Indigo tambien lo percibia pero no contesto; permanecio inmovil con la mirada fija en la peana y en la corona que descansaba sobre el almohadon. Nada se movia; la Presencia, o lo que fuera que fuese, seguia sin mostrar la menor senal de que deseara darse a conocer. Sin embargo estaba alli: una conciencia que las observaba y esperaba para ver que harian. Era casi como si la habitacion misma estuviera viva...

Indigo avanzo muy despacio hasta tocar con los muslos la barrera de cuerda que mantenia la corona lejos de la contaminacion de manos curiosas. Empezo a extender los brazos hacia ella, pero se detuvo al darse cuenta de que no deseaba tocar aquello. Y de improviso otra cosa le vino a la mente: un breve y, al parecer, insignificante recuerdo de su primera visita al lugar.

Se aparto de la barrera y giro en redondo. Si, seguia alli; el objeto tapado situado entre dos de las ventanas. Tia Nikku no lo habia mencionado y por lo tanto carecia de importancia evidente. No obstante... «?Indigo?», inquirio Grimya, curiosa. La muchacha hizo un gesto de advertencia a la loba para que permaneciera en silencio y se acerco al objeto. La embargo el impulso irracional de adoptar la tactica del cazador mientras se aproximaba, casi como si lo que hubiera bajo la funda no fuera una cosa inanimada sino un ser vivo. Extendio la mano y, agarrando la burda tela, tiro bruscamente de ella...

La sabana se deslizo hasta el suelo con un suave ruido, levantando una ondulante nube de polvo, e Indigo y Grimya se encontraron frente a un espejo rectangular, tan alto como un hombre, desde cuya superficie sus propias imagenes las contemplaron con solemnidad, curiosamente iluminadas por la luna; en las profundidades del cristal la corona de la peana resplandecia mortecina entre las sombras.

—Un essspejo. —Grimya avanzo vacilante, la voz llena de asombro. Desde su primer encuentro con un espejo en Khimiz hacia muchos anos se sentia fascinada por los espejos, aunque sin poder del todo desterrar una innata desconfianza hacia ellos. Se acerco aun mas con mucho cuidado y solo se detuvo cuando su aliento empezo a empanar la superficie; entonces levanto los ojos hacia su amiga—. Esto es muy extrrrano.

—Mucho.

?Para que, se pregunto Indigo, habria querido el Benefactor algo asi? En Alegre Labor no se utilizaban espejos; !era un concepto extrano a sus habitantes, y el Comite de la Casa se habia ocupado de ocultar el objeto bajo una sabana, en lugar de exhibirlo con las otras reliquias de una era pasada. Resultaba evidente que no deseaban que nadie lo viera, lo que encajaba a la perfeccion con su filosofia; pero, si lo consideraban un trasto inutil, ?por que no lo habian destruido?

Grimya, con el cuello muy estirado hacia el espejo, olfateaba con gran interes. La punta del hocico rozo la superficie y empezo a decir: «Huele a... », pero de repente las palabras se transformaron en un ganido de asombro cuando un brillante haz de luz broto del cristal e ilumino la habitacion. La loba retrocedio de un salto, y tambien Indigo se hizo atras bruscamente. Cuando se serenaron lo suficiente para volver a mirar, descubrieron que sus propios reflejos habian desaparecido y que el espejo les mostraba ahora la imagen de otro mundo totalmente diferente.

—?Madre de mi corazon! —Indigo intento sofocar el sobresaltado palpitar de su corazon, mientras Grimya lloriqueaba atemorizada y se acurrucaba detras de ella con las orejas pegadas a la cabeza, incapaz de creer lo que veian as ojos.

El espejo mostraba un paisaje de ondulantes colinas, cubierto aqui y alla con pequenas extensiones boscosas. No se veia ningun sol pero la escena resplandecia con la clara brillante luz de un mediodia de verano. A lo lejos se distinguia el brillo tenue de lo que parecian ser unas altas torres de color pastel, refulgentes bajo la luminosidad, y el pie del espejo surgia un sendero de piedras que se perdia en la distancia. A la derecha del camino se veian prados llenos de flores y, mas alla de ellos, el centellear del agua. A la izquierda se insinuaba mas terreno boscoso, que apinaba hacia el marco superior del espejo de tal manera que solo el extremo del dosel de ramas resultaba risible.

Cuando Indigo se inclino hacia adelante para ver mejor, las hojas se agitaron brevemente.

?Grimya! —Estiro el brazo para agarrar a la loba, obligandola a acercarse—. Ahi, mira... ?Algo se mueve!

Grimya, que empezaba a serenarse y a recuperar la compostura, contemplo tambien el cristal.

—Sssi —dijo tras unos segundos—. Lo veo... ahi, en el limite del bosque.

—?Distingues lo que es?

—Nnnno... no. Ahora se ha detenido. —Levanto la mirada hacia Indigo y mostro los colmillos, vacilante—. ?A lo mejor un animal? Y, si lo es, es un animal grande.

Juntas volvieron a escudrinar el espejo. Entonces, de una forma tan repentina e inesperada que por un momento el cerebro de Indigo fue incapaz de registrar la importancia de lo que veian sus ojos, una figura emergio de entre los arboles y penetro en el sendero. Cabellos rubios, una figura menuda y robusta... La identificacion de la figura sacudio a Indigo como un mazazo, y esta grito:

?Koru!

El chiquillo no presto la menor atencion. Estaba de espaldas al espejo y habia iniciado ya la marcha por el camino. Tras el, procedentes del bosque, emergian otras figuras menudas: ninos; debia de haber una docena o mas que salian a gatas de entre las matas, se cogian de las manos y corrian y saltaban en pos de Koru. Indigo pudo ver que reian, pero el sonido de las risas no atravesaba la barrera del espejo.

—?Koru! —chillo Indigo—. ?No, Koru, regresa! Desesperada por conseguir que la oyera dio un salto al frente y golpeo el cristal con las palmas de las manos. Se escucho un agudo pitido que retrono en su cabeza, y el cristal parecio astillarse en mil brillantes pedazos, Indigo cayo hacia adelante; perdido el equilibrio, se hundio en un brillante caleidoscopio de luz y quedo tendida en el suelo a gatas. Notaba las duras tablas del suelo de la Casa bajo las rodillas, mientras que las manos...

Sus manos escarbaban entre el polvo y las piedras del sendero del otro mundo.

Levanto la cabeza, mareada. Luces y sombras giraban como un torbellino a su alrededor en una danza enloquecida. A su espalda, en la estancia iluminada por la luna, Grimya ladraba su nombre; pero delante de ella las menudas figuras de los ninos, con Koru ahora en su centro, corrian y saltaban por el sendero. Confusion y desorientacion se vieron subitamente eclipsadas por la imperiosa ?necesidad de alcanzarlo, de modo que Indigo grito con toldas sus fuerzas:

?Koru! ?Koru, espera!

El chiquillo aminoro la velocidad hasta detenerse y giro en redondo. La consternacion aparecio en su rostro, y casi al momento esta se vio sustituida por el horror. —?No! —La voz llego hasta Indigo como un nitido pero lejano trino— ?No! ?Vete, dejame en paz! ?No puedes entrar aqui! ?Dejame en paz! —Y, con una velocidad que asombro a la muchacha, abandono corriendo el sendero y se dirigio de regreso al bosque. Los otros ninos corrieron tras el en tropel como la cola de un cometa, y en cuestion de segundos todo el grupo desaparecio entre los arboles.

?Koru! —volvio a gritar Indigo, desesperada—. ?Koru! Empezo a incorporarse, con la intencion de correr tras ellos, pero una fuerza contrapuesta tiro de ella hacia atras. La escena que contemplaba dio una violenta sacudida, y sintio que algo la arrastraba... Luego el mundo del interior del espejo se hizo anicos al dar Grimya un ultimo desesperado tiron que hizo que Indigo volviera a caer interior de la oscura sala.

—?Indigo! ?Indigo! —La loba salto a su alrededor, lamiendole el rostro con una mezcla de agitacion y alivio—. ?Estabas desapareciendo en el interior del esss... pejo! ?No te veia!

Caida de bruces, sin aliento, Indigo contemplo de nuevo el cristal cuya superficie le devolvio unicamente su propia imagen, con la figura borrosa de Grimya a su lado. El bosque, los prados, el sendero: toda la luminosa escena habia desaparecido. A su espalda se escucho una sonora risita divertida.

Indigo giro sobre si misma a tal velocidad que volvio a perder el equilibrio, y su rodilla derecha golpeo violentamente contra el suelo. La peana acordonada ya no se encontraba alli. En su lugar habia un atril; y, detras del atril, con la pluma de escribir apoyada sobre un enorme libro abierto y la vieja corona de bronce brillando sin fuerza sobre su cabeza, habia una figura que le era muy familiar.

Indigo contemplo los cabellos canosos y bien cortados, los oscuros ojos, la nariz aguilena sobre la menuda boca rosada.

?Oh, diosa mia... ! —musito.

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