—Muy bien. —Su bolsa de dinero tintineo, y arrojo dos monedas de oro al suelo—. Eso, creo, cubrira mi deuda por vuestra hospitalidad.

—No quiero vuestro dinero.

—Entonces podeis dejar que se pudra ahi, ya que no quiero tener que agradecerle nada a un completo cobarde.

Se produjo un penetrante silencio. Luego el propietario dijo:

—Vuestro poni estara ensillado y dispuesto al amanecer —y el desigual suelo temblo cuando cerro la puerta de golpe al salir.

CAPITULO 4

A media manana. Indigo y Grimya estaban ya lo bastante lejos de Vesinum como para que el hedor fisico, si no el psiquico, del festival de Charchad hubiera desaparecido de su olfato. Se habian puesto en marcha bajo un palido amanecer que aun no habia desterrado por completo del cielo el resplandor nocturno, y habian salido de la ciudad por la carretera que iba hacia el norte.

Pocos ojos las habian visto marchar. Indigo se dio cuenta de que el propietario de la posada la contemplaba desde una de las ventanas superiores de la Casa del Cobre y el Hierro mientras montaba en el poni, pero no habia nadie por las calles, y el ruido de los cascos de la montura al echar a andar habia sido el unico sonido que rompiera el silencio de la manana. Tambien la plaza estaba desierta; la muchacha habia vuelto el rostro para no ver el horroroso y carbonizado legado del festival y habia seguido su camino sin volver la cabeza. Ahora, mientras el sol ascendia por el firmamento y el calor aumentaba hasta alcanzar la intensidad de un horno, apresuraba al poni tanto como le permitia el sentido comun, ansiosa por interponer la mayor distancia posible entre ella y los desagradables recuerdos que evocaba la ciudad.

Ella y Grimya habian hablado poco sobre su experiencia. Las palabras parecian inadecuadas; aunque Indigo no sabia nada de las victimas que habian muerto en las piras de Charchad, lloraba, no obstante, su perdida. Y su rabia, que parecia a punto de estallar, seguia sin mostrar la menor senal de calmarse. Su mente estaba mas tranquila ahora, pero se conocia lo suficientemente bien como para saber que se necesitaria muy poco para provocar en ella un ataque de furia contra Charchad y todo lo que representaba.

Era consciente, sin embargo, de que de momento no tenia aun una idea clara de lo que significaba Charchad. Todo lo que sabia era lo poco que habia visto en Vesinum; y, aunque lo acaecido la habia alterado y enfermado, no habia revelado nada sobre los origenes del culto, ni sobre su objetivo final. Pero cualquiera que fuese la naturaleza de Charchad, habia visto mas que suficiente para convencerla, sin el menor lugar a dudas, de que el culto tenia un vinculo directo e inextricable con el demonio que buscaba.

Un enorme carromato cargado de lena y tirado por dos esforzados bueyes vino hacia ella rodando con gran estrepito, y echo a su poni a un lado de la polvorienta carretera para cederle el paso al convoy. El conductor le dio las gracias con voz ronca y uno de los dos jinetes de la escolta la saludo y le dirigio una sonrisa. Mientras aguardaba a que la nube de polvo levantada a su paso se disipase. Indigo dedico algunos instantes a examinar el camino que tenia delante.

Estaba todavia en la principal ruta comercial que corria paralela al rio, pero por sus mapas sabia que tres o cuatro kilometros mas adelante, la carretera se encontraba con la barrera de las montanas volcanicas y que alli giraba bruscamente hacia el este. Las cumbres color marron rojizo dominaban el horizonte ahora, marchitas y quemadas por el sol e indefiniblemente amenazadoras; y el cielo, mas alla de las primeras elevaciones, aparecia tenido con la sulfurosa contaminacion amarillenta de las excavaciones y de las operaciones de fundido que tenian lugar en el centro de la cordillera. Grimya se habia quejado ya de los olores malsanos que asaltaban su olfato; incluso Indigo, cuyos sentidos eran menos agudos por su condicion de ser humano, habia percibido aquella atmosfera corrupta.

Saco la piedra-iman y volvio a mirarla. El diminuto punto de luz dorada que habia en su interior seguia indicando sin la menor vacilacion hacia el norte. La muchacha agarro las riendas para seguir su camino. Grimya, que se habia dejado caer sobre una diminuta parcela de hierba seca y marchita, se incorporo de mala gana, con la lengua colgando, y dijo vacilante:

«Me gustaria descansar pronto...»

—No falta mucho para las montanas. —Indigo bajo los ojos hacia su amiga y sonrio—. Encontraremos una sombra enseguida.

Durante el siguiente kilometro, la circulacion en la carretera aumento hasta convertirse en una corriente continua que pasaba junto a ellas proveniente del norte. Caravanas de comerciantes, carretas de suministros, pequenos grupos de jinetes, incluso algunos caminantes cubiertos de polvo. Nadie dedico mas que una mirada indiferente a Indigo y Grimya, y por fin llegaron a las primeras estribaciones y al cruce donde la carretera giraba para atravesar el rio y transportar su trafico hacia el este. Un feo y enorme puente de hierro atravesaba la corriente, flanqueado por unos toscos cobertizos, y en ambas orillas un cierto numero de caldereros oportunistas y de pequenos comerciantes habian instalado puestos y proclamaban a grandes voces sus mercancias a los viajeros.

Indigo detuvo su montura y contemplo la escena. Se dirigia hacia el norte, no al este; sin embargo, parecia que no podia hacer otra cosa que no fuera seguir la carretera, ya que el unico camino hacia el norte era un ancho sendero lleno de baches, que seguia el rio hasta donde este se desvanecia entre las montanas. Y el sendero estaba cortado al paso por altas y bien guardadas verjas.

Se dirigio a Grimya en voz baja:

—Esa debe de ser la entrada a las minas. Sin la documentacion adecuada, esos guardas no nos dejaran pasar. Tengo la impresion de que no les gustan los visitantes ocasionales.

El hocico de Grimya se arrugo y esta olfateo la cargada atmosfera.

«No puedo creer que nadie quiera ir ahi si no es por un buen motivo.»

—Ni yo. Pero no podemos discutir lo que nos dice la piedra-iman.

Escudrino la ladera que tenia ante ella, pero no vio nada que la animara. Las montanas parecian infranqueables; a cada lado del sendero de las minas la roca volcanica se alzaba en pliegues casi verticales alli donde, mucho tiempo atras, habia aparecido una falla en el terreno. Nadie en su sano juicio se atreveria a escalar tal pared, y mucho menos esperaria conseguirlo. Y no obstante, si continuaba por la ruta comercial seria improbable encontrar un camino hacia el interior de la cordillera mas adelante, ya que pasado el rio la carretera torcia y se alejaba cada vez mas de las montanas, separada de ellas por una llanura de lava llena de hoyos que ningun caballo podia atravesar.

Dos jinetes muy bien vestidos pasaron ruidosamente por su lado, obligando a sus caballos a ir mas deprisa de lo que cualquier hombre, con un apice de bondad, hubiera pretendido con aquel calor, y abandonaron la carretera para ir en direccion a las puertas de la mina. Un guarda les salio al paso, e Indigo vio que uno de los jinetes agitaba una pequena ficha metalica bajo las narices del hombre antes de que se abrieran las rejas y la pareja espoleara sus caballos para franquearlas. La muchacha se paso la lengua por los labios, que estaban resecos y doloridos a causa del sol, y comprendio que no podia quedarse alli indecisa mucho mas tiempo. Solo era mediodia; necesitaban algun tipo de cobijo y una oportunidad para descansar hasta que el dia refrescara. Aparto la mirada del sendero de la mina, y examino el terreno otra vez. Entonces vio algo que, deslumbrada por el sol, no habia advertido antes: otro sendero, tan viejo y abandonado que apenas si era visible, que se separaba de la carretera principal y se alejaba serpenteando en direccion oeste. A primera vista parecia terminar alli donde se encontraba con la pared volcanica; pero, mirandolo con mas atencion, a Indigo le parecio descubrir una fisura en los macizos pliegues de la roca, en el interior de la cual se perdia el sendero.

?Un antiguo camino de los mineros, que habia caido en desuso? Era posible: y era su unica oportunidad.

Bajo la mirada hacia Grimya y le proyecto un pensamiento.

«Grimya, ?ves ese sendero que va hacia el oeste?»

La loba miro hacia donde le indicaba.

«Lo veo.» Percibio la ansiedad de Indigo y prosiguio: «?Crees que puede llevarnos adonde queremos ir?»

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