—?Doctora!
Todo el mundo volvio la cabeza, enarcando las cejas. Indigo dejo el grupo y fue al
encuentro de Mimino.
—Senora... —Le dedico una cortes reverencia—. ?En que puedo ayudaros?
La mirada de Mimino se movio de un lado a otro y al fin se fijo en un punto algo a la derecha de Indigo.
—A casa de mi hija ha llegado la noticia sobre el pequeno extranjero —dijo furtivamente—. Por lo tanto se me ha ocurrido que la doctora no estara en su puesto hoy. Si lo deseas, esperare en la plaza para informar a los pacientes de la doctora del motivo de su ausencia.
Indigo se sintio conmovida por la preocupacion que Mimino intentaba sin demasiado exito ocultar.
—Sois muy amable, senora. Pero no quisiera causaros ninguna molestia.
—No es molestia. —Por un instante, y con curioso candor, Mimino la miro directamente a los ojos—. No tengo otra cosa que hacer. Y me alegraria, por el bien del pequena, ser de alguna utilidad.
Indigo vacilo un instante; luego, llevada por un impulso, extendio los brazos y aferro las arrugadas manos de la anciana.
—Te estoy agradecida, Mimino —dijo—. Gracias. Eres muy amable.
Mimino libero las manos e intento quitar importancia al hecho con un gesto de humildad.
—No, no. No es nada. —Pero se la veia agradecida—. Lo que importa es que se encuentre al pequeno. Te deseo buena suerte, doctora Indigo. —Luego, ante el total asombro de la muchacha, le dedico una sonrisa que ilumino todo su rostro como una estrella—. Si, te deseo buena suerte. Y, sin esperar la respuesta que hubiera podido darle Indigo, se dio la vuelta y se alejo cojeando en direccion a las puertas del enclave.
Los grupos de busqueda regresaron a la Oficina de Tasas para Extranjeros poco despues de la puesta del sol, y muy sombrios informaron de su fracaso. No se habia encontrado ni rastro de Koru; nadie en la ciudad ni en los campos en varios kilometros a la redonda lo habia visto ni podia proporcionar ninguna pista de donde podria estar. Incluso el finisimo olfato de
Indigo, por su parte, no habia esperado otra cosa, pues a medida que transcurria el dia se habia ido convenciendo mas y mas de saber adonde habia ido el chiquillo... o, al menos, adonde habia pensado ir. Mientras peinaba los campos con sus companeros, con
Pero ahora se habia hecho ya de noche, se habia dado por finalizada la busqueda por aquel dia y no habia la menor pista del paradero del nino. Calpurna se mostraba inquietantemente tranquila ahora despues de su anterior estado frenetico, y permanecia sentada en silencio junto a Hollend en la Oficina de Tasas mientras tio Choai —que parecia haber asumido todo el control de la operacion de busqueda— informaba de los resultados de los grupos, o mas bien de su falta de ellos, con una precision despiadadamente detallada que sobresalto a
Indigo. Manana, anuncio, la batida seguiria, y a aquellos que por su laboriosidad eran propietarios de caballos se les pediria que prestaran a sus animales de modo que los buscadores pudieran llegar mas lejos. Hasta entonces, con gran pena, se veia obligado a declarar que no podia hacerse nada mas.
Hollend dio las gracias debilmente a tio Choai y a los grupos de ayudantes; luego se llevo a Calpurna a casa, con Ellani andando a su lado e Indigo y
Permanecio sentada en la deshecha cama durante varios lutos, sin hablar, con los ojos fijos en la ventana pero sin ver la oscuridad del exterior. Al cabo, con voz apenas perceptible,
—Esta ahi, Indigo. Se que esta ahi. Y me pa... rece que tu tambien lo sabes.
Los hombros de la muchacha se relajaron cuando su negativa a aceptar lo evidente dio paso por fin a la resignacion.
—Si,
—Cuando estuvimos alli —dijo
—Lo se. —Indigo hizo un gesto de impotencia—. Pero seguramente, si hubiera conseguido de alguna forma en ella, alguno de los guias del comite lo habria encontrado.
—Puede que no. Existen muchos lugares en los que oc... cultarse en esa casa, o en los jardines que la rodean. Ademas —anadio la loba con aire misterioso—, no sabemos a donde puede haber ido
Indigo tardo unos instantes en comprender lo que
—Nos dijo que cree en otros mundos...
—Sssi; y nosotras sabemos que esta en lo cierto.
—No lo digas. —Extendio el brazo para posar la mano sobre el hocico de la loba mientras mentalmente escuchaba la voz de Koru y recordaba lo que este le habia dicho sobre la corona del Benefactor: «Si tan solo pudiera tocarla, realmente creo que podria ver en el interior de otro mundo, donde las cosas son diferentes y la gente es mas feliz».
Ambas permanecieron en silencio unos momentos; luego Indigo volvio a hablar en voz muy baja.
—Tenemos que ir tras el. ?Si ha conseguido introducirse en cualquiera que sea la otra dimension que contiene esa casa, hemos de intentar seguirlo y traerlo de vuelta!
—Iremos esta noche —declaro con voz energica—, cuando todos duerman. —Sus ojos se entrecerraron cuando miro de nuevo a la ventana—. Si tengo razon con respecto a ese lugar, entonces la medianoche sera la hora mas apropiada.
—?Se lo diremos a alguien?
—No. No quiero suscitar falsas esperanzas en Hollend y Calpurna... y, de todos modos, ?como podria explicarles nuestro razonamiento? Pensarian que estoy loca. —«Y a lo mejor», se dijo para si con amargura, «tendrian razon; porque esto es exactamente lo que he intentado evitar desde que llegamos a Alegre Labor».
Resultaba ironico; tan ironico que a lo mejor, de encontrarse con otro estado de animo, Indigo se habria echado a reir. No obstante su arrogante decision de hacer caso omiso de las anagazas y desafios que aparecieran en su camino, este nuevo demonio habia acabado por utilizar su propia conciencia como un arma en su contra, y eso habia tenido exito alli donde todo lo demas habia fracasado.
Muy bien, pues, penso. Muy bien: recogeria el guante. No por ella, ni por la mision que habia decidido abandonar, sino por Koru. Le gustara o no, sentia que no le quedaba eleccion. Y tampoco podia negar que, aunque solo fuera por eso, sentia curiosidad por averiguar que le tenia preparado este demonio.
La suerte estuvo de parte de Indigo esa noche. Los bondadosos vecinos se marcharon con la promesa de regresar al alba dispuestos a un nuevo dia de busqueda, y cuando hubo despedido el ultimo visitante Hollend convencio a su esposa para que se fuera a la cama, Indigo habia regresado para ayudar en los deberes de anfitrion, y, una vez que Calpurna, desanimada y con los ojos hinchados, hubo ascendido la escalera hasta el piso superior, Hollend entro en la cocina, donde la muchacha se ocupaba de limpiar las tazas y apagar el fuego de la cocina.