brazos y rostro. En su mente repetia furiosa el nombre de Karim, apenas si se contenia para no gritarlo en voz alta llena de frustracion. Pero el no estaba alli.

Entonces, de pronto, cada uno de sus sentidos volvio a la realidad al divisar un rostro en la puerta del templo. La figura estaba entre las sombras del gran portal, y los reflejos del agua del estanque de la entrada jugueteaban sobre sus facciones y las distorsionaban. Pero los ojos la miraban burlones, y el cabello que le caia sobre los ojos lanzo un destello plateado al caer sobre el un fugitivo rayo de luz. Y la boca sonreia, mostrando los pequenos y salvajes dientes nacarados de un felino malintencionado y perverso.

«?Indigo!»

El grito mental de Grimya se articulo en un ganido que! sobresalto a las personas que tenia cerca, y el animal echo J a correr tras ella cuando Indigo se precipito hacia el templo. Un reflejo, nada mas que eso, hizo que Indigo se quitara los zapatos justo antes de meterse en el estanque; en un instante dejo atras el agua y emergio en el enorme, fresco y tranquilo interior del templo.

La atmosfera del templo la golpeo como un mazazo y la detuvo en seco. Las figuras se movian en la tranquila penumbra mezclandose peregrinos y sirvientes del templo; respirando con fuerza, miro a su alrededor, pero la figura de cabellos plateados habia desaparecido. Sin embargo no le cabia duda, la menor duda, en cuanto a su identidad.

Nemesis. Su alter ego, su demonio personal, la maligna criatura que, tantos anos atras, se habia enfrentado a ella en la Torre de los Pesares y se habia reido llena de satisfaccion ante la locura cometida por la muchacha. Una rabia ciega empezo a hervir en Indigo. Tanto tiempo manteniendo a raya a Nemesis y su influencia, para de repente verla alzarse como un repugnante fantasma salido de la tumba para burlarse de ella. No dejaria que la ridiculizaran, no se burlaria de ella; y mucho menos en aquel lugar sagrado.

Grimya no habia penetrado en el templo, sino que permanecia al otro lado del estanque e intentaba establecer contacto mental, Indigo no le hizo caso, y tras recuperar un poco de su autocontrol, empezo a andar despacio hacia el enorme altar en forma de barco que se alzaba fantasmagorico sobre su cabeza. Encontraria al demonio. Aunque tuviera que desmontar el templo con sus propias manos, lo encontraria. Y cuando lo hiciera...

—?Puedo seros de ayuda, senora?

La voz la devolvio a la realidad con un sobresalto. Al volverse, Indigo vio a un hombre de mediana edad y rostro agradable, vestido con la tunica verde mar de los sirvientes del templo. Le sonreia con amabilidad y extendio una mano para sostenerla, ya que parecia como si fuera a perder el equilibrio. Ella lo miro desconcertada.

—?Visitais el templo por primera vez? —Su voz era tranquilizadora, suave—. El altar puede tener a menudo un efecto inquietante sobre aquellos que no lo han visto antes. Nos gusta pensar que el aliento de la Madre del Mar puede sentirse incluso en una casa construida por la mano del hombre.

Ante su amable sinceridad la furia de Indigo se desmorono en pequenos fragmentos que ya no pudo recuperar.

—Gracias —dijo con voz temblorosa—, pero enseguida estare bien. El sol, creo; el contraste. Me...

En el mismo borde de su campo visual, vio un centelleo plateado a la entrada del templo.

La excusa murio en su garganta. Perplejo, el hombre se quedo mirandola mientras la joven corria en direccion a las puertas.

«Grimya, ?donde esta? ?Adonde fue?»

Indigo tuvo que hacer un soberano esfuerzo para no aullar su pregunta en voz alta al tiempo que se detenia tambaleante frente al estanque. Las orejas de Grimya estaban echadas hacia atras, los pelos de su lomo erizados, la boca abierta mostrando los colmillos mientras, tambien ella, contemplaba con atencion el soleado dia en el que la impavida multitud seguia con su rutina diaria.

«?Lo he visto!» Una furia impotente ardia en Indigo. «Estaba aqui, y luego...»

«No he visto nada», le informo la loba, deprimida, «pero lo he notado pasar. Una sensacion fria, como el viento invernal de mi tierra, pero no he podido agarrarlo, no he podido seguirlo. Se ha ido, Indigo. Y no se adonde.»

Indigo creyo escuchar en su mente un eco de la burlona risa de Nemesis. Desvio la mirada de la brillante escena que se desarrollaba ante sus ojos y la clavo en el estanque del templo. Deslumbrada por la luz del sol, unas imagenes danzaron ante sus ojos y se los froto con fuerza.

Y vio, distorsionada por las sombras de las flores que flotaban en el agua, una absurda forma angular que relucia en el suelo del estanque.

La logica le dijo que no debia de ser mas que algun pequeno objeto que un peregrino descuidado hubiera dejado caer, pero, instintivamente, Indigo supo que no era asi. Se inclino, hundio el brazo hasta el codo en el agua, y saco de ella aquel objeto reluciente; luego, mientras el agua se deslizaba sobre su plana superficie, se lo mostro a Grimya sin pronunciar palabra.

Era una carta de las usadas para decir la buenaventura. El dorso carecia de adornos, pero estaba pintado de color plata y relucia a la luz del sol. La cara de la carta mostraba el mar de noche: la reluciente y fantasmal corona de una luna llena en eclipse brillaba sobre un oscuro y sombrio oleaje, y de ese oleaje se elevaba una pesadilla viviente, ondulante, convirtiendo las olas que la rodeaban en un revuelto caos.

Una serpiente plateada.

Indigo no fue consciente de que vadeaba el estanque, recuperaba sus zapatos, y se los calzaba en los pies mojados. Tan solo cuando ella y Grimya se encontraron sobre el peldano superior de la escalinata del templo y bajaron la vista en direccion al bullicio del puerto, los ojos de la muchacha contemplaron de nuevo el mundo real. Y cuando lo hicieron, se iluminaron de repente con febril comprension.

—Un regalo de Nemesis. —Lo dijo en voz alta, pero sin alzarla demasiado, y solo Grimya la oyo—. Una senal de su presencia, para desconcertarnos. Y me parece, Grimya, que el regalo puede resultar mas valioso de lo que le gustaria al demonio.

La loba levanto los ojos hacia ella.

«No comprendo.»

Indigo sonrio. Habia algo salvaje en su expresion.

—Pero yo creo que si —repuso—. Se esta tramando algo, y Nemesis lo sabe: ?por que si no habria escogido dejarse ver de nuevo ahora, despues de permanecer oculta tantos anos? Intenta burlarse de nosotros con lo que sabe, pero subestimado nuestra habilidad para ver lo que se oculta en realidad tras sus juegos. —Volvio a mirar la carta de la buenaventura—. El Devorador de la Serpiente y el eclipse de luna... Phereniq tiene razon al temer la maldad que anuncia esta conjuncion, pero su origen no esta donde ella cree. —De repente, Indigo arrugo la carta con un gesto violento—. Esto es la confirmacion de lo que hemos estado esperando, Grimya. El demonio empieza a moverse ,al fin.

CAPITULO 16

Augon Hunnamek se recosto en su sillon. Unio las yemas de los dedos ante su rostro y arrugo la frente mientras Phereniq lo contemplaba atenta pero inquieta. A medida que pasaban los anos la mujer encontraba cada vez mas dificil descifrar su estado de animo, y aun no podia saber como reaccionaria a lo que ella acababa de contarle. Le grito con su mente para que dijera algo, pero no queria ser la primera en romper el silencio de viva voz.

Por fin, el levanto la cabeza, sus claros ojos se encontraron con los de ella a un mismo nivel.

—Estoy en deuda contigo, Phereniq. Parece que otra vez me has hecho un gran servicio.

Sintio que una sensacion de alivio la inundaba, y se permitio dejar escapar un suspiro largo tiempo contenido.

—Gracias, mi senor. Tenia... —Se quedo sin voz; carraspeo rapidamente y siguio—: Tenia miedo de que encontrarais mi informe demasiado especulativo.

—De ningun modo. —Augon dejo caer las manos sobre la mesa otra vez, y dio un golpecito sobre la pagina superior de los archivos que ella habia desenterrado—. Esto es mas que simple especulacion, mi querida vidente.

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