intentaste, muchacha. Has hecho todo lo que has podido. Pero

debieramos haberlo sabido, ?eh? De nada sirve luchar ya, porque no tienes la menor esperanza de vencer. Ninguno de nosotros puede. Ahora lo sabemos. —La sonrisa se ensancho aun mas, como el rictus de una calavera —. Estamos todos aqui, Indigo. Regreso, ?sabes?; eso regreso a Bruhome, y llamo a los otros, y todos vinieron para estar otra vez con su padre.

Alrededor de Indigo se alzo un coro fantasmal de murmullos apagados: el sonido de muchas voces en mudo asentimiento. Sintio que se le revolvia el estomago; aspiro con fuerza para llenar de aire sus agotados pulmones y miro enloquecida a todos lados.

—No... No eres Constan. ?No lo eres!

—Pero lo fui.

?No! ?Eres una ilusion! Tu y toda esa repugnante legion que se arrastra a tu alrededor... ?Todos vosotros sois ilusiones!

La imagen de Constan se echo a reir, pesarosa; al menos eso le parecio, como si la compadeciera. Luego echo la cabeza hacia atras y con una voz aterradoramente parecida a la del Constan que ella habia conocido, el comediante, el animador, rugio:

?Luz!

Se produjo un violento y chisporroteante siseo y, a lo largo de los hasta ahora invisibles muros del jardin, se encendieron dos hileras de fantasmagoricas antorchas de llamas azules. Igual que si se acabara de alzar el telon, la escena paso de la completa oscuridad a una fria luminosidad: alli, sonriente, flotando teatralmente frente a la verja de hierro, estaba Esti.

La comprension estallo con violencia en la mente de Indigo. Giro en redondo... y lanzo un grito de horrorizada repugnancia al ver por primera vez las visiones que la rodeaban.

Cari, Val, Lanz, Armonia, Honi: toda la familia Brabazon estaba alli de pie bajo la luz de las antorchas. Sus ojos muertos despedian un brillo plateado, sus manos en descomposicion estaban unidas para formar una cadena, sus rostros putrefactos dedicandole una espantosa mueca de bienvenida. Y despacio, muy despacio, empezaron a moverse en una horrenda parodia de una danza circular. El baile se volvio cada vez mas veloz alrededor de Indigo, mientras que detras de ellos la figura risuena de Esti se deformaba y alteraba y empezaba a adoptar la forma de un hombre alto y demacrado de cabellos negros como ala de cuervo, piel de una palidez enfermiza y ojos que ardian encias huecas cuencas como oscuros hornos mortiferos.

Indigo intentaba gritar, pero la voz no la obedecia. Como un muneco que se bamboleara sin control pendiente de un hilo empezo a retorcerse a un lado y al otro, a dar traspies intentando romper el enloquecido circulo de danzantes. Rostros amenazadores se balanceaban ante ella y la hacian retroceder: Constan con su dientes destrozados; Can con una dulce sonrisa en los labios; Piedad, con la mirada extraviada y sin dejar de reir de un modo estupido, su cabeza tenia un aspecto repugnante con zonas en las que el cabello habia caido o sido arrancado. No habia forma de que la dejaran marchar; el circulo se cerraba cada vez mas a su alrededor. El organizador de aquella espantosa fiesta, el siniestro y diabolico avatar que, de una forma tan convincente, se habia hecho pasar por Esti, empezo a acercarse al circulo a grandes zancadas, un brazo extendido con la palma de la mano hacia arriba en un remedo de saludo y su terrible mirada clavada con ansia en el rostro de Indigo.

El anillo se abrio, vacilo por un instante y luego se cerro otra vez. El demonio se habia deslizado en el interior del circulo como una sombra, y al mirarlo a los ojos Indigo sintio que una especie de paralisis empezaba a subirle por las piernas desde la planta de los pies para luego aduenarse del resto de su cuerpo. Intento resistirse, pero era como si todo su ser estuviera petrificado, y hubiera echado raices que la mantenian sujeta al suelo e indefensa.

Una mano delgada y blanca con unas larguisimas que brillaban como perlas se poso sobre su hombro, y el demonio bajo los ojos. A su alrededor los Brabazon continuaban con su silencioso y demencial baile, Indigo comprendio que su sentido de la realidad empezaba a desmoronarse: ya no podia distinguir entre lo real y lo ilusorio; empezaba a creer en aquella locura, y con el derrumbamiento de sus defensas aparecio la desesperacion.

La mano del demonio se deslizo de su hombro a la suave depresion de su cuello, e inclino la cabeza, Indigo vio como los labios se separaban; vio la roja boca, como las fauces de un lobo; vio los colmillos, dos blancos punales que se cernian sobre su garganta.

El demonio es un vampiro... Lo habia supuesto, lo habia creido; y aquella creencia se volvia contra ella para pedirle cuentas. ?Pero no era la verdad!

El helor dio paso brusca y violentamente a una furia insensata, e Indigo lanzo un potente alarido, al tiempo que lanzaba los brazos hacia arriba en un movimiento de defensa que cogio desprevenido al demonio. Volvio a chillar con toda la fuerza de sus pulmones, gritando su desafio y su rabia tanto al vampiro como a las monstruosas sombras de los Brabazon, y luego, con la rapidez y la energia propias de la desesperacion, giro sobre sus talones y se lanzo contra el balanceante circulo de danzarines.

Escucho un debil gemido, vio como la pequena y vulnerable figura de Piedad caia al suelo y era pisoteada por los demas, y en su confusion estuvo a punto de cometer el terrible error de detenerse. Pi solo tenia seis anos; le harian dano...

?No es Piedad!, le grito su cerebro. Y siguio corriendo; rompio la cadena de manos entrelazadas para encontrarse por fin bien lejos de alli. A su espalda sonaron gritos de consternacion, y el grunido de un animal que le devolvio el recuerdo de Grimya y la fantasmal manada de lobos. Dirigio una desesperada mirada por encima del hombro, y mientras lo hacia las antorchas se extinguieron, hundiendolo todo en la oscuridad, Indigo lanzo un nuevo grito, luego reanudo su loca carrera, rezando para que nada le cortara el paso. Aquellas espantosas sombras la perseguian, oia sus gritos... y de pronto su pie se enredo en una raiz enterrada bajo las hojas putrefactas, perdio el equilibrio, patino y cayo cuan larga era sobre el suelo.

No tenia tiempo para recapacitar; ni para recuperar el aliento que la caida le habia arrebatado. Sus manos y pies gateaban ya para volver a ponerla en pie, cuando, de repente, se detuvo para luego quedar totalmente inmovil al darse cuenta de que todo lo que la rodeaba habia quedado en silencio.

Como un ciervo que sospecha la presencia del cazador, Indigo se agazapo sin moverse, aguzando todos los sentidos para detectar la mas minima senal de perturbacion en el profundo silencio. ?Habian dejado los fantasmas de serle de utilidad a su creador y se habian disuelto y desvanecido? ?O acechaban, invisibles ahora que no habia luz que los traicionara, escuchando como ella para captar cualquier sonido en la oscuridad?

Se puso en pie con cautela, dando las gracias en silencio porque las hojas del suelo estuvieran humedas y por lo tanto menos propensas a crujir y dar a conocer su posicion. Se llevo la mano a la espalda y tomo la ballesta, que seguia colgada a su espalda, y la llevo con cuidado hacia adelante de modo que pudiera empunarla. Una saeta... solo la Madre sabia que de poco serviria contra aquellas monstruosidades, pero queria y necesitaba sentir en sus manos el contacto de un arma poderosa y lista para disparar. Empezo a moverse de espaldas y con mucho cuidado, tanteando antes de dar cada paso, los ojos clavados en la negrura al tiempo que deseaba con todas sus fuerzas que pudieran atravesar su velo.

—Indigo...

La voz no fue mas que un ronco susurro, y surgio a su espalda, Indigo giro en redondo al tiempo que levantaba la ballesta, y vio surgir de la oscuridad una figura de rostro palido y cabellos rojizos que se tambaleaba hacia ella. Su mente registro la imagen de Fran; lanzo un grito de repugnancia, introdujo una saeta en la ballesta, tenso la cuerda y disparo sin apuntar.

La saeta hirio el hombro del fantasma, y la imagen de Fran lanzo un alarido de dolor, al tiempo que giraba sobre si mismo y se sujetaba el antebrazo antes de dejarse caer de rodillas al suelo. Por un instante Indigo no comprendio: le habia disparado a una ilusion, y las ilusiones no sangran.

—?Oh, no! —La comprension le llego como un mazazo—. ?Fran!

Lo oyo maldecir mientras corria hacia el y se dejaba caer a su lado.

—Fran, ?que te he hecho? ?Pense que eras uno de ellos, uno de los fantasmas! Oh, por la Madre, ?estas malherido?

El torrente de invectivas termino en una exclamacion ahogada, y Fran chirrio:

—Mi hombro...

La saeta habia rozado el punto donde el hombro y su brazo izquierdo se unian, y habia rasgado la parte superior. La herida sangraba con profusion, pero al inclinarse a examinarla Indigo vio que a pesar de su aspecto

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