«No lo se. Pero tengo un presentimiento, una intuicion...»

Inconscientemente jugueteo con la piedra-iman. Grimya abrio sus fauces en una sonrisa lobuna y lamio el aire.

«?Por lo menos puede ofrecernos algo de sombra!»

La joven se echo a reir.

?Grimya, eres muy perseverante! —dijo en voz alta—. Vamos, pues. ?Investiguemos antes de que nos asemos bajo este sol!

Se pregunto, con cierta inquietud, si los guardas de la mina no les darian el alto o les impedirian seguir adelante antes de que pudieran llegar al sendero, pero al parecer el interes de los centinelas se extendia tan solo a cualquiera que pusiera los pies en la carretera de la mina. Y el calor tambien les afectaba; de los cuatro hombres que habia de guardia, solo uno se atrevia a estar a pleno sol, mientras que sus companeros se refugiaban en una desvencijada cabana situada junto a una de las verjas. Cuando Indigo y Grimya pasaron junto a la entrada no les dirigio ni una mirada.

Se internaron en el sendero abandonado y, a medida que la pared de la montana se alzaba junto a ellas. Indigo tuvo la impresion de que se habia introducido en un horno. El sol golpeaba contra la superficie rocosa y se reflejaba en sofocantes oleadas, calcinando cualquier rastro de humedad en el aire y convirtiendo el mero acto de respirar en un tormento. El poni tenia la cabeza gacha y se negaba a avanzar si no era arrastrando las patas pesadamente; Grimya jadeaba junto la sus cascos, intentando mantenerse bajo su sombra, e Indigo rezaba en silencio pidiendo no haberse equivocado

con respecto al sendero. No soportaria aquello mas que unos minutos.

De repente la loba se detuvo y lanzo un aullido. Indigo se volvio y la vio mirar atras, las orejas bien erguidas.

?Grimya? ?Que pasa?

«Algo detras de nosotros, un alboroto.»

?Habian sido alertados los guardas y venian tras ellas? Indigo se llevo la mano al cuchillo e hizo una mueca de dolor cuando toco el metal de la empunadura, que estaba tan caliente como para producir una quemadura. Pero Grimya desandaba ya el camino corriendo y, al cabo de unos momentos, le grito en voz alta:

—?In... digo! ?Le estan ha... haciendo dano!

Ella arrugo la frente, sin entender. Entonces el animal volvio a llamarla, mas apremiante, y, comprendiendo que algo sucedia. Indigo desmonto y fue corriendo tras el.

Desde la posicion en la que se encontraba Grimya, la entrada de la mina era apenas visible. Junto a las rejas tenia lugar una disputa. Una mujer, que gritaba y suplicaba, luchaba por desasirse de las manos de dos guardas, mientras que un tercero la golpeaba furiosamente con una barra metalica. Escandalizada. Indigo la reconocio como la misma mujer que habia pretendido defender la noche anterior; la que habia intentado pedir algo a Quinas.

La agredida se libero con un tiron que casi le disloco el hombro; pero fue solo un instante, ya que uno de los centinelas la agarro de la ropa —Indigo oyo como la gastada tela se rasgaba— y su companero la golpeo con la pesada barra en el hombro, con terrible fuerza. La mujer vacilo, dio un traspie, y cayo; los guardas la tomaron por debajo de los brazos y la arrastraron lejos de las puertas, antes de arrojarla sobre el polvo a un lado del camino.

Indigo se quedo mirando a los tres hombres sonrientes que regresaban a sus puestos pavoneandose. Sintio que la boca se le llenaba de bilis, pero se obligo a contener el furioso instinto que la impelia a salir corriendo tras ellos y exigir explicaciones en nombre de la mujer. Habia cometido ese error antes, y las condiciones no eran mucho mejores ahora.

La mujer, entretanto, habia intentado ponerse en pie, aunque no lo consiguio, y se arrastraba despacio y penosamente hacia la pared rocosa donde empezaba el sendero abandonado. Llego al muro, se dejo caer contrapeste, se doblo hacia adelante y empezo a toser secamente. Indigo maldijo en voz baja e, indicandole a Grimya que no se acercara, corrio hacia la mujer. Cuando se inclino para ayudarla, esta se sobresalto e intento protegerse el rostro con un brazo, mientras gritaba cosas incoherentes.

—Todo va bien. —La joven la sujeto por los hombros e intento calmarla—. No os hare dano, soy una amiga. Venid, ?podeis poneros en pie si os ayudo?

Unos ojos muy abiertos y aterrorizados en un rostro enrojecido le devolvieron la mirada, y el labio de la mujer temblo.

—Es... estoy bien... —Intento apartar las manos de Indigo, pero fue una tentativa debil—. No deberiais tocarme; estoy...

—Chisst. —Indigo le hablo con suavidad pero con firmeza—: Lo que necesitais es resguardaros del sol. Venid conmigo. —Volvio la cabeza sobre el hombro y grito—: ?Grimya, trae el poni! No creo que pueda dar mas que unos pocos pasos.

La loba se alejo a toda prisa y regreso al poco rato con las riendas del poni entre sus dientes y el animal marchando de mala gana a sus espaldas. La vision provoco una ligera y aturdida sonrisa en la mujer, que no protesto cuando Indigo la ayudo a subir a la silla.

Grimya le dijo a la muchacha:

«Yo me adelantare y vere si el sendero conduce hasta alguna sombra.» Se detuvo y anadio: «Esta muy enferma, me parece».

«Se recobrara cuando encuentre refugio, y agua y comida.»

«No estoy tan segura. Hay algo mas... Bueno, no importa.»

La loba sacudio la cabeza y, antes de que Indigo pudiera interrogarla, se dio la vuelta y echo a correr por el sendero.

Ante el enorme alivio de Indigo, el sendero no terminaba, como habia temido, en una desnuda pared rocosa. En lugar de ello, serpenteaba hacia el interior de una grieta, en el acantilado, alli donde se unian dos pliegues de lava petrificada. Cuando penetraron en aquella hendidura, el sol, a Dios gracias, quedo oculto por la elevada pared.

Grimya, que habia efectuado una exploracion de una parte de la grieta, informo que el camino

parecia seguir una enorme falla del terreno que rodeaba las laderas exteriores de las montanas; no habia encontrado ninguna forma de penetrar mas en el interior de la cordillera, pero el sendero tampoco mostraba la menor senal de desaparecer. El canon era tambien lo bastante ancho como para permitirles descansar con relativa comodidad, e Indigo extendio una manta sobre el pedregoso suelo antes de bajar a la mujer de los lomos del poni. El agua era lo mas importante alli, y se ocupo de que tanto Grimya como el poni bebieran lo suficiente de su provision del liquido elemento antes de llevar la botella a los labios de la mujer. Esta bebio, pero parecia experimentar alguna dificultad en tragar; mientras la contemplaba en sus esfuerzos por beber. Indigo se dio cuenta, con gran sorpresa por su parte, de que era mucho mas joven de lo que en un principio habia pensado. De hecho, parecia que acabara de dejar la adolescencia, aunque las penalidades la habian envejecido prematuramente. Ademas, en algunas zonas su piel estaba llena de manchas de un rojo desagradable, y habia llagas en su cuello y la parte interior de los brazos; recordando la enigmatica observacion de Grimya. Indigo se pregunto si a los problemas de la muchacha no se le anadiria tambien el de la fiebre. Pero cuando por fin termino de beber y levanto la vista, no habia la menor senal de delirio en sus ojos.

Poso una mano en el brazo de Indigo y musito:

—Gra... gracias, saia.

Indigo sonrio con cierto pesar.

—Espero haberos compensado por mi incapacidad para ayudaros anoche.

La joven parecio perpleja por un momento, pero luego su rostro se animo.

—Claro..., estabais en la plaza: intentasteis conseguir que dejasen de hacerme dano.

—Y fracase, me temo.

—No. Fuisteis tan amable, tan buena, y ahora... —La mujer tosio y expulso un poco de saliva—. Os debo tanto, saia, y no puedo recompensaros... —Enredo las manos, que eran delgadas y callosas, en un mechon de sus cabellos, y empezo a llorar con angustiados y profundos sollozos. Habia una terrible desesperacion en aquel sonido, e Indigo se sintio muy conmovida; se paso la mano rapidamente por sus propios

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