energia.
– ?Como es que se habla de esas cosas en una clase de literatura, Paola?
– Ocurre pocas veces -admitio ella-, pero oigo lo que dicen de el otros profesores. Tu no lo conoces, ?verdad?
– Conozco al padre.
– ?Como es?
– Por lo visto, poco mas o menos, lo mismo. Simpatico, rico, guapo. Y nefasto.
– Eso es lo malo. Que es guapo y rico, y muchos de sus companeros se mueren por andar por ahi con un
– Pero, ?por que te preocupa ahora?
– Porque manana empezamos a estudiar a Whitman y a Dickinson, ya te lo he dicho.
Brunetti sabia que eran poetas; lo que habia leido del primero no le habia gustado y a Dickinson la encontraba dificil pero lo que habia podido comprender le parecia magnifico. Movio la cabeza a derecha e izquierda, pidiendo explicacion.
– Whitman era gay y Dickinson, probablemente, lesbiana.
– ?Y eso no se ajusta a los canones de conducta que
– Para decirlo con la mayor suavidad -respondio Paola-. Por eso queria empezar con esa cita.
– ?Crees que pueda servir de algo?
– Probablemente, no -reconocio ella, sentandose a la mesa y empezando a ordenar el desbarajuste.
Brunetti se instalo en un sillon arrimado a la pared y extendio las piernas. Paola cerraba libros y apilaba revistas.
– Hoy he tenido una muestra de eso.
Ella interrumpio la tarea y lo miro.
– ?A que te refieres?
– A una persona a la que no le gustan los homosexuales. -Hizo una pausa y agrego-: Patta.
Paola cerro los ojos un segundo y pregunto:
– ?Que ha pasado?
– ?Te acuerdas de la
– ?La norteamericana? ?La que esta en China?
– Si a lo primero y no a lo segundo. Ha regresado. Hoy la he visto en el hospital.
– ?Que le ha ocurrido? -pregunto Paola en tono de verdadera preocupacion, con las manos bruscamente inmoviles sobre sus libros.
– Una paliza. Dos hombres fueron a su casa el domingo, dijeron que iban a llevar unos papeles, ella les abrio y la golpearon.
– ?Esta grave?
– No todo lo grave que podria estar, afortunadamente.
– ?Y eso que representa, Guido?
– Una fisura en la mandibula, varias costillas rotas y contusiones.
– Si te parece poco, me asusta pensar lo que tu considerarias grave -dijo Paola y pregunto-: ?Quien lo ha hecho? ?Por que?
– Quiza por algo relacionado con el museo, pero tambien podria ser por lo que mis colegas norteamericanos se empenan en llamar su «estilo de vida».
– ?Te refieres al hecho de que sea lesbiana?
– Si.
– Pero eso es demencial.
– De acuerdo. Pero real.
– ?Ya ha llegado aqui? -La pregunta era puramente retorica-. Crei que esas cosas solo pasaban en Norteamerica.
– Progresamos, carino.
– ?Que te hace pensar que sea esa la razon?
– Me ha dicho que esos hombres conocian su relacion con la
Paola nunca perdia ocasion de generalizar:
– Antes de que se fuera a China hace anos, te hubiera costado trabajo encontrar en todo Venecia a una sola persona que no estuviera enterada de eso.
Brunetti, mas cauto, protesto:
– Eso es una exageracion.
– Quiza. Pero la gente hablaba -insistio Paola.
Brunetti, despues de contradecir a su esposa una vez, juzgo mas prudente callar. Ademas, el hambre iba en aumento, y queria su cena.
– ?Por que no han dicho nada los periodicos? -pregunto ella bruscamente.
– Ocurrio el domingo. Yo no me habia enterado hasta esta manana y aun porque alguien vio su nombre en el informe. Lo habian pasado a la rama uniformada y se trataba como un caso de rutina.
– ?Rutina? -repitio ella con asombro-. Guido, aqui no pasan esas cosas.
Brunetti opto por no volver a hablar de progreso, y Paola, al comprender que no iba a darle mas explicaciones, volvio a mirar los papeles de la mesa.
– No puedo perder mas tiempo buscando eso. Tendre que pensar en otra cosa.
– ?Por que no mientes? -sugirio Brunetti con desenfado.
Paola levanto la cabeza con un movimiento brusco para mirar a su marido:
– ?Que quieres decir?
A el le parecia evidente.
– Piensa en un libro en el que pudiera estar y diles que esta ahi.
– ?Y si han leido el libro?
– Tambien escribio un monton de cartas, ?no? -A Brunetti esto le constaba, ya que las cartas habian ido con ellos a Paris dos anos antes.
– ?Y si me preguntan que carta?
El no se digno responder a pregunta tan estupida.
– A Edith Wharton, el 26 de julio de 1906 -dijo ella de inmediato, y Brunetti reconocio en su voz aquella nota de absoluta certeza en que ella se apoyaba para proferir sus invenciones mas descabelladas.
– A mi me suena bien -sonrio el.
– A mi tambien. -Paola cerro el ultimo de los libros, miro el reloj y luego a Guido.
– Casi las siete. Hoy Gianni tenia unas chuletas de cordero muy hermosas. Ven conmigo a la cocina y te tomas un vaso de vino mientras las aso.
Brunetti recordo entonces que Dante habia castigado a los malos consejeros rodeandolos de grandes lenguas de fuego en las que debian arder por toda la eternidad. Pero no habia hablado de chuletas de cordero.
7
Cuando, al dia siguiente, aparecio por fin la noticia, estaba encabezada por el titular: «Intento de robo en Canareggio» y hacia el relato escueto de los hechos. Se decia de Brett que era una especialista en arte chino que habia regresado a Venecia para solicitar del Gobierno italiano una subvencion para las excavaciones de Xian, donde coordinaba el trabajo de arqueologos chinos y occidentales. Seguia una breve descripcion de los dos presuntos ladrones que habian fracasado en su proposito, a causa de la fortuita presencia en el apartamento de la