La mujer siseo de nuevo —Indigo se pregunto por un breve instante si podria hablar— y la apariencia de amistad desaparecio abruptamente de los modales del cabecilla.
—?Hermana, pagareis muy cara vuestra descortesia!
Dio un paso hacia adelante y sus companeros se arrastraron detras de el hasta queja salida del reservado quedo completamente bloqueada. Indigo empezo a incorporarse, mientras su mano se dirigia veloz al cuchillo que pendia de su cinturon...
—?Cenato!
La nueva voz estaba llena de autoridad, y los cuatro personajes se volvieron en redondo como si los hubieran golpeado. Un hombre alto y moreno atravesaba la habitacion hacia ellos; aparto a la mujer a un lado con malos modos, empujo a uno de los hombres detras de ella y miro furioso al vacilante cabecilla del grupo.
—Deja a la dama en paz, Cenato. ?Cuantas veces tengo que advertirte sobre este tipo de comportamiento?
Cenato abrio la boca.
—Yo... estabamos...
—?Estabais siendo una molestia! ?Que impresion creeis que le causara esto a un extrano? — Indico en direccion a la puerta—. Fuera. Y que no vuelva a ver vuestras caras por aqui de nuevo.
Bajaron la vista hacia el suelo; murmuraron algo, se volvieron arrastrando los pies y se alejaron. El recien llegado se los quedo mirando mientras se dirigian hacia la puerta, y solo cuando hubieron salido se volvio hacia Indigo de nuevo.
—
Indigo habia vuelto a sentarse en su silla, el cuchillo todavia en su funda, pero al mirar a su salvador vio que tambien el llevaba uno de aquellos curiosos amuletos relucientes sujeto al cinturon. Otro de ellos... El alivio y la gratitud se encogieron en su interior, y cuando respondio su voz era hostil.
—«Buenos y piadosos» no son las cualidades que yo hubiera atribuido a sus amigos, senor, si hemos de atenernos a sus modales.
El hombre hizo un gesto de impotencia.
—Me temo que esto es lo que sucede, a menudo, con aquellos que han visto hace poco tiempo la luz de Charchad. Su entusiasmo hace que adopten una actitud que puede asustar al no iniciado; necesitan tiempo y guia para aprender a templar su entusiasmo con consideracion hacia los demas. Por favor, aceptad mi garantia de que no os molestaran de nuevo.
—Espero que no, senor. No estoy acostumbrada a este trato, y no lo encuentro nada divertido.
—Naturalmente que no. —Levanto los ojos y chasqueo los dedos en direccion a una de las muchachas que atendian las mesas—. ?Eh, tu! ?Una botella de cinco anos, ahora mismo! —Y, volviendose de nuevo hacia Indigo, anadio—: Es una pequena compensacion,
Hacia todo lo posible por resultar conciliador, y aunque a la joven le produjo una inmediata aversion, no podia mantener su hostilidad sin parecer grosera.
—Os lo agradezco, senor. Aprecio de veras vuestra amabilidad. —Vacilo un instante, pero se dio cuenta de que por simple educacion no tenia mas remedio que anadir—: ?Me acompanareis?
—Por unos momentos, tan solo. —Sonrio—. No tengo el menor deseo de inmiscuirme aun mas en vuestra intimidad.
La moza se acerco rapidamente al reservado con una jarra llena hasta el borde; mientras la depositaba sobre la mesa, Indigo advirtio miedo en su expresion. Quinas, quienquiera que fuese, tenia influencia en mas de un lugar. Envio a la muchacha a buscar otra copa, y mientras la traia, tomo asiento frente a Indigo.
—Por vuestra continuada salud y prosperidad —dijo cuando la joven le trajo lo que habia pedido. Lleno las copas de ambos y bebieron.
Otra deformidad... Indigo domino el deseo de echarse hacia atras con repugnancia, y bajo la mirada con rapidez hacia su copa. Cuando Quinas le hablo tuvo que contener un escalofrio.
—?Puedo preguntaros vuestro nombre?
Se obligo a levantar los ojos otra vez.
—Mi nombre es Indigo.
—Indigo..., muy poco corriente. No sois, supongo, de esta zona...
—No.
—?Puedo preguntaros que os ha traido aqui? —Vio como su expresion se volvia recelosa, y sonrio disculpandose—. Por favor, perdonad mi curiosidad. Pregunto simplemente porque tengo el privilegio de ser el capataz de la mina Escarpadura Norte; en el transcurso de mis deberes, a menudo conduzco a comerciantes a inspeccionar nuestras operaciones. Si teneis algun negocio en las minas, me sentiria muy honrado de poder ofreceros mis servicios.
Indigo se relajo un poco.
—Entiendo. Gracias, Quinas, pero no tengo nada que ver con el comercio de minerales. Vesinum no es mas que una parada en mi ruta.
—Una lastima. —Al igual que ocurrio con Cenato, su sonrisa no llego a sus ojos—. No obstante, vuestra llegada es una casualidad. ?Os ha hablado alguien de nuestro festival?
—?Festival?
—En la plaza de la ciudad; debeis de haber visto los preparativos. Esta noche, los seguidores de Charchad lo celebramos, y la ciudad lo celebra con nosotros. Es una ocasion para purificarse, renovarse y reafirmarse. —Una nueva nota hizo su aparicion en la voz de Quinas, e Indigo capto un marcado y desagradable eco del fanatismo del celebrante loco y del grupo que la habia abordado en la taberna—. Ese es tambien, creo, uno de los motivos por los que Cenato se mostro tan insistente al abordaros. —Levanto los ojos; su rostro era tan candido que por un momento la muchacha sintio que su equilibrio mental se deshacia—. La fiesta se iniciara a medianoche. Espero que nos hareis el
honor de asistir, de modo que podamos enmendar la mala impresion que teneis de nosotros.
Quiza valdria la pena que lo hiciera, penso Indigo, si ello la ayudaba a averiguar algo mas sobre el Charchad. Asintio.
—Gracias. Me encantara asistir.
Quinas vacio su copa y se puso en pie.
—Entonces me despido y os permito que termineis vuestra cena sin que se os interrumpa. —Salio del reservado y le dedico una inclinacion de cabeza—. Me alegro de haberos conocido, Indigo. Y confio en que aun pueda desempenar algun papel por pequeno que sea que os ayude a alcanzar la comprension y la iluminacion. Buenas noches. —Se dio la vuelta y atraveso la sala en direccion a la puerta.
La joven lo contemplo cuando se alejaba, mientras intentaba asimilar la extraordinaria mezcla de sentimientos que el habia provocado en su interior. Sorpresa, contrariedad, un elemento de confusion... Pero, pasando por encima de todos ellos, existia una poderosa y casi violenta sensacion de aversion. De momento no podia definirla mas que asi; pero era suficiente para ponerle la carne de gallina y anadir lena a la colera que ardia lentamente en su interior.
Debajo de la mesa,