las Islas Meridionales tenemos relatos de un demonio llamado el Caminante Pardo. Es inmensamente alto y delgado, y posee un solo brazo, una sola pierna y un solo ojo. La boca la tiene en el estomago,, y ulula. —Sintio una sensacion de nausea en la garganta al resurgir la imagen en su mente, y la reprimio con un esfuerzo—. Eso fue lo que yo he visto. Describe al Jachanine.

—No. —Fran entrecerro los ojos—. De modo que Esti y tu no visteis la misma cosa, ?no es asi? Ella ha creido que era el Jachanine; tu que se trataba de un demonio de las Islas Meridionales. Y yo no he visto absolutamente nada. Entonces no era algo real: ha sido otra ilusion.

—Si. —Indigo volvio la cabeza pensativa en direccion al campamento y la amenazadora pared de arboles situada mas alla—. Pero ?que clase de ilusion? Eso es lo que me preocupa, Fran. ?La creamos nosotros, con nuestra propia imaginacion? ?O alguna fuerza exterior leyo nuestras mentes y conjuro las imagenes para reflejar nuestros terrores infantiles?

Fran lanzo un juramento en voz baja y miro en direccion al bosque con una mirada furtiva y llena de inquietud.

—Por la Madre, esa es una idea aterradora. Eso querria decir que este demonio sabe que estamos aqui, y nos vigila. —La miro de soslayo—. E incluso juega con nosotros, quiza.

Sus palabras repetian las sospechas de Indigo, y esta dijo:

—Creo que deberiamos irnos. Debemos regresar al campamento el tiempo necesario para recoger nuestras cosas y nada mas. Aun cuando Esti lo quisiera no considero sensato quedarnos en el. En mi opinion debemos ponernos en movimiento, y rapido. Si tu y yo vamos a buscar las cosas...

Fran meneo la cabeza.

—Estoy de acuerdo; pero Esti no debe esperar aqui sola. Uno de los dos tendra que quedarse con ella. Lo mejor sera que yo recoja las cosas. —En la oscuridad su sonrisa era

un debil pero decidido intento de hacer una gracia—. Soy el que corre mas deprisa de los tres.

Esti se apretujo contra Indigo, agarrandole la mano con fuerza, y juntas contemplaron con cierta inquietud como Fran se alejaba a grandes zancadas por la hierba en direccion a la debil luz del fuego. Mientras se inclinaba para recoger sus posesiones las copas de los arboles crujieron de repente, amenazadoras, Indigo sintio que el corazon le daba un vuelco, y Fran levanto los ojos veloz; pero los arboles volvieron a quedar en silencio y el reanudo su tarea, trabajando con rapidez, sin detenerse a apagar el fuego con los pies. Cuando regreso, Esti lo abrazo sin decir nada; luego los tres se volvieron para contemplar el reluciente terreno banado por la oscuridad que se extendia en direccion al lejano horizonte.

—Hay una especie de sendero.

Indigo, cuya vision nocturna era mas aguda que la de la mayoria, indico el lugar donde la cresta corria en diagonal entre dos valles de empinadas laderas. Siguiendo la cresta, iluminado de forma debil y desigual por una luminosidad fosforescente en la profunda penumbra, habia lo que parecia ser un sendero estrecho y accidentado.

—No hay forma de saber adonde conduce —dijo Fran dubitativo.

—Conduce lejos del bosque —interpuso Esti—. Eso ya es suficiente para mi.

A lo lejos, en la linde del bosque, las apagadas llamas azules del fuego seguian brillando, y mientras se echaban al hombro las bolsas, Indigo miro atras y se pregunto si aquella diminuta y fria luz acabaria por desvanecerse y apagarse. Las leyes naturales en este lugar eran tan imprevisibles que el fuego bien podria seguir ardiendo sin combustible que lo alimentara; al menos hasta que la descomposicion, que de una forma extrana y desagradable parecia endemica a aquel extrano mundo, acabara por destruirlo.

Continuo mirando al fuego hasta que oyo pronunciar su nombre, de una forma vacilante y perpleja, y esto rompio el hechizo de sus meditaciones. Fran y Esti la observaban, y el primero pregunto:

—?Indigo? ?Que estas pensando?

Se volvio hacia ellos, de cara otra vez a la oscura extension de terreno que tenian delante.

—Nada que no pueda esperar —respondio, y se obligo a sonreirle—. ?Nos vamos?

El tiempo y la distancia carecian de todo significado mientras avanzaban por la silenciosa noche. El debil y fantasmagorico crepusculo no variaba, los paramos y escarpaduras y los pedregales se extendian interminables en todas direcciones, y no se distinguia ninguna senal distintiva en toda aquella aridez que los rodeaba. El cansancio habia dado paso a una peculiar y nebulosa sensacion de inevitabilidad, e incluso Indigo, que no habia dormido en absoluto, se sentia como si pudiera seguir avanzando bajo aquel cielo eternamente monotono.

Esti se habia desecho de sus peores temores, pero su valor habia sufrido un duro golpe y se habia mostrado muy abatida, cosa muy impropia de ella, desde que abandonaran la escarpadura, Indigo y Fran habian explicado la naturaleza de la aparicion del bosque, pero poco importaba. Lo que habia sucedido en una ocasion, arguia Esti, podia suceder de nuevo.

Y habia pesadillas infantiles mucho peores que el Jachanine enterradas en su mente. ?Cual seria el siguiente fantasma? ?Otro troll? ?Una voraz jauria de Witchlenen? ?O el mismisimo Gusano Titanico? Fran la insto con severidad a mantener la boca cerrada y dejar de decir estupideces: ?queria acaso buscarse mas problemas? Aunque los nombres pronunciados por Esti no significaban nada para ella, Indigo se dio cuenta de que estos hacian mella incluso en las energicas baladronadas de Fran, e intervino, ansiosa por cambiar el tema antes de que el temor se volviera demasiado contagioso. Con la esperanza de mitigar el estado de animo reinante, les conto su experimento con el fuego, y como habia hecho desaparecer una quemadura de su propia mano al creer simplemente que esta no podia existir de ningun modo. Esti se sintio muy excitada ante esta idea, y estudio sus quemados dedos con renovado interes.

—?Quieres decir que si yo digo que no creo en ello, desapareceran?

—No es exactamente asi de sencillo —le advirtio Indigo—. No puedes decir sencillamente que no lo crees, debes estar convencida de ello.

Esti fruncio el entrecejo y flexiono la mano.

—Pero todavia me duele. No veo como puedo dejar de creer que me duele, cuando todavia siento el dolor.

—Intentalo —le insto Indigo—. ?Esti, esto podria resultar vital para nosotros! Si pudieramos aprender a manipular las fuerzas que actuan aqui...

—?Como la voz? —Los ojos de Esti se iluminaron.

—Exactamente igual que la voz. —Indigo miro a Fran y el asintio—. Prueba, Esti..., por favor.

Pero nada sucedio. A lo mejor habia esperado demasiado de Esti, se dijo Indigo. La voluntad era un arma muy sutil incluso para la mente mas diestra, y ella misma no se hacia muchas ilusiones de no ser mas que una profesional mediocre: para los Brabazon este era un territorio nuevo y no experimentado, y resultaria facil de conquistar.

—No te preocupes —dijo a la frustrada muchacha—. Lo conseguiras, con el tiempo. Debes ser paciente.

Siguieron andando. Esti aun miraba su mano, concentrada con determinacion, y Fran se mostraba tambien preocupado, de modo que durante algun tiempo nadie tuvo nada que decir. El terreno empezaba a elevarse de forma perceptible, aunque el paisaje seguia siendo un mosaico de lomas y valles; a Indigo, que miraba con gran atencion el lobrego paisaje que se veia a lo lejos, le parecio que a unos dos kilometros de distancia mas o menos — resultaba imposible juzgar las distancias con precision— cambiaba para convertirse en paramos elevados y llanos, que harian la marcha mas comoda y tambien, posiblemente, ofrecerian una perspectiva mas amplia desde la cual decidir la direccion a tomar. En el fondo, se dijo, se alegraria de un cambio, ya que los valles que se abrian a ambos lados de los riscos empezaban a alterar sus nervios. Profundos, silenciosos y totalmente desprovistos de luz, parecian mas pozos que autenticos valles: tanto podian tener una profundidad de treinta metros como de treinta kilometros, y resultaba muy facil imaginar innombrables horrores agitandose en aquella oscuridad, percibiendo su presencia y trepando desde el abismo con ciega e insensata ansia devoradora. Recordo a los caminantes dormidos de Bruhome, y se pregunto con un desagradable estremecimiento interno cuantos de ellos habrian caido, poseidos por aquel encantamiento, en alguno de aquellos pozos. El que no hubieran visto hasta ahora ni rastro de ninguna de las desventuradas victimas del bosque, anadia una nueva dimension a su inquietud; pero se guardo sus especulaciones para si, ya que no deseaba sembrar nuevos temores en las mentes de Fran y Esti.

El terreno seguia elevandose, de forma bien patente ahora, y cuando se detuvieron para descansar un momento en la cuesta por fin les fue posible comprobar que la suposicion de Indigo habia sido correcta. A poca distancia, el terreno se allanaba para convertirse en paramo abierto; y alli donde la cresta se unia al paramo se alzaba un solitario y retorcido arbol, inclinado hacia un lado como doblegado por incesantes galernas.

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