—?Los mato? —Estaba anonadada—. Pero... pense...
—?Que yo era Moia? —Levanto una mano para sujetar la capucha—. No.
La capucha cayo hacia atras; el abrigo de piel se abrio. De pie frente a Indigo habia una mujer delgada pero fuerte de unos treinta y cinco anos, de finos cabellos color paja que le caian lacios sobre los hombros. Bajo el abrigo llevaba una ligera camisa de hilo de un estilo que Indigo no reconocio, y pantalones tambien de hilo que parecian hechos para un hombre. Entonces el abrigo de piel resbalo completamente de sus hombros, cayo al suelo... y se desvanecio.
—Como veras —siguio la mujer con suavidad—, no soy la esposa del conde Bray.
Todas las ideas preconcebidas de Indigo, todas sus certezas se derrumbaron. Lucho por articular algo mientras el primer indicio de la autentica verdad empezaba a insinuarse y, por fin, titubeante, consiguio tartamudear:
—Entonces..., ?quien eres?
La mujer le sonrio con tristeza, con un deje de mofa de si misma.
—No creo que mi nombre importe —repuso—. Nadie lo recuerda ya. ?Y por que iban a recordarlo? Mori hace tanto tiempo...
Unos dedos espectrales parecieron rodear el corazon de Indigo, oprimiendolo con fuerza.
—Eres... —Trago una bocanada gelida de aire—. Perteneces a esa antigua familia...
—Si, asi es. O fue. Los mios hace siglos que se han convertido en polvo, pero mientras ellos se han ido a reunir con la Madre Tierra, yo he permanecido aqui. No estoy viva pero tampoco estoy del todo muerta. —Hizo una pausa larga y aterradora—. No puedo morir por completo. No morire hasta que desbarate el maleficio que lance sobre la casa de los Bray hace muchos siglos.
Los labios y la garganta de Indigo estaban resecos y helados; a su lado
—?El maleficio que
La mujer la miro otra vez y sus ojos color zafiro brillaron con una profunda pena.
—Si —respondio—. La leyenda, como puedes ver, se equivoca en un detalle de vital importancia. Yo fui la ultima en ser asesinada. Habia presenciado las muertes de mi esposo, mis hijos, mis hermanos y hermanas... Todo nuestro clan, asesinado a nuestra propia mesa, inocente. — Hizo una pausa—. Pero yo poseia ciertos conocimientos de hechiceria. No eran suficientes para salvarnos a nosotros, pero si para que pudiera maldecir el nombre de los Bray. Solo que, con mi ultimo aliento, el poder de la maldicion que lance resulto mayor de lo que jamas hubiera sonado. Y se ha transmitido a traves de los siglos afianzandose de tal manera que no habia forma de destruirlo.
Se produjo otra pausa, Indigo observo que la mujer —fantasma, aparecido o fuera lo que fuese— empezaba a temblar como dominada por la fiebre.
—El escudo protegio a nuestro asesino de las espadas de los mios, y el hacha cortaba sus cuerpos como ovejas ante el tajo del carnicero. Con mi ultimo aliento maldije aquellas armas, y maldije toda mano que las tocara. Pero entonces no sabia cuanta sangre inocente mas se derramaria por culpa de mi maldicion. —Clavo la mirada en la nieve a sus pies aunque sus ojos no parecieron verla—. Todos estos anos; todos estos siglos de espera, rezando por una oportunidad de acabar con lo que provoque aquella noche y encontrar la paz. Y ahora tu has venido aqui, y creo que posees el medio de liberarme.
—?Que yo...?
—Si. No conozco cual sera tu destino definitivo, Indigo, pero percibo un nexo de union entre tu meta y la mia. —Sus ojos se clavaron de nuevo bruscamente, con fijeza, en el rostro de Indigo—. La condicion de mi existencia me permite ver en dimensiones vedadas a otros. No es siempre un talento placentero, pero tiene su utilidad. He percibido algo de lo que eres, y creo que tienes buenas razones para querer poner fin al poder de la maldicion. —Se interrumpio, luego anadio—: En muchos aspectos tu y yo somos iguales. Tu estas viva, lo se, y yo estoy muerta. Sin embargo existe una zona a caballo entre esos mundos donde ambos se encuentran, en la que compartimos la amargura del mismo caliz. Podria decir que somos algo mas que seres humanos. Y quiza, tambien tu, sepas lo que es estar en el limbo, y no anhelar otra cosa que volver a casa.
Indigo la miro fijamente mientras sus palabras iban haciendo mella en ella.
Por fin dijo, con voz algo vacilante:
—?Por que no me lo dijiste la primera vez que nos encontramos?
Unos parpados muy palidos cubrieron los ojos color zafiro de la mujer, como si intentara ocultar una vision que no deseara ver.
—He arrebatado a los Bray mucho mas de lo que tenia derecho a reclamar —respondio con calma—. Vengarse de los hombres que asesinaron a mi familia es una cosa, pero una venganza que persiste durante anos y se ceba en el inocente igual que en el culpable es algo muy diferente. Temia que si sabias la verdad me odiaras por lo que habia hecho. —Entonces volvio a abrir los ojos y miro a Indigo con profundo y dolorido candor—. Ahora, no obstante, todo ha cambiado. Ha sucedido lo peor: la maldicion ha vuelto a despertar. No puedo permanecer al margen y contemplar como el pasado se repite... y tu eres mi unico aliado humano, de modo que no tengo mas alternativa que ponerme en tus manos e implorar tu misericordia. —Volvio a mirar la tumba—. Ya no me queda nada que perder.
Tambien Indigo miro el cuerpo de Gordo, y por breves segundos sintio parte de la colera que el tigre habia mostrado al conducirlas a
—?Me ayudaras, Indigo? —pregunto la mujer—. ?Me ayudaras a detener esto de una vez por todas?
Indigo bajo la mirada hacia
Sus ojos se encontraron con la extrana mirada azul de la mujer, y dijo:
—Si, te ayudare. —Esbozo una sonrisa entristecida—. Tampoco yo tengo opcion.
El tigre, que las habia estado observando en silencio, alzo la cabeza y lanzo un suave ronroneo. El rostro de la mujer se relajo de forma visible.
—Gracias —dijo, y sus ojos brillaron emocionados—. ?Gracias!
Indigo no queria su gratitud y, desconcertada, levanto los ojos hacia las copas de los arboles. La luz diurna inundaba ya el cielo aunque el bosque seguia impregnado de profundas sombras y sintio un nudo en el estomago al pensar en lo que podria estar sucediendo en la granja; como estaria Veness, si Reif le habria contado su precipitada huida y lo que el le habria dicho, lo que habria sentido. Aparto de su mente tan amargos pensamientos; otras cuestiones tenian prioridad, y no se atrevia a permitir que temores personales ocuparan el lugar de asuntos mas importantes.
Tenian que encontrar al conde Bray. Y sentia —no podia explicar la conviccion, pero estaba ahi, y era cierta— que era vital localizarlo antes de que pudiera ponerse en marcha la planeada busqueda de Reif. Racionalizo su