bruscamente, la antigua y remota arrogancia volvio a hacer acto de presencia, y se volvio a sus mujeres realizando un rapido gesto de cancelacion.

Los canticos cesaron y, con un ultimo repiqueteo apagado, los sistros quedaron en silencio. La multitud tardo algunos segundos en seguir el ejemplo de las mujeres, pero, por fin, un silencio total se apodero de la plaza. La atmosfera se torno tensa y agobiante cuando Uluye empezo a cruzar la arena con deliberada lentitud, en direccion a los armazones de madera. Al llegar a su altura, a Indigo le parecio que titubeaba, pero la vacilacion fue tan breve que no pudo estar segura. Luego, con la espalda bien recta y la cabeza orgullosamente erguida, se detuvo a la orilla misma del lago y se quedo inmovil.

Grimya, pegada a Indigo, contemplaba a la Suma Sacerdotisa con ansiedad.

«Se esta ofreciendo a, la Dama Ancestral», dijo. «Se dirige a ella mentalmente, creo, y le pide su bendicion, Indigo, ?que vamos a hacer?»

«Hemos de correr el riesgo», respondio la muchacha, mientras intentaba controlar los acelerados latidos de su corazon, sin demasiado exito. «No hay nada que podamos decir o hacer para influir en ella. Nuestra unica esperanza radica ahora en la misma Uluye.»

Volvio a sondear su mente, mas profundamente en esta ocasion, en busca de la siniestra y burlona presencia. Oh, si; la Dama Ancestral se encontraba alli; escuchando aun, aguardando aun. El corazon de Indigo latio desacompasadamente lleno de repugnancia, y la joven envio un furioso mensaje a la siniestra diosa: «?No me extrana que temas que te abandonen, senora! ?No mereces otra cosa!».

Uluye acababa de finalizar su ofrecimiento personal. Mientras daba la espalda a la orilla y avanzaba los cinco pasos que la conducirian hasta la primera estructura, se sintio inundada por la bendicion de la Dama Ancestral. Estaba lista; habia suplicado la bendicion, y esta se le habia otorgado. La habian tentado para que se desviara del sendero recto, pero habia vencido la tentacion, y ahora el poder residia en su interior; ella era una copa, un caliz, un recipiente rebosante del embriagador vino negro que era la voluntad de su senora.

Llego a la primera estructura y se detuvo ante ella; era un avatar, un ser vengador, un ejecutor, y levanto el cuchillo de Indigo por encima de su cabeza. La luz de las antorchas centelleo sobre la hoja como anticipando la brillante pelicula de sangre. No existia ritual para acompanar esto; se trataba de una accion directa, un acto solemne, y debia realizarse con rapidez y en piadoso silencio.

Uluye tenso los musculos del brazo, invocando toda su fuerza fisica y psiquica. La mano se cerro con fuerza en la empunadura. Estaba lista, habia llegado el momento...

Bajo los ojos en direccion al rostro de Yima; una mascara aterrada de luces y sombras, empapada con el sudor provocado por el miedo y el calor del dia, le devolvio la mirada en silencioso e impotente dolor.

Uluye se quedo paralizada de repente. Intento apartar la mirada, pero no podia moverse; no podia ni tan solo parpadear. Estaba preparada para resistir una ultima suplica en los ojos de Yima, para hacer oidos sordos a sus ruegos de clemencia. Pero alli no habia suplicas, no habia ningun ruego; ni tan siquiera el ultimo destello de esperanza para el que se habia preparado. No existia otra cosa que el dolor de una criatura que sabia, mas alla de toda duda, que aquella que durante toda su vida la habia alimentado y protegido la habia abandonado por completo.

Erguida aun, sujetando todavia el cuchillo con ferocidad, Tas manos de Uluye empezaron a temblar. Lucho por detener aquel movimiento involuntario, pero le fue imposible, y ademas empezaba a extenderse a los brazos, al cuerpo, a las piernas, haciendo anicos la paralisis, eliminandola y trayendo una oleada de panico incontrolable.

«?No! —penso—. ?No! ?Debo hacerlo! ?Debo hacerlo! ?Ha pecado; se ha decretado el castigo! ?Debo cumplir la voluntad de mi senora! ?Debo hacerlo!»

Y, de repente, en su cerebro irrumpio con violencia la negra desesperacion de la certeza: «?No puedo hacerlo! ?Senora, fulminadme y devorad mi alma y enviadme con los hushu si quereis, pero no puedo matar a mi propia hija!».

CAPITULO 22

—?Uluye!

El sonido de su propio nombre devolvio a la Suma Sacerdotisa a la realidad, provocandole un traspie que le hizo soltar el cuchillo. Mientras su cerebro salia violentamente de su embotamiento para regresar al mundo real, vio a Indigo, con Grimya a su lado, que se acercaba corriendo.

—?No! —chillo Uluye, alzando ambas manos, con las palmas hacia afuera, para rechazar a la muchacha—. ?Retrocede! ?No te atrevas a acercarte a mi! ?Esto es cosa tuya, tuya! ?Me has emponzonado, has infectado mi cerebro y me has convertido en un recipiente indigno, y ahora la senora me niega su energia y su poder!

—?Uluye, para! —Indigo llego junto a ella, la agarro por los antebrazos y la zarandeo con tal fuerza que los dientes de la sacerdotisa castanetearon—. ?Escuchame! Eso no tiene nada que ver con la Dama Ancestral. Es tu propia voluntad, Uluye, la tuya, la que te niega las fuerzas para matar a Yima.

Uluye la miraba como enloquecida, e Indigo comprendio que sus palabras no le hacian efecto. Era como arrojar piedras contra un muro; sencillamente no conseguia romper la barrera y llegar hasta la mujer.

?Oh, pero la Dama Ancestral se reia ahora! Indigo sentia el jubilo de la diosa como un gusano que la corroia interiormente, y de repente perdio el control sobre si misma. Aparto a Uluye de un empujon, se dio la vuelta y regreso corriendo a la plaza. La corona del oraculo yacia en el suelo, sola y abandonada, en el lugar donde la arena aparecia revuelta a causa de su anterior lucha. Aunque odiaba aquel objeto por lo que representaba, Indigo lo recogio y regreso a grandes zancadas hasta la orilla. Haciendo caso omiso de Uluye, que permanecia muy erguida pero indefensa, se introdujo en los bajios del lago y levanto la corona.

—?Ten, bruja cobarde! —aullo, la voz quebrandosele de rabia y repugnancia— . ?Aqui tienes el precioso simbolo de tu tirania y cobardia! ?Te lo devuelvo, monstruo, engendro de serpiente, asesina!. Tienes tanto miedo, ?no es asi?, que ni tan siquiera tienes el valor de mostrar el rostro. En lugar de ello, te ocultas detras de tus marionetas humanas como un nino enclenque detras de las faldas de su madre... Aqui tienes esto. Juega con ella, ?y asi te pierdas en el olvido!

Arrojo la corona al lago con todas sus fuerzas. Esta golpeo el agua con un chapoteo sordo y se hundio. Al cabo de unos segundos, una procesion de pequenas y perezosas olas lamieron la orilla a los pies de Indigo. La muchacha las contemplo con fijeza, respirando entrecortadamente mientras el arrebato de colera remitia poco a poco hasta convertirse en un sentimiento frio y duro. Por fin se giro y vadeo fuera del agua.

Uluye no se habia movido. Su cuerpo estaba tieso como el tronco de un roble; tan solo la mandibula le colgaba flaccida a causa de la conmocion recibida, y tenia los ojos en blanco. Incapaz de aceptar lo que Indigo acababa de hacer, no conseguia creer lo que habia visto y oido. Desde la plaza que las separaba de ellas como un abismo, las mujeres contemplaban la escena en silencio, tan aturdidas como su lider y victimas de la misma incapacidad de reaccionar, Indigo no les presto atencion y se dirigio al lugar donde habia caido su cuchillo. Lo recogio y regreso junto a las estructuras de madera.

Yima la contemplaba con atemorizada sorpresa, pero no dijo nada ni realizo el menor movimiento. Era el retrato de la total indefension, y la simpatia que Indigo sentia por ella se vio impregnada de improviso por un leve matiz de disgusto. Yima era tan pasiva, tan debil... ?Creia realmente que merecia la muerte?

Se deshizo de la idea y fue a colocarse junto a la estructura. La hoja del cuchillo corto las cuerdas que sujetaban las munecas, tobillos y cintura de Yima. En una ocasion, debido a que las manos le temblaban de rabia, Indigo hirio levemente a la muchacha, pero Yima se limito a seguir mirandola, con el cuerpo flaccido e inerte, y, cuando las ataduras cayeron al suelo, Indigo tuvo que zarandearla y gritar su nombre antes de que, llena de miedo, la cautiva se decidiera por fin a arrastrarse hacia la libertad.

Mientras Yima se acurrucaba sobre la arena, frotandose los brazos para activar la circulacion de la sangre, Indigo se detuvo unos instantes para escudrinar su cerebro en busca de alguna reaccion por parte de la Dama Ancestral. No encontro nada. La presencia se habia marchado. Se dirigio hasta Tiam.

Tiam, al menos, no tuvo la menor duda sobre su salvacion. En cuanto se vio libre, se aparto rapidamente de la estructura, corrio junto a Yima y la ayudo a ponerse en pie. Abrazandola protector, se volvio hacia Indigo.

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