regreso a la normalidad concordara con lo que acababa de ver. En su cabeza, una voz interior gritaba salvajemente en silencio: ?No! ?No dejare que me manejes! ?Nopermitire que me gobiernes! ?Dejame..., dejame tranquila!

—Hablabamos de perros. —Thia volvio a sentarse.

—?De... perros!

—Si. —dijo Indigo, parpadeando.

Thia sonrio, y todo rastro de aquella otra Thia momentaneamente melancolica habia desaparecido, como si acabaran de borrar de improviso la pizarra de escribir de una criatura. La muchachita ya no pensaba ahora en compania, amistad o amor. Volvia a ser ella misma, y para ella, como para cualquier buen ciudadano de Alegre Labor, un perro no era otra cosa que una propiedad potencialmente valiosa.

—Aceptaria encantada el regalo de un perro, doctora Indigo —dijo con tranquila indiferencia—. Un animal de esta indole creo que resultaria un bien muy util.

La tarde, calurosa y humeda, volvia sofocante la habitacion de la casa de Huni, y cuando por fin se despidio el ultimo paciente Indigo estaba tan agotada que todo lo que deseaba era irse a dormir. Thia se habia ido ya tras lanzar una nueva indirecta a modo de recordatorio sobre el regalo prometido, y la actividad en el piso inferior tambien habia cesado, Indigo abandono la casa tan rapido como le fue posible. Con la inquietante experiencia vivida aquella manana y la anterior visita espectral fresca en su mente no sentia el menor deseo de permanecer en el dispensario mas tiempo del necesario; la lugubre habitacion la desasosegaba, y se sintio agradecida de poder salir al ambiente algo mas fresco y respirable de la plaza.

El mercado habia finalizado su actividad por aquel dia, lo que, penso Indigo mientras miraba al cielo, era natural ya que el sol se habia puesto y el cielo habia adquirido un amenazador tinte metalico que anunciaba tormenta. Los puestos vacios del mercado semejaban esqueletos, abandonados en medio de aquella pegajosa atmosfera en la que no soplaba una gota de aire. Ninguna luz brillaba aun en las ventanas de Tas casas, no obstante la falsa penumbra, y de no haber sido por el distante cloquear de las gallinas y la momentanea vision de una mujer solitaria que se alejaba apresuradamente por una de las callejuelas toda la ciudad habria parecido abandonada.

Indigo empezo a cruzar la plaza. Una leve brisa efimera soplo veloz procedente del sudoeste, y a lo lejos le parecio oir un trueno ahogado. Una vez en la calle principal la joven se encontro ya con otras personas que tambien se apresuraban hacia sus hogares para llegar a ellos antes de que empezara a llover; un muchacho desgarbado paso a grandes zancadas por su lado sin dedicarle ni un vistazo, una pareja de mediana edad la adelanto andando sobre la acera destinada a las personas de mas categoria, y delante de ella una jovencita, con la banda blanca de extranjera casi fluorescente bajo la luz de la tormenta, corria en direccion al enclave, Indigo apresuro el paso a un trotecillo, con la esperanza de alcanzarla. Las puertas del enclave tenian vigilantes durante las horas mas bulliciosas del dia, y, aunque en teoria sus residentes podian entrar y salir con tanta libertad como quisieran, algunos guardas se deleitaban perversamente en mostrarse dificiles, y dos personas tendrian mas posibilidades que una de escapar a pesados retrasos.

La jovencita andaba muy deprisa, y las puertas del enclave estaban ya ante ellas cuando Indigo se encontro lo bastante cerca como para llamarla. La muchacha hizo bocina con las manos, lista para gritar, pero de improviso se detuvo en seco mientras el corazon le daba un vuelco.

Alli donde un momento antes habia habido una unica figura corriendo delante de ella, habia ahora de improviso dos. Y la segunda —cuyo aspecto era exactamente como una version mas joven e infantil de la primera, excepto por el hecho de que Indigo veia claramente las puertas a traves de su cuerpo insustancial— volvio la cabeza y la miro.

Un rostro menudo, agraciado y delgado le sonrio con coqueteria, y el fantasma saludo con una mano. El corazon de Indigo se detuvo y volvio a latir; la joven cerro los ojos con fuerza y ahogo un juramento.

Cuando volvio a mirar, el espectro habia desaparecido.

—Estas muy silenciosa esta noche. —Calpurna cerro la puerta del horno de ladrillos situado junto al fuego de la cocina y sonrio por encima del hombro a Indigo, que se encontraba preparando las verduras para la cena de la familia—. ?Fue un dia agotador?

Indigo devolvio la sonrisa, a la vez que se obligaba a ocultar su preocupacion.

—Podria haber sido mucho peor —dijo—. Sospecho que la mitad de mis pacientes solo acudieron movidos por la curiosidad, para ver a la nueva curandera extranjera.

—No te preocupes —se echo a reir Calpurna—; la novedad pronto pasara y regresaran a sus taciturnas vidas. ?Estan esas listas? Bien; ponias en la sarten, y encontraras sal en el tarro de la ultima estanteria de la alacena. Gracias. —Echo una rapida ojeada por la ventana al cielo, cada vez mas encapotado. La tormenta no habia estallado aun pero el retumbar de los truenos se oia cada vez mas proximo y frecuente, y alguno que otro relampago hacia bailar las sombras en la cocina—. Espero que Hollend tenga el suficiente sentido comun como para traer a Koru a casa antes de que empiece a llover. Los tendremos a los dos en cama con pulmonia si los atrapa el aguacero.

—Yo misma temi que me atrapara —repuso Indigo, y una vez mas centelleo en su mente la imagen de una jovencita de cabellos rubios ataviada con la banda de los extranjeros corriendo delante de ella por el sendero. Una y otra vez intentaba borrar la imagen de su cerebro, y una y otra vez esta regresaba...

Se mordisqueo el labio inferior.

—Calpurna, ?cuantas familias viven en el Enclave de los Extranjeros?

La mujer parecio algo sorprendida por el cambio de tema, pero no hizo preguntas.

—Oh... yo diria que una docena.

—?Las conoces a todas?

—Bueno, todos nos hablamos, claro, porque estamos todos aqui aislados en cierta forma; despues de todo, si tuvieramos que depender de los lugarenos para la vida social... —Una ceja enarcada subrayo con elocuencia las palabras de Calpurna—. Pero no diria que muchos de ellos sean buenos amigos. ?Por que lo preguntas?

—Es simplemente que otra persona entro en el enclave delante de mi. —Indigo espero que su voz sonara indiferente y no levantara las sospechas de Calpurna—. Una chica, un poco mayor que Ellani, de cabellos rubios. Sencillamente me preguntaba quien seria.

—Cabellos rubios... ?Mas o menos a la altura de los hombros? Ah, entonces probablemente se trataba de Sessa Kishikul, la hija de los comerciantes de minerales. —Se produjo una pausa—. ?Hablaste con ella?

—No.

Calpurna meneo la cabeza juiciosamente. —Es una criatura extrana. Bastante triste, en realidad. La familia proviene de Scorva; personas decentes, aunque tienden a ser algo reservados. Hay algo que no es normal en Sessa, me parece. —Se golpeo la sien—. En su cabeza. No se cual es la palabra adecuada, pero la pobrecilla debe de tener ya diecisiete anos, y todavia tiene el cerebro de una criatura.

El pestillo de la puerta chasqueo en ese momento, y Ellani entro en la habitacion. Dos pequenas lecheras de metal se balanceaban de un balancin pasado sobre sus hombros, y mientras las depositaba con un suspiro de alivio sobre las baldosas del suelo anuncio: —Padre y Koru vienen de camino. Los vi cruzar las puertas.

—Menos mal. Vamos, dame el agua. —Calpurna tomo los recipientes y anadio algunos sarcasticos comentarios sobre el Comite de los Extranjeros y su imposicion de instalaciones tan primitivas e inconvenientes—. Ve a lavarte las manos; luego puedes poner la mesa. Oh, Ellani... Tu conoces a Sessa Kishikul ?verdad?

—Si —respondio Ellani con expresion cautelosa. —Claro que la conoces; das clase con ella. ?Cuantos anos tiene?

—No lo se —repuso Ellani, encogiendose de hombros—. Rosiris Pia dice que tiene dieciocho, pero no puede ser cierto. No se comporta como un adulto. De todos modos, nunca me relaciono con ella.

Tras tal aplastante declaracion Ellani abandono la cocina, y mientras lo hacia un rayo volvio a centellear en silencio en el exterior. Quiza se trato de una ilusion producto del momentaneo destello en la habitacion —e Indigo intento convencerse de que no podia haberse tratado de otra cosa— pero, por un instante, le dio la impresion de que otra Ellani la miraba por encima del hombro y le lanzaba una sigilosa sonrisa conspiradora.

Los acontecimientos de aquel dia, como Indigo no tardo en descubrir, fueron solo el principio y apenas una leve muestra de lo que tenia que venir. A partir de la manana siguiente todas las horas de su actividad diaria se vieron implacable y alarmantemente perseguidas por cada vez mas de aquellas visiones espectrales.

En un principio no encontro una pauta para las apariciones. Parecian manifestarse en cualquier momento y

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