—?Basta! —La voz de Indigo sono enojada; sacudio a Ellani y luego senalo a Koru con la mano libre—. ?Tu tambien, Koru, callate! —ordeno con severidad.

Se produjo un silencio lleno de resentimiento, mientras los ninos clavaban la vista en ella y luego se miraban entre si. Entonces, con tiesa dignidad, Ellani se desasio de su mano.

—Me disculpo por haber perdido los nervios —dijo con una vocecilla tensa y distante; sus ojos, al encontrarse con los de Indigo, reflejaban un odio total—. Ire a mi habitacion hasta que regresen mis padres. —Luego una desagradable sonrisita triunfal afloro a las comisuras de sus labios—. Pero cuando regresen pienso contarles exactamente lo que ha sucedido. Koru volvera a oir hablar de esto, Indigo... ?y tu tambien!

Sin esperar una respuesta dio media vuelta sobre sus talones y, con la cabeza bien erguida, abandono la estancia.

—Asi pues estoy seguro, Indigo, de que comprendes nuestros sentimientos. —Hollend se negaba a mirar a la joven directamente a los ojos durante mas de unos segundos cada vez—. Sencillamente no podemos permitir que este tipo de cosas vuelva a suceder, y Koru es un chiquillo muy impresionable. No estoy de acuerdo en ser demasiado estricto con los ninos, pero me parece que ha llegado el momento de poner fin a esto.

—Lo comprendo, claro. Solo siento haber sido la responsable de todo este trastorno.

—Tu no tienes la culpa, Indigo —dijo Calpurna con firmeza—. Koru fue totalmente responsable de ello, y debe aprender que estas estupidas ideas no se le van a tolerar mas. Ahora —se puso en pie—, no se hable mas. Los ninos deben de dormir ya, asi que en mi opinion deberiamos irnos a la cama y dar el asunto por finalizado.

Indigo asintio, pero no obstante las apaciguadoras palabras de Calpurna sabia que en aquellos momentos no era santo de la devocion de sus anfitriones. Puede que no la culparan a ella directamente de lo sucedido, pero estaba claro que no podian comprender por que ella habia animado a Koru en lo que consideraban insensatas y censurables fantasias. Ellani les habia relatado con desconcertante exactitud todo lo que habia escuchado, y Koru habia recibido una severa y deshonrosa reprimenda de ambos progenitores antes de ser enviado hecho un mar de lagrimas a su habitacion. Para mortificarlo aun mas, Calpurna le habia hecho prometer que nunca pondria en un aprieto a Indigo ni la comprometeria pidiendole que tocara el arpa y cantara para el, y, sobre todo, jamas volveria a incitar a su invitada a hablar de cosas tan disparatadas e inexistentes como fantasmas de otros mundos.

Ellani, mientras seguia a su hermano con toda seriedad escalera arriba, habia lucido una expresion farisaica que dejaba bien claro lo satisfecha que se sentia de lo llevado a cabo aquella noche. No habia dirigido la palabra directamente a Indigo desde el regreso de sus padres, pero era evidente que creia que no habia hecho mas que lo que era su obligacion.

—No la comprendo —dijo Indigo a Grimya, cuando todos estuvieron en la cama por fin y la casa quedo en silencio—. Parecia..., no se, casi vengativa. No crei que Ellani tuviera un lado asi.

«El miedo es algo muy poderoso», observo Grimya en silencio. «Puede crear rabia de la nada, y transformar a los seres mas amables en crueles. » Volvio la cabeza hacia su amiga. «Las dos lo sabemos por propia experiencia. »

—Supongo que es cierto. Pero es tan joven... —Suspiro—. Tengo que intentar arreglarlo, Grimya. Debo intentar que las cosas se arreglen entre los dos ninos, y entre Koru y sus padres.

«Se fue a la cama llorando», dijo Grimya. «No es justo que sea el quien tenga que sufrir cuando no ha hecho nada malo. »

—Estoy de acuerdo. Intentare compensarlo de alguna forma, aunque la Madre sabe como podre hacerlo.

Aunque Hollend y Calpurna no se lo habian dicho directamente a ella, se habian mostrado muy claros: no habria mas musica para Koru, ni canciones, ni cuentos, ni juegos o pasatiempos inocentes. Eso, penso Indigo mientras se tumbaba lentamente en la cama para intentar dormir, dejaba muy pocas cosas con las que alegrar el corazon de un chiquillo.

Pensaba que no podria dormir aquella noche, pero el sueno llego por fin y cuando desperto se encontro con que una desvaida luz diurna se filtraba ya a su habitacion desde un cielo descolorido y encapotado. Grimya no estaba; abajo se oia ruido y, como no sabia que hora era, Indigo se vistio deprisa y descendio por la escalera.

Se encontraba casi al final de la escalera cuando se dio cuenta de que se escuchaban muchas voces en la sala principal. Oyo a Calpurna, con voz aguda y agitada, y luego unas voces desconocidas que se expresaban en la lengua local. Al cabo de un segundo la puerta de la calle dio un golpe; enseguida se abrio la puerta interior y aparecieron dos personas. Una, un desconocido, atraveso la habitacion corriendo hasta la cocina; la otra era Ellani.

Ellani vio a Indigo y se detuvo. La expresion de la chiquilla dejo perpleja a Indigo, que pregunto vacilante:

—Ellani..., ?que sucede? ?Pasa algo?

—Oh, si, claro que pasa algo. —Ellani la miro con franco disgusto—. Koru se ha ido. No ha dormido en su cama. Ha desaparecido... ?y es todo culpa tuya!

Fue Grimya quien alerto a la familia. Se habia despertado al amanecer, como siempre, y se habia encaminado en silencio al diminuto dormitorio de Koru, pensando que a lo mejor lo encontraria despierto y esperando poder animarlo un poco. Koru no estaba alli, y con solo una mirada a la cama, pulcra e intacta, la loba comprendio al instante que la ausencia del nino no se debia simplemente a que se habia levantado antes incluso que ella y salido al exterior.

Grimya no perdio el tiempo. No quiso despertar a Indigo, le explico mas tarde, porque estaba cansada y necesitaba dormir; asi pues corrio directamente a la habitacion donde dormian Hollend y Calpurna, y gimoteo y arano la puerta hasta que consiguio que despertaran; luego los condujo a la habitacion de Koru para que vieran lo sucedido por si mismos.

Indigo deseo que Grimya la hubiera despertado, pero ahora ya era muy tarde para lamentarse. Apenas si habia transcurrido una hora desde que la loba habia hecho su descubrimiento, pero toda la casa estaba ya alborotada. Lo primero que habia hecho Hollend fue despenar a sus vecinos, y rapidamente habian registrado el enclave. Se tardo muy poco en comprobar que Koru no se encontraba alli, y tan pronto como esto quedo claro se envio corriendo a la Oficina de Tasas al larguirucho hijo mayor de uno de los vecinos para que comunicara la noticia de la desaparicion de Koru. Dos tios y una tia del Comite de Extranjeros hicieron su aparicion casi de inmediato, y Hollend, con expresion sombria e interrumpido frecuentemente por la aturullada Calpurna, les relato lo sucedido la noche anterior y comunico que habia llegado muy a su pesar a la ineludible conclusion de que Koru habia huido.

A pesar de toda su pomposidad y formalismos, cuando se trataba de una emergencia los funcionarios del Comite de Extranjeros estaban bien organizados y reaccionaban con rapidez. Cuando Indigo entro en escena se habia reunido un pequeno ejercito de adolescentes, trabajadores del campo e incluso algunos de los tios y tias mas jovenes que no consideraban la tarea por debajo de su dignidad, y tio Choai, que parecia haberse hecho cargo, se dedicaba a dar instrucciones para el registro de Alegre Labor. Los vecinos de la familia en el enclave, informo Hollend a Indigo, habian formado ya un grupo de busqueda propio y habian salido hacia pocos minutos. Toda ayuda seria bien recibida, agrego Hollend, y, tras una mirada a su rostro cansado y a Calpurna —despeinada y aturdida y proxima a la histeria—, Indigo no hizo ningun intento de consolarlos y se limito a decir:

—Dime donde puedo ser mas util.

Se la asigno a uno de los grupos que partian a registrar los campos que rodeaban Alegre Labor, un grupo escogido por su juventud y energia. La sorprendio ver que Thia se encontraba en el; al ver a Indigo, la adolescente le dedico una grave inclinacion y sacudio la cabeza de una forma que venia a expresar tanto educada simpatia por Hollend y Calpurna como tacita desaprobacion por la precipitada huida de Koru.

Habian abandonado la casa y se acercaban a las puertas del enclave cuando una menuda figura solitaria hizo su aparicion, cojeando decidida hacia ellos, Indigo se asombro al reconocer en ella a Mimino, la viuda del doctor Huni, y se sobresalto aun mas cuando mientras el grupo pasaba a toda prisa junto a la anciana esta grito con voz aguda:

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