incluso, de que ella se las pudiera mostrar. El hedor de un osario asalto la nariz de Indigo y esta se sintio a punto de vomitar, al tiempo que el poni golpeaba el suelo con los cascos y Grimya lanzaba un ganido. El hombre retrocedio, mostrando todavia su horrible sonrisa; detras de el sus seguidores permanecian inmoviles, los ojos clavados en la muchacha y en su caballo—. ?Bienaventurada! —repitio el cabecilla—. La luz de Charchad os ha bendecido. ?La luz, hermana, la luz! —Y con un agudo alarido se dio la vuelta, alzando ambos brazos en direccion al cielo y mostrando sus trofeos al resto del grupo, que empezo a murmurar, luego a farfullar, y por fin a cantar como lo habian hecho antes.

—?Charchad! ?Charchad!

Indigo ya no pudo soportarlo mas. Fuera o no un acto inteligente, tenia que alejarse de alli, y hundio los talones con fuerza en los flancos del poni, de modo que el animal salio al galope con Grimya tras el. Tan solo cuando llegaron al contrafuerte donde la carretera y el rio torcian, detuvo el caballo y miro atras. El corazon le palpitaba con fuerza.

A sus espaldas se alzaba una nube de polvo, y la carretera quedaba oculta. Pero por entre la roja nube pudo distinguir las figuras, afortunadamente ahora tan solo formas borrosas, de aquellas ruinas humanas que, arrastrando los pies, dando brincos y canturreando, seguian su camino.

Mas tarde, ni Indigo ni Grimya se sintieron capaces de discutir el extrano encuentro. Detras del saliente, tal y como Grimya habia pensado, un pequeno grupo de arboles intentaba combatir el calor; alli se detuvieron y refugiaron hasta que el sol empezara a declinar. La conversacion resultaba conspicua por su ausencia; Indigo no podia desterrar de su mente las imagenes del grupo de fanaticos religiosos y, en particular, la del loco de piel blanquecina y negra lengua partida. El recuerdo hizo que el agua que bebia adquiriese un sabor nauseabundo en su garganta. Por su parte, Grimya, a pesar de sus anteriores declaraciones sobre el hambre que sentia, habia perdido las ganas de cazar y yacia tumbada cuan larga era sobre el ardiente suelo, las orejas gachas y los ojos centelleando furiosos, como si mirara a otro mundo y no le gustara lo que veia.

De vez en cuando, mientras descansaban, Indigo sacaba la piedra-iman de su bolsa y la estudiaba de nuevo. El diminuto ojo dorado estaba mas quieto ahora de lo que habia estado durante los ultimos dias. Tan solo se movia cuando volvia la piedra, para senalar en direccion norte. Las montanas situadas detras de la ciudad que habia mas adelante quedaban ahora ocultas por el espeso follaje y los polvorientos arboles; pero, no obstante, la joven era consciente de su omnipresencia en el horizonte y del extrano resplandor frio que, cuando la noche cayera de nuevo, teniria el cielo con su peligrosa fosforescencia.

Y no podia librarse de la sensacion de que el talisman que llevaba el hombre de la lengua bifida que habia encontrado en la carretera compartia un origen comun con aquella luz sobrenatural.

Pasaron las horas y llego el momento en que las sombras empezaron a alargarse de forma perceptible. Indigo se puso en pie y coloco de nuevo la manta sobre el lomo del poni. Grimya desperto de su ligero sueno, se relamio, se incorporo y sacudio con fuerza todo su cuerpo.

«Me dormi.» No habia la menor satisfaccion en su declaracion; en el fondo implicaba que hubiera preferido permanecer despierta. «?Y tu?»

—No. —Indigo sacudio la cabeza.

La loba parpadeo.

«Quizas eso fue lo mejor.»

Fue la unica referencia, aunque muy indirecta, que paso entre ambas con respecto al encuentro sufrido con anterioridad, antes de ponerse de nuevo en camino. Y una hora mas tarde, mientras el sol empezaba a deslizarse por el cobrizo cielo, llegaron a los primeros puestos avanzados de la ciudad minera de Vesinum.

Indigo detuvo el poni y giro la cabeza de modo que el ala de su sombrero oculto el sol que se ponia. Desde lejos, la ciudad parecia componerse tan solo de una destartalada coleccion de edificios bajos, desperdigados sin orden ni concierto y divididos por la polvorienta carretera. Mas alla de estas extensas afueras, no obstante, pudo distinguir los contornos mas consistentes de almacenes que bordeaban el rio, aunque cada detalle estaba

oscurecido por una neblina producida por el polvo mezclado con los cada vez mas bajos rayos del sol. Sonidos demasiado distantes para identificarlos llegaban a sus oidos; bajo la mirada hacia Grimya, que permanecia sentada junto al poni contemplando con interes la escena que tenian delante.

—El final de nuestro viaje. —Sentia menos alivio del que hubiera experimentado horas antes—. Buscaremos alojamiento para pasar la noche; luego veremos que puede hacerse por la manana.

Las mandibulas de Grimya se abrieron en una cavernosa sonrisa.

«Me alegrare de poder descansar de verdad», le comunico. «?Podemos seguir adelante ya?»

Indigo chasqueo la lengua y el poni se puso en marcha de nuevo. Iba tan absorta en la contemplacion de la ciudad que tenia delante que no vio la pequena estructura de madera situada junto al camino hasta que estuvieron casi encima de ella; cuando finalmente aparecio en la periferia de su campo de vision, tiro de las riendas con tal violencia que su montura lanzo un relincho de protesta.

—?In... digo? —Sobresaltada por la inoportuna accion de su amiga, Grimya lanzo un gutural grunido—. ?Qu... que sssu... cede?

Indigo no le contesto. Sus ojos estaban clavados en los pedazos rotos y astillados de lo que en una ocasion habia sido una pequena plataforma cubierta, alzada sobre un poste de madera entre la carretera y el rio. Para cualquiera que no estuviera familiarizado con las costumbres religiosas de aquella region, su utilidad habria resultado un misterio; pero, a pesar de que habia sido casi convertido en astillas, ella sabia lo que era, o mas bien lo que habia sido. Y un jiron de deshilachada tela roja que sobresalia por entre dos galos rotos lo confirmo.

—?Indigo? —inquino Grimya de nuevo—. ?Que...?

—Es una capilla. —La boca de la joven se quedo reseca de repente—. En honor de Ranaya. ?Recuerdas la fiesta a la que asistimos en la ciudad? Ranaya es el nombre que estas gentes dan a la Madre Tierra...

Grimya comprendio lo que le decia y contemplo con atencion la destrozada estructura.

—Pero... —La lengua golpeo inquieta su hocico—. Es... ta rrrota. De... destruida: no... no conozco la palabra exacta...

—Profanada.

Y un nombre, Charchad, resono de nuevo en la mente de Indigo. Miro rapidamente por encima de su hombro, como si esperara ver al grupo de enloquecidos y deformes celebrantes danzando carretera abajo y dirigiendose hacia ellas una vez mas.

Los ojos de Grimya se habian tornado de color naranja a causa de una rabia que no podia articular.

—?Por que? —gruno.

—No lo se. Pero es un mal augurio, Grimya. —Indigo toco la piedra-iman suavemente con el dedo, y se estremecio interiormente—. Si estos hombres han abandonado el culto a la Madre Tierra, entonces quien sabe que clase de poder anda suelto por aqui.

—?Como pu... puede al... guien dar la espal... da a la Tierra? —Una dolorosa confusion se habia deslizado ahora en el tono de voz de Grimya—. La Tierra es... vi... vida. —Se lamio el hocico de nuevo—. Nnno comprendo a los humanos. Cre... creo que nunca podre.

Indigo empezo a desmontar.

—Debo repararlo —dijo con voz aspera—. No puedo dejar un lugar sagrado mancillado de esta forma...

—?De que servira?

—?Que? —Se detuvo.

La loba sacudio la cabeza apenada.

—He dicho: ?de que servira?, Indigo. Lo... hecho, hecho es... ta. No pu... puedes cambiarlo. —Y, de repente, sus pensamientos aparecieron con toda claridad en la mente de la muchacha.

«?Crees que por decir algunas palabras o esparcir un poco de sal, agua o monedas de oro, lo solucionaras? Puede que tranquilice tu conciencia, pero no conseguiras nada mas. La enfermedad que ha hecho que esto suceda necesita una medicina mas fuerte.»

Los ojos de la muchacha se cruzaron con los de su amiga por un instante; luego desvio la mirada al suelo.

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