campamento en cuestion de minutos. Y entonces tendria algo que contarle a
Indigo lanzo un gran grito de sorpresa cuando, saliendo de ningun sitio y sin previo aviso, una abrasadora luz roja estallo de repente en el barranco. Una oleada de intensisimo calor surgio del suelo y la dejo sin aliento. La zanja de la torrentera dio una sacudida y ella giro sobre si misma perdiendo el equilibrio; tropezo contra la pared para luego caer de rodillas en el suelo. Empezo a levantarse, pero se quedo paralizada cuando, con ojos medio cegados por el resplandor, sus aturdidos sentidos registraron la imagen de algo enorme, que se elevaba hirviente, ardiendo al rojo vivo, y que bajaba rodando desde las circundantes montanas hacia ella.
Todo pensamiento coherente se transformo en caos total, y un sudor frio invadio el cuerpo de Indigo. Era
El crepitante rugido del fuego resono en sus oidos, con el contrapunto de una poderosa y atronadora vibracion, y el calor del rio de material fundido que se acercaba azoto su piel con la fuerza de un terrible oleaje. Imposible o no, la corriente de lava era real: ?y se abria paso por el barranco, justo en la direccion en la que ella estaba!
Se volvio, resbalando sobre el esquisto y los pedazos sueltos de piedra pomez, al tiempo que luchaba por controlar el panico que amenazaba con apoderarse de ella. No debia perder la cabeza, de lo contrario...
El terror la golpeo como un punetazo en el estomago cuando vio el llameante afluente color naranja que se habia separado de la corriente principal y describia una curva detras de ella para abrirse paso por entre los penascos a sus espaldas. Las rocas que habia en el barranco empezaban ya a derretirse: perdian forma y solidez, y brillaban con un resplandor rojizo, luego escarlata, y por fin dorado. Su retirada quedaria cortada en cuestion de segundos.
Indigo echo a correr. La parte cuerda de su mente le grito que era inutil, que no conseguiria llegar a lugar seguro antes de que la lava se cruzara en su camino; pero la desesperacion la hizo arrojar aquel pensamiento a un lado mientras se precipitaba por la ladera. Bajo sus pies el suelo resultaba abrasador, el calor atravesaba incluso las suelas de sus zapatos; corrio mas aprisa y su falda, que se habia subido hasta los muslos en su ascension, se solto de repente en una marana de tela que se enredo en uno de sus pies y la hizo caer al suelo. Se golpeo contra una roca solida y rodo por el suelo, sintiendo como el calor la abrasaba, cuando un brillo amarillo aparecio en su camino. Sus ojos lo enfocaron de nuevo y lanzo un alarido.
Una criatura gigantesca y fantasmal se alzo en el sendero frente a la joven, agitando unas patas delanteras de reptil y dando latigazos con su cola bifida, mientras unas alas enormes y membranosas golpeaban el aire hacia ella en oleadas sofocantes. Una corona de fuego brillaba a su alrededor y aquella cosa rugia: el sonido transmutaba las dimensiones transformando la realidad en pesadilla.
Rodo de nuevo por el suelo. Se puso en pie de un salto y dio la vuelta para salir corriendo barranco arriba, lejos del vociferante fantasma que se alzaba ante ella.
No habia dado ni tres zancadas cuando la escena que tenia delante estallo. De las cimas de las montanas cayo sobre ella una barrera de sonido, trueno, terremoto y tornado a la vez. Una oleada de poder abrasador la zarandeo y la arrojo dando tumbos desfiladero abajo, como si fuera una hoja azotada por un vendaval. Oyo como el dragon lanzaba un furioso desafio, y, mientras el mundo se fragmentaba a su alrededor, tuvo una momentanea y enloquecedora vision de una figura humana, los brazos alzados hacia el cielo, envuelta en llamas que la perfilaban haciendola destacar contra el
ardiente firmamento.
CAPITULO 5
Intento mover los brazos, aliviar la presion que sentia en la region lumbar; pero estos se negaron a responder. Tenia los dedos de alguien cerrados alrededor de sus munecas, sujetandolas... Se retorcio, en un intento por desasirse, pero solo consiguio perder el equilibrio y resbalar como la muneca de trapo de una chiquilla, para yacer indefensa sobre el costado.
No eran dedos. Su mente aun no estaba despejada, pero supo que no eran dedos lo que la sujetaba. No eran manos: era una cuerda. Le aranaba la piel, y cuando intento mover los brazos sintio el aspero mordisco de las hebras sobre su piel llena de ampollas.
Hacia calor. Podia sentir como el sudor resbalaba por entre sus pechos y por la espalda; sus cabellos estaban humedos y pegados a sus mejillas y a su frente. El aire era caliente y el suelo sobre el que estaba tumbada tambien. No podia recordar donde estaba, o como habia llegado hasta alli.
Abrio los ojos y parpadeo en un esfuerzo por aclarar su vision. Habia luz, y aunque no era intolerablemente brillante, al principio no pudo enfocar nada que estuviera en su campo visual. Luego, al cabo de algunos segundos, su vision se aclaro un poco y se encontro directamente de cara a un pequeno altar. Se habian colocado diferentes piedras de colores delante de el con mucho cuidado, formando un perfecto semicirculo, y en el centro del altar, iluminada por una humeante lampara votiva, habia una figura del tamano de la mano de un hombre, tallada en lo que parecia ser un pedazo de basalto. En las cuencas de sus ojos brillaban agatas y la lengua que sobresalia de su boca abierta estaba esculpida en forma de llama, al igual que sus cabellos. La rodeaba un halo de fuego, como una estilizada corona solar, y entre las extendidas manos sostenia un rayo. La figura representaba una mujer desnuda. Con un sobresalto. Indigo reconocio la obra de un experto artesano de Rayana, la diosa del fuego.
Y, con un segundo sobresalto, la feroz imagen volvio a reunir los enmaranados hilos de su memoria.
—
En su repentina alarma la muchacha se olvido de las ataduras de sus munecas e intento ponerse en pie, para caer de nuevo torpemente de espaldas. Cerca de ella, algo lanzo un furioso siseo. Permanecio inmovil; luego, muy despacio, volvio la cabeza.
A cincuenta metros de distancia, algo que ella habia creido que existia tan solo en las leyendas se agazapaba sobre el desigual suelo de roca, mirandola con insolitos ojos amarillos. Una salamandra. Su cuerpo era, quiza, tan largo como el brazo de ella, y estaba hecho de una llama verde tan translucida que podia ver las diminutas arterias de fuego escarlata que palpitaban bajo su ardiente piel. Unas garras doradas aranaban la piedra, y alli donde su cuerpo tocaba el suelo, este humeaba y lanzaba chisporroteos.
Indigo lanzo una exclamacion ahogada y se encogio hacia atras. La salamandra abrio su flamigera boca y siseo de nuevo, adoptando una postura hostil, como si fuera a arrojarse sobre ella. Entonces, de algun lugar de detras de la cabeza de Indigo, una voz que mostraba un peligroso tono de furia y aversion a la vez chirrio:
—?Si haces de nuevo el menor movimiento sin mi permiso, mi criado te quemara el corazon!
Una sombra cayo sobre la joven. Levanto los ojos y vio a su raptor de pie junto a ella.
Era alto, y su estatura quedaba acentuada por el hecho de que una mala nutricion habia reducido su cuerpo a una esqueletica delgadez bajo sus viejas y andrajosas ropas. Cabellos que en su juventud habian sido negros, pero que ahora se volvian grises —en algunos lugares casi blancos—, caian en completo desorden sobre sus hombros y espalda; la impresion general resultaba doblemente curiosa por el hecho de que la marana de cabellos estaba cubierta de complicadas trenzas. Algo de aquel estilo peculiar le resulto familiar a Indigo. Pero no tuvo tiempo de rebuscar en su memoria, ya que el extrano se inclino sobre ella, los hombros y el pecho palpitantes a causa de su rapida y enojada respiracion. Unos enloquecidos ojos de un castano verdoso se clavaron en los suyos desde un rostro arrugado a causa de una tension anormal, y el hombre siseo:
—Me comprendes, ?verdad?