chucherias varias mantenia un dificil equilibrio sobre su cabeza, y los cabellos, liberados de la acostumbrada trenza, centelleaban merced a los hilos de oro y plata con que los habia entretejido. A su lado,
El carromato se aparto un poco del portal, y se detuvo. No obstante el ruido producido por su llegada, no se encendio ni una sola luz en la plaza, ninguna puerta se abrio y ningun rostro aparecio en ninguna ventana. Eso era exactamente lo que habia previsto Indigo, ya que en el caso de que alguno de los habitantes se hubiera despertado y los hubiera oido habria hecho caso omiso del estruendo por considerarlo algo imposible y habria vuelto a enterrar la cabeza bajo las mantas para regresar a la satisfecha inconsciencia del sueno.
Tanto mejor; como faltaba mas de una hora para que llegara el amanecer tendrian tiempo mas que suficiente para montar el escenario y prepararse para el juego.
Koru se giro en su asiento y levanto el faldon del toldo del carromato a su espalda. Un frenesi de cuchicheos estallo al momento en el interior del vehiculo, y una voz de nina inquirio excitada:
—?Estamos ahi? ?Hemos llegado, Koru?
—?Chisst! —Koru se llevo un dedo a los labios a modo de advertencia, aunque la voz de la nina era menos ruidosa de lo que habian sido el sonido de cascos, ruedas y campanillas— . ?Si, ya hemos llegado!
Se escucharon entonces un sinfin de risitas ahogadas.
—?Es muy divertido! ?No es divertido, Koru?
—Si; claro que si. —Koru volvio a dejar caer el faldon y miro a Indigo. Bajo la mascara humedecio con la lengua el labio inferior, y la muchacha le sonrio alentadora.
—?No estaras nervioso, verdad?
—No... —respondio indeciso—. Pero no dejo de pensar en..., en Ellani. —Lo que intentaba decir surgio de improviso de sus labios como un torrente—. Se que ella realmente no pensaba todas esas cosas horribles que dijo, Indigo; ?se que no las pensaba! Antes era muy diferente, y se por que ha cambiado, y no es culpa suya. Pero tengo tanto miedo de que la magia no funcione; de que ella no..., ella no... —El torrente de palabras se agoto y sus ojos se nublaron, impotentes.
Indigo comprendio, y estiro el brazo por encima de
—No te preocupes, Koru. La
—Bueno, si... —Su expresion empezo a animarse, e Indigo lanzo una suave carcajada.
—Vamos. Tu y yo tenemos trabajo que hacer. —Se inclino hacia el faldon del carromato y llamo en un susurro—. ?Ninos! ?Estais listos? Es hora de empezar.
Como una oleada de sombras, descendieron todos del carro entre murmullos, risitas y excitados comentarios susurrados entre ellos.
—?Mira! ?Mira la oscuridad!
—Es tan
—Nosotros la animaremos. ?Lo haremos!
—Se trata de un juego nuevo, un juego maravilloso.
—?Lo tienes todo? ?Donde estan las cosas?
—?Aqui estan, mira! ?No son lindas?
—Oh, si, son lindas, lindas...
—?Esto sera tan
Los ninos no eran mas de una docena aproximadamente —todos los que cabian en el carromato— pero eran suficientes para llevar a cabo la primera parte del juego. Mas adelante, cuando el terreno estuviera preparado, el resto los seguiria, e Indigo lanzo una rapida mirada al brillante arco del portal y al otro mundo que brillaba tranquilo al otro lado. El Benefactor estaba alli ahora, ocupado en mantener entretenidos a los otros ninos con juegos y relatos mientras Nemesis aguardaba la senal para conducirlos a traves del arco hasta Alegre Labor. El rostro de Indigo se ilumino con una sonrisa particular; luego volvio la cabeza hacia el carromato, pues de las manos de sus entusiastas pasajeros fluia ahora lo que parecia un rio enloquecido de oro y plata. En menos de un minuto un centelleante pajar de luz quedo montado junto al vehiculo, y los ninos se abalanzaron sobre ella, danzando excitados.
—?Senora que canta, senora que canta!
—?Estamos listos! ?Podemos ir, podemos iniciar el juego?
Indigo levanto las manos para pedir silencio, y detuvo aquel torrente de palabras.
—?Teneis los juguetes magicos que el Benefactor os entrego? ?No habeis olvidado nada?
—?No, no, claro que no!
—?Tenemos los juguetes magicos, sabemos lo que hay que hacer! ?Somos muy listos!
—?Claro que lo sois! —Indigo junto las manos y lanzo una carcajada—. ?Muy bien, en ese caso todos podemos empezar! Vamos, tres en el carromato conmigo; el resto id con
Indigo giro en redondo y sus ojos se abrieron asombrados. Se habia abierto una puerta en una de las casas a su espalda, y de ella salia una figura. Durante dos o tres segundos la joven se sintio totalmente confusa. ?Que era aquello? ?Quien en Alegre Labor podia haberlos oido o visto? Pero, mientras ella sentia que el mundo se hundia a sus pies,
—?Mimino! ?Es Mimino!
La anciana viuda se acercaba cojeando por la plaza, y, cuando salio de entre las profundas sombras a la luz de las estrellas, Indigo vio que su rostro estaba iluminado por una enorme sonrisa.
—?Doctora Indigo, has regresado! —Mimino aferraba un bulto envuelto, y al acercarse lo tendio a Indigo con un gesto triunfal—. ?Mira, mira, tengo el instrumento! ?Lo he mantenido a salvo, y no lo han quemado!
—?Mi arpa! —Llena de asombro, Indigo corrio al encuentro de la anciana, de cuyas manos tomo el bulto al tiempo que la envolvia en un alborozado abrazo—. ?Oh, Mimino!
La mujer se echo a reir alegremente.
—?El instrumento esta a salvo! Tu estas a salvo y la perra gris que habla esta a salvo, y... —Paseo la mirada hasta el carromato y los ninos, y se quedo extasiada—. Ah, esto esta bien. ?Esto esta muy bien!
Desde luego, desde luego... Mimino habia sido su unica amiga, su unica aliada. Vieja e inutil a los ojos de los suyos, despreciada por aquellos que creian que sabian mas que ella, los ojos, el cerebro y el corazon de Mimino estaban abiertos a mucho mas que ajos deprimentes y estrechos limites de Alegre Labor. E Indigo tenia con ella una enorme deuda, pues sin su intervencion los ancianos lo habrian arruinado todo...
—?Mimino! —Aferrando el arpa con una mano, cogio los dedos de la anciana con la otra y tiro de ella hacia el carro—. Tengo trabajo que hacer aqui; trabajo curativo. ?Quieres montar conmigo y ayudarme?
—?Yo? —Mimino se golpeo el esternon con un dedo e hizo un gesto negativo—. No, no; estos viejos huesos no son dignos...
—?Claro que son dignos! ?Son mas que dignos! Por favor, Mimino.
—Doctora Indigo, eres mi amiga y eres muy amable. Ire, pues; si, ire. ?Esto sera algo muy feliz, creo!
Indigo la ayudo a subir al asiento del conductor y la anciana se acomodo alli y sonrio alegremente al poni, a