—No voy a lavar esto ahora. Ya lo hare por la manana. —Deposito los ultimos platos, luego vacilo y miro a Indigo por encima del hombro—. Quiza deberias pedir a Veness que te contara que se oculta tras lo sucedido esta noche. Puede que tenga necesidad de hablar. Buenas noches, Indigo. Y esperemos que el sol ilumine manana un dia mas agradable.

Indigo medito sobre lo ultimo que le habia dicho Carlaze mientras subia las escaleras y recorria el descansillo en direccion a su habitacion. No pensaba seguir el consejo de la muchacha. La cerveza habia revuelto demasiado su mente, y los incidentes acaecidos durante el dia parecian combinarse para acabar de enmaranarlo todo, de tal forma que le era imposible separar unas cosas de otras y considerar sus sentimientos con claridad. Si tenia que hablar con alguien, queria que ese alguien fuera Grimya, solo Grimya podia proporcionar alguna claridad a su confusion. Apresuro sus pasos por el pasillo, ansiosa por encontrar a la loba.

Habia una pizca de luz en su habitacion, procedente de los rescoldos del fuego y de la lampara que habia dejado ardiendo con poca intensidad. Bajo el tenue resplandor vio que Grimya estaba alli, pero profundamente dormida. Se detuvo desilusionada en el umbral. No seria justo despertar a la loba, y sin embargo Indigo sabia que resultaria inutil meterse en la cama e intentar seguir el ejemplo de Grimya. Estaba demasiado inquieta, y sus confusas ideas no la dejarian tranquila; casi deseo haber bebido mas de la cuenta. Unas cuantas jarras de cerveza podrian haber embotado su mente hasta situarla fuera del alcance de la especulacion insustancial en lugar de dejar que un torbellino de ideas, desordenadas pero ineludibles, le siguieran rondando por la cabeza.

Grimya lanzo un suave ronquido y agito una pata en suenos. Sin hacer ruido, Indigo retrocedio hasta el descansillo y cerro la puerta. En la cocina habia un gran jarro de cerveza sin tocar. Una copa o dos mas tal vez la ayudaran a conciliar el sueno, y, si por la manana tenia dolor de cabeza, no seria un precio muy caro de pagar a cambio del descanso nocturno.

Ahora conocia ya la casa lo suficiente para no necesitar luz mientras se deslizaba de nuevo escaleras abajo, intentado evitar aquellas tablas chirriantes que podian despertar a los demas. Llego al vestibulo y desde alli siguio el estrecho pasillo que conducia a la cocina. La luna brillaba con fuerza esa noche, y su luz se filtraba entre las rendijas de los postigos de la vieja cocina, formando delgados y espectrales dibujos que le permitian ver el camino hasta el aparador donde se guardaba la cerveza sacada de los barriles del sotano. Pero no encontro ningun jarro, Indigo suspiro y cerro la puerta del aparador; estaba demasiado cansada y alicaida para bajar al sotano y sacar mas cerveza de los barriles: la idea habia sido un antojo y lo mejor seria que regresara a la cama e intentara dormir sin la ayuda del alcohol.

Despacio, desanduvo sus pasos en direccion a la escalera y se detuvo. Se veia un destello de luz por debajo de la puerta cerrada del comedor, demasiado brillante y demasiado palido para ser un reflejo de los restos semiapagados del fuego. Alguien debia de haber olvidado apagar las lamparas, Indigo abrio la puerta.

Veness estaba sentado ante la mesa limpia. Un farol ardia jumo a su codo y el desaparecido jarro de cerveza, junto con una jarra, estaba sobre la mesa frente a el. Al oir el ruido del picaporte levanto la cabeza e Indigo vio lo sombria que estaba su mirada en aquel instante en que lo cogio desprevenido antes de que pudiera disimular.

—Lo siento. —Se detuvo en la puerta—. Vi la luz; pense que alguien se habia olvidado una lampara.

Veness siguio contemplandola unos segundos, luego sonrio.

—Me temo —dijo—, que estoy un poquitin borracho. —Hizo una pausa—. ?Tu tampoco puedes dormir?

Ella le devolvio la sonrisa vacilante.

—No. La cerveza tambien me ha afectado. Eso, y... otras cosas.

—Ah. Si. Bien, ?por que no te unes a mi? Ahora que los dos nos hemos hecho amigos de la cerveza, no tiene mucho sentido parar, ?no crees?

Indigo dudo. Tal y como Carlaze habia predicho, parecia que Veness queria hablar; o quiza para ser mas exactos, necesitaba hablar; y ella deseaba ayudarle si le era posible. La compania del joven en aquel momento le resultaria mas agradable de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Ire a buscar otra jarra —dijo.

—Resulta ironico, ?no es verdad? —Veness inclino la enorme jarra y lleno el vaso de Indigo y el suyo—. Tu con tu arpa y tus experiencias vividas con los comicos de la legua, eres la mas cualificada para actuar como narradora. Sin embargo parece que te pasas la mitad del tiempo escuchando mis relatos.

—No me importa escuchar —repuso Indigo, y era sincera—. Y si puedo ayudar de alguna forma...

Veness se recosto en su silla con un profundo suspiro.

—En el terreno practico ni tu ni nadie puede hacer nada. Pero poder hablar con alguien que no esta involucrado, y que no toma partido..., si ayuda. En cierta forma lo pone todo en perspectiva, y eso puede resultar inestimable. —La miro intensamente, con ojos un poco nublados—. ?Comprendes lo que quiero decir?

—Si, lo comprendo. —Indigo repiqueteo con los dedos sobre su jarra—. Pero no quiero inmiscuirme.

—No te estas inmiscuyendo. Soy yo el que abusa de ti, cargandote con los problemas de la familia. No tenia intencion de contarte nada de esto. No parecia tener el menor sentido, y tampoco me parecia justo. Pero muy bien: quizas el alcohol me haya soltado la lengua, y quiza lo que ha sucedido con mi padre esta noche te haya involucrado en este feo asunto, tanto si nosotros queriamos como si no. Asi que, dadas las circunstancias, te voy a contar una triste historia.

Hubo un silencio que se prolongo tal vez un minuto, mientras la lampara siseaba quedamente. Veness vacio su jarra, volvio a llenarla y tomo un buen trago, como para darse fuerzas. Luego inicio su relato.

La primera esposa del conde Bray, madre de Veness, Reif y Brws, habia muerto seis anos atras. El matrimonio habia sido muy feliz, y el conde lloro a su esposa largo tiempo hasta que, durante las solemnes celebraciones del solsticio de verano, tropezo con Moia, la hija de dieciocho anos de una familia que cultivaba la tierra a un centenar de kilometros al oeste de las tierras de los Bray.

—Cuando empezo a hacer propuestas a su padre —dijo Veness a Indigo—, todos creimos que pensaba en un matrimonio entre Moia y Reif. Pobre Reif: su vida fue un infierno en aquella epoca. Brws, Kinter y yo nos burlabamos tanto de el... Pero nos equivocabamos. Mi padre no queria a Moia para que fuera la esposa de Reif..., la queria para que fuera su esposa.

»Mi padre tenia casi edad para ser su abuelo, y desde luego podria haber sido su padre. Pero estaba obsesionado con ella. Es facil burlarse de tales sentimientos, decir que empezaba a chochear y que no hay nadie mas tonto que un viejo tonto. Pero lo mismo si se enamoro de verdad de Moia, como si fue solo una especie de capricho en un intento por recuperar la juventud perdida, lo cierto es que mi padre creia que lo que sentia por ella era real. Y desde luego, como podras suponer, a la muchacha no le interesaba en absoluto. ?Como iba a interesarle? A los dieciocho anos, no se quiere riqueza y posicion, se quiere pasion, excitacion y romance. Y bien sabe la Madre que, en el mejor de los casos, no es mucho el romance que la vida es capaz de ofrecer.

La voz de Veness tenia un dejo de amargura, como si el mismo fuera un anciano, Indigo clavo los ojos en la mesa, sin decir nada, y el relato continuo. Al parecer, el conde Bray no se dejo desanimar por la indiferencia que le mostraba la muchacha. Los parientes de esta no eran ricos, y dos veranos mediocres habian dejado su ya exigua fortuna peligrosamente reducida. Decidido a conseguir a Moia a cualquier precio, el conde Bray ofrecio una dote de matrimonio lo bastante generosa como para permitir que el padre de la joven liquidara sus deudas y devolviera la prosperidad a su granja. El pobre hombre tenia otras dos hijas y dos hijos cuyo futuro debia tener en cuenta. Tras algunos meses de deliberaciones decidio que el bien de la familia debia imponerse a los deseos de Moia. Se cerro el trato y, cuando empezaban a caer las primeras nieves del invierno, una nueva senora se instalo en la casa de los Bray.

Pero desde el principio fue evidente, al menos para Veness y Reif, que Moia no amaba a su esposo ni lo amaria nunca. Y en cuestion de meses el conde se vio sacado violentamente de su nuevo sueno de felicidad al empezar a sospechar que su esposa dedicaba sus atenciones a otro hombre. A unos quince kilometros de la granja de los Bray se encontraba la pequena hacienda de Olyn, un

primo lejano...

—Nuestra familia se ha extendido como la cizana en un campo de maiz por todas estas tierras — dijo Veness con acida ironia—. Alli adonde vayas encontraras otra ramificacion del clan, todos afirmando ser parientes entre ellos.

... Y el hijo de Olyn, Gordo, era un visitante asiduo en la granja del conde. Gordo y Moia tenian mas o menos la misma edad. Gordo era apuesto, alegre y tenia una personalidad cautivadora. Con el paso del tiempo sus visitas

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