que seria de el si los ninos que amaba abandonaban el mundo fantasma para siempre? ?O era su futuro simplemente una incognita que preferia no considerar?
Bajo los ojos, consciente de que no tenia derecho a exigir una respuesta y —tal vez como el— no muy segura de querer escuchar cual seria esa respuesta.
—Cuando todo acabe, regresare —dijo en voz baja.
—Desde luego. En busca de tu Fenran.
—No solo para eso. Regresare a..., a decir adios. —Vacilo y enseguida anadio con una risita timida que se desvanecio antes de formarse del todo—: Aunque eso no tenga demasiada importancia para ti.
El Benefactor dejo transcurrir unos instantes sin responder, y, al volver a levantar los ojos, Indigo vio que su expresion era reservada, como si estuviera absorto en sus pensamientos. Luego bruscamente el ser le dedico una vez mas su sonrisita conspiradora.
—Aunque no lo creas lo considero un gran cumplido, Indigo. Pero, si, como parece y pese a no merecerlo, tienes algun deseo de complacerme, hay algo que me agradaria sobremanera y que me gustaria solicitarte antes de que se inicie el ultimo juego. Puedes considerarlo la excentricidad de un anciano, y una insignificancia ademas, pero me satisfaria muchisimo si estuvieras de acuerdo.
Habia hablado de si mismo con un tono marcadamente burlon, pero Indigo percibio un proposito mas serio bajo la aparente gracia.
—Por favor —respondio—, di lo que desees. Si esta dentro de mis posibilidades lo hare.
—Oh, claro que esta dentro de tus posibilidades. Es una cosa muy sencilla; de hecho mi mayor temor es que me tengas menos consideracion por imponerte tal aburrimiento. —Una vez mas Indigo percibio el tono de burla en su voz, y otra vez tuvo la sensacion de que enmascaraba algo mucho mas serio—. Simplemente te pido, Indigo, que consientas en escuchar una historia. Puedes llamarla
—Espero no pecar de presumido si doy por sentado que recuerdas nuestro primer encuentro, en el lugar que ellos llaman mi Casa... Te dije entonces, creo, que mis palabras y mis acciones se habian convertido en la ley de Alegre Labor, y que esa es mi carga y la naturaleza de la maldicion que lance sobre mi gente. —Bruscamente sus ojos parecieron llamear—. Ansio desprenderme de esa carga. Ansio contar la historia, para liberar mi espiritu de la verguenza y el deshonor que ha soportado durante tantos anos, y obtener el perdon. —Se interrumpio y la miro con renovada intensidad—. ?Oiras mi confesion, Indigo? ?Me concederas el descanso de contar mi historia, antes de que se inicie el ultimo juego?
Los ojos desuno estaban clavados en los del otro, y por primera vez Indigo creyo ver en el alma del ser que era —o habia sido— el Benefactor de Alegre Labor. Sintio una conmocion en su interior, una presencia que formaba parte de ella ahora pero que tambien sabia lo que era ser un proscrito y un portador de desgracias.
—Escuchare. De buena gana —repuso sonriente—. A lo mejor entonces conseguire comprenderte tan bien como tu me comprendes a mi.
Por un momento, tuvo una fugaz vision del hombre que el Benefactor habia sido. Un hombre que ya no era un anciano, que ya no se sentia agobiado, un hombre rejuvenecido y lleno de renovado vigor. Un principe, penso, por extrano que eso pareciera en el caso de alguien cuyo nombre era venerado entre unas gentes para las que tales conceptos eran anatema. Un autentico principe, un autentico gobernante. Y un hombre bueno. Un hombre
—Indigo... —El Benefactor extendio una mano hacia ella en un gesto cortes impregnado de algo ya pasado y desaparecido que aun seguia vivo, tal como comprendio la muchacha en su corazon—. Si eres capaz de perdonar los caprichos de un anciano, entonces concedeme una satisfaccion mas: sientate conmigo. Sientate aqui, y cenemos a la antigua usanza; en la forma civilizada en la que, tengo la impresion, tu y yo fuimos criados desde nuestro nacimiento. Esta ultima vez, dejemos que sea como era en nuestros tiempos felices.
Indigo parpadeo sorprendida cuando, con un repentino resplandor que recordaba a un espejismo, una mesa circular se materializo sobre la hierba frente a la torre. Habia comida sobre la mesa, y jarras de vino, y platos y copas... El Benefactor extendio un brazo y le tomo la mano; ella dejo que la condujera hasta la mesa y que apartara uno de los dos sillones de respaldo bajo alli dispuestos. Contemplo la comida, la extrana aureola que brillaba a su alrededor. Contemplo las jarras de vino que relucian con un brillo sobrenatural.
—No, no es real. —El Benefactor sonrio nostalgico—. Pero creo que, durante un rato, puede resultar agradable hacer como a los ninos les gusta tanto hacer, y fingir. Hara que la narracion resulte mucho mas agradable.
Indigo titubeo. Recuerdos antiguos, muy antiguos, empezaban a despertar en su cerebro: recuerdos del hogar perdido, Carn Caille; recuerdos de Khimiz, el pais de su madre. La antigua usanza, la forma civilizada...
Extendio la mano y toco una de las jarras. Parecia fragil en sus manos, y el vino que cayo de ella a su copa y a la de el era tan insustancial como la niebla; pero sello la alianza entre ellos.
—Un brindis —dijo Indigo, alzando su copa—. Por las antiguas costumbres...
—Mi familia reino sobre el territorio durante trescientos anos —empezo el Benefactor—. En aquellos dias nuestro pais tenia otro nombre, como tambien lo tenia Alegre Labor; pero imagino que deben de haber caido en el olvido ya. —Jugueteo con el pie de su copa pero no hizo el menor movimiento para beber—. Creo que, en general, fuimos gobernantes beneficos. Mi mismo padre era un buen hombre, creo..., pero no fue hasta que el murio y la corona recayo sobre mi que comprendi la autentica naturaleza de lo que habia heredado.
Los tres, Indigo,
—Mi preparacion y mis inclinaciones eran las de un estudioso —continuo el Benefactor—. Estudie historia, filosofia y las artes magicas... ?Ah, si; puedes sorprenderte! El concepto de magia ya no existe en Alegre Labor, pero en aquellos tiempos las cosas eran muy diferentes. La Casa que el comite tan orgullosamente muestra a los visitantes no era el hogar en el que me crie. En mi infancia existia un palacio en el lugar que ocupa ahora la casa; un edificio maravilloso creado por artesanos de gran clarividencia y ampliado por cada una de las generaciones de mi familia. Existia belleza alli, y erudicion, musica y risas; todos los placeres y diversiones que realzan la existencia humana. La Casa no existia. Alegre Labor, con sus edificios mediocres y sus calles grises y bien alineadas, no existia. Pero las semillas estaban alli, y cuando yo llegue al poder vi como esas semillas empezaban a echar raices.
»En mi opinion, Indigo, la riqueza es un estado mental y no posesion material. Puedes objetar, como hicieron muchos, que mantener tal opinion era muy facil para un hombre que poseia toda la riqueza que podia desear. Yo discreparia. Yo diria, y mis palabras quedan corroboradas por mi propia amarga experiencia, que todo el oro y las posesiones que puede
ofrecer el mundo no valen nada sin la sabiduria de un corazon alegre.
Indigo bajo los ojos hacia la copa de vino que sostenia entre las manos, y sonrio con tristeza.
—Yo fui rica, en una ocasion —dijo—. De haber sabido lo que me reservaba el futuro, habria cambiado de buen grado todo lo que tenia por un instante de sensatez.
El Benefactor la contemplo fijamente.
—Puede que, en ese caso, comprendas mejor que la mayoria de la naturaleza humana es algo de una compleja perversidad. Mi gente vivia bien bajo nuestro gobierno. Mis antepasados habian trabajado con ahinco para mejorar todos los aspectos de la vida, y habian conseguido muchas cosas. La fertilidad de nuestro suelo y el exito de nuestro comercio con otras tierras proporcionaba cada vez mas prosperidad a todos; y la gente tenia la libertad de llegar a la grandeza, si es que la grandeza se encontraba en su interior. Cuando llegue al trono me satisfizo pensar que cualquier nino nacido en mi pais podia algun dia llegar a ser un estudioso respetado o un aventurero de fama, o un gran musico, o un noble estadista. Yo era un idealista, Indigo. Un idealista, y, como no tarde en descubrir, un estupido.
»Mi padre habia intentado abrirme los ojos a la realidad, pero fracaso. Yo no veia mas que el brillo de