aunque
Mientras los ultimos rezagados alcanzaban el muro, se escucho el sonoro chasquido de un cerrojo al otro lado del portillo y la puerta se abrio para mostrar a una mujer diminuta vestida con un severo capote negro y pantalones, con una banda roja sobre el hombro. La mujer no les dirigio ningun saludo de bienvenida, limitandose a decir en tono conciso y bien aprendido:
—Represento al Comite de la Casa del Benefactor, y soy Vuestro guia autorizado. Me llamo tia Nikku. Agradecere pagueis vuestra entrada y me sigais.
Sin una sonrisa, se detuvo ante cada uno de los visitantes, con la palma de una mano extendida hacia arriba, y comprobo el valor de cada pieza a medida que le eran entregadas antes de ocultar la recolecta en una bolsa de cuero, provista de un buen cierre.
Indigo y sus dos acompanantes se encontraban entre los ultimos de la fila, y al llegar ante ellos tia Nikku senalo
—Habeis traido un animal. ?Con que proposito?
Indigo hizo una cortes reverencia pero sus ojos brillaron de enojo.
—?Existe alguna regla que prohiba a los animales entrar a la Casa? —replico.
—No existe ninguna; pero no veo la necesidad de que animal entre Koru, saliendo al paso de posibles problemas, intervino con rapidez.
—La perra esta bien adiestrada. Por favor, tia Nikku... Tambien el se inclino ante la menuda mujer—. Esta nueva extranjera es la doctora Indigo; se aloja con mi padre, Hollend el agantiano. Insistimos, desde luego, en pagar tambien la cuota adecuada para el animal. —
Y con gran lomo saco una pieza de gran valor y se la tendio a la mujer.
No obstante su tierna edad, Koru sabia como tratar a estas gentes, penso Indigo cuando tras solo un segundo de vacilacion tia Nikku tomo la pieza y la deslizo al interior de uno de sus propios bolsillos en lugar de anadirla a su abultada bolsa.
—Es una solicitud justa —asintio con un cortes movimiento de cabeza—. Siempre y cuando el animal sea limpio y no haga ruido, su presencia sera aceptada.
Reprimiendo una sonrisa, Indigo contemplo como se alejaba con aire de importancia hasta ponerse a la cabeza de la cola.
—Vamos a empezar —anuncio—. Por favor, seguidme. Las preguntas pertinentes pueden hacerse una vez terminada la visita. —Sin dirigir ninguna otra mirada en direccion a Indigo y sus amigos, hizo que los visitantes cruzaran el portillo y penetraran en los terrenos situados al otro lado del muro.
La reaccion inmediata de Indigo al obtener su primera vision clara de la Casa del Benefactor fue de sorpresa, seguida rapidamente de otra de desilusion. Por las avidas descripciones de Koru habia esperado una mansion esplendida y lujosa colocada en medio de suntuosos jardines y con un millar de ventanas reluciendo bajo el sol de la manana. Desde luego la Casa era inusual, pues en lugar de seguir el acostumbrado estilo cuadrado de la arquitectura local estaba construida en forma de hexagono con cuatro pisos, cada piso ligeramente mas pequeno que el inmediato inferior y toda la estructura rematada con un tejado voladizo que se elevaba hasta un punto central, a modo de extravagante sombrero picudo. Pero a pesar de su poco corriente estructura el edificio carecia de adornos y era del todo funcional, y los jardines que lo rodeaban no eran jardines de arbustos, cesped y arboles sino simplemente una superficie de varios acres de terreno cultivado en los que las cosechas de verduras crecian en reglamentadas hileras. Sin duda, la Casa era grande segun los criterios de Alegre Labor, pero aparte de su tamano y su insolita configuracion no habia nada en ella que la distinguiera como residencia de un grande y noble gobernante. En realidad, penso Indigo, en muchos de los paises que ella habia visitado —en Khimiz, por ejemplo, o incluso en las tierras de labrantio del continente occidental, modestamente prosperas—, el hogar de cualquiera que tuviera un rango superior al de pequeno vinatero o
comerciante menor habria sido construido a mucha mayor escala que esto.
Si, ?por que? Pues lo cierto es que existia un aire de veneracion, casi de arrobo, en las expresiones y comportamientos de sus camaradas visitantes, que no coincidia con impresion que Indigo habia sacado de los habitantes de Alegre Labor. Incluso los dos jovenes extranjeros parecian haber quedado atrapados en la atmosfera reinante y, cogido subrepticiamente de la mano, contemplaban el edificio con ojos muy abiertos y llenos de respeto. Tia Nikku, no obstante, no estaba dispuesta a tolerar ociosidad. Dio unas energicas palmadas para llamar al orden a sus pupilos y luego empezo a andar a paso ligero un sendero de listones de madera, uno de los varios se entrecruzaban por encima de los lechos de verduras para mantener limpios los zapatos de los visitantes. Tres o cuatro trabajadores laboraban en los cultivos pero ninguno levanto la mirada al paso del grupo, y tia Nikku tampoco les presto atencion. Habia iniciado un monologo que Indigo, situada casi al final de la fila, no podia entender muy bien pero que parecia girar en torno a la productividad del suelo y la diligencia del Comite de la Casa para mantener los niveles mas altos. Tras abandonar sus esfuerzos por oir mejor, Indigo se concentro en el escrutinio de la Casa que se alzaba ahora ante ellos. A medida que se aproximaban a la abierta puerta principal, la muchacha decidio que los criterios del comite, por muy profusamente que los alabara tia Nikku, dejaban bastante que E desear; pues, aunque el edificio estaba en buen estado, poco habia hecho —si es que se habia hecho algo— para mostrarlo en todo su esplendor. Las paredes estaban sin pintar, lo mismo que la puerta, y las ventanas se veian tan mugrientas que resultaba evidente que nadie se tomaba la molestia de limpiarlas. Resultaba otra paradoja, por tanto, que el mayor orgullo y alegria de Alegre Labor se viera desfigurado y menoscabado por tan simple y no obstante fundamental abandono... «Y, sin embargo —se dijo—, puede que esto en si mismo no sea mas que una nueva confirmacion de la actitud local. » Despues de todo, si la Casa ya no estaba habitada, ?de que podia servir limpiar sus ventanas? Simplemente un gasto inutil de tiempo y esfuerzo, como tantas otras cosas que podrian haber convertido en mas agradable la vida en este curioso pais.
Indigo fruncio los labios en una mueca divertida, consciente de lo que queria decir la loba, de cual era la palabra, y de que no podia ocultar nada a su amiga durante demasiado tiempo.
Un peculiar sonido que era el equivalente de
La vanguardia del grupo habia llegado a la puerta principal de la Casa, y de improviso la
loba se detuvo, las orejas muy erguidas al frente y el hocico olfateando ansioso.