo sonrio con apagado cinismo al darse cuenta de que la autentica respuesta a la pregunta de la loba era: desaparecer, emborracharme, olvidarme de la existencia de Vesinum.

«Estoy cansada», le transmitio. «Si hemos de asistir a la celebracion a medianoche, me gustaria descansar un rato.»

«No creo que yo pudiera descansar. Esta habitacion huele a miedo; me altera.» Grimya se agito. «Me gustaria salir al exterior un rato, al aire libre. Pero no quiero dejarte sola.»

Indigo sonrio al recordar cuanto odiaba su amiga permanecer encerrada. Paseo la mirada por la habitacion. El propietario estaba inmerso en una conversacion con un, a todas luces, buen cliente. Las camareras corrian por entre las mesas con bandejas bien repletas. Y la influencia de Quinas, que la habia favorecido con su compania, todavia flotaba, como una invisible pero decidida presencia, en el aire.

«No correre ningun peligro», le dijo a Grimya. «No aun, al menos.»

Varias cabezas se volvieron subrepticiamente mientras atravesaban la sala, y se intercambiaron algunos cuchicheos. Indigo ignoro las miradas, los murmullos; ignoro al propietario cuando este intento, zalamero, llamar su atencion; observo como Grimya se escabullia por la decorada puerta que daba directamente a la plaza; y, por un momento, respiro el calido pero todavia relativamente fresco aire nocturno. Luego, mientras la loba desaparecia en la oscuridad, se dio la vuelta y abandono la taberna en direccion a las escaleras.

CAPITULO 3

Indigo habia dejado una lampara encendida en su habitacion, pero su luz quedaba eclipsada por el extrano y penetrante resplandor del cielo septentrional, un reflejo fantasmagorico que penetraba por la ventana. Cerro violentamente los porticones; la presencia de la luz la hacia sentirse sucia y no podia estar tranquila hasta haberla dejado fuera, no importaba lo sofocante que pudiera resultar la habitacion.

La quietud y la mala ventilacion resultaban soporiferas, e Indigo no tardo en quedarse dormida, aunque su descanso fue ligero y estuvo interrumpido por curiosos suenos que no parecian tener la menor conexion, ni con el presente ni con el pasado. Finalmente la desperto el sonido de su puerta al crujir. Abrio los ojos y vio a Grimya que avanzaba hacia ella con pasos quedos.

La loba se dejo caer junto a la cama.

«Hace calor», proyecto, con la lengua colgando. «Me altera. No encuentro alivio en ningun sitio.»

Indigo se incorporo en el lecho y extendio la mano en direccion a la botella de agua para darle algo de beber a Grimya.

—?Has descubierto algo?

«Nada importante.» Llena de agradecimiento, Grimya lamio el plato que la muchacha habia colocado ante ella. «Me desplace por las calles laterales, por las zonas de sombra; no queria que me vieran.» Hizo una pausa para lamerse el hocico. «Eso esta bien. ?Sabias que el rio aqui brilla por la noche, igual que el cielo?»

—No. —La idea resultaba desagradable, pues sugeria que el origen de la luz estaba cercano y que, quizas, era mas fisico de lo que habia imaginado—. ?Y que hay de la plaza? ?Del festival?

Grimya termino de beber y sacudio la cabeza; algunas gotas de agua salieron despedidas de su hocico.

«Me parece que deben de haber terminado los preparativos. No hay nadie por alli. Solo algunos montones de lena: no se para que seran.»

—No debe de faltar mucho para la medianoche. —Indigo abrio unos centimetros el porticon. Un soplo de aire ligeramente mas fresco se colo en el interior, y con el el apagado y anormal reflejo del cielo. La plaza que se veia abajo estaba, tal y como Grimya dijera, vacia, y las sombras eran demasiado densas para ver los detalles. Levanto la cabeza, para mirar en direccion al revoltijo de tejados del otro extremo de la pavimentada plaza. No brillaba ninguna lampara, ni en las casas ni en los soportales, y el unico sonido que se percibia era el debil murmullo de voces que surgian de la taberna situada debajo de ellas. Toda actividad parecia estar en suspenso, como si la ciudad contuviera la respiracion expectante.

O inquieta...

En aquel momento, un apagado zumbido rompio el silencio y, de repente, el reloj situado en el centro de la plaza empezo a sonar tal y como lo habia hecho horas antes. Indigo vio como los discos giraban, reflejando la fria luz del cielo como ojos parpadeantes y palidos. Y, mientras retumbaban aquellas disonancias parecidas a campanillazos, una antorcha se encendio de subito en las oscuras fauces de una de las calles laterales. Luego otra, y otra; se encendian y llameaban a medida que se las prendia y arrojaban sombras grotescas sobre las paredes y el pavimento. En una ventana se encendio una vela; en otra casa se abrio una puerta y derramo la luz de un farol sobre la plaza...

Unos furtivos golpecitos sonaron en la puerta de Indigo. Esta se volvio en redondo, el corazon latiendole con fuerza.

—?Si? ?Quien es?

Se escucho una voz femenina, que murmuraba algo; entendio solo la palabra sais, y coloco una mano sobre Grimya para calmarla.

—Entre —dijo.

La puerta se abrio y vio a la muchachita de grandes ojos que la habia servido en la taberna. La joven le dedico una nerviosa reverencia.

—Por favor, saia, empieza el festival. Todos debemos asistir, de modo que la taberna se cerrara. El dueno me dijo que os lo comunicara.

Estaba atemorizada. Indigo se dio cuenta de ello; y la emocion se debia a algo mas que a un jefe malcarado.

—Gracias. —Se puso en pie y recordo los terminos en los que se habia expresado Quinas al hacer

su invitacion. ?Una cortesia?, se pregunto. ?O una amenaza?

La rabia volvio a agitarse en ella, y el aire adquirio de repente un sabor amargo y podrido en su garganta.

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