corregir lo que consideraba una traicion.

—Grimya —dijo, volviendose otra vez hacia la loba—, ?sabes cuantas sacerdotisas siguen en la ciudadela?

—No lo... ssse. Muy pocas, creo. La mayoria esta con Uluye en la orilla.

—?Crees que nos seria posible llegar a las cuevas sin ser vistas? ?Podrias encontrar una ruta?

Grimya lo medito unos instantes antes de responder:

—Sssi, puedo hacerlo. Y la tormenta nos lo hara mas facil. —Parpadeo—. ?Que pia... neas, Indigo? ?Ayudara a Yima?

Indigo vacilo.

—No puedo asegurarlo, Grimya —dijo al fin—. Es una empresa arriesgada. Pero, si... Si funciona, espero que Yima y Tiam queden libres por la manana.

La lluvia amainaba cuando salieron de entre los arboles, aunque todavia caia con intensidad. Los relampagos brillaban intermitentes ahora, y los truenos resultaban menos ensordecedores; la tormenta se alejaba tan deprisa como habia llegado, y Grimya estaba ansiosa por apresurarse antes de que perdieran la ventaja que les ofrecia de pasar inadvertidas. Al no haber ninguna otra ruta al interior de la ciudadela que no fuera la amplia y descubierta escalera, se necesitaba tiempo y una gran cautela para llegar a su destino, y Grimya se acerco a hurtadillas al zigurat para reconocer el terreno, mientras Indigo aguardaba en el limite del bosque la senal para que la siguiera.

A pesar de la tormenta, las ceremonias de la orilla del lago habian continuado sin pausa, y la multitud de espectadores habia aumentado hasta lo que parecia una gran muchedumbre. La gente permanecia de pie empapada y melancolica, formando filas, silenciosa, asustada, en un numero que llegaba hasta el bosque por lo que pudo ver la loba. En la plaza, una nutrida camarilla de sacerdotisas formaba un semicirculo alrededor de Uluye, que las presidia como una estatua macabra desde lo alto de la roca del oraculo, sin prestar atencion a la lluvia que caia sobre ella, absorta en la marcha de las ceremonias. Las horrorosas estructuras de madera seguian vacias, pero la atmosfera poseia un caracter inquietante, que la tormenta no habia hecho nada por reducir.

Grimya vio que algunas de las mujeres estaban a punto de iniciar un recorrido alrededor del lago. Este ritual seria muy diferente de su acostumbrada procesion nocturna, ya que transportaban ofrendas en forma de comida, adornos, ropas — ofrendas traidas quiza por los aldeanos—, para ser arrojadas a las aguas en un intento de aplacar a su encolerizada diosa. Antes de que las mujeres se pusieran en marcha, se entono un cantico agudo que helaba la sangre, y, mientras la

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atencion de los presentes se concentraba en esto, Grimya llamo a Indigo telepaticamente.

«?Ven ahora, pero rapido! La lluvia casi ha cesado, y veo como el cielo se torna mas claro. Corre hasta el hueco de la escalera... Te espero alli.»

Cubierta con la negra tunica, Indigo resultaba casi invisible mientras se acercaba corriendo a gachas desde el bosque. Se reunio con Grimya y, en tanto hacia una pausa para recobrar el aliento, ambas volvieron la mirada con inquietud hacia la escena de pesadilla que se desarrollaba en la orilla.

«Todavia no han bajado a Yima y a su companero de la ciudadela», transmitio Grimya. «No se donde los tienen, pero deben de tener centinelas. Tendremos que ir con mucho cuidado.»

«De todos modos, no creo que debamos arriesgarnos a aguardar», dijo Indigo. «Puede que no los saquen hasta el ultimo momento.»

Grimya alzo la cabeza para examinar la escalera que se elevaba sobre ellas.

«No se ve a nadie alla arriba en estos momentos. Si hemos de ir, creo que debemos hacerlo ahora. Los primeros tramos de escalera seran los mas peligrosos. Si somos capaces de llegar al primer nivel de cuevas, resultara mucho mas facil ocultarse.»

«Entonces vayamos ahora, mientras tienen la atencion puesta en otra cosa.»

Abandonaron su escondite, e Indigo se permitio una rapida ojeada a su espalda; luego, cuando Grimya le informo que el camino estaba despejado, se volvio hacia la escalera e inicio el ascenso, moviendose todo lo rapido que se atrevia sobre aquella superficie humeda y resbaladiza. La lluvia habia cesado casi por completo ya y, tal y como la loba habia advertido, el cielo empezaba a clarear por el oeste a medida que las nubes de tormenta se alejaban. Consciente de que en cuestion de minutos resultarian claramente visibles desde abajo, alcanzaron el primer saliente y ascendieron el segundo y luego el tercero de los tramos de escalera. Al posar el pie en la cuarta escalera, Indigo empezo a pensar que a lo mejor conseguirian llegar a los niveles superiores sin encontrarse con nadie, cuando, de improviso, Grimya le transmitio una frenetica senal de alarma.

«?Indigo! ?Tumbate, rapido!»

El instinto impulso a Indigo mucho antes de que su mente consciente reaccionara, y se arrojo boca abajo sobre la escalera, en un punto donde el parapeto era lo bastante alto como para ocultarla a la vista. Grimya, con el estomago pegado a la piedra, retrocedio a gatas y atisbo con cautela por el extremo del parapeto; un involuntario gemido apenas audible escapo de su garganta.

A los pocos instantes, la pequena procesion aparecio ante ellas, e Indigo aspiro con fuerza. Cuatro sacerdotisas, con lanzas en las manos y rostros petreos como las rocas del zigurat, recorrieron el saliente situado justo debajo de ellas y se dirigieron a la escalera por la que ellas acababan de subir. En el centro del grupo, dos figuras vestidas tan solo con unas cortas ropas de algo parecido a tela de saco y con fetiches colgando por todas partes, avanzaban despacio con aire de completa derrota, las cabezas inclinadas y los pies arrastrandose sobre la piedra. Aunque jamas lo habia visto antes de ahora, Indigo supo que el muchacho debia de ser Tiam. En la mejilla izquierda mostraba un oscuro cardenal que se iba extendiendo cada vez mas, y el ojo situado sobre el estaba hinchado y casi cerrado por completo. El rostro de Yima quedaba oculto por el velo de su suelta melena, pero Indigo escucho su rapida respiracion entrecortada cuando los dos cautivos, cogidos de la mano, pasaron cerca de ella junto con su escolta.

El grupo descendio por la escalera; lo ultimo que vio Indigo fueron las puntas de las lanzas de las sacerdotisas centelleando en la tenebrosa luz que descendia del cielo. Cuando desaparecieron de la vista, Grimya le transmitio apremiante:

«Esto significa que nos queda muy poco tiempo. ?Lo que sea que vayamos a hacer, debemos hacerlo deprisa!»

Indigo contemplo pensativa la escalera y las hileras de repisas que se alzaban sobre sus cabezas. Ahora que habian bajado a los prisioneros a la plaza, no le parecia muy probable que quedara nadie en la ciudadela; incluso aquellas que no tenian que tomar parte en la ceremonia, las muy ancianas y las muy jovenes, se encontrarian entre la multitud de espectadores.

Reemprendieron la ascension de la escalera, mas deprisa ahora, pero sin dejar de estar ojo avizor por si se producia algun movimiento sobre sus cabezas.

«Grimya», dijo Indigo, «tengo que ir a nuestros aposentos para prepararme, y luego quiero que vayas al templo de la cima».

«?Yo? ?Al templo?» La voz mental de la loba sonaba perpleja.

«Si. Creo saber la mejor manera de llevar a cabo lo que necesitamos hacer, y tu ayuda resultara vital.»

Y, rapidamente, le explico el plan que empezaba a formarse en su cerebro. Grimya no se sentia muy satisfecha con la idea de no estar junto a Indigo, aunque solo fuera por un momento. Si algo iba mal, dijo, queria estar con su amiga, para protegerla. Pero acabo cediendo, aunque de mala gana, y siguieron adelante a toda prisa hasta llegar al saliente mas alto. Mientras la loba aguardaba en el exterior para vigilar, Indigo se introdujo a traves de la cortina que cubria la entrada a la cueva del oraculo. No habia ninguna lampara encendida, pero la luz del exterior era cada vez mas fuerte y veia lo suficiente para encontrar lo que necesitaba. Primero un rapido cambio de ropas, de la empapada tunica negra a las ropas de ceremonia del oraculo. Luego la corona del oraculo, que ante el alivio de Indigo seguia en su nicho en el fondo de la cueva. Su temor era que Uluye se la hubiera llevado, pero al parecer la Suma Sacerdotisa seguia respetando el tabu de no entrar en la cueva cuando no se encontraba en ella el oraculo.

Entonces... Indigo se detuvo y contemplo su ballesta, que se encontraba entre el equipaje que habia traido

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