– ?Reconocieron alguna de las fotos? -pregunto Brunetti, aunque estaba seguro de que, de ser asi, el agente que les habia mostrado las fotos de los hombres que correspondian a las descripciones que ellas habian hecho, se lo hubiera notificado.

Flavia movio la cabeza negativamente y Brett dijo:

– No.

– Dijo que le advirtieron que no acudiera a una cita con el doctor Semenzato. Luego usted hablo de ceramicas de la exposicion de China. ?Se referia a la que se celebro en el palazzo Ducal?

– Si.

– Recuerdo -dijo Brunetti-. La organizo usted, ?verdad?

Ella, sin darse cuenta de lo que hacia, movio la cabeza afirmativamente, y tuvo que apoyarla en las almohadas y esperar a que la habitacion dejara de dar vueltas antes de responder:

– Algunas de las piezas procedian de nuestro yacimiento de Xian. Los chinos me designaron para que actuara de enlace. Conozco a bastante gente. -A pesar de que le habian quitado los alambres, movia la mandibula con precaucion; acompanaba sus palabras un zumbido sordo que le resonaba en los oidos.

Flavia se puso a hablar por ella, explicando:

– La exposicion se presento primero en Nueva York y de alli paso a Londres. Brett fue a Nueva York para la inauguracion y volvio para la clausura. Tenia que disponer el transporte a Londres. Pero antes de la inauguracion en Londres la llamaron de China porque habia ocurrido algo en la excavacion. -Miro a Brett y pregunto-: ?Que paso, cara?

– El tesoro.

Al parecer, esto basto para refrescar la memoria a Flavia.

– Habian despejado el pasadizo de la camara funeraria, y llamaron a Brett a Londres y le dijeron que debia volver para supervisar la excavacion de la tumba.

– ?Quien se encargo de montar la exposicion aqui, en Venecia?

Esta vez contesto Brett.

– Me encargaba yo, regrese de China tres dias antes de que se clausurara en Londres. Y viaje hasta Venecia con las piezas. -Cerro los ojos, y Brunetti penso que estaba fatigada de tanto hablar, pero los abrio enseguida y prosiguio-: Me marche antes de que la exposicion se clausurara, y ellos se encargaron de enviar las piezas a China.

– ?Ellos? -pregunto Brunetti.

Brett miro a Flavia antes de contestar:

– Estaban aqui el dottor Semenzato y mi ayudante, que vino de China para desmontar la exposicion y enviarlo todo de vuelta.

– ?Usted no estaba?

Ella volvio a mirar a Flavia antes de responder:

– No; no pude venir. No habia vuelto a ver las piezas hasta este invierno.

– ?Cuatro anos despues? -pregunto Brunetti.

– Si -respondio ella, y agito una mano como si el ademan hubiera de ayudarla a explicarlo-. Durante el viaje de regreso, el cargamento quedo retenido. Y otra vez al llegar a Pekin. Culpa del papeleo. Fue a parar a un almacen de aduanas de Shanghai y alli estuvo dos anos. Las piezas de Xian no llegaron hasta hace dos meses. -Brunetti observo como elegia las palabras cuidadosamente para explicarlo-: Pero no eran las mismas. Eran copias. No el soldado ni la cota de malla de jade, que eran los originales, sino las ceramicas. Me di cuenta pero no podia demostrarlo hasta que hiciera las pruebas, y en China no disponia de los medios necesarios.

Brunetti, por la mirada ofendida que le habia lanzado Lele, sabia que no debia preguntar como habia descubierto ella que las piezas eran falsas. Lo sabia, sencillamente. Ya que no podia preguntar el como, preguntaria, por lo menos, el cuanto.

– ?Cuantas eran las piezas falsas?

– Tres. Quiza cuatro o cinco. Solo del yacimiento de Xian, donde yo estoy.

– ?Y las otras piezas de la exposicion?

– No lo se. Esa no es pregunta que pueda hacerse en China.

Flavia seguia la conversacion mirando a uno y otro mientras hablaban, sin mostrar sorpresa, de lo que se deducia que ya estaba enterada.

– ?Que ha hecho usted? -pregunto Brunetti.

– Hasta ahora, nada.

Brunetti se dijo que, puesto que la conversacion tenia lugar en un hospital y ella le hablaba con los labios tumefactos, tal respuesta no podia ser del todo exacta.

– ?A quien se lo ha dicho?

– Solo a Semenzato. Le escribi desde China hace tres meses que varias de las piezas recibidas eran falsas. Le dije que queria hablar con el.

– ?Y el que respondio?

– Nada. No contesto mi carta. Espere tres semanas y trate de llamar por telefono, pero no es facil, desde China. Asi que vine para hablar con el.

?Asi, sin mas? ?Como no puedes comunicar por telefono, te subes a un avion y atraviesas medio mundo para hablar con una persona?

Como si le hubiera leido el pensamiento, ella dijo:

– Se trata de mi reputacion. Soy responsable de esas piezas.

Aqui intervino Flavia.

– Esas piezas pueden haber sido sustituidas en China. No tiene por que haber ocurrido aqui. Y no se te puede hacer responsable de lo que ocurriera cuando llegaron alli. -Habia animadversion en la voz de Flavia, y a Brunetti le parecio interesante que se mostrara celosa nada menos que de un pais.

Su tono no paso inadvertido a Brett, que respondio asperamente.

– No importa donde ocurriera; lo que importa es que ocurrio.

Para crear una distraccion y recordando lo que Lele habia dicho sobre lo que es «saber» si una cosa es falsa o autentica, Brunetti, el policia, pregunto:

– ?Tiene pruebas?

– Si -empezo Brett, con la voz mas ronca que cuando el habia llegado.

Flavia, al oirla, interrumpio la conversacion volviendose hacia Brunetti.

– Creo que ya es suficiente, dottor Brunetti.

El miro a Brett y tuvo que darle la razon. Los hematomas de la cara parecian ahora mas oscuros y ella estaba mas postrada que cuando el habia entrado. Brett le sonrio y cerro los ojos.

El no insistio.

– Lo siento, signora -dijo a Flavia-. De todos modos, esto no puede esperar.

– Por lo menos, hasta que este otra vez en casa -dijo Flavia.

El miro a Brett, buscando su opinion, pero ella dormia, con la cabeza ladeada y la boca abierta.

– ?Manana?

Flavia parecia reacia pero al fin accedio:

– Si.

El se levanto y tomo el abrigo del respaldo de la silla. Flavia fue con el hasta la puerta.

– No esta preocupada solo por su reputacion, ?sabe? -dijo-. Yo no lo entiendo, pero para ella es muy importante que esas piezas vuelvan a China -termino moviendo la cabeza con evidente perplejidad.

Siendo Flavia Petrelli una de las mejores cantantes e interpretes dramaticas del momento, Brunetti sabia que era imposible adivinar cuando hablaba la actriz y cuando, la mujer. Suponiendo que ahora era sincera, respondio:

– Lo se. Y es una de las razones por las que quiero aclarar esto.

– ?Y las otras razones? -pregunto ella con suspicacia.

– No trabajaria mejor si lo hiciera por motivos personales, signora -dijo el, poniendo fin con estas palabras a la breve tregua que ambos habian mantenido. Se puso el abrigo y salio de la habitacion. Flavia se quedo quieta, mirando a Brett, luego volvio junto a la cama, se sento en su silla y otra vez se puso a mirar los bocetos.

Вы читаете Aqua alta
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату