Indigo asintio y se dirigio a la casa.
Livian aparecio al otro lado entre las sombras del vestibulo y en un principio Indigo no pudo ver su rostro con claridad. Penetro en el interior, diciendo:
—Livian... Livian, ?se ha ido Reif? Tenemos que ir en su busca, tenemos que decirle... —Y se interrumpio.
Livian tenia el rostro ceniciento y ojeroso, los ojos enrojecidos. Se aferraba con tal fuerza al picaporte de la puerta que sus nudillos estaban totalmente blancos. Cuando Indigo, llena de desazon, quiso saber que pasaba, nuevas lagrimas empezaron a correr por las mejillas de la mujer.
—?Oh, Madre dulcisima...! —Entonces asocio detalles evidentes y sintio una punzada de remordimiento y verguenza por haberla olvidado, por no haberla tenido en cuenta—. Livian, ?que ha sucedido? ?Se trata de Rimmi? ?Esta bien?
Livian dejo escapar un gemido y se cubrio el rostro con las manos, Indigo extendio los brazos hacia ella, pero se detuvo al ver que la puerta del comedor se abria.
Reif salio y, en cuanto lo miro, antes incluso de que pudiera hablar, la premonicion la golpeo como un mazazo e Indigo lo supo.
—Veness ha muerto —dijo Reif.
Ella lo miro fijamente. No podia hacer otra cosa; no podia reaccionar, no podia articular ningun sonido. Advirtio el estremecimiento proyectado por la mente de
Un quejido broto de la garganta de Indigo. No era una palabra, ni siquiera un grito; solo un ruido sordo, incongruente y rudimentario que sono apagado en el repentino silencio del vestibulo. Miro en direccion a la escalera que se perdia en la oscuridad. El debia de estar alli arriba, en su habitacion...
—Pero... —Y no pudo terminar: no habia nada que decir que tuviera el menor significado.
Reif volvio a hablar, con mucha calma.
—La herida era interna, Indigo. No lo sabiamos; no habia forma de saberlo si no lo decia un medico. —Livian, que lloraba en voz baja, empezo a alejarse en direccion a la cocina y Reif continuo con voz insegura—: Recupero el conocimiento, pero luego, hara alrededor de tres horas, empezo a escupir sangre. Livian hizo todo lo que pudo — dirigio una rapida mirada en direccion a la puerta por la que esta habia desaparecido—, pero no pudo evitarlo. Ninguno de nosotros pudo.
Se produjo una larga pausa y, aunque no dijo nada, Indigo sintio que una emocion nueva y terrible empezaba a invadirla por dentro, como si alguien sostuviera un cirio encendido sobre un enorme monton de hojarasca.
—El... te llamo —siguio hablando por fin Reif—. Justo antes de... —Se detuvo, trago saliva, se paso la lengua por los labios—. Se lo dije, Indigo. Le dije lo que me pediste. Y lo comprendio; se que entendio.
—Si —repuso Indigo al tiempo que asentia con la cabeza—. Si.
La hojarasca empezaba a prender y ahora conocia la naturaleza de aquel fuego. Colera. No, mas que eso: rabia. Una rabia abrasadora y voraz. Iba creciendo hasta convertirse en llamarada, y de llamarada en infierno, eclipsando cualquier otro sentimiento bajo un solido muro de furia. Llegaria el dolor, llegarian la pena y la desesperacion: pero ahora, permanecian bloqueadas. Todo estaba bloqueado. Todo excepto la rabia.
Miro a Reif, y pregunto, con voz bastante clara y serena:
—?Donde esta Carlaze?
Reif la miro con fijeza. Sabia lo que pasaba por su cabeza; sus ojos le dijeron que el joven habia leido su mudo mensaje. Y entre ellos se establecio un vinculo de poderosa y total comprension; afinidad y el reconocimiento de una causa comun.
—Sigue en el sotano —repuso Reif.
—Traela aqui, Reif, al comedor.
El asintio laconicamente y se fue en direccion a la cocina. Cuando se iba, Indigo lo llamo de repente:
—Reif...
Este se volvio.
—Kinter esta muerto —le dijo ella—. Y... tambien tu padre. —Una remota parte de su mente se pregunto como podia ser tan sanguinaria. Pero en esos momentos no podia sentir otra cosa que no fuera la rabia—. Lo lamento.
Reif vacilo un instante; luego volvio a asentir y siguio andando.
Indigo se propuso tomar aliento muy despacio y miro a
—Quedate aqui,
Penetraron juntas en el comedor. Se habian llevado el cuerpo de Brws y un pano cubria la gran mesa. El fuego estaba apagado, Indigo encendio un farol, lo coloco sobre la mesa y luego saco su cuchillo de la funda y lo limpio en el dobladillo de la camisa antes de ponerlo junto a la lampara. La hoja centelleo lugubremente bajo la luz y ella retrocedio. Se sentia desolada y abandonada. Lo unico que la sostenia era la rabia. «Si esto pudiera ser un sueno», penso, «si esto pudiera ser una pesadilla de la que acabara despertando, daria todo lo que poseo.» Pero no era un sueno. Era la fria, dura y amarga realidad.
Escucho pisadas en el pasillo, y Reif entro, arrastrando a Carlaze con el. La joven rubia vio a Indigo y sus miradas se clavaron la una en la otra: por un momento Indigo creyo que Carlaze hablaria, cometeria el error de expresar su desafio o incluso de mofarse, pero si semejante idea habia cruzado por la cabeza de Carlaze se desvanecio rapidamente y la joven permanecio callada.
Reif cerro la puerta.
—Los hombres que estaban en el patio han entrado —anuncio con una voz que sono estremecedoramente fria. Su mirada se cruzo con la de Indigo y sus ojos echaban chispas—. Se lo he contado. No entraran aqui a menos que los llamemos.
Indigo asintio. Al mirar a Carlaze advirtio que habia llegado mas alla del odio, que albergaba un sentimiento que no podia en absoluto llamarse emocion. El fuego se habia trocado de repente en hielo.
Tomo su cuchillo y avanzo. Carlaze se echo atras de forma instintiva; Indigo observo su reaccion pero no le causo placer alguno.
—Extiende las manos —dijo.
Carlaze vacilo: tenia las munecas atadas frente a ella y penso que sabia cuales eran las intenciones de Indigo, pero no podia estar segura. Reif le pellizco el antebrazo con fuerza.
—Haz lo que te dicen.
Obedecio. Un musculo se crispo espasmodicamente en su antebrazo, Indigo la sujeto por las munecas para mantenerlas quietas y corto las cuerdas; luego deposito el cuchillo otra vez sobre la mesa, apreto la mano con fuerza y asesto a Carlaze un punetazo en pleno rostro.
—Asesina —le espeto Indigo.
Carlaze cayo contra la mesa con la nariz chorreando sangre. Intento agarrarse al borde en el momento de caer, pero lo unico que consiguio fue tirar el cuchillo al suelo. Se desplomo junto a una de las patas de la mesa, gimoteando, Indigo avanzo hasta ella.
—Zorra —dijo.
Carlaze, el rostro convertido en una mascara ensangrentada, levanto la cabeza hacia ella con un odio feroz pintado en los ojos... Luego, bruscamente, hizo un convulsivo intento para alcanzar el cuchillo. Su mano se cerro sobre el mango y profirio un horrible y enloquecido grunido triunfal: al instante el grunido se convirtio en un grito — en un grito desagradablemente distorsionado por la sangre que le obstruia las fosas nasales— cuando Indigo le aplasto los dedos con el tacon de su bota.