almohadon descansaba una corona. Estaba hecha de un metal que parecia bronce, y muchas de las afiladas y uniformes puntas que la adornaban estaban rotas o desgastadas por el tiempo. Debia de tener muchos siglos de antiguedad.
Indigo aspiro involuntariamente por entre los apretados dientes mientras su sueno regresaba a su memoria con tremenda claridad. Volvio a ver el rostro del hombre bajo d flequillo de cabellos grises, los ojos oscuros con su enganosa suavidad, la nariz aguilena, la boca de pimpollo. Casi le parecia oir su voz tal y como la habia oido en el sueno, tajante y fria, exigiendo saber su nombre y su proposito al venir a Alegre Labor.
Y en su mente, como ecos fantasmales, resono el sonido de unas risas infantiles...
Tia Nikku no tuvo el menor inconveniente en contestar a las preguntas de Indigo una vez terminada la visita. Resultaba evidente que nada le gustaba mas que exhibir sus conocimientos, y parecio considerar que el interes de la extranjera por el Benefactor aumentaba sobremanera su propio prestigio. Pero los esfuerzos de Indigo por descubrir lo que realmente queria averiguar se vieron obstaculizados por la implacable apreciacion de la diminuta mujer sobre lo que era pertinente y lo que no.
La idea de que pudiera existir algun retrato o escultura del Benefactor parecio desconcertar a tia Nikku. De la misma forma en que Thia se habia mostrado anonadada ante la idea de utilizar joyas como adorno, tia Nikku no encontraba que fuera necesario realizar un retrato de nadie, vivo o muerto, ya que tal cosa no podia poseer la menor utilidad. No, dijo; no se conocian detalles sobre el aspecto fisico del Benefactor, y tales detalles carecian de importancia. Todo lo que importaba era que en estatura, energia y vigor habia marcado un ejemplo a seguir por todas las personas sensatas. ?Habia sido que? ?Un rey? Tia Nikku no estaba familiarizada con la palabra. ?Ah, un gobernante! Si, asi era, pues en aquella epoca era la costumbre en la Nacion de la Prosperidad que el mando se heredase, pasando de padres a hijos. De todos modos, el Benefactor habia comprendido que esta no era la forma correcta de hacer las cosas. Y, cuando le llego el turno de tomar el mando, abrazo y revelo la gran verdad de que tan solo bajo los auspicios de muchas mentes sabias reunidas en comites podrian efectuarse autenticos progresos. Fue asi como decreto que, a partir de ese momento, la gente no tendria un unico gobernante sino muchos guias, y estos jefes deberian ser escogidos no por su linaje sino por sus meritos. De su brillante ejemplo habia surgido, pues, enmienda y mejora, y la supresion de todo aquello que no contribuyera directamente a la superacion mediante un trabajo diligente.
Al llegar a este punto Koru empezo a mostrarse inquieto, de modo que, cuando tia Nikku finalizo su sermon e inclino la cabeza para solicitar la siguiente pregunta, Indigo vacilo cortes, dio las gracias y se despidio. Una vez de regreso por la polvorienta carretera, con otros miembros del grupo filtrandose mas despacio por el portillo tras. ellos, Koru dijo:
—Hiciste muchas preguntas, Indigo. ?Te interesa realmente tanto el Benefactor?
—No, en realidad, Koru, no —sonrio Indigo—. Es solo que me gusta aprender cosas. Lo siento si te aburriste.
El nino parpadeo sorprendido.
—No me aburri. Pero yo podria haberte dicho todas las cosas que dijo tia Nikku. Yo tambien hice esas preguntas cuando mis padres me trajeron aqui. Tuvimos un guia diferente pero nos conto exactamente lo mismo.
—?Oh! —exclamo Indigo—. Comprendo. —Miro de reojo al chiquillo que caminaba junto a ella—. ?Te importo volver a escucharlas?
—Ni una pizca. —Koru sonrio ampliamente—. Me gustan. —De improviso levanto la cabeza, y sus ojos, que eran muy brillantes y tan azules como los de Calpurna, se clavaron en los de ella llenos de inocente alegria—. Creo que el Benefactor debio de ser una especie de persona magica, ?no te parece?
—?Magica? —repitio—. ?Por que lo dices, Koru?
Una leve nube ensombrecio el rostro del chiquillo, como hubiera advertido de repente haber cometido un terrible error.
Bueno, claro —se apresuro a anadir—, todo el mundo sabe que no existen cosas como la magia...
Indigo se agacho y tomo las manos de Koru entre las MI y as.
—Yo no, Koru. Yo creo en la magia.
—?Tu crees? —Parecia todavia indeciso, no muy seguro de si mismo.
El chiquillo reflexiono sobre sus palabras, cauteloso todavia pero deseoso de confiar en ella; deseoso, comprendio ella, de confiar en alguien que compartiera su misma creencia. Por fin el deseo vencio a la cautela.
—Bueno... —Arrastro un pie por el polvo—. Bueno..., es esa corona, ?sabes? La corona del Benefactor. Es magico; lo percibo. Y siempre creo que..., que si me dejaran tocarla, o sostenerla, yo... —Su voz se apago y sus mejillas enrojecieron—. Es estupido. Pero si tan solo pudiera
Sabiduria inconsciente de labios de un nino... Con una punzada de dolor y pena Indigo penso: «?Es esto lo que la vida en este pais ofrece a todos los que caen bajo su influencia? Tristeza, desanimo; la incapacidad de conocer o experimentar cualquier otro placer aparte de la lugubre satisfaccion del lucro material». Penso en Thia y su desapasionada y limitada satisfaccion ante la perspectiva de un matrimonio con un esposo a quien no habia visto nunca pero que disfrutaba de gran merito en la comunidad y tenia posibilidades de ser rico. Penso en tio Choai, astuto y codicioso y dispuesto en todo momento a utilizar a otros para la propia promocion. Penso en Calpurna y Hollend, atrapados en la misma telarana seductora y ahora incapaces ya de disfrutar del placer por el placer. Sin arte, sin musica, sin juegos. Nada que hiciera la vida agradable. Incluso Ellani habia sucumbido a la infeccion, a pesar de no tener mas que diez u once anos. De todas las almas que habia encontrado en Alegre Labor tan solo Koru mantenia encendida en su interior una brillante chispa. ?Y cuanto tiempo pasaria, se pregunto Indigo, antes de que la presion resultara excesiva y, tambien el, se perdiera?
En el fondo de su corazon Indigo creia saber que se ocultaba tras esta terrible enfermedad, y solo pensar en ello le provocaba un horrible y helado sentimiento de desesperacion. Si estaba en lo cierto, el destino le habia jugado una broma terrible, ya que parecia que aquello de lo que huia y que la habia empujado a refugiarse en este pais habia estado aqui todo el tiempo, esperandola; esperando para desafiarla a retomar la mision que tan duramente habia intentado abandonar, Indigo habia encontrado a su sexto demonio.
En un principio se nego a pensar en ello, intento incluso negarse a aceptar lo que sabia que era la verdad.
Hacia ya mucho tiempo, Indigo habia recibido un regalo; un guijarro en cuyo centro vivia y se movia una diminuta e inquieta chispa dorada. Durante cincuenta anos ella y