completo el espejo-puerta, ella lo habia llamado. El rostro del chiquillo habia mostrado horror al verla, y con repentina perspicacia la muchacha comprendio el motivo. Koru habia huido de casa. No lo habian secuestrado los ninos fantasmas ni ningun otro poder; se habia ido, como habia dicho el Benefactor, por su propia voluntad. Koru buscaba un refugio donde no lo privaran de sus placeres infantiles, y donde pudiera encontrar amigos que no lo castigaran por atreverse a creer en algo mas aparte de los rudos preceptos de Alegre Labor. Para el, Indigo representaba ahora el mundo cruel del que habia huido. La habia visto como a un enemigo venido para arrastrarlo de regreso al desolado mundo de la realidad, y habia huido de ella atemorizado. Koru tenia sus propios demonios, e Indigo figuraba ahora entre ellos.
El Benefactor contemplaba las cambiantes expresiones del rostro de Indigo, quien se sentia ahora incapaz de mirarlo; su confusion interior era demasiado grande. Pero por fin, con suavidad, el dijo:
—?Cual es la naturaleza de los demonios, doctora Indigo? Los dos sabemos que no poseen una autentica forma sino que son cosas abstractas. Podemos darles nombre de vez en cuando, pero un nombre no es una realidad; solo es una etiqueta conveniente. La materialidad de los demonios proviene de nuestro interior, creo. Asi pues, ?no podria muy bien decirse que encuentran la autentica forma en los temores y preocupaciones que nos asedian a todos?
A su lado
—Has dado nombres a muchos de tus demonios —continuo el Benefactor—. Tirania, Entropia, Venganza, Odio... Sin embargo, ?no eran todas esas fuerzas, todos esos demonios, parte de ti? ?No llevabas en tu interior una sombra de cada uno de ellos, y no fue cada triunfo en realidad una victoria sobre tu propia parte negativa..., sobre la criatura a la que has aprendido a llamar Nemesis?
Una sensacion desagradable sacudio a Indigo cuando aquellas palabras apenas susurradas dieron en el blanco. Abrio la boca y unas palabras de rechazo se amontonaron en su lengua, pero no les dio voz. En su cerebro se habia formado una imagen de una criatura de cabellos plateados, la malvada criatura que le seguia los pasos y la llamaba en tono burlon «hermana»: Nemesis, creada de las malignas profundidades de su propia psique, la corrupta y homicida criatura que habia intentado frustrar sus planes en todo momento. Nemesis la habia hecho caer en muchas ocasiones en las trampas de los demonios, pero ella habia triunfado siempre, y con la muerte de cada demonio la influencia de la diabolica criatura se habia ido debilitando hasta que ya no tuvo poder para seguir atormentandola. Hacia mucho tiempo, mucho tiempo, se dijo Indigo, que aquel rostro cruel y siempre sonriente no la atormentaba...
Si el Benefactor estaba al tanto de sus pensamientos no lo demostro.
—Todos buscamos cabezas de turco para encarnar a aquellas cosas que llevamos dentro que odiamos o tememos —dijo el pensativo—. Incluso Koru ha cometido ese error, como pudiste comprobar no hace mucho. Y tu, Indigo..., tu puedes haber decidido dejar atras a tus demonios, pero ?como puedes hacerlo si el ser que, a tus ojos, es la personificacion de todos ellos todavia tiene vida propia?
—?Eso no es cierto! —La colera torno aguda la voz de Indigo—. ?Nemesis ya no tiene vida propia! La venci. Ya
—No lo creo. Creo que todavia vive, y que teneis que volver a encontraros. —Hizo una pausa—. Mira en tu corazon. Alli adonde vas, ?no llevas a Nemesis contigo? Has encontrado otro demonio aqui en Alegre Labor, y la forma que toma en tu interior se refleja en esta tierra, pero, si le das la espalda y te vas, te seguira. —De improviso los oscuros ojos se volvieron mas profundos—. Viniste aqui como curandera. Pero ?puedes curarte a ti misma, doctora Indigo? ?Puedes expulsar a este demonio de tu alma, y al mismo tiempo liberar a mi gente de este cancer?
Indigo sintio como el pulso se le aceleraba.
—
—Si; incluso despues de todo el tiempo transcurrido siguen siendo mios, ya que mis palabras y mis hechos son la ley en Alegre Labor. Esa es mi afliccion, ?te das cuenta? Esa es la maldicion que lance sobre ellos, y sobre mi mismo. —La roja boca sonrio, y la sonrisa era agridulce—. Compartimos una pena comun, tu y yo.
En el cerebro de Indigo resono una voz:
Indigo bajo los ojos hacia
El Benefactor las contemplaba.
—?Te habla? —Se percibia una curiosa nota melancolica en la pregunta.
—Si —asintio Indigo—. Di... dice que es posible que te haya juzgado mal.
—?Y tu estas de acuerdo con ella? —Ahora parecio como si la esperanza se anadiera a la melancolia.
Indigo y
—No lo se. —Volvio la cabeza para no mirarlo a la cara.
Mentalmente,
El Benefactor suspiro. Por unos instantes permanecio inmovil, ensimismado; luego, con suavidad, extendio la mano hacia el registro que descansaba sobre el atril que tenia delante, y lo cerro. El aire a su alrededor relucio; muy despacio, el atril y su carga se desvanecieron y la peana con las cuerdas que la rodeaban volvio a aparecer. Sin perder su expresion pensativa, el Benefactor se quito la antigua corona de bronce de la cabeza y la contemplo durante unos segundos con una mezcla de pena y aversion antes de depositarla con sumo cuidado en el lugar que le correspondia. La corona brillo momentaneamente antes de regresar a su anterior opacidad. Luego el Benefactor paso a traves de las cuerdas, confundiendose por un breve y perturbador momento con ellas, y avanzo hasta donde el enorme espejo reflejaba todavia la sombria imagen de la habitacion.
—Muy bien —dijo—. Me doy cuenta de que ningun hombre razonable podria esperar que cambiases de opinion con tanta rapidez. Despues de todo, los dos no somos mas que simples humanos.
—
—Desde luego que si. Soy tan humano como tu, doctora Indigo. No soy un fantasma ni una sombra, aunque puede que tampoco sea un hombre vivo en el sentido corriente de la palabra. Y desde luego no soy ningun demonio. —Una sonrisa burlona le oscurecio la boca cuando volvio la cabeza para mirarla—. Te lo puedo demostrar, si me lo permites.
Indigo trago saliva, intentando serenarse. Deseaba pruebas, si..., pero ?que prueba podia el darle? Las palabras no eran suficientes. Se necesitaba mas. Y se recordo a si misma que, aunque el Benefactor no fuera el mismo un demonio, en este lugar existia una activa presencia demoniaca.
El Benefactor aguardaba su respuesta. Por fin, frunciendo el entrecejo, ella lo volvio a mirar.
—Dices que puedes probar lo que dices. ?Como?
El volvio a senalar el espejo.
—Viniste aqui en busca del pequeno Koru. Tu intencion es rescatarlo del mundo situado al otro lado del espejo y devolverlo a su familia. Tal y como ya he dicho, el chiquillo no es mi prisionero y no puedo influirlo directamente. Pero puedo ayudarte. Lo cierto es que sin mi ayuda puede que descubras que la mision que te has impuesto resulta imposible de cumplir.
—?Es eso una amenaza? —Indigo dirigio una ojeada al espejo con expresion pensativa.
—No, no lo es. Ya has demostrado que posees la capacidad de cruzar el espejo, y yo no tengo ni poder ni el menor deseo de impedir que vayas a donde desees; pero tus ojos aun no estan totalmente abiertos a lo que se oculta al otro lado. Yo puedo ayudarte a abrirlos. Y, cuando eso se consiga, quiza puedas encontrar y traer de regreso algo mucho mas importante que un simple muchachito perdido. Algo de inestimable valor para ti, y tambien