?verdad? -pregunto Brunetti-. Se le quitan a uno las ganas de comprarle una Virgen policromada.
Con otra fuerte carcajada, Lele dijo:
– Tendrias que conocer a algunos de los otros. A la mayoria no les compraria yo ni un cepillo de dientes de plastico. -Los dos se rieron, pero enseguida Lele pregunto con seriedad-: ?Por que te interesa?
En su calidad de servidor de la ley, Brunetti habia jurado no revelar informacion de la policia a personas no autorizadas.
– Alguien quiere impedir que hable sobre la exposicion de China que se celebro aqui hace cinco anos.
– ?Hmm? -murmuro Lele, solicitando mas informacion.
– La persona que organizo la exposicion estaba citada para hablar con el, pero fue agredida salvajemente y se le advirtio que no acudiera a la cita.
– ?La
Brunetti asintio.
– ?Ya has hablado con Semenzato?
– No -respondio Brunetti-. No quiero atraer la atencion sobre el. Dejemos que quienquiera que hiciera esto crea que el aviso ha surtido efecto.
Lele asintio frotandose ligeramente los labios con la mano, un gesto que hacia siempre cuando trataba de resolver un problema.
– ?No podrias indagar por ahi, Lele? Enterarte de si se habla de el.
– ?Si se habla en que sentido?
– No se exactamente. Si tiene deudas, por ejemplo. Mujeres… Alguna pista de ese marchante o de personas que el conozca que esten involucradas en… -Dejo la frase sin terminar, por no saber como expresar lo que deseaba.
– Es natural que conozca a toda la gente del ramo.
– Eso ya lo se. Pero lo que me interesa es saber si ha tenido que ver con algo que sea ilegal. -Como Lele no contestara, anadio-: Ni siquiera estoy seguro de lo que pueda ser eso, ni de si tu podras descubrirlo.
– Yo puedo descubrirlo todo -dijo Lele llanamente; era simple afirmacion, no jactancia. Callo unos momentos, mientras seguia frotandose con la mano los labios apretados. Finalmente, retiro la mano y dijo-: De acuerdo. Conozco a varias personas que pueden saber algo, pero necesito un par de dias. Uno de los hombres con los que me gustaria hablar esta en Birmania. Te llamare a finales de semana. ?De acuerdo?
– De acuerdo, Lele. No se como darte las gracias.
El pintor lo atajo agitando una mano.
– No me des las gracias hasta que haya encontrado algo.
– Si hay algo que encontrar -puntualizo Brunetti, tratando de mitigar la antipatia que adivinaba en Lele hacia el director del museo.
– Oh, siempre hay algo.
6
Al salir de la galeria de Lele, Brunetti giro a la izquierda y, por el paso subterraneo, salio al Zattere, el largo
Cien metros mas alla, despues de la iglesia de los Gesuati, Brunetti empujo una puerta vidriera y entro en el ambiente calido y acogedor de Nico's bar. Golpeo varias veces el suelo con los pies, se desabrocho la chaqueta y se acerco al mostrador. Pidio un grog y observo como el camarero sostenia un vaso debajo de la espita de la cafetera, extraia un chorro de vapor que enseguida se condenso en agua hirviendo, le agregaba ron, una rodaja de limon y una buena dosis de una determinada botella y se lo ponia delante. Brunetti echo en el vaso tres terrones de azucar, y encontro su salvacion. Removio el brebaje lentamente, reconfortado por el aromatico vapor que despedia. Como ocurre con la mayoria de las bebidas, el grog olia mejor que sabia, pero Brunetti ya estaba acostumbrado y el hecho habia dejado de decepcionarle.
La puerta volvio a abrirse y un soplo de viento helado empujo al interior del local a dos muchachas. Llevaban parka forrada y ribeteada de piel que enmarcaba sus caras encendidas por el frio, gruesas botas y guantes y pantalon de lana. Por el aspecto, debian de ser norteamericanas, o quiza alemanas, ya que, si eran lo bastante ricas, podias confundirlas.
– Oh, Kimberly, ?estas segura de que es aqui? -pregunto la primera en ingles, recorriendo el local con ojos esmeralda.
– Lo dice la guia, Alison. Nico's es famoso. -Lo pronunciaba de modo que rimara con sicko, * palabra que Brunetti habia aprendido durante la ultima convencion de la Interpol-. Es famoso por el
Brunetti tardo un momento en prever lo que podia ocurrir ahora. En cuanto lo advirtio, tomo un rapido sorbo del grog, que le escaldo la lengua. Pacientemente, empezo a agitar vigorosamente la bebida con la cucharilla, haciendola saltar contra la pared del vaso, con la esperanza de que asi se enfriara antes.
– Ah, me parece que ya se donde esta. En esas cosas con tapadera redonda -dijo la primera, acercandose a Brunetti y mirando por encima del mostrador hacia el lugar en el que se encontraban las existencias del famoso
– ?Te parece que tendran bayas del paramo?
– No; en Italia, no creo.
– Supongo que no. Me parece que valdra mas ir a lo basico.
El camarero se acerco con una amplia sonrisa dedicada a tanta belleza y esplendorosa salud, para no hablar del coraje.
– ?Si? -pregunto afablemente.
– ?Tiene
El camarero que, al parecer, estaba acostumbrado al proceso, extendio rapidamente un brazo hacia atras y, sin volverse, extrajo dos cucuruchos de una alta columna que tenia en el mostrador.
– ?Que sabor? -pregunto en un ingles aceptable.
– ?Que sabores tiene?
–
Las muchachas se miraron desconcertadas.
– Creo que vale mas ir a lo basico, ?no? -dijo una. Brunetti ya no podia distinguirlas, por la monotonia de sus voces nasales.
– Si, vale mas.
La primera dijo al camarero:
–
Al momento, estuvo cumplido el encargo y los cucuruchos cambiaron de mano. Brunetti busco consuelo en un largo sorbo de grog, manteniendo el vaso semilleno debajo de la nariz despues del trago.
Las muchachas tenian que quitarse los guantes para sujetar el cucurucho, y una sostuvo los dos helados mientras la otra sacaba del bolsillo las cuatro mil liras. El barman les dio servilletas, quiza con intencion de