lo menos un par de horas, pero eso el medico nos lo dira con mas exactitud.
Hacia la izquierda, Brunetti oyo una sirena que rompia el silencio de la noche, y durante un momento penso que era el equipo del laboratorio que llegaban en lancha haciendo el idiota. Pero la sirena subio de tono, su insistente aullido se hizo mas agudo y estridente y luego, lentamente fue bajando hasta la nota primitiva. Era la sirena de San Marco que advertia a la ciudad dormida que las aguas estaban subiendo: habia empezado el
Los dos hombres del equipo del laboratorio, cuya llegada real habia quedado camuflada por la sirena, dejaron sus aparatos en el pasillo, delante del despacho. Pavese, el fotografo, asomo la cabeza y miro al hombre que estaba en el suelo. Sin mostrarse afectado por lo que veia, pregunto alzando la voz para hacerse oir sobre la sirena:
– ?Quiere una serie completa, comisario?
Brunetti se volvio de espaldas a la ventana al oir la voz y fue hacia el recien llegado, procurando no acercarse al cadaver antes de que fuera fotografiado y el suelo de alrededor, rastreado en busca de fibras, cabellos o senales de rozaduras. Ignoraba si esta precaucion serviria de algo: demasiadas personas se habian acercado ya al cadaver de Semenzato y el escenario debia de estar contaminado.
– Si, y en cuanto termine con las fotos, vean si hay fibras o pelos. Luego echaremos un vistazo.
Pavese no mostro irritacion porque su superior le ordenara semejante obviedad y pregunto:
– ?Quiere de la cabeza una serie aparte?
– Si.
El fotografo se aplico a preparar sus aparatos. Foscolo, el otro miembro del equipo, ya habia montado el pesado tripode sobre el que ahora fijaba la camara. Pavese, en cuclillas, revolvia en su maleta entre carretes de pelicula y delgados paquetes de filtro y por fin saco un flash portatil del que pendia un grueso cable electrico. Entrego el flash a Foscolo y levanto el tripode. Su rapida ojeada profesional al cadaver le habia bastado.
– Luca, hare un par de fotos de toda la habitacion desde aqui y luego desde el otro lado. Debajo de la ventana hay un enchufe. Cuando tengamos las tomas de toda la habitacion, nos situaremos ahi, entre la ventana y la cabeza. Quiero varias fotos de todo el cuerpo, luego usaremos la Nikon para hacer la cabeza. Me parece que es mejor el angulo izquierdo. -Reflexiono un momento-. No necesitamos filtros. Para la sangre nos basta el flash.
Brunetti y Vianello esperaban fuera, junto a la puerta de la que brotaba el resplandor intermitente del flash.
– ?Le parece que han usado el ladrillo? -pregunto Vianello al fin.
Brunetti asintio.
– Ya ha visto como tiene la cabeza.
– Han querido asegurarse bien, ?eh?
Brunetti recordo la cara de Brett y apunto:
– O quiza sea que les gusta hacer eso.
– No lo habia pensado -dijo Vianello-. Supongo que es posible.
Minutos despues, Pavese asomo la cabeza.
–
– ?Cuando las tendra listas? -pregunto Brunetti.
– Esta tarde, a eso de las cuatro, diria yo.
La respuesta de Brunetti dando conformidad a este plazo fue interrumpida por la llegada de Ettore Rizzardi,
Al igual que Vianello, calzaba botas de goma, pero las suyas eran de un sobrio negro y solo llegaban hasta el borde del abrigo.
– Buenas noches, Guido -dijo al entrar-. El guardia de abajo me ha dicho que se trata de Semenzato. -Cuando Brunetti asintio, el medico pregunto-: ?Que ha pasado?
En lugar de responder, Brunetti se hizo a un lado para que Rizzardi pudiera ver la forzada postura del cuerpo y los manchones y salpicaduras de sangre. Los tecnicos habian empezado su trabajo, y ya unas cintas amarillo vivo rodeaban dos rectangulos del tamano de una guia telefonica, en los que se apreciaban leves rozaduras.
– ?Ya se puede tocar? -pregunto Brunetti a Foscolo, que esparcia un polvo negro en la superficie de la mesa de Semenzato.
El tecnico intercambio una mirada con su companero, que ahora ponia la cinta alrededor del ladrillo azul. Pavese asintio.
Rizzardi fue el primero en acercarse al cadaver. Dejo el maletin en una silla, lo abrio y saco un par de guantes de fino caucho. Se los puso, se agacho al lado del cuerpo y alargo la mano hacia el cuello del hombre, pero al ver la sangre que le cubria la cabeza cambio de idea y busco la muneca del brazo extendido. La carne que toco estaba fria y la sangre que contenia, paralizada para siempre. Automaticamente, Rizzardi se subio el almidonado puno de la camisa y miro el reloj.
No habia que buscar mucho para hallar la causa de la muerte: habia dos hendiduras profundas en el parietal y, al parecer, una tercera en la frente, aunque esta estaba parcialmente cubierta por el cabello de Semenzato que los impactos mortales habian hecho caer hacia adelante. Al inclinarse mas aun, Rizzardi descubrio esquirlas de hueso dentro de una de las hendiduras, detras de la oreja.
Rizzardi se puso de rodillas en busca de una mayor estabilidad y paso una mano por debajo del cuerpo para ponerlo boca arriba. Ahora se veia la tercera hendidura, rodeada de tejido tumefacto y amoratado. Rizzardi levanto primero una y despues otra de las manos del muerto.
– Fijate en esto, Guido -dijo mostrando el dorso de la mano derecha. Brunetti se arrodillo al lado del medico para examinar la mano de Semenzato. Tenia los nudillos desollados y un dedo hinchado y doblado hacia un lado, con la falange rota-. Ha tratado de defenderse. -Midio el cuerpo con la mirada-. ?Que estatura te parece que tendria?
– Uno noventa, desde luego mas alto que cualquiera de nosotros.
– Y tambien mas robusto. Habran sido dos hombres.
Brunetti hizo un grunido de asentimiento.
– Yo diria que los golpes han venido de delante, que no le han pillado por sorpresa y, mucho menos, si se los han dado con eso -dijo Rizzardi senalando el ladrillo azul electrico que estaba dentro de su rectangulo de cinta, a menos de un metro del cadaver-. ?Nadie ha oido ruido?
– Abajo, en el cuarto de los guardias hay un televisor -respondio Brunetti-. Cuando yo he llegado no estaba encendido.
– Es natural -dijo Rizzardi poniendose en pie. Se quito los guantes y los metio descuidadamente en el bolsillo del abrigo-. Eso es todo lo que puedo hacer esta noche. Si tus hombres me lo llevan a San Michele, manana por la manana lo examinare mas despacio. Pero creo que esta bastante claro. Tres fuertes golpes en la cabeza con el canto de ese ladrillo. No haria falta mas.
Vianello, que habia permanecido callado durante toda la conversacion, pregunto de pronto:
– ?Habra sido rapido,
Rizzardi, antes de contestar, miro el cadaver.
– Depende de donde le hayan golpeado primero. Y de la fuerza del golpe. Es posible que se les haya resistido, pero no durante mucho tiempo. Mirare si tiene algo en las unas. Yo supongo que habra sido rapido, pero veremos lo que encontramos.
Vianello asintio y Brunetti dijo:
– Gracias, Ettore. Esta misma noche me encargare del traslado.
– Pero no al hospital, recuerde. A San Michele.
– Desde luego -respondio Brunetti, preguntandose si esta insistencia se debia a algun nuevo episodio de la batalla que el medico tenia entablada con los directores del Ospedale Civile.
– Entonces buenas noches, Guido. Espero poder decirle algo manana a primera hora de la tarde, pero no creo que haya sorpresas.
Brunetti asintio. Las causas fisicas de una muerte violenta raramente revelaban secretos: estos habia que buscarlos en el movil.
Rizzardi y Vianello se saludaron con un movimiento de cabeza y el doctor dio media vuelta para marcharse. Entonces, de repente, se volvio a mirar los pies de Brunetti.