volvio a llenar la copa de el y la suya.

Jasker —no tenia apellido, por lo que parecia; no era costumbre en aquellos lugares— habia hecho todo lo posible por compensarlas, tanto a ella como a Grimya, por la prueba que les habia hecho pasar en su primer encuentro. Al dar a conocer la verdad. Indigo se sintio bien dispuesta a perdonar y olvidar; sin embargo, calmar a Grimya lo suficiente como para hacerla comprender que ya no debia contemplar a aquel hombre como una amenaza no habia resultado facil. Indigo habia conseguido, finalmente, establecer contacto telepatico con ella, y con mucha paciencia la habia convencido para que no se lanzase a la garganta de Jasker en cuanto este retirara la barrera magica que la mantenia encerrada en una cueva mas pequena. Cuando por fin salio, Grimya tenia los ojos rojos de furia y su pelambrera estaba erizada, por la desconfianza; pero las palabras tranquilizadoras de su amiga y un plato de carne cruda la habian apaciguado, por fin, y acepto reunirse con ellos en la caverna principal y escuchar el relato de Jasker.

La historia, tal y como el hechicero la habia contado, no resultaba agradable de escuchar. Con tranquila e inflexible determinacion, que no habia podido enmascarar el dolor evocado por sus recuerdos, Jasker explico que era —o, con mas precision, habia sido— uno de los respetados sacerdotes-hechiceros Ranaya, de la Diosa del Fuego, avatar de la Madre Tierra que habia sido adorada en la region durante generaciones. Pero con la llegada del Charchad habian llegado tambien violentos y terribles cambios. El culto —y hasta ahora Jasker no le habia dicho nada de sus origenes— habia crecido con aterradora rapidez, hasta que sus dignatarios se sintieron lo bastante poderosos como para desafiar el reinado de Ranaya, deponiendo a su clero.

Quiza, dijo el hechicero lleno de amargura, el y sus companeros de religion habian sido unos estupidos por resistirse. Quizas hubieran debido darse cuenta antes de que fuera demasiado tarde de que una confrontacion directa con el Charchad no acarrearia mas que el desastre; los devotos del culto habian utilizado el temor y la tortura para extender su influencia por el territorio minero y ningun hombre ni mujer corriente se atrevia a protestar, y mucho menos a levantar una mano contra ellos. Pero se habian resistido; y su ferviente esperanza de que las gentes por las que durante tanto tiempo habian intercedido ante Ranaya se levantarian con ellos resulto ser falsa. Los amigos de Jasker, sus queridos companeros, fueron masacrados. Intentaron utilizar su magia, pero el Charchad poseia sus propios poderes que ellos no podian ni comprender ni combatir. Y cuando las torturas y las matanzas terminaron, la propia esposa de Jasker, a quien este adoraba, estaba entre los cuerpos destrozados que el culto dejo tras de si.

La fria objetividad con que el hechicero relato la forma en que habia muerto su esposa conmociono vivamente a Indigo, ya que podia percibir la titanica tension que la repeticion del relato ocasionaba a aquel hombre. Un momentaneo lapso, una minima pizca de emocion, y Jasker se habria derrumbado incontrolable. Su esposa —no quiso decirle su nombre; segun su tradicion era una descortesia pronunciar en voz alta los nombres de los difuntos— habia sido torturada durante toda una noche. No revelo los detalles de su tortura, e Indigo no pregunto. Pero describio como, despojado de su poder y sin la menor posibilidad de ayudarla, habia sido obligado a presenciar su lento y agonizante trayecto hacia la muerte.

El propio fin de Jasker hubiera llegado al atardecer del dia siguiente. El Charchad, al parecer, queria reservar algunas victimas para ofrecer un ejemplo publico a los indecisos y los incredulos, y por eso lo encerraron, con dos companeros apenas conscientes, en su propio templo. Como habia escapado era algo que en aquellos momentos no podia recordar; lo unico que sabia era que, de repente, se vio poseido por una furia como jamas habia sentido, una furia enloquecida que aniquilo toda razon y todo temor. Habia escapado de su prision y habia matado a dos hombres, quiza tres; a partir de ese instante su mente estaba en blanco hasta el momento en que recupero el juicio en las montanas volcanicas, mientras el sol se ponia, a sus espaldas, con un enfurecido resplandor rojizo.

La matanza habia tenido lugar hacia dos anos, y desde entonces Jasker habia vivido alli solo, proscrito y fugitivo. Las viejas montanas estaban acribilladas de cuevas, tuneles y pozos, todos ellos excavados por la lava derretida en la epoca en que la actividad volcanica estaba al maximo. No habia habido ninguna erupcion durante las tres ultimas generaciones y, por lo tanto, la red de pasillos y cavernas resultaba un refugio ideal y casi inexpugnable. No obstante, y segun le conto a Indigo, los volcanes no estaban de ningun modo apagados. Existia vida en los pozos mas profundos de las montanas de fuego —pozos como la fumarola que ella habia visto—, pero estaba adormecida, dijo con una curiosa sonrisa. No estaban extinguidos; solo inactivos. Era como si aguardaran a que algo interrumpiera su largo reposo.

No sabia si su presencia era conocida por los cabecillas del Charchad. Durante su exilio, solo cuatro extranos antes que Indigo habian ido a parar a la zona donde tenia su fortaleza, y ninguno de ellos habia vivido lo suficiente para que Jasker pudiera comprobar si su presencia era puro accidente o algo mas siniestro. Ella le pregunto por que permanecia en las montanas en lugar de intentar buscar una nueva vida en algun otro sitio, y la sonrisa que le dedico a modo de respuesta la dejo helada.

—Por venganza. —Sus ojos brillaron en la penumbra de la cueva y advirtio un repentino resurgimiento de la vieja locura—. El mundo no tiene nada que ofrecerme. Indigo, ya que nada podria reemplazar lo que posei y perdi. Por lo tanto, he dedicado mi vida a un solo proposito y solo a este: desquitarme. —Inconscientemente apreto un puno y los nudillos se pusieron totalmente blancos—. No puedo explicar el autentico significado de la colera a alguien que no ha experimentado sus mayores extremos. Pero me he disciplinado, preparado y endurecido, hasta el punto en que me he convertido en un arma viviente; como, bebo y respiro venganza, y la venganza se ha encarnado en mi carne, mis huesos, mi alma. Yo soy la venganza. —Aspiro con fuerza y miro en direccion al altar, anadiendo en un apagado murmullo—: ?Ranaya me ha concedido ese don, y no le fallare!

Indigo habia bajado la vista hacia sus propias manos, que mantenia cruzadas, consciente de los inquietos pensamientos que corrian por la mente de Grimya y, tambien, de una extrana sensacion en su interior que respondia involuntariamente a las palabras de Jasker. Ella habia probado la colera, habia sentido su ardor en las venas; y las atrocidades que la habian provocado eran tales que no haria falta demasiado para dispararla otra vez. Compartia la colera de Jasker, y aquello era peligroso; ya que, a pesar del cambio en su comportamiento, era muy consciente de que el hombre no estaba en su sano juicio. Puede que fuera inteligente y lucido, pero su insaciable rabia contra el Charchad lo habia desquiciado, y ahora alimentaba sus ya considerables habilidades en el campo de la hechiceria. Resultaria muy facil sucumbir a la misma oleada de emociones que lo empujaban, abandonar cautela y razonamiento y arrojarse de cabeza a su causa comun. Eso. Indigo lo sabia, podria resultar un error fatal, ya que de una cosa estaba ahora segura: el odiado Charchad de Jasker y el demonio que ella buscaba para destruirlo eran la misma cosa.

Habian transcurrido algunos minutos ya sin que ninguno de ellos dijera nada. En aquella cueva era imposible saber la hora; Indigo supuso que en el exterior empezaria a hacerse de dia, pero aqui el dia y la noche eran la misma cosa, y la sensacion de eternidad parecia formar parte de un sueno; era algo un poco fantastico. Grimya estaba sumida en un inquieto sopor; la loba seguia sin confiar en Jasker y, de vez en cuando, sus ojos ambarinos se abrian y le dirigia una mirada de desconfianza antes de volverse a dormir. Tambien Chrysiva dormia, sobre el saco de tela aspera relleno de hojas secas y ramas que servia de cama al hechicero. Algunas horas antes, este habia estudiado el contenido de la bolsa de medicinas de Indigo y seleccionado dos hierbas con las que preparar una pocion para aliviarle la fiebre a la muchacha. La decoccion parecia haberla calmado y su sueno era mas natural que antes. Pero Indigo seguia muy preocupada por Chrysiva, y ahora se volvio para contemplarla. Su piel mostraba una palidez cadaverica, casi del color de un pescado muerto. Y las senales de sus brazos y rostro, las manchas, las llagas, parecian estar empeorando.

—Dormira bastantes horas todavia —dijo Jasker con calma.

—Lo se. —La joven se volvio hacia el—. Pero esas cicatrices que tiene... no muestran la menor senal de mejora.

—No. —Se detuvo, contemplandola con atencion, y luego anadio—: No se curaran. Ya no. Si la hubiera encontrado hace dos dias, quizas habria habido alguna esperanza, pero ya es demasiado tarde.

Indigo le miro con fijeza y sintio como si por su estomago se pasearan gusanos.

—?Demasiado tarde?

—?No os conto lo que le hicieron?

—No... Todo lo que se es que a su esposo lo habian «enviado al Charchad» —sea lo que sea lo que esto signifique— y que ella habia ido a las minas para interceder por el cuando la encontre.

—?Ah! —Jasker junto las manos, luego se las quedo mirando—. Hay muchas mas cosas que debo contaros. Indigo, y la historia de esta pobre mujer es solo una minima parte de ello. —Levanto de nuevo los ojos hacia ella; estos relucian como frio cristal—. Antes de que recuperaseis el conocimiento, hable con Chrysiva y averigue la parte

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