– Creo que si.

– ?Podian ser robados?

Lele reflexiono antes de contestar.

– Quiza. Pero de unas piezas tan importantes, si son autenticas, la gente tiene informacion. Existe un registro de ventas, y los conocedores de la mayolica suelen estar al corriente de quien posee las mejores piezas y cuando se venden. Pero no era este el caso de las piezas florentinas. Eran falsas.

– ?Como reacciono Semenzato cuando se lo dijiste?

– Oh, dijo que se alegraba mucho de que yo lo hubiera descubierto y evitado que el museo hiciera una adquisicion embarazosa. Estas fueron sus palabras, «una adquisicion embarazosa», como si el marchante tuviera perfecto derecho a tratar de vender falsificaciones.

– ?A el le dijiste eso? -pregunto Brunetti.

Lele se encogio de hombros, un gesto que era compendio de siglos, quiza milenios, de supervivencia.

– No me dio la impresion de que el deseara oir tal cosa.

– ?Y que paso?

– Dijo que devolveria esas dos piezas al marchante y le diria que el museo no estaba interesado en su adquisicion.

– ?Y las otras?

– El museo las compro.

– ?Al mismo marchante?

– Creo que si.

– ?Preguntaste quien era?

Esta pregunta valio a Brunetti otra de aquellas miradas.

– Esas cosas no se preguntan -explico Lele.

Brunetti conocia a Lele de toda la vida, por lo que pregunto:

– ?Te dijeron los conservadores quien era?

Lele se rio con franco regocijo, al ver dinamitada de modo tan fulminante su pose de escrupulosa discrecion.

– Pregunte a uno de ellos, pero no tenian ni idea. Semenzato no menciono el nombre.

– ?Como sabia el que el marchante no trataria de vender los platos falsos a otro museo o a un coleccionista particular?

Lele esbozo su sonrisa torcida, doblando una comisura de los labios hacia abajo y la otra hacia arriba, la sonrisa que Brunetti siempre habia pensado que simbolizaba el caracter italiano, siempre oscilando entre la amargura y la alegria, siempre pronta a pasar de una a otra.

– No me parecio oportuno mencionarlo.

– ?Por que?

– Nunca me ha parecido la clase de hombre al que le gusta que se le cuestione o aconseje.

– Pero te pidio que examinaras los platos.

Otra vez la sonrisa.

– Me lo pidieron los conservadores. Por eso digo que no le gustan los consejos. No le gusto que yo dijera que no eran autenticos. Me dio gentilmente las gracias por mi ayuda, dijo que el museo estaba en deuda conmigo. A pesar de todo, no le gusto.

– Interesante, ?no? -comento Brunetti.

– Mucho -convino Lele-; especialmente, en un hombre que esta encargado de proteger la autenticidad de la coleccion del museo. Y -agrego- de asegurarse de que no haya falsificaciones circulando por el mercado. -Paso por delante de Brunetti y cruzo la sala para enderezar un cuadro de la pared del fondo.

– ?Alguna otra cosa que yo deba saber de el?

De espaldas a Brunetti, mirando su propio cuadro, Lele respondio:

– Me parece que son muchas las cosas que deberias saber de el.

– ?Por ejemplo?

Lele retrocedio hacia Brunetti y contemplo el cuadro a mayor distancia. Parecia satisfecho con la rectificacion efectuada.

– Nada en concreto. En esta ciudad tiene muy buena reputacion y amigos influyentes.

– Entonces, ?a que te refieres?

– Guido, este nuestro es un mundo pequeno -empezo Lele, y se interrumpio.

– ?Te refieres a Venecia o a los que tratais en antiguedades?

– A ambos, pero especialmente a nosotros. En esta ciudad somos solo unos cinco o diez los que contamos realmente: mi hermano, Bortoluzzi, Ravanello… Y casi siempre nos servimos de sugerencias e insinuaciones tan tenues que nadie que no estuviera al corriente sabria lo que pasa. -Al ver que Brunetti no comprendia, trato de explicar-: Hace una semana me trajeron una Virgen policromada con el Nino dormido en el regazo. Era una pieza siglo XV perfecta. Toscana. Quiza incluso finales del XIV. Pero el marchante que me la ensenaba levanto el Nino (eran tallas separadas) y senalo un punto de la espalda, debajo del hombro, en el que se veia un parchecito diminuto. -Se quedo aguardando la reaccion de Brunetti. En vista de que esta no se producia, prosiguio-: Eso quiere decir que en un principio era un angel, no un Nino. El parche tapaba el lugar donde, Dios sabe cuando, le habian cortado las alas tapando con pasta la senal, para que pareciera un Nino Jesus.

– ?Por que?

– Porque hay mas angeles que Ninos. Asi, quitandoles las alas… -La voz de Lele se apago.

– ?…los ascendian de categoria? -pregunto Brunetti, que al fin habia comprendido.

La carcajada de Lele resono en toda la galeria.

– Si, eso es. Fue ascendido a Jesus, y el ascenso significaba que podria venderse mas caro.

– Sin embargo, el marchante te lo enseno.

– Ahi es donde yo queria ir a parar, Guido. Me lo dijo pero no me lo dijo, solo me enseno el pegotito, y lo mismo hubiera hecho con cualquiera de nosotros.

– ?Pero no con un comprador cualquiera? -apunto Brunetti.

– Quiza no -reconocio Lele-. La senal estaba muy bien disimulada, y muy pocos la hubieran descubierto. O no hubieran sabido que significaba.

– ?Lo hubieras sabido tu?

Lele asintio rapidamente.

– Antes o despues, si, si me hubiera llevado la talla a casa y hubiera vivido con ella.

– ?Pero no el comprador accidental?

– Probablemente, el no.

– Entonces, ?por que te lo enseno a ti?

– Porque penso que, a pesar de todo, aun querria comprar la pieza. Y porque es importante que sepamos que, por lo menos entre nosotros, nadie trata de dar gato por liebre.

– ?Hay alguna moraleja en todo esto, Lele? -pregunto Brunetti con una sonrisa. Desde nino, todo lo que le habia dicho Lele encerraba una leccion.

– No estoy seguro de que haya una moraleja, Guido, pero Semenzato no es miembro del club. No es uno de nosotros.

– ?Y quien tomo la decision, el o tu?

– No creo que eso lo decidiera alguien en particular. Y, desde luego, a mi nadie me ha dicho nada de el directamente. -Lele, hombre mas de imagenes que de palabras, contemplaba, por el gran ventanal de la galeria, los efectos de la luz en el canal-. Mas que excluirlo deliberadamente, nunca lo consideramos uno de los nuestros.

– ?Quien mas esta enterado de esto?

– Tu eres el primero al que cuento lo de las piezas de mayolica. Y no estoy seguro de que haya alguien que este «enterado», es decir, que tenga conocimiento de algo concreto.

– ?Sobre el?

Lele se rio:

– Sobre la mayoria de los marchantes del pais, a decir verdad. -Y, en tono mas serio, agrego-: Y tambien sobre el, si.

– No es muy buena recomendacion, para tratarse del director de uno de los museos mas importantes de Italia,

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