Grimya, pero incluso su limitado conocimiento y experiencia de este mundo habria debido advertirle de que no podia confiar en tal supuesto. Podria muy facilmente haberse tratado de una ilusion. O podria haber sido algo mas tangible. Un lobo quizas —el grito habia sido inconfundible—, pero un lobo que debia su existencia a este mundo, y no a la tierra real.

Sus hombros se hundieron y clavo los ojos en la negra hierba, avergonzada. Esti le palmeo la espalda, luego se volvio para revolver en su bolsa.

—Ya se lo que las dos necesitamos. —Saco un pequeno frasco de metal y lo agito con aire conspirador—. Fran no sabe que he traido esto. Es alcohol de cebada. Es bueno para los animos. Y luego yo me hare cargo de la guardia, y tu duermes un poco.

Muy a pesar suyo, Indigo sonrio.

—Eres muy amable, Esti, pero no estoy cansada. Y ahora no podria dormir.

—Tampoco yo. —Esti descorcho el frasco y lo olfateo apreciativa—. Bueno, pues: al menos puedo hacerte compania.

Tomo un trago del contenido de la botella y se la ofrecio, Indigo nego con la cabeza, y la muchacha volvio a colocar el tapon y se acomodo junto a ella con aire satisfecho.

—?Sabes? —dijo al cabo de un momento—, si no fuera por el color del fuego, casi podria creer que estamos sentadas en un campamento autentico, con las carretas a nuestra espalda y Cari preparando una sustanciosa comida... —Se dio cuenta entonces de lo que habia dicho y la forzada alegria se evaporo—. ?Oh, Indigo... !

—?Como esta tu mano ahora?

Indigo hablo con rapidez, ya que la mencion del fuego le habia recordado su descubrimiento, y se sentia ansiosa tanto de distraer a Esti como de comprobar su teoria.

—Bueno... esta bien, supongo. Todavia me duele. Pero el unguento ha ido bien.

Indigo se inclino hacia adelante.

—Escucha, Esti. Mientras dormias, yo... —Y se detuvo al escuchar un crujido entre los arboles a su espalda.

Esti giro la cabeza en redondo.

—?Que ha sido eso?

Lo que Indigo habia estado a punto de decir murio ante una tension que se volvio palpable mientras ambas miraban atentas la oscura barrera del bosque. La mano de Indigo se dirigio de forma instintiva hacia la ballesta; la de Esti, a su cuchillo. Pero lo que fuera que habia agitado las hojas no pensaba, al parecer, dejarse ver.

—Lo he oido. —La mirada de Esti se deslizo furtiva hacia el rostro de Indigo—. ?No lo has oido tu?

—Si. Pero...

?Ahi!

Esti indico una rama baja de uno de los arboles justo mas alla del perimetro del bosque que en aquel mismo instante descendia y volvia a su posicion original, como si algo la hubiera hecho a un lado. Habia una sombra, le parecio a Indigo; una sombra que no habia estado alli un momento antes.

—Despierta a Fran —dijo en voz baja—. ?Aprisa!

Esti se arrastro hasta su hermano y lo sacudio por el hombro, al tiempo que seguia mirando temerosa los arboles.

—?Fran! ?Fran, despierta! Hay... —El ronco susurro murio en una ahogada exclamacion de terror.

—?Esti?

Indigo se volvio, sorprendida, y vio a Esti agazapada e inmovil como una estatua. Su boca se abria y cerraba espasmodicamente, pero de ella no brotaba ningun sonido. Y sus ojos miraban fijamente, desorbitados por un terror que era incapaz de articular.

De pronto, Esti grito con toda la fuerza de sus pulmones. Fue un grito salvaje, demente, que surgio de su garganta lleno de ciego e insensato panico, e hizo que Fran se despertara tambien gritando, Indigo, su mente debatiendose entre el sobresalto y el temor a lo que Esti hubiera visto, se abalanzo hacia la muchacha, para volverse aturdida al tiempo que sus sorprendidos ojos se dirigian hacia el bosque en el mismo instante en que algo se abria paso con gran estruendo por entre las hojas...

—?Ahhh, no!

La imagen se estrello contra su cerebro a la vez que escuchaba la silbante exhalacion que en un centenar de pesadillas infantiles habia anunciado el ulular maligno y lugubre del mas terrible de los horrores de la mitologia de las Islas Meridionales. Destacandose por entre los negros arboles vio el ojo que las contemplaba desde la enorme cabeza deforme, y la unica y contrahecha pierna con su enorme pie plano que avanzaba pesadamente por entre la maleza, el brazo retorcido que se extendia hacia ella para desgarrarla, la boca situada en el descarnado pecho que se fruncia, se movia babeante. Se echo hacia atras, a punto casi de caer sobre el fuego, y se volvio a ciegas mientras intentaba incorporarse con la ayuda de manos y pies. Los alaridos de Esti resonaron en sus oidos; luego, de repente, se escucho un sonido como el de una tela al rasgarse, se produjo una fuerte rafaga de aire, y Esti paso corriendo junto a ella, corriendo como un ciervo ante los mastines para perderse en la oscuridad.

—?Detenia!

A pesar de lo aterrorizada que estaba, Indigo reconocio la voz de Fran, y su grito la saco de aquel torbellino de panico. Unos pasos resonaron en la hierba; unas manos la sujetaron, incorporandola...

Y no habia nada en el bosque. Ninguna zarpa que se estirara hacia ella, ni boca babeante, ni ningun ulular. Solo los arboles, silenciosos e inmoviles.

La cordura regreso con vertiginoso impetu e Indigo sintio como si se le fueran a doblar las piernas. Pero Fran no se daba cuenta de su estado; ya habia salido corriendo en pos de Esti, arrastrando a Indigo con el. Esta tropezo, dio un traspie, por un milagro consiguio mantenerse en pie y, por fin, el temor de verse abandonada alli, sola, envio un torrente de adrenalina por todo su cuerpo y con ella renovadas energias, y se encontro corriendo desesperada junto a Fran, detras de la figura de Esti, gritando su nombre como una conjura contra el mal.

CAPITULO 9

—?No pienso regresar ahi! —exclamo Esti con violencia, apretando los dientes—. ?No me importa si lo dejamos todo alli para que se pudra..., no pienso ir!

Fran solto las munecas de su hermana y miro impotente a Indigo.

—No sirve de nada. No quiere razonar.

Habian alcanzado a Esti en la ladera de una suave escarpadura y por fin habian conseguido tranquilizarla; permanecian sentados en un repecho, incapaces de mirar por el borde al pozo de intensas sombras que se abria a sus pies. El fuego de su campamento resultaba apenas visible en la distancia, y junto a el estaban todas sus pertenencias.

Esti aparto los brazos de las manos de Fran y aspiro con fuerza, luego se seco los ojos con la manga que le quedaba. Fran arrugo la otra, que le habia arrancado al intentar detener su huida, y la dejo caer sobre la hierba.

—Bueno, pues alguien tiene que regresar —dijo con firmeza.

—?No, Fran! —protesto Esti—. Tu no lo has visto...

—Entonces no tengo por que tener miedo, ?no es asi?

—?Pero era el Jachanine! Los cabellos, los dientes... ?Y aquellos ojos!

—Un momento —intervino Indigo de repente, sujetando el brazo de Fran—. ?Que es lo que ha dicho que vio?

—El Jachanine —repuso Fran sucintamente—. Es un troll que frecuenta los pinares en nuestro pais. Nuestra madre acostumbraba contarnos historias sobre el cuando eramos pequenos. —Contuvo un estremecimiento.

—?Que aspecto tiene?

Fran fruncio las cejas.

—Ya lo has visto por ti misma, ?no?

—He visto algo. Pero le di otro nombre. —Se inclino hacia adelante para que Esti no pudiera escucharla—. En

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