Sus cabellos y ropa chorreaban agua, y el profundo estertor de sus pulmones al aspirar , resono por todo el lago. Las guerreras penetraron apresuradamente en el agua y la sujetaron por los brazos cuando ella parecio estar a punto de caer; su cuerpo estaba rigido entre sus poderosas manos, la cabeza echada hacia atras, los ojos desorbitados como poseidos, y la boca bien abierta en una sonrisa dolorosa pero a la vez triunfal. Las dos mujeres que la ayudaban tiraron de ella en direccion a la orilla, hasta que el agua les llego solo a la altura de la rodilla, entonces, como si recuperara subitamente las fuerzas y el sentido, Uluye se deshizo de las manos que la guiaban y elevo los brazos al cielo.

—?La Dama Ancestral esta con nosotros! —grito—. ?He penetrado en su reino y regresado indemne, y soy poderosa a sus ojos!

Un aullido desbordado se elevo de todas las gargantas, mezclado, penso Indigo, con algo mas que simple alivio. Agradeciendo los vitores con un gesto de la cabeza, Uluye abandono el agua y avanzo hacia la roca donde estaba la litera. Mientras se acercaba, sus ojos se encontraron por un momento con los de Indigo, y la muchacha vio en ellos la verdad que se ocultaba tras su orgulloso porte. La inmersion de la sacerdotisa en el lago durante interminables minutos no habia sido obra de la magia, aunque para su sencillo y supersticioso publico seguramente tema todo el aspecto de algo sobrenatural. Se habia tratado de una prueba de resistencia autoimpuesta, una demostracion para si misma, al igual que para todos los demas, de que podia triunfar alli donde otros fracasarian. Prueba de su fe en su propia voluntad y en su propia resistencia. ?Era pues, el quid de la religion de Uluye, y era la Dama Ancestral para ella tan solo un medio de conseguir sus fines como sucedia con Indigo? ?Creia al menos Uluye en ; diosa que afirmaba venerar?

Grimya, captando lo que pensaba, levanto la cabeza su puesto sentada a los pies de Indigo, y transmitio en silencio:

«Puede que no crea, pero la gente si lo hace, y eso es lo que necesita.»

Uluye se encontraba ya frente a la roca y se volvio la cara al lago una vez mas. Nuevas antorchas se encendieron en la ladera del farallon, convirtiendo el zigurat en extrana y reluciente pared de llamas danzarinas que U minaban la plazoleta como si fuera de dia. Indigo olio incienso, y vio nubes de humo que se alzaban de los braseros colocados alrededor de la polvorienta plaza y atendidos por las sacerdotisas mas jovenes. Uluye contemplo la escena con tensa satisfaccion y volvio a levantar los brazos, los dedos intentando aranar el cielo.

—?Venid! —aullo con voz estentorea—. Venid a nosotras, vosotros que estais desconsolados. Venid a nosotras, vosotros que teneis motivos para temer a los difuntos, venid a nosotras, vosotros que teneis algo que discutir ce los muertos. ?Yo, Uluye, compartire vuestras ofrendas! ? Uluye, intercedere por vosotros! ?Yo, Uluye, en nombre de la Dama Ancestral, enderezare entuertos y hare justicia! ?Venid a nosotras, e iniciemos la ceremonia de la Noche de los Antepasados!

De algun lugar situado a la izquierda del redondel, donde los arboles eran mas espesos, surgio el grito de una voz femenina.

—?Oh, mi esposo! ?Oh, mi esposo!

Uluye volvio la cabeza al momento; chasqueo los dos y dos sacerdotisas corrieron en direccion al lugar del que procedia el grito. A los pocos instantes regresaban a la mujer —apenas mas que una muchacha, pudo observar Indigo— y la condujeron ante Uluye, donde se desplomo sollozando sobre el polvo a los pies de la Suma Sacerdotisa.

La mujer bajo la mirada para contemplarla sin la menor emocion.

Tu esposo sirve a la Dama Ancestral. ?Quisieras negarle ese privilegio?

muchacha hizo un esfuerzo por controlar sus emociones.

Quisiera verlo, Uluye. Solo una vez. Solo una vez mas,por favor...

?Que regalo traes para honrarlo? La joven hurgo en un pequeno saco que colgaba bajo de sus brazos.

Traigo el pan de las animas... —su voz temblo, quebrandose casi— ... cocido con mis propias manos, para que coma. Traigo la savia del arbol paya, endulzada con miel, para que beba...

Extendio los brazos, sosteniendo un paquete envuelto en hojas y un pequeno odre. Uluye contemplo pensativa las ofrendas durante un momento, y luego las tomo. Desenvolvio el pan de las animas —una hogaza plana de pan lino— y mordisqueo un extremo. Despues tomo un trago de liquido del odre. La joven se cubrio el rostro con las manos, temblando de alivio, e Indigo la oyo suspirar.

?Gracias, Uluye! ?Gracias, Uluye! Las dos mujeres que la habian escoltado la condujeron , a un lado del redondel. Mientras un segundo suplicante las adelantaba arrastrando los pies hasta quedar bajo la luz de las antorchas, una figura que semejaba hecha de fuego y sombras en el oscilante resplandor se acerco a la roca en que estaba instalada Indigo, quien bajo los ojos y deslumbro a

Yima.

?Que ha sucedido, Yima? —musito, inclinandose hacia la joven—. ?Quien es esa mujer, lo sabes?

Si, la conozco —repuso Yima en voz baja—. Su esposo murio de unas fiebres hace tres lunas llenas. Lo ha estado llorando desde entonces, pero solo ahora ha encontrado el valor necesario para pedir volver a verlo. Es muy triste. Solo tenia veintiun anos.

Su voz estaba llena de compasion, Indigo fruncio el entrecejo, perpleja.

—?Como puede volver a verlo? —susurro de nuevo— Espero que Uluye no ira a... —Se interrumpio y rectifico apresuradamente—: ?Esta muchacha no estara pensando! en morir?

Yima volvio unos ojos muy abiertos y asombrados en direccion a la litera. —Desde luego que no —contesto—. El vendra a ella. Desde el lago.

Shalune, que se encontraba a unos pasos de distancia! junto a otra joven que

Indigo no reconocio, escucho los susurros e hizo un gesto admonitorio en direccion a Yima, al tiempo que indicaba con la cabeza a Uluye. Yima enrojecio, dedico un ademan de disculpa a Indigo y se alejo. La muchacha la siguio con la mirada, alarmada por sus palabras. ?Los muertos surgiendo del lago? Eso no podia ser literalmente cierto. Intento llamar la atencion de Shalune, deseosa de musitarle una urgente pregunta, pero Shalune o bien no advirtio su gesto o considero prudente hacer caso omiso de el.

Grimya seguia contemplando a Uluye, quien ahora repetia el ritual de preguntas y respuestas con un anciana zanquilargo, e Indigo inquirio en silencio:

«Grimya, ?escuchaste lo que ha dicho Yima?»

«Lo escuche. Pero no se que puede haber querido decir. La loba lanzo una rapida e intranquila mirada a su amiga «?No creeras que eso pueda ser verdad??Que los muertos van a regresar realmente?»

«No lo se. Lo cierto es que no lo se.»

El anciano habia sido despedido para ir a colocarse junto a la muchacha que seguia sin parar de llorar; otras de personas se acercaban. Las nubes de incienso eran cada vez mas espesas al no existir brisa que las dispersara; el olor resultaba acre al olfato de Indigo y empezaba a volverse desagradable al mezclarse con el olor a alquitran de las antorchas. Se sentia ya un poco desorientada y estaba segura de que habia un narcotico en el incienso— y la cena y la atmosfera empezaban a adoptar un tinte irreal Indigo se dijo que tenia que mantenerse lucida costara Id que costara. Debia descubrir la verdad sobre esta ceremonia; tanto si era un simple truco para consolar a los que habian perdido a un ser querido y atemorizar a los perturbadores, o algo mas siniestro.

Seis suplicantes habian presentado ya sus ofrendas y en este momento conducian al septimo ante Uluye. El sonido de su voz al elevarse colerica alerto a Indigo, quien levanto los ojos y vio a una mujer escualida acurrucada de rodillas sobre el rojo polvo con otras tres personas de aspecto severo, dos mujeres y un hombre, detras de ella.

Uluye se alzaba sobre la abyecta mujer como un angel vengador.

—Justicia? —rugio, y su voz se escucho por todo el Ligo—. ?Justicia, para un asesino de ninos?

—?Yo no lo hice! —lloriqueo la mujer—. ?El lo hizo, el fue! ?Dijo que no podia alimentar mas bocas, que siete eran demasiadas, que tres debian morir! ?Que podia hacer yo? Intente detenerlo, pero me golpeo... Mira, Uluye, mira, aqui estan las senales. Solo soy una pobre mujer debil, y el es mucho mas fuerte que yo...

—?Donde esta tu hombre ahora? —la interrumpio Uluye con voz helada—. ?Por que no esta aqui para defenderse?

—Huyo, Uluye. Huyo porque es culpable y sabia que lo castigarias. Mato a tres de mis hijos y se llevo a los otros cuatro, y me ha abandonado para que llore

a mis pequenos sola y sin consuelo. Mira, mira las senales que me hizo, Las cicatrices...

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