de su relato que, al parecer, no os ha contado. —Se sirvio otra copa de agua y tomo un sorbo como si quisiera ahogar un mal sabor de boca—. «Enviado al Charchad»... Ja! Ni siquiera tienen el valor o la honradez de llamarlo por su nombre:
—Que... —empezo Indigo pero, antes de que pudiera continuar, Jasker extendio la mano y la sujeto por la muneca, agarrandola con tal fuerza que sus dedos quedaron entumecidos. Se inclino hacia adelante y el brillo de sus ojos se convirtio en una llamarada cuando las sombras dieron paso a la luz de las velas.
—?Sabeis que es lo que tiene esa mujer? ?Lo sabeis?
—No...
Con su mano libre el hechicero senalo a Chrysiva, y todo su brazo empezo a temblar con una rabia que apenas si podia controlar.
—?Se le ha concedido el honor y la gloria de alcanzar un estado de gracia! —Tiro de la muneca de Indigo y casi le hizo perder el equilibrio—. ?El estado de gracia segun Charchad! ?Sabeis lo que eso significa? No, no lo sabeis; sois forastera, una extranjera. Se os ha ahorrado la bendicion de ese conocimiento, ?no es asi? ?Orad a Ranaya para que nunca tengais que averiguarlo en vuestra propia carne!
Su furiosa voz desperto a
—No,
El hombre se calmo, pero le costo un gran esfuerzo. Durante algunos instantes intento controlar su respiracion. Por fin dijo:
—Los habeis visto. Si pasasteis una sola noche en aquella ciudad inmunda, teneis que haberlos visto. Los exaltados; los favorecidos por Charchad. ?Esos monstruos mutantes, llenos de cicatrices y supurantes llagas!
Los celebrantes de la carretera, las criaturas que la habian asaltado en la Casa del Cobre y el Hierro... Horrorizada. Indigo miro a Chrysiva, frenetica.
—Pero ella no es...
—?Uno de ellos? Oh, lo es. Indigo, lo es. ?Pero no por voluntad propia! —Jasker cerro los ojos con fuerza y se paso con ferocidad ambas manos por los cabellos; su sombra se balanceo enloquecida sobre la pared de la cueva. Indigo lo oyo aspirar con fuerza, luego hundio los hombros.
—Existe una sustancia —dijo, luchando por contener su furia—. Metal o piedra, no conozco su naturaleza. Pero resplandece.
—La hemos visto.
—Entonces sabreis, sin duda, que es un simbolo de poder para esos demonios de Charchad.
—?Sus amuletos?
—Si, sus amuletos. Un distintivo de categoria, de favor. Y mata. Indigo. Despacio, y con tanta certeza como que el sol sigue un recorrido concreto por el cielo. ?Esa infernal abominacion pervierte y corroe los cuerpos de todo lo que entra en contacto con ella, hasta que no queda mas que la muerte!
Indigo abrazo a
—Entonces las desfiguraciones que vimos, las mutaciones..., ?las causaba esa... esa piedra, ese mineral?
—Visteis las menos terribles. Visteis a los que pueden andar, a los que todavia pueden hablar, a aquellos cuyas bocas aun no se han descompuesto de manera que se mueren de hambre incluso antes de que las ultimas etapas de la enfermedad acaben con ellos. No habeis visto los horrores de esas etapas finales, la agonia, las convulsiones, los moribundos lanzando alaridos de dolor.. ?Ah, Ranaya! —Se cubrio el rostro con las manos.
—Jasker. —Indigo se inclino hacia el, posando una mano sobre su hombro y sintiendose inutil ante su tormento—. Jasker, por favor...
Se la quito de encima con suavidad, sin demostrar hostilidad.
—Perdonadme,
—?Recordar?
El sacudio la cabeza, pero no para negar sino para aclarar sus ideas. La furia y la emocion estaban de nuevo bajo control, al menos por el momento.
—El esposo de esta criatura fue castigado por un supuesto crimen —continuo—. Pero el crimen fue una excusa, una invencion. La verdad es que se lo castigo por negarse a jurar lealtad al Charchad. Existen todavia algunos que se resisten al culto, aunque deben de ser ya muy pocos.
Indigo recordo el «festival» en la plaza del pueblo, los rostros asustados, las mentes cerradas.
—Si —repuso con forzada calma—. Muy pocos.
—Entonces esta mujer y su esposo han sido mas valientes que la mayoria. Debieran de haber sabido que no podian hacerlo. Al hombre lo escogieron como cabeza de turco, como ejemplo para despertar el temor en los corazones de aquellos que pudieran haber pensado en seguir su ejemplo; pero su sufrimiento no fue suficiente para esos reptiles. Consideraron que su esposa debia compartir su estado de gracia. Y por lo tanto la obligaron... —Su voz titubeo hasta casi quebrarse; luego volvio a recuperar el control—. La obligaron a comer un pedazo de esa maldita piedra, a infectarse con la enfermedad que, para ellos, es una senal de la bendicion del Charchad.
—Tierra bendita... —Indigo volvio rapidamente la cabeza para mirar a Chrysiva por encima del hombro—. Entonces, ?morira?
—Si. La fiebre y las desfiguraciones no son mas que el principio, pero una vez se han afianzado no hay esperanza. Chrysiva morira. Indigo. Ellos la han asesinado. —Se interrumpio—. De la misma forma que asesinaron a mi esposa.
La muchacha volvio la cabeza en redondo y clavo los ojos en el.
—?Es
Jasker asintio con la cabeza.
—Puede hacerse en pocas horas —respondio, y la terrible y objetiva frialdad regreso a su voz—. Si tienen suficiente cantidad de la piedra, y se obliga a la victima a... —Sacudio la cabeza violentamente, incapaz de decir mas.
Indigo miro hacia el suelo con ojos nublados, al tiempo que sentia como las ardientes y amargas vibraciones de la colera se agitaban en su interior de nuevo. La sola idea de que un ser vivo pudiera ser capaz de tales atrocidades, pudiera regocijarse en su ejecucion, le provocaba nauseas en lo mas profundo de su alma. ?Y todo para que? Poder. Poder, y una demencia tal que convertia, en comparacion, la loca ansia de venganza de Jasker en apenas una debil e insignificante lucecita.
Sintio un suave contacto en su mente, y oyo el mudo pensamiento de
Aquello era cierto. Pero...
—Nemesis...
Una fria punzada interna hizo que Indigo olvidara la cautela, y pronuncio el nombre en voz alta sin darse cuenta. La cabeza de Jasker se alzo.
—?Que?
—Na... nada —El rostro de Indigo habia palidecido—. Una palabra solo; sim... simplemente pensada en voz alta, por un momento...
—Dijisteis...
—Por favor. —Levanto las manos, con las palmas hacia fuera—. No tiene la menor importancia.
La miro pensativo, luego se encogio de hombros.